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EL ESTADO AUTÓCRATA DE LA NOBLEZA

Hubo un tiempo en que el Estado no existía. Un tiempo en el que tampoco existían clases, en el que los hombres no se dividían en ricos y pobres, en trabajadores y explotadores del trabajo ajeno. Pero esta coincidencia, la no existencia del Estado cuando no existía la división de la sociedad de clases, no es casual.

Cuando de la Comunidad agrícola primitiva, donde todos eran iguales, comienza a destacarse una capa de personas acomodadas primero, luego esta capa se coloca a la cabeza de las fuerzas militares de la comunidad, situación que aprovecha para mediante la guerra con sus vecinos ensanchar sus dominios, mediante el bandolerismo y a costa de los pueblos vencidos primero, y de su propio pueblo más tarde. Así, van surgiendo las condiciones propicias para la aparición del Estado. Barones, condes y duques, en su calidad de jefes militares de las tribus y de grandes terratenientes, comienzan a rodearse de instituciones que representaban el Estado en embrión. Veamos.

El conde juzgaba a sus súbditos y, naturalmente, como juez, vigilaba ante todo sus propios intereses y privilegios librándolos de la codicia de sus fieles servidores. He aquí el tribunal clasista en su origen.

Las decisiones de este tribunal eran ejecutadas por sus satélites. He aquí la policía en embrión.

Para la guerra o para la sofocación de disturbios importantes dentro del territorio, se utilizaban piquetes armados. He aquí las futuras fuerzas militares.

Adoptando el cristianismo y obteniendo el favor de los representantes religiosos, mediante presentes y concesiones de tierras, el conde o el duque tenían a su disposición la policía espiritual, y así sostenía sus privilegios para la explotación no sólo por medio del látigo, sino también de la cruz y del evangelio. He aquí el origen de la unión de la Iglesia y el Estado, o lo que es lo mismo, de la transformación de la Iglesia en instrumento de la clase dominante para la esclavización espiritual y material del pueblo.

Posteriormente, tras las luchas entre los distintos condes, barones y duques y posterior victoria del más fuerte, éste último toma el título de gran duque, rey o emperador, convirtiéndose en poder supremo dentro del país y produciéndose de este modo la transformación del Estado-embrión en un verdadero y gran Estado monárquico. El barón, que antes reinaba en su señorío sobre sus siervos, se une ahora con los demás barones, condes y duques; todos se encuentran junto al trono del “amado monarca” y dirigen al pueblo unidos y no aislados como antes. De la unificación del poder de diferentes pequeños nobles, barones, condes y grandes terratenientes de la nobleza, surge el poder de toda la clase de los terratenientes y aristócratas. Se crea, por decirlo así, toda una sociedad de accionistas, que constituyen una unión única dirigida contra el pueblo y en la que, cada participante, al ingresar en ella, se asegura y garantiza el apoyo de todos los miembros de su clase.

A partir de ahora, cuando sea necesario entablar pleito contra campesinos por el incumplimiento del pago de impuestos, defender la propiedad privada, etc.… ya no actuará el conde o el duque por sí mismo sino que de esto se ocupa ahora el juez designado por el Estado, es decir, por toda la unión de los nobles. Cuando es necesario ejecutar una condena o castigar al que protesta contra la explotación del campesino pobre, no se ocuparán ya los antiguos satélites del señor sino la policía del Estado, es decir, los agentes de toda la clase de nobles y condes. En lo que respecta al monarca mismo, aunque es considerado como poder supremo, la realidad

encubre la autocracia de los propietarios de la tierra sobre todo el resto del pueblo. Encubrimiento por cierto, beneficioso para los nobles, al jugar el Monarca el papel de gobernante justiciero ante el cual todos son iguales. De vez en cuando, el monarca, realizando una ínfima concesión a la justicia, castiga a algún que otro terrateniente con el objeto de facilitar más aún la obra de la explotación de millones de hombres en provecho de toda la clase de la nobleza en forma de arrendamientos, impuestos al Estado, etc.

Con esta unión de la nobleza, se refuerza naturalmente la clase de los explotadores y las masas trabajadoras quedan divididas, dispersas, estando las sublevaciones aisladas condenadas al fracaso. Así, del mismo modo en que antes el campesino objeto de la violencia del conde o del barón estaba apoyado por todos los campesinos del condado; del mismo modo en que las fuerzas armadas del señor podían no estar en condiciones de sofocar el movimiento llegando a darse el caso de barones y condes expulsados de sus aldeas y ciudades para fundar en su lugar ciudades y regiones libres, ahora todo esto era imposible. Si, por ejemplo, la vaca de un campesino ha pisoteado el trigo propiedad del noble, el juez condenará al campesino a pagar una multa; si el campesino no tiene con qué pagar la multa o la considera injusta, el fiscal venderá la vaca del campesino para el pago de la multa. Si el campesino ofrece resistencia, será arrestado por la policía. Si toda la aldea o región intenta impedir el arresto, será enviada mayor cantidad de policía, o bien el ejército. Si se levanta toda la provincia, o grupo de provincias, el gobierno de la nobleza enviará todas las fuerzas militares y policía disponibles con objeto de sofocar el movimiento, y, finalmente, después del sacrificio, de miles de muertos y de pérdidas de millones se obligará al campesino a pagar la multa por el trigo pisoteado. En adelante, todo el Estado de la nobleza fortalecerá sus fuerzas militares con objeto de apoyar hasta el fin a todo noble aislado contra el campesinado, aun en la cuestión más pequeña.

Así la organización de los nobles en Estado autócrata fortaleció enormemente a dicha clase, y debilitó a las masas trabajadoras dejándolas indefensas frente a sus explotadores.

De todo esto es necesario sacar dos conclusiones: la primera y más importante es que, en general, el Estado surge con la división de la sociedad en clases; cuando la propiedad privada queda en manos de unos pocos; cuando es necesario que esa propiedad sea defendida por toda la clase de propietarios; cuando aparece una clase privilegiada que debe defender estos privilegios salvándolos de las masas; y cuando esa clase “distinguida y rica” no sólo defiende sus riquezas y derechos, sino que los aumenta a costa del pueblo trabajador.

La segunda conclusión a que llegamos es que no es el Estado quien origina la división de la sociedad en clases, ni el que crea la desigualdad y la explotación de una persona por otra, sino que, al contrario, son la división en clases y la desigualdad económica las que originan la aparición del Estado como organización de los explotadores. Y como una vez que surge, el Estado refuerza a las clases dominantes y aumenta cada vez más la desigualdad económica, de la cual ha surgido.