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4. MATERIAL CLÍNICO, ELEMENTOS DE ANÁLISIS Y REFLEXIÓN

4.1. DANIELA Y SOFÍA

4.1.5 Alcance Terapéutico

En la relación diádica entre madre e hija también ha aparecido otro tercero, la institución que ha asumido las funciones de cuidado, rehabilitación y protección, con Sofía. Siendo la intervención con los padres más desde el deber y la obligación, desconociendo proceso particulares en la conformación de este vínculo, muchas veces en vez de fortalecerlo y convertirse la institución en un mediador para este fin se puede convertir en una figura persecutoria. Daniela es citada a la institución a un proceso obligatorio de intervención, el cual tenía como objetivo para institución: “hacer caer en cuanta y establecer con la madre unos acuerdos” para que se hiciera cargo de los compromisos con la institución, como

llevar a tiempo los medicamentos, asistir a las reuniones y puntualidad; de no asistir estaba la amenaza de sacar a la niña del programa. La madre al comienzo del proceso se sentía juzgada, desvalorizada e incomprendida en su función de madre, desconocida en todos los esfuerzos para sacar adelante sus hijos.

En el proceso terapéutico se estableció un encuadre de una vez a la semana, en el que se trató de construir y generar una atmósfera de confianza y comprensión, disponibilidad y tolerancia para recibir las emociones y actuaciones de la madre. En un comienzo la madre asiste de manera cautelosa y prevenida, siendo reservada en la información e incumpliendo los horarios. A medida que el tiempo transcurría y la madre iba estableciendo una relación cercana con la terapeuta, y el espacio y la relación, eran muy valorados por Daniela, cada vez que no podía asistir, avisaba y pedía reubicación. Este espacio que la cuestiona, la confronta y la hace pensar, a la vez que la contiene y le permite que pueda acercarse a la hija, como si el temor y resistencia de ser madre de una hija con discapacidad, fuera metabolizado por contenidos más digeribles que iban perdiendo su carácter venenoso.

“aquí es como que el único lugar en que me desahogo y creo que usted no me va a criticar y bueno quizá usted me ayude a ver qué hago con Sofía”

Sin embargo la institución desconociendo la relevancia y el objetivo del proceso, presionaba para obtener resultados visibles como el cumplimiento de “compromisos”, si la madre no cumplía con alguno de ellos, le reclamaban a la terapeuta su falta de “eficiencia”. El proceso estuvo enmarcado por dificultades para disponer de lugares privados, y los impedimentos de horarios para que la terapeuta pudiera cumplir con las citas, ya que le programaban otras actividades.

A medida que transcurrían las sesiones, Daniela se iba acercando a su hija de manera diferente, pudiendo reconocer y conectándose con las emociones, las vivencias y las fantasías, que se lo impedían, “me acerco a mi hija, la estoy comenzando a reconocer mucho más como parte de mí, pero aún me cuesta, ya se lo había dicho, me da temor sola cargar con eso, necesito de alguien” En otra sesión manifiesta:

“Quiero olvidarme de la discapacidad de mi hija, que estoy sola, que va a depender de mí aunque la cuiden otros y quiero olvidarme o escapar de pensar que algún día alguien ya no me ayude y que ahí si me toque a mi sola, es que eso es lo difícil […]Creo que sí, lo que quiero olvidar es que soy una mamá que tuvo que estar sola con un problema como el de Sofía, que estoy sola y sobre todo que no he podido ver a mi hija, en serio, ni siquiera como una vecina o prima. Aunque bueno quiero intentar acercarme a ella”

Hacia el final del proceso se pudo observar en Daniela, su interés genuino por acercarse con otra mirada a su hija.

pues vea de un tiempo para acá lo que he hecho es que he dormido con Sofía, dormimos las dos y pues la niña no sé ha querido levantar a buscar a mí tía, y pues ahora a la que busca es a mí para dormir, y pues eso me agrada mucho. También hemos salido más, compartimos, he tratado de jugar con ella así como con los otros niños a hacer cosquillas, me estoy esforzando porque quiero intentar ser una buena mamá para ella, y bueno vamos a ver qué pasa. De lo que hemos hablado aquí me han dejado pensando muchas cosas y pues una de esas es que ya no quiero ver a mi hija como una extraña y desconocida, podré tener muchos errores, pero

tampoco soy mala persona […] y pues la vez pasada después de hablar con usted me fui a esperarla a la ruta, y nos fuimos para que le pusieran unos aretes, la peine, comimos helado”.

La paciente refiere lo que ha significado el espacio terapéutico, ella lo describe como “este es un espacio en el que puedo hablar con tranquilidad como que puedo decirle cosas y no siento miedo que usted me vaya a criticar como lo hacen los demás, usted como que se da confianza”. Parece que Daniela ha encontrado en los encuentros terapéuticos un lugar en donde se validan los intentos de acercarse a su hija, un espacio que ha cumplido la función de contención de todos los contenidos emocionales que otros por lo general rechazan o critican, además que la función de la terapeuta parece enmarcado también en un acompañamiento a la labor de ser madre “la verdad es que con usted creo que puedo ser mejor mamá o bueno por lo menos intentar serlo porque no es nada fácil ser mamá de una hija con la discapacidad de mi hija”.

De la misma manera, debido a que durante el proceso terapéutico surgió una nueva relación en la que el resultado fue la concepción de un bebé, la terapeuta parece que asumió ante el embarazo la función de un Yo auxiliar, especialmente cuando le pide a la terapeuta “usted me puede acompañar a la prueba de embarazo, es que la verdad no quiero ir sola, me da mucho susto de lo que pueda pasar, me aterra pensar que estoy otra vez embarazada y pues quiero que me acompañe alguien de confianza”.

En el proceso con Daniela la relación terapeuta – paciente atravesó por diferentes momentos que fluctuaron dependiendo del estado de la paciente. Por ejemplo, se presentó con ella una relación de desencuentro cuando se habló sobre su quinto hijo y sobre el hecho

de que ella no estuviera preparada para un nuevo bebé. En ese momento debido a los argumentos de Daniela, la terapeuta no fue un adecuado continente, pues no estaba en la disponibilidad de recibir y participar para darle una idea a la paciente sobre la comprensión de lo manifestado en las sesiones, más bien la terapeuta fue inundada debido a la actuación que Daniela tuvo; Daniela en ese momento transfirió toda la responsabilidad a la terapeuta para que asumiera su responsabilidad frente al hijo, pero la respuesta de la terapeuta fue vivir sentimientos de angustia. Este momento logró superarse después de varias sesiones, y fue nuevamente como en otros momentos, donde surgió una relación terapeuta – paciente como acople. Esta relación se fundamentaba en que las dos partes tomaban la función de continente y contenido, de tal manera que se lograron comprensiones y avances en la relación entre madre e hija “la verdad es que estando acá me hace bien, vea primero usted me escucha y segundo, he podido acercarme a Sofía con agrado y bueno hasta conocer nuevas cosas en ella, trato de ser mamá o bueno algo parecido para ella”.

Pero como fue fluctuante la relación con ella, el proceso culminó en un desencuentro con Daniela por la presencia de su cuarta pareja, ya que en este momento fue Daniela la que decidió distanciarse, lo que llevó a considerar que el proceso culminó y sobre todo su acercamiento a su hija debido a la presencia de un hombre a quien ella lo veía como una persona que la iba a acompañar para superar toda dificultad.