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El Consejo Comunal abierto a los niños

In document La Ciudad de Los Niños Tonucci (página 63-65)

LAS EXPERIENCIAS

3. El Consejo Comunal abierto a los niños

Desde 1991, el intendente de Fano ha adherido a la iniciativa de la Unicef Italia, "El intendente defensor de la infancia", y el compromiso asumido de dedicar todos los años una sesión extraordinaria del Consejo Comunal a los niños ya está incluido en el nuevo reglamento comunal. Hace entonces cinco años que el Consejo comunal se abre a los niños, y después de una primera experiencia de sesión dedicada a las problemáticas de la infancia, con la invitación a expertos, se ha decidido abrir el Consejo directamente a los niños y darles la palabra. Los niños del Consejo discuten durante algunas semanas en las respectivas escuelas problemas que encuentran en la ciudad, cosas que no funcionan, y preparan propuestas al respecto. Esas propuestas son discutidas en conjunto en una sesión del Consejo y presentadas por algunos niños durante la sesión del Consejo Comunal. Se prefiere que los niños encargados de exponer no sean muchos, no más de siete u ocho, porque así pueden explicar adecuadamente los puntos sometidos a discusión y responder a los eventuales pedidos de aclaración de los adultos. A la sesión asisten también algunos grados, y ello permite una mayor amplitud de la tribuna.

Las que siguen son algunas de las propuestas que en estos años han sido hechas por los niños, y que de algún modo fueron acogidas por el Consejo:

"Cuando se decide algo sobre la ciudad, debería haber también alguien que conozca a los niños" (1992).

La Junta decidió que todos los proyectos de modificación de la ciudad fueran enviados al Laboratorio que, a su vez, podría expresar una opinión desde el punto de vista de los niños.

"Los autos ocupan demasiado lugar y nos lo quitan al juego" (1993).

El asesor para el Tránsito prometió cerrar por un día todos los años la ciudad a los autos, para que los niños pudieran jugar en las calles. Hace tres años que esta tradición se repite.43

"Un día, un guardián me sacó la pelota porque estaba jugando en la plaza."

"Si uno quiere ir a jugar en un campo de deportes debe estar abonado o, en caso contrario, debe pagar entrada."

"Nosotros queremos ir a la escuela solos, pero los autos no respetan las franjas peatonales y se estacionan en las veredas, y entonces tenemos que pasar por la calzada" (1996).

El Consejo comunal ha aprobado un orden del día para discutir y aprobar tres mociones, una sobre el derecho de los niños (después se definirá hasta qué edad) a jugar como quieren en todas las plazas de la ciudad; la segunda, sobre la revisión de los contratos de cesión de las áreas a las asociaciones deportivas, para que se garantice una franja horaria de uso libre y gratuito de las instalaciones, Y la tercera, a anunciar públicamente, por la cual el Consejo pide a los guardias municipales la severa aplicación de aquellas normas que defienden y protegen a los peatones y en particular a los niños: la precedencia en las franjas peatonales y la inviolabilidad del espacio de las aceras. Se ha solicitado que las distintas decisiones tengan una adecuada publicidad, a fin de que contribuyan a la sensibilización de la ciudad

Los adultos. Para el primer Consejo abierto a los niños, cuando todavía no existía el Consejo de niños, no se habían dado particulares indicaciones, y los alumnos habían preparado sus pedidos en las respectivas escuelas. Con gran asombro nuestro, los niños hablaron sólo de sus grados y de sus escuelas: de la peligrosidad, del ruido excesivo, de la falta de cortinas, del mantenimiento y la limpieza insuficientes. Nos asombró el interés de los niños por su escuela, pero después se vio que las protestas y las propuestas habían sido sugeridas por los maestros.

Desde entonces, una carta enviada a las escuelas advierte que las propuestas de los niños deberán referirse a la relación del niño con la ciudad, sus autonomías, sus posibilidades de jugar, y no podrán referirse a la escuela que, si lo considera necesario, sabrá encontrar otras ocasiones para expresar sus necesidades. A partir de ese momento, la preparación del Consejo Comunal se produce dentro del Consejo de niños, donde se cotejan y se coordinan las propuestas surgidas de las discusiones realizadas en los grados y en las escuelas.

Sí no es fácil para los maestros respetar la libertad de los alumnos, tampoco para los administradores de la ciudad resulta fácil encontrar un comportamiento adecuado ante las exigencias de los niños. La primera tentación, evidente en las primeras ediciones del Consejo abierto, fue la de aprovecharse de los niños para asumir una actitud paternal. Por ejemplo, los niños protestaban por la suciedad en los jardines, y los administradores contestaban aconsejando que los niños fueran los primeros en no tirar cartones y latitas en circulación. La segunda tentación, todavía presente, es la defensiva: decir siempre que las cosas ya se están haciendo, sin tratar de comprender exactamente qué están pidiendo estos ciudadanos extraños y distintos, los niños. Un signo de malestar más de los adultos es su dificultad para dialogar con los niños, en pedirles que expliquen mejor, que profundicen. Esta dificultad oculta la desconfianza en la capacidad real del niño, pensado siempre como más pequeño de lo que es en realidad. Debe decirse, en defensa de los adultos, que no resulta fácil comprender a los niños, hace falta buena voluntad, espíritu de curiosidad, pero también la competencia derivada de la experiencia y del estudio. Un ejemplo. En uno de los primeros Consejos municipales abiertos a los niños, uno de ellos, que vivía en el apartado, dijo: "Quisiera ir a la ciudad en bicicleta, pero mamá tiene miedo". La interpretación más fácil era: nos está pidiendo una pista para ciclistas y entonces mandamos una cuadrilla para que trace una raya amarilla separando la pista de las bicicletas de la pista para los autos. Y el asesor de Tránsito habría dado muestras de buena voluntad, pero sin responder al niño. La madre, entonces, con justicia, habría seguido teniendo miedo de eventuales conductores imprudentes o borrachos que pudieran no respetar la raya amarilla, y habría seguido no permitiéndole a su hijo que usara la bicicleta. El administrador atento, en cambio, habría tenido que llamar a un técnico para decirle: prepara un proyecto de recorrido para las bicicletas tal que las madres de los niños no tengan miedo. Entonces se podría proponer una barrera impasable o, mejor, el uso de otros caminos en la campiña, como rutas para ciclistas. Si se hubiera consultado a los niños, ellos habrían sabido cómo ayudar al técnico.

Ayudar a los adultos a escuchar a los niños y saber dialogar con ellos es acaso la tarea más importante del Laboratorio, aun anterior a la construcción de veredas ya la organización y realización de las distintas iniciativas.

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