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EL AISLAMIENTO EXTERIOR Y SU RUPTURA

El nacionalcatolicismo, la monarquía de Franco y la nueva imagen del régimen (1945-1951)

3.6. EL AISLAMIENTO EXTERIOR Y SU RUPTURA

A pesar de que la política de neutralidad había sido el horizonte teórico des- de 1943 y de que el régimen proporcionó alguna ventaja estratégica a los aliados, en mucha menor proporción desde luego que lo había hecho con el Eje, la dictadura se encontró con una difícil situación de aislamiento incluso antes de la finalización de la guerra. Su colaboración con el Eje y su lenta y ambigua mutación hacia la neutra- lidad, con un sistema político inequívocamente dictatorial, hacía que todas las bazas de su situación internacional se orientaran al acorralamiento.

Durante la reunión de San Francisco en junio de 1945, donde se gestaba el naci- miento de la ONU, no se pudieron esbozar peores pronósticos para el régimen de Franco a corto plazo. En aquella reunión prosperó la iniciativa de México —el país que acogió la sede del gobierno republicano español en el exilio y que nunca recono- cería al régimen de Franco—, por la que no serían admitidos en la ONU los países que habían estado en la órbita del Eje. Acuerdo que tomó mayores dimensiones cuando, en la misma dirección, los aliados en la Conferencia de Potsdam de agosto del mismo año declararon su postura de no admitir una candidatura de España para formar parte de la ONU. En esta lógica, durante 1946 el régimen estaba agobiado in- ternacionalmente y, de hecho, parecía abocado a un callejón sin salida. En febrero de ese año, la ONU materializó su opinión mayoritaria sobre el régimen con una reso- lución de condena, y, por fin, el 12 de diciembre de 1946, la Asamblea del organis- mo aprobó una nueva resolución —con la oposición sólo de 6 votos de un total de 53— por la que recomendaba la prohibición de que España formara parte de los or- ganismos internacionales —sobre todo las agencias de la ONU— y la retirada de em- bajadores, además de amenazar con otras medidas en caso de que el régimen no alte- rara sus fundamentos. Era la culminación simbólica de una situación de hecho. En España sólo quedaron los embajadores de Portugal, Suiza e Irlanda, aparte del Nun- xxxxxxx

cio del Vaticano. Además, desde el 28 de febrero Francia había cerrado la frontera in- terrumpiendo cualquier intercambio con España. Los aliados en su conjunto habían etiquetado al régimen como fascista y todos en mayor o menor medida confluyeron en 1945 y 1946 en esta dirección. Sobre todo, los países comunistas, y a la cabeza la URSS y Polonia, proponiendo también la ruptura de relaciones comerciales. A prin- cipios de diciembre de 1946, el gobierno de Franco entregó una nota al encargado de negocios de Estados Unidos en Madrid, con motivo de la moción que este país pre- sentó respecto a España en la ONU y que cuajaría en la citada resolución del día 12. En ella se reflejan los argumentos que esgrimieron los aliados en la ONU y la respues- ta que el régimen puso en boca del pueblo español, al decir que

el pueblo español rechaza el calificativo de fascista... pues el régimen no tiene nada que ver con los sistemas totalitarios por ser un régimen que respeta las libertades fun- damentales de la persona humana y en el cual el ejercicio de la autoridad se halla ajustado a Derecho... El pueblo español sabe que el régimen implantado el 18 de ju- lio de 1936 no le ha sido impuesto por la fuerza... El pueblo español niega que su ré- gimen deba la existencia a la ayuda de los países del Eje... El pueblo español no ad- mite la afirmación de que su régimen no le represente... El pueblo español niega que el régimen estorbe la participación de España en Naciones Unidas... El pueblo es- pañol rechaza la imputación de que su gobierno no respeta las libertades indivi- duales...,

para culminar con el argumento central que tanto rentabilizará el régimen en su dis- curso de exaltación del nacionalismo:

El pueblo español repele con energía la intromisión en sus asuntos internos; el atacar desde fuera sus instituciones; el excitarle a la subversión y a la revuelta, y el dic- tarle desde el extranjero el camino que debe seguir.

Era la demostración más palpable del inútil intento que desde 1943 hizo por des- marcarse de las potencias del Eje y de proyectar una versión del régimen alejada de la realidad. Difícil empresa de dar una nueva imagen de la dictadura. La ruptura del ais- lamiento no pasaba por el estéril esfuerzo de las notas diplomáticas plagadas de ana- cronismos para refutar las acusaciones contra el régimen.

Esta situación tan comprometida —en el momento en que una amenaza de opo- sición conjunta en torno a D. Juan parecía tomar cuerpo— sin embargo empezó a suavizarse desde 1947, desde varios planos, todos entremezclados. Para empezar por- que las potencias occidentales estaba presas de un doble juego. Por un lado, estaban las declaraciones críticas contra el régimen, la retirada de embajadores, y la posición favorable al aislamiento fundamentada en el carácter dictatorial del régimen y en su colaboración pasada con el Eje. Pero por otro, también pesaban los intereses econó- micos y estratégicos, que limitaban la política de aislamiento. Particularmente com- prometidos quedaron los intereses económicos franceses con el cierre de la frontera. Gran Bretaña, por su parte, no veía con buenos ojos una hipotética inestabilidad en la península que amenazara la columna vertebral estratégica y comercial de Gibraltar. En términos económicos muchos países continuaron con relaciones comerciales a través de sus encargados de negocios. Además, para los países occidentales, en una política sintonizada por Gran Bretaña, les interesaba un retiro pactado de Franco, cuyo relevo podría ser una monarquía constitucional. Pero una cosa era propiciar esa xxxxxx

situación y otra comprometerse en una intervención de mayor alcance y en un en- frentamiento con Franco capaz de provocar un marco de inestabilidad. Así, el prag- matismo primó sobre las declaraciones de principios en un aislamiento que en reali- dad no fue total.

En segundo lugar, a lo largo de 1947 las diferencias entre los vencedores de la gue- rra mundial empezaron a mostrarse como antagónicas y a diseñarse lo que a partir de esas fechas se etiquetó como guerra fría y política de bloques. Y ese nuevo marco de las relaciones internacionales condicionó notablemente las posiciones respecto al ré- gimen de Franco. Las cuestiones ideológicas empezaron a ceder terreno a las conside- raciones geoestratégicas hasta que éstas se acabaron imponiendo en los últimos com- pases de la década, para valorar a la dictadura como un régimen anticomunista. Fue paradigmática la posición de Estados Unidos, que compartió el radicalismo verbal contra la dictadura con una visión militar y estratégica que asignaba a España un pa- pel notable en el flanco sur de Europa frente al bloque liderado por la URSS. Y con esta visión fueron los Estados Unidos lo que iniciaron un lento relevo de la posición respecto al régimen, para impulsar al final de la década la ruptura del aislamiento y bendecirla con el tratado que firmarían con España en 1953. Se atribuye a Franco la habilidad de un estratega que supo ver antes de tiempo la ruptura de los aliados, por lo que su política fue la de ganar tiempo. Lo cierto es que estas circunstancias le favo- recieron, pero entonces su política no hizo otra cosa que aguantar el temporal del re- pudio internacional, no por una sutil lectura de las relaciones internacionales, sino porque su práctica habitual era la de mantener largo tiempo sus posiciones, y en 1945 no podía hacer otra cosa que esperar. Otra cuestión es que estas nuevas circunstan- cias le acabaran favoreciendo.

En tercer lugar, Franco tomó la iniciativa diplomática allí donde únicamente po- día tomarla. Se arrimó a Portugal, a los países hispanoamericanos y a los países ára- bes. Mantuvo una sintonía con el Portugal de la dictadura salazarista apelando al pac- to ibérico, con la compensación de mantener su embajador. Pero sobre todo estrechó vínculos con los países hispanoamericanos, que, si bien en el caso de Panamá o Mé- xico habían manifestado una beligerancia diplomática hacia el régimen, en su mayo- ría tendieron puentes a Franco con notable alivio para la dictadura. De hecho, los únicos seis países que habían votado en contra de la resolución de la ONU habían sido de este continente. Y desde 1947 un goteo de apoyos fueron sumándose de otros países de la zona. El régimen entremezcló su diplomacia en términos de política cul- tural, proyectando la idea de Hispanidad y de Madre patria, que institucionalmente cobró impulso con la puesta en marcha del Instituto de Cultura Hispánica en 1945. La España de Franco apeló a estos vínculos de comunidad espiritual y de tono paterna- lista con los países hispanoamericanos para sacar una notable rentabilidad en época de aislamiento. El caso más importante de tales apoyos fue el de la Argentina de Pe- rón, que envió su embajador, proporcionó ayuda crediticia y un convenio comercial a principios de 1947 que supuso una válvula de oxígeno para la España aislada y au- tárquica con dificultades de abastecimiento. Todo ello culminó con la firma del pro- tocolo Franco-Perón en abril de 1948. Por su parte, los jóvenes países árabes aliviaron también la situación internacional del régimen, que invocó los vínculos históricos y aprovechó su oposición a la creación del Estado de Israel.

Para terminar, ya se ha visto cómo no cuajó una alternativa sólida de oposición interior articulada en torno a Juan de Borbón, y la iniciativa de Franco abortó esas po- sibilidades y arbitró la fórmula de la Ley de Sucesión de 1947 dando un paso muy im- xxxxxx

portante en su consolidación. Pero, además, el acoso internacional sirvió de revulsi- vo —y de ello fueron conscientes las cancillerías aliadas— para la exaltación del na- cionalismo que nutrió los apoyos sociológicos del régimen y labró una oposición vis- ceral a lo que fue entendido como una injerencia del exterior. Franco desplazó así los fantasmas hacia la conspiración internacional, en sintonía con el discurso de la cons- tante amenaza internacional judeo-masónica y comunista.

Así, las medidas habían sido poco efectivas, y los criterios comerciales y estratégi- cos de los países cada vez pesaron más en la consideración del régimen. A lo largo de 1948 se intensificaron las relaciones comerciales, y se produjo la reapertura de la frontera francesa. En 1949 más de una decena de países mantenían relaciones diplo- máticas con el régimen, y Estados Unidos, ya en plena guerra fría, había aumentado sus gestiones para el acercamiento y la normalización de relaciones. En noviembre de 1950, una nueva resolución de la ONU revocó las recomendaciones de cuatro años antes, con lo que se inició un proceso de ruptura formal del aislamiento a prin- cipios de los años 50.

CAPÍTULO IV

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