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AVANCES EN FILOSOFÍA

Curación y salud holísticas

AVANCES EN FILOSOFÍA

Los tres principales filósofos que surgieron de la tradición humanista fueron Sócrates, su pupilo Platón y Aristóteles. Estos grandes pensadores establecieron la epistemología,

rama de la filosofía que investiga el origen, naturaleza, métodos y límites del conoci- miento humano. Por otra parte, también se interesaban en varios aspectos psicológicos, incluyendo el aprendizaje, la memoria y el conocimiento consciente.

Sócrates (469-399 a.C.)

Sócrates ha sido retratado a través de la historia como un gran observador y escéptico. Para él, si la vida no se examinaba, no valía la pena vivirla. Por ello buscaba el conoci- miento por doquier —en las calles, el mercado, el gimnasio y el campo— y cuestionaba constantemente a las personas preguntándoles: ¿qué es la verdad?, ¿qué es la justicia?, o ¿qué es el valor?, y examinaba con rigor las respuestas, haciendo notar los fallos lógicos y el razonamiento pobre o inadecuado. Cuestionaba toda suposición, dudaba de lo ob- vio y ridiculizaba lo trivial y lo pretensioso. Esperaba que su aproximación lógica y rigu- rosa produjera respuestas verdaderas a ese tipo de preguntas y a otras similares. Su aproximación fue la del racionalismo.

Algo fundamental en la filosofía de la educación de Sócrates fue su postura de que la verdad no puede ser definida por una autoridad absoluta, sino que descansa escondida en cada mente. El papel de un maestro es descubrir esa verdad aletargada, función que podría compararse con la de una comadrona, que no toma parte en la implantación del semen que fertiliza el óvulo, pero que sí es responsable de asistir el nacimiento del bebé. De la misma forma, de acuerdo con Sócrates, el papel del maestro no es implantar verda- des en las mentes de sus pupilos sino asistir en su emergencia. Para facilitar el aprendi- zaje por descubrimiento, Sócrates concibió un método de enseñanza semejante a los diálogos en las calles. El maestro hace una serie de preguntas tendientes a conducir al pupilo a la verdad ilustrando los fallos lógicos en su razonamiento. En el método socrá- tico enseñar es una relación de compañeros entre pupilo y maestro en lugar de una rela- ción de superior-subordinado. Sócrates rechazó recibir pago por su instrucción y vivió una vida de simplicidad y moderación.

Para demostrar el poder de su método, Sócrates condujo a un niño esclavo sin educa- ción y sin ningún conocimiento de geometría a descubrir por sí mismo el teorema de Pitágoras (Lamb, 1967, pp. 303-311). Argumentaba, por otra parte, que él no le había enseñado el teorema al esclavo, pero había facilitado que emergiera de un estado letárgi- co en su mente. Uno de los contemporáneos de Sócrates, Antifón, trató a quienes sufrían de pesar y melancolía usando el diálogo socrático de preguntas y respuestas. Antifón se considera el primer psicoterapeuta (Walker, 1991, p. 5).

Como resultado del poder y la fuerza de sus argumentos, Sócrates estaba dispuesto con frecuencia a desacreditar cualquier respuesta que se diera a sus preguntas re- lativas a las definiciones de verdad, justicia y valor, así que no es sorprendente que ga- nara muchos enemigos. Ya que todos creemos saber lo que son la verdad, la justicia y el valor, es embarazoso y molesto que nos muestren que tal vez no es así. Finalmente, sus conciudadanos se cansaron de su conducta, y a la edad de 70 años Sócrates fue acusado de socavar la religión del Estado y de corromper a la juventud. Fue enjuiciado enfrente de 501 jurados y, por un margen de 60 votos, se le declaró culpable y sentenció a muerte. Sócrates aceptó el veredicto como legítimo aunque injusto, pasó sus últimos minutos confortando a sus amigos, luego bebió la poción de Cicuta.

Platón (427-347 a.C.)

Platón fue pupilo de Sócrates y también su sucesor. De hecho, mucho de lo que ahora sabemos sobre Sócrates proviene de las notas que Platón tomó sobre sus diálogos. Platón fundó una academia en Atenas, una sociedad de eruditos y estudiantes que duró 916 años. Su objetivo, al igual que el de Sócrates, era no dar a sus estudiantes una colección de hechos, sino entrenarlos para ver más allá de la superficie de las cosas, para buscar la realidad eterna subyacente a todo. Sin embargo, esta tarea era muy difícil. Al igual que Zenón y Sócrates, Platón reconocía la poca fiabilidad de la información sensorial. Afir- maba que el conocimiento no deriva de las sensaciones, las cuales algunas veces son erróneas, sino de los procesos de razonamiento sobre las sensaciones.

Hizo énfasis en la diferencia entre las sensaciones derivadas de nuestros sentidos y lo que él llamó "formas"; es decir, las estructuras eternas que ordenan el mundo y que nos son reveladas mediante el pensamiento racional. Consideró además que las formas eran suprasensoriales, trascendentales, que poseían una existencia independiente de las sen- saciones que las constituyen. Las sensaciones se corrompen, decaen y mueren. Es decir, son inestables. Las "formas" de Platón son más reales y permanentes. Para ilustrar esta diferencia, Platón afirmó que era como estar en una cueva, encadenado de tal forma que todo lo que se observara de los objetos en el exterior fueran sombras proyectadas por las parpadeantes flamas de un fuego. Las sombras representan a las sensaciones; mientras que las cosas en el exterior de la cueva son las "formas". Nuestro mundo de sensaciones era para Platón un mundo de sombras parpadeantes, danzantes, de las cuales nunca se puede estar seguro.

Para Platón, el único camino para incrementar la exactitud de nuestro conocimiento del mundo es por medio de mediciones y del razonamiento deductivo. Estaba muy al tanto de las contribuciones de Pitágoras y, al igual que él, intentó describir el mundo usando principios matemáticos. Sobre la entrada de su salón de conferencias en la aca- demia escribió las palabras: "No se permite entrar por mis puertas a nadie que desco- nozca la geometría." Cuando uno de sus estudiantes preguntó, "¿Qué hace Dios?" Platón respondió, "Dios siempre geometriza". Platón llamó a la geometría "el conocimiento de aquello que siempre es". El conocimiento de las "formas" creado por Dios. Los geometristas humanos pueden medir la Tierra, pero ¿qué pasa respecto a la mente hu- mana? ¿También se podría medir? Pitágoras demostró que algunos aspectos de la expe- riencia psicológica humana podían ser medidos. Platón sugirió otros. Él reconoció que las personas difieren en sus capacidades, habilidades, talentos y aptitudes, y los categorizó como individuos de oro, plata, latón o hierro. La sociedad debe reconocer esas diferen- cias individuales y las consecuencias que Platón consideró inevitables: Algunos deben regir, mientras otros deben servir. En La República, Platón describió una sociedad utópica con un sistema oligárquico de gobierno, en el que un pequeño número de personas esta- ban dotadas con una razón superior, los guardias, comandados por un rey-filósofo. Aque- llos más valerosos serían los guerreros; y quienes contaran con un sentido superior de la belleza y la armonía serían los artistas y los poetas, y aquellos con poco talento o habili- dad tendrían que servir o ser esclavos. Platón creía que tales diferencias provenían de los dioses, pero una vez reconocidas, la sociedad debe seleccionar y preservar las cualida- des necesarias por medio de matrimonios arreglados y de la reproducción controlada. Su posición fue declaradamente nativista, ya que consideraba hereditarias las caracterís- ticas y la inteligencia humanas. Pero, ¿cómo se podrían medir esas cualidades? Platón

creía que se localizaban en diferentes partes del cuerpo: la razón en la cabeza, el valor en el pecho y el apetito en el abdomen. Él fue un frenólogo corporal sin la exageración de frenólogos posteriores (capítulo 3). Por proponer la medición de las diferencias indivi- duales mediante la medición de diferentes partes del cuerpo y luego asignar a las perso- nas diversas tareas de acuerdo con sus puntos fuertes psicológicos, Platón anticipó el moderno campo de los psicómetras.

Aristóteles (385-322 a.C.)

Aristóteles, el último de los tres principales filósofos griegos, es descrito como un cientí- fico natural en mayor grado que cualquiera de sus dos predecesores. Vivió su juventud en Atenas y fue un estudiante devoto de Platón durante unos 20 años. En su mediana edad fue forzado por sus políticas a dejar Atenas y pasó años viajando. Trabajó durante un tiempo como tutor de un niño que después llegaría a ser Alejandro Magno. Regresó a Atenas a la edad de 40 años y fundó una escuela de filosofía y ciencia en el Liceo. Fue durante los años que ahí pasó que escribió la mayor parte de sus trabajos importantes respecto a temas biológicos y psicológicos.

Aristóteles nos interesa porque fue uno de los primeros filósofos griegos que adoptó una aproximación inductiva observacional en su trabajo. Como se mencionó anterior- mente, Zenón demostró la falta de confiabilidad de nuestras percepciones. Tales, con- temporáneo de Zenón, hizo hincapié en su pupilo Pitágoras sobre la importancia de los métodos deductivos para revelar la verdad. Sócrates también confió en pruebas lógicas para revelar la verdad en las mentes de sus estudiantes. Finalmente, Platón argumentó que nuestras sensaciones no son más que representaciones imperfectas de la realidad y, por lo tanto, no se debe confiar en ellas. En contraste con Platón, Aristóteles observó el éxito de las matemáticas no como si éstas fueran proveedoras del conocimiento de las "formas" eternas, sino como si se debiera a sus deducciones lógicas de las suposiciones autoevidentes y a sus claras definiciones. En su escrito Analíticas posteriores, Aristóteles aboga por la reducción de todo el discurso científico a silogismos —explicaciones de los primeros principios deducidos en forma lógica—. Su famosa ley de la palanca no estaba basada en experimentos con pesos, sino que se derivaba de postulados como "pesos iguales se balancean a distancias iguales". Pero Aristóteles también reconoció la impor- tancia de la observación cuidadosa. Después de todo, el mundo puede no transcurrir de forma tan lógica como Sócrates y Platón supusieron. Si no es así, sus conclusiones, basa- das en métodos deductivos, pueden no haber sido enteramente verdaderas. Aristóteles llegó a varias conclusiones muy precisas utilizando una aproximación inductiva y observacional, pero como veremos, sus métodos de investigación también lo condujeron a concluir cuestiones interesantes pero falsas.

De las observaciones de sus propios procesos cognitivos, así como de los de otros, Aristóteles desarrolló los principios básicos de la memoria humana, que muchas veces se han vuelto a plantear en la historia de la psicología y que siguen siendo fundamenta- les para muchas explicaciones contemporáneas respecto a la memoria. En su tratado De Memoria et Reminiscentia (Concerniente a la memoria y la reminiscencia), Aristóteles per- fila en su teoría que la memoria resulta de tres procesos asociativos. Objetos, eventos y personas están vinculados por medio de su similitud relativa con algún otro, o su relati- va diferencia —cuánto contrastan con algún otro—. Las cosas se asocian si ocurren jun-

tas en tiempo y espacio. Estos tres principios básicos de la asociación —similitud, con- traste y contigüidad— se completaban con otras dos influencias en la firmeza de una asociación particular:

1. Frecuencia. Aristóteles sostuvo que cuanto más frecuentemente se repite una expe- riencia particular, tanto mejor se recordará. En muchas teorías del aprendizaje del siglo XX, la relación entre el número de veces que se refuerza un hábito y su firmeza y retención es un punto central.

2. Facilidad. Aristóteles también reconoció que algunas asociaciones se forman más fá- cilmente que otras. Algunos eventos se recuerdan con mayor facilidad que otros. Los estudios modernos de aprendizaje y memoria han demostrado de manera muy clara que ciertas asociaciones se forman y se recuerdan con más facilidad que otras. Los recuerdos son particularmente importantes porque reflejan nuestras experien- cias del mundo. Las experiencias, en cambio, son responsables de los contenidos de la mente; sin la experiencia nuestras mentes estarían en blanco. La mente en el momento del nacimiento tiene el potencial para pensar, pero para que este potencial se realice debe ser actuado sobre el mundo. La mente, para Aristóteles, se habilitaba mediante la expe- riencia, exactamente como una tabla se llena con letras. Aristóteles adoptó la posición de un empirista: Todas las ideas que tenemos, incluyendo aquéllas algunas veces conside- radas como innatas o que están presentes desde antes de nacer, son el resultado de la experiencia. Su posición anticipó a la de John Locke y otros filósofos empiristas (capítulo 2) y a partir de ellos se influyó la psicología conductual materialista de John Watson (capítulo 12). La metáfora de Aristóteles sobre la mente en el momento de nacer como una tabla en blanco, es la primera de muchas metáforas diferentes sobre la mente en la historia de la psicología. Otras comparan la mente con una máquina de procesamiento de información o una computadora neural. Leary (1990) describe éstas y otras metáforas de la mente y argumenta que han sido especialmente importantes para la psicología en cuanto a sus contribuciones a la teoría de la construcción, a sus nuevas ideas y concep- tos, a la investigación, e incluso en cuanto a sus aplicaciones prácticas.

Aristóteles también desarrolló un análisis de causación sofisticado e influyente: su teoría sobre las causas. Para ilustrar sus puntos de vista Aristóteles los describió exami- nando una estatua; sigamos su ejemplo considerando las diferentes causas del David de Miguel Ángel.

1. Examinando la estatua encontramos que fue esculpida de un bloque entero de már- mol de Carrara sin defectos. Es una estatua de mármol. Ésa es la descripción de lo que Aristóteles llamó causa material.

2. También sabemos que la estatua no sólo es un bloque de mármol, sino que tiene una esencia o forma. Ésta es la causa formal.

3. ¿Cómo llegó la estatua a tener esa forma? Una respuesta puede ser que la obtuvo por medio de los golpes y colisiones del martillo y el cincel del escultor. La respuesta describe lo que Aristóteles llamó la causa eficiente.

4. Finalmente, describiendo la estatua, la atribuimos al escultor. Es el David de Miguel Ángel. La estatua es el producto del ingenio de Miguel Ángel y de su supremo talen- to. Eso es lo que Aristóteles llamó la causa final.

El concepto de una causa final representa un aspecto teleológico del análisis de Aristóteles que da una apariencia de certeza. Las atribuciones de propósito son inaceptables en cien- cias como la física —las manzanas no tienen un propósito al caer de los árboles, tampoco lo tiene el agua al hervir sobre una flama—. Pero en la psicología se ha probado que son útiles las explicaciones teleológicas, prepositivas, cuando se usan con cuidado, por ejem- plo, como lo hizo Tolman en su conductismo propositivo (capítulo 13).

Aristóteles también sostuvo puntos de vista marcadamente perceptivos en la catarsis psicológica. En su obra El arte de la poesía describió las tragedias como algo que algunas veces produce emociones que tienen un efecto purgativo en la audiencia. En el siglo XX, Sigmund Freud hizo de la catarsis un concepto central en su teoría psicoanalítica. Hoy en día, la visión aristotélica de catarsis es comúnmente escuchada en el debate sobre los efectos que la violencia que se presenta en los medios de comunicación puede tener sobre la tendencia de las personas a comportarse de manera agresiva. Algunas autorida- des, junto con ejecutivos de los medios, argumentan que la exposición a la violencia en la televisión o el cine puede ser benéfica, ya que permite a quienes la observan purgarse a sí mismos de impulsos hostiles o agresivos —una respuesta catártica—. Del otro lado del debate, autoridades igualmente prominentes argumentan que algunos individuos son conducidos mediante esas representaciones a comportarse de manera agresiva, que la violencia filmada es una escuela que prepara para la violencia en nuestra sociedad, y que esas consecuencias son probables, en especial, en individuos inmaduros o emocio- nalmente inestables.

Aristóteles veía toda la vida como formando una "escala de la creación", una serie continua de gradaciones que partían de las más bajas, hasta las más altas formas de complejidad. También perfiló tres niveles de la vida: nutritivo (plantas), sensitivo (ani- males) y racional (humanos). Así, de forma enlazada, se estudiaría la naturaleza entera. Esta concepción de la escala de la naturaleza (scala naturae) ha sido la principal influencia en el pensamiento biológico a través de los siglos. Charles Darwin, por ejemplo, al for- mular su teoría de la evolución, reconoció la influencia de Aristóteles. La concepción de Aristóteles de una escala de la naturaleza no ha sido completamente benéfica para la psicología, dado que algunas veces ha conllevado a la creencia de que todos los anima- les, incluyendo a los humanos, pueden ser jerarquizados en una escala de dimensiones graduales unitarias y continuas. Lovejoy (1936) señaló que la noción de escala de la natu- raleza finalmente condujo a concepciones más teológicas que científicas, en las cuales Dios era la punta de la escala y todas las demás criaturas eran consideradas como copias de esa perfección que iban incrementando su propia imperfección. De esta forma, los ángeles eran algo imperfectos, los humanos eran más imperfectos, los primates todavía más imperfectos, y así sucesivamente conforme se descendía en la escala.

Uno de los errores más interesantes de Aristóteles consiste en el lugar en que ubicaba la mente. Como antes se mencionó, Hipócrates creía que el cerebro era el asiento de la sensación, la percepción y el pensamiento. Colin Blakemore señala cómo cualquier evi- dencia científica se destaca en el momento en el que influye a las "intuiciones" que se refieren a la ubicación de la conciencia:

Parece inconcebible hoy en día que nadie haya dudado nunca de que la mente está en el cerebro. Para mí, mi "yo-saliente" está indudablemente situado en la mitad de mi cabeza. Pero estoy seguro de que siento esto con tal confianza, porque acepto la evidencia científi- ca que en la actualidad está de moda de que así es (Blakemore, 1977, p. 9).

Para Aristóteles la "evidencia que en la actualidad está de moda" lo condujo, de manera comprensible, a una conclusión radicalmente diferente: el corazón es el asiento del pensamiento. Por ejemplo, Aristóteles estudió el desarrollo de un embrión de pollo y notó que el corazón es uno de los primeros órganos en moverse. También observó que aunque un daño en la cabeza puede producir un periodo de inconsciencia, la persona por lo general se recupera, mientras que una herida en el corazón es invariablemente fatal.

La controversia de Aristóteles de que es el corazón y no el cerebro la parte más im- portante del cuerpo puede también haber estado influenciada por su conocimiento de las prácticas de inhumación de los antiguos egipcios. El espíritu Ba de un egipcio de la antigüedad no estaba en la cabeza, sino en las entrañas y en el pecho. Para preservar el cuerpo para su viaje a Osiris, los egipcios tomaban partes del cuerpo como el hígado, el