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La Ética del Cuidado en Carol Gilligan

2.2. Consideraciones preliminares acerca del origen y la

2.3.3. La Ética del Cuidado en Carol Gilligan

Desde la obra de Carol Gilligan In a Different Voice en 1982, se han producido múltiples publicaciones que han apoyado o criticado dicha postura. Su objetivo era el de plantear una

teoría que mejorara la expuesta por su maestro Kohlberg (1992). Para este último, el individuo se encuentra en una de las tres etapas de desarrollo moral, clasificadas de acuerdo con los referentes para determinar la justicia y el bien moral. Estas etapas: preconvencional, convencional o posconvencional se

determinan si los referentes son el placer individual, las convenciones sociales o los principios universales.

Gilligan en su investigación se dio cuenta que el estudio de Kohlberg se realizó con 84 niños niños varones, es decir,

excluyó a las mujeres. Por otra parte, Kohlberg llevó a cabo el estudio basándose en dilemas hipotéticos y no reales, y

finalmente, el estudio dio como resultado, un mayor grado de moralidad en los hombres, lo que sería sospechoso a primera vista para esta autora.

Así la “Ética del Cuidado”, como se denominó a esta teoría, empieza su fundamentación en las relaciones interpersonales y no en la formulación de principios universales. Por ello, frente al principio de igualdad, la ética del cuidado aparece como un

reconocimiento a la diversidad.

“La moral de derechos se basa en la igualdad y se centra en la comprensión de la imparcialidad, mientras que la ética de la responsabilidad se basa en el concepto de la igualdad y el

reconocimiento de las diferencias” (Gilligan, 1985: 266). Aunque la diferencia, parece sutil, la Ética del Cuidado entra a complementar la postura de la Ética de la Justicia de Kohlberg, por cuanto no se desconoce la igualdad como base

avanza al reconocimiento de una característica y realidad de nuestro tiempo como es la diversidad, los distintos contextos, las variables que de una u otra forma nos hacen distintos a los seres humanos que convivimos cotidianamente.

Mientras que la Ética de la Justicia procede de la premisa de igualdad –que todos deben ser tratados igualmente-, una Ética del Cuidado se apoya en la premisa de la no violencia: que no se debe dañar a nadie (Gilligan, 1985, p. 281).

Por otra parte, la Ética de la Justicia plantea hacer énfasis en el “punto de vista imparcial”. Al respecto, Irene Comins cita a Young para afirmar que

“El sujeto imparcial, no necesita reconocer a otros sujetos cuya perspectiva debiera ser tomada en cuenta y con quien

pudiera producirse alguna discusión. Por lo que la pretensión de imparcialidad suele dar como resultado el autoritarismo. Al

decir de uno mismo que se es imparcial, se recurre a la autoridad para decidir un tema, en lugar de aquellos cuyos intereses y deseos son manifiestos. Desde este punto de vista imparcial, no se necesita consultar con nadie más, debido a que el punto de vista imparcial ya toma en cuenta cualquier

Se trata entonces de no atender a los mismos principios en circunstancias diferentes, sino de tener en cuenta la mayor cantidad de información para generar deliberaciones más racionales, que no desconozcan la diversidad.

De ahí que una postura antropológica desde la Ética del Cuidado parta por reconocer al otro como un ser concreto, distinto, con circunstancias diferentes que demandan cuidados diferentes.

El proceso de cuidar a alguien “sólo puede ser óptimo si es singular, porque cada persona es un ser único e irrepetible. (…) Por todo ello, resulta imposible cuidar en masa o en grupo,

porque cada ser humano tiene su propia realidad, su propio mundo y acompañarle en su enfermedad, en su sufrimiento, en su

vulnerabilidad actual, es apostar por su singularidad. (…) Tratar a todos con justicia a los seres humanos en situación vulnerable no significa tratarlos a todos con el mismo rasero, sino que significa desarrollar, en grado sublime, el principio de justicia distributiva de raíz aristotélica que consiste en dar a cada cual lo que se necesita”(Torralba, 1998, p. 326).

Hemos avanzado, entonces, en la ética que se funda en las condiciones a priori de la razón en Kant, que fundamentaban el imperativo categórico del deber ser, que a su vez permeó todas las posturas éticas de la modernidad, al reconocimiento del

otro. Hemos dado un paso adelante en el ejercicio de la razón en la que a partir de un acto solipsista reconocíamos el deber ser y debíamos obrar en consecuencia, a ponernos en diálogo con

el otro. Sin embargo, este avance, en la posibilidad de

construir las decisiones morales en diálogo con el otro no se queda allí en la construcción de nuevos principios que parecen o por lo menos pretende ser individuales, sino que se trata ahora de reconocer la diferencia en las circunstancias de cada una de las personas y determinar opciones que permitan, a partir de sus circunstancias, obrar responsablemente.

Respecto a las aptitudes morales, mientras dentro de la Ética de la Justicia se considera que lo más importante es

aprender juicios morales, en la Ética del Cuidado la aptitud se entiende como el desarrollo de disposiciones morales. Acerca del razonamiento moral, la Ética de la Justicia dice que lo que debe hacerse es resolver problemas buscando principios aplicables universalmente, mientras la Ética del Cuidado busca respuestas que puedan ser aplicadas en cada caso. Finalmente, sobre los conceptos morales la Ética de la Justicia afirma que se debe prestar atención a los derechos y a la equidad, mientras la Ëtica del Cuidado sostiene que es necesario prestar atención a las responsabilidades y a las relaciones (Hoyos, 2008, p.47).

Una perspectiva ética planteada así, responde de manera significativa a algunas demandas de formación moral a las que aspira la sociedad. Por otra parte, sin detenerse en los

posibles juicios que determinan el origen de la Ética del Cuidado, fundada para muchos críticos en el feminismo, se plantea claramente un énfasis en lo relacional y no en los

sujetos, por lo que a primera vista, encamina la reflexión en la construcción que desde los seres humanos y la complejidad de sus relaciones se puede establecer, planteando retos a las

comunidades o instituciones que adhieran a esta manera de entender la formación de individuos en lo que comúnmente se denomina como convivencia.

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