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CAPÍTULO 1. INTRODUCCIÓN

1.1. Contextualización

Durante los últimos 50 años la economía española ha presentado una fuerte especialización en el sector de la construcción y en el sector servicios. Nuestro país hace tiempo que decidió cerrar las fábricas y la industria a cambio del beneficio económico inmediato que proporcionaban las empresas turísticas y de construcción.

En este contexto económico, el mercado laboral actuaba como un atractivo para la juventud, ya que era sencillo encontrar un empleo sin apenas disponer de cualificación (Enguita et. al., 2010; Casquero y Navarro, 2010 y Adame y Salvà, 2010). A la vez esta situación también ha contribuido a la segregación laboral, habiendo una fuerte separación entre empleos considerados tradicionalmente femeninos (empleos relacionados con el cuidado, sector servicios, más prevalencia de empleos a tiempo parcial, etc.) y empleos tradicionalmente considerados como masculinos (construcción, altos cargos, mayores sueldos, menos presencia de las jornadas parciales, etc.).

Las características del mercado laboral de un país tienen influencia directa en el nivel de estudios alcanzado por su población. De este modo si analizamos las tasas de abandono escolar prematuro desde una visión comparada entre los países de la UE, podemos observar como España presenta el más alto índice de abandono escolar de todos los países miembros, alcanzando su mayor nivel en el año 2008 (un 31.9%). Desde este año, coincidente con el inicio de la crisis, observamos un decrecimiento de esta tasa situándose en 2013 en un 23.5%, 8.4 puntos inferior a la tasa del 2008. La explicación a este descenso viene dada por los efectos generados por la crisis en el mercado laboral, que ya no resulta ser tan atractivo para la juventud, la falta de empleos, su precariedad e inestabilidad.

Fuente: Elaboración propia a partir de los datos de EUROSTAT (2014)

Al analizar las tasas de abandono escolar temprano por comunidades autónomas observamos que las Islas Baleares lideran el ranking siendo en 2012 la tasa de abandono del 30.1% frente al 24.9% de la media estatal (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, 2014). Las características propias del mercado laboral balear también han facilitado durante años la incorporación al mercado laboral de la juventud, incluso de aquellos con un bajo nivel de educación permitiéndoles la independencia económica, el acceso a los bienes de consumo y el reconocimiento social en un corto plazo de tiempo (Adame y Salvà, 2010).

La precariedad actual ha provocado a la vez un retorno a las aulas, ante la imposibilidad de una inserción laboral rápida y lineal , son muchos los y las jóvenes que alargan su permanencia en el sistema formativo o bien retornan a las aulas ante la pérdida de empleo y status socio profesional como medio para conseguir en un futuro una ocupación más digna, estable y adecuada a sus estudios. Según un reciente estudio de la OCDE acerca del estado de la educación (OCDE, 2013), en España se ha producido un aumento muy significativo de la permanencia de jóvenes y adultos en el sistema educativo, situándose por primera vez en porcentajes superiores a la media de la UE. En 2011, el 86% de los y las jóvenes entre 15-19 años estaban matriculados y un 26% de los adultos entre 20 y 29 años de edad, creciendo ambos porcentajes en 5 puntos desde 2008.

Si bien los datos de descenso del abandono escolar prematuro, la mayor permanencia de la juventud en el sistema educativo y el retorno a la educación son datos positivos, no tienen una traducción tan positiva con respecto al acceso de la juventud española en el mercado laboral. Según el informe Education at a Glance (OCDE, 2013), se prevé que los y las jóvenes aumenten su permanencia en el sistema educativo en los próximos años (6.4 años) y que se espera que estén desempleados o inactivos un promedio de 3.6 años frente a los 2.4 años de media de los países de la OCDE.

El Informe Panorama de la Educación (OCDE, 2014) confirma que el porcentaje de alumnado que se matricula en algún programa educativo al finalizar la educación obligatoria ha aumentado en España a un ritmo más rápido que en el resto de los países miembros como consecuencia de las repercusiones de la crisis. Este porcentaje ha aumentado siete puntos desde 2008 en el caso de los y las jóvenes en edades comprendidas entre los 20 y 29 años de edad (del 21% al 28%).

Así pues, la permanencia en el sistema educativo es una estrategia de la juventud para evitar el desempleo y tener mayores ventajas de inserción laboral una vez que finalice la crisis económica o se experimente recuperación del mercado laboral español. Los y las jóvenes españoles siguen creyendo en el credencialismo y la meritocracia como una forma de asegurarse un status ocupacional determinado.

Al analizar el nivel formativo de la juventud en España observamos que existe una fuerte polarización en el sistema educativo. De este modo, el nivel de formación de la población española está distribuido de forma desigual, encontramos un gran número de población que presenta un bajo nivel educativo, y por otra parte, un porcentaje también elevado de población con un alto nivel de estudios, siendo bajo el porcentaje de personas con estudios secundarios post-obligatorios y, concretamente, con estudios de ciclos formativos de grado medio y superior. Según el último de la OCDE sobre la situación de la educación (2014), este sería uno de los grandes problemas del sistema educativo español, un 36% de los jóvenes entre 25 y 34 años presentan un bajo nivel de formación, un 25% estudios secundarios post-obligatorios y un 39% estudios de tercer ciclo. Estos datos contrastan con la media que presentan los países de la OCDE, un 17%, un 44% y un 40% respectivamente.

Esta fuerte polarización influye en la inserción laboral de la población, ya que el mercado laboral, y más en el momento actual, no está preparado ni se han promovido las reformas pertinentes para acoger a la población altamente cualificada y por otra parte ha limitado el acceso de las personas no cualificadas al mismo.

El sistema educativo español se caracteriza por el bajo desarrollo de la Formación Profesional. De hecho con las reformas educativas llevadas a cabo todavía no se ha conseguido revalorizarla ni aumentar de forma efectiva el alumnado inscrito en ella. En la última reforma educativa (LOMCE, 2014) se hace especial mención a seguir las recomendaciones de la OCDE (2014) en este sentido y a la puesta en marcha en nuestro país del sistema dual de formación profesional. Pero lo expuesto en esta Ley no va más allá de las intenciones ya el gobierno actual, en la aplicación de unas medidas de austeridad mal entendidas, ha realizado los mayores recortes vividos en nuestro país, en el ámbito de la educación, no quedando esta política más allá de una simple exposición de motivos. De hecho en nuestra comunidad autónoma, el desarrollo de estos programas se encuentra en una fase experimental y como un proyecto piloto que dista mucho de las intenciones que propone esta Ley.

Volviendo al análisis de los indicadores laborales, la tasa de paro entre los años 2008 y 2014 refleja la contundencia del impacto de la recesión económica en la juventud española. La tasa de paro de los y las jóvenes entre 25-29 años de edad ha ido aumentando de forma progresiva desde el 2008 alcanzando su máximo en el año 2013 (33.27%). Si bien los tramos de edad más afectados son de 16-19 años y de 20 a 24, con unas tasas de paro del 68.56% y del 50.32%, respectivamente.

Gráfico 2. Evolución de la tasa de paro total y de la juventud (2008 -14)

Fuente: Elaboración propia a partir de datos del INE (2014) a partir de datos anuales de la Encuesta de Población Activa (EPA).

Si bien entre la juventud los datos del paro por género son bastante igualados, al analizar la tasa de paro de la población general se observa como su impacto es superior en las mujeres. El Ministerio de Educación, Cultura y Deporte (2014) aporta datos acerca de la brecha de género analizando el impacto del desempleo según el nivel de formación de la población. De este modo, el desempleo afecta más a las mujeres en todos los niveles educativos y su impacto es más fuerte en el caso de las mujeres con Estudios Terciarios cuya tasa de desempleo es casi 6 puntos superior a la de los hombres.

Otro factor de análisis es la prevalencia de jóvenes en edades comprendidas entre los 15 y 29 años de edad que no estudian, ni trabajan ni se forman (NEETs). España se sitúa en desventaja con respecto a los demás países de la Unión Europea. Según los últimos datos publicados por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte con datos de la OCDE (MECD, 2014), la tasa de NEETs en nuestro país se sitúa en 2013 en el 21.5% frente al 12.6% que presenta la media de los países miembros de la OCDE, casi nueve puntos por encima. Si analizamos los datos por grupos de edad observamos, como el porcentaje de jóvenes que no estudian ni trabajan, va aumentando a medida que aumenta la edad de los jóvenes. De este modo, el porcentaje de NEETs en edades comprendidas entre los 15 a 19 años es del 12%, de 20 a 24 años de edad del 31% y entre los 25 y 29 años de edad del 33%. Un porcentaje elevado de los y las NEETs son los llamados NEETs forzosos, son jóvenes cualificados que desean trabajar pero no encuentran oportunidades en nuestro país, esta situación se da especialmente en los tramos de edad superiores. El 19% de los NEETs españoles, son ninis forzosos frente al 6% de media en la OCDE, y un 7% son ninis inactivos o superninis, jóvenes que ya no buscan empleo (9% en la OCDE).

Si nos centramos en la juventud en edades comprendidas entre los 25 y 29 años, observamos cómo el porcentaje de NEETs dista mucho del presentado por el resto de los países de la OCDE situado en un 19%. También es preocupante el porcentaje de jóvenes que se encuentran empleados/das en este tramo de edad, un 54% frente al 63% del resto de países de la OCDE. Estos datos son indicativos de la repercusión que ha tenido la crisis en los itinerarios de los y las jóvenes y de las dificultades que deben afrontar para entrar en el mercado laboral.

Los datos también denotan una discordancia entre el nivel educativo adquirido y las demandas reales del mercado laboral, siendo la sobrecualificación de la juventud el exponente máximo de esta situación. España es el país de la Unión Europea con el más alto porcentaje de personas sobreeducadas, afectando al 31% de la población española se frente al 19% de la media europea según datos de EUROSTAT (2011).

En una reciente investigación de Cairns, Growiec y de Almeida Alves (2014), se describe como en el ámbito de Portugal, la población con un mayor nivel de estudios presenta los más altos niveles de precariedad, vulnerabilidad e inseguridad como consecuencia de la aplicación de las políticas de austeridad.

Contrariamente, en España el efecto de las políticas neoliberales ha tenido y tiene una mayor repercusión en aquellas personas con un nivel de estudios inferior aunque de cada vez es creciente el número de titulados superiores en una situación de sobrecualificación o subocupación. El último estudio del Consejo de la Juventud en España (2014) analiza la subocupación de la juventud, así el 21.5% de los y las jóvenes ocupados/as menores de 30 años y una de cada cuatro mujeres de esta edad desarrollan una jornada laboral insuficiente e inferior a la que estarían dispuestos/as a asumir. De este modo, podríamos hablar de una asunción involuntaria del trabajo a media jornada, lo que es un indicativo más de la precariedad laboral en nuestro país.

Estudios como el de Barone y Ortiz (2011) destacan que la sobreeducación, subocupación, es un fenómeno normalmente extendido y que caracteriza las primeras experiencias de inserción laboral de la juventud. Se trataría del tanteo en diferentes ocupaciones hasta conseguir un empleo acorde con la formación y necesidades del individuo. Pero en el caso de nuestro país, esta situación se convierte en un riesgo social ya que no tiene una duración transitoria sino que se va convirtiendo en una situación crónica ante la que el gobierno no facilita ninguna solución ni a medio ni a largo plazo.

En relación al modelo de emancipación seguido por la juventud española, antes de la crisis económica, tal y como describe Van del Velde (2008) el modelo más frecuente era el modelo de espera (ver figura 1). Este modelo se caracteriza por la permanencia en el domicilio familiar hasta una edad avanzada en comparación con otros países europeos, siendo la media de edad de emancipación los 29 años de edad. El salto hacia el domicilio propio se producía una vez conseguida la estabilidad laboral y personal, estando la emancipación ligada en la mayoría de los casos a la vida en pareja. Las parejas jóvenes españolas mostraban una preferencia hacia la compra de una vivienda propia y costeada principalmente a través de una hipoteca.

Figura 1: El modelo de emancipación de espera

Fuente: Elaboración propia a partir de Van del Velde (2008).

Tal y como se desarrollará en apartados posteriores de este trabajo, los modelos de emancipación de la juventud están cambiando como consecuencia de la falta de empleo, el aumento de la precariedad laboral y el miedo creciente de la juventud a perder sus

empleos. La irrupción de la crisis y el mayor efecto de sus consecuencias sobre la juventud, ha provocado un cambio de tendencia en los modelos de emancipación familiar: mayor permanencia en el domicilio familiar; retorno al hogar familiar después de haber perdido el empleo; imposibilidad para pagar las hipotecas, etc. Así pues, si antes la edad de emancipación era tardía para la gran mayoría de jóvenes españoles ahora todavía presenta un mayor retraso ante la imposibilidad de conseguir un empleo o bien una estabilidad lo que provoca la aparición de otras formas de emancipación ya extendidas desde hace años en otros países de la Unión Europea: la vivienda en alquiler y por lo general, compartida. Un fenómeno que también se ha extendido entre la juventud española, es la vuelta al hogar familiar, después de una emancipación y como consecuencia de la pérdida de empleo y la precariedad e inestabilidad laboral.

Otro aspecto a destacar en los procesos de transición a la vida adulta, es la formación de una familia propia: la maternidad y la paternidad. Si bien España se ha caracterizado por ser uno de los países de la UE con menores tasas de natalidad y fertilidad, según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE, 2015) sobre los movimientos naturales de la población estas tasas han decrecido más desde el inicio de la recesión económica. La edad media de maternidad se sitúa en el 2014 en casi los 32 años de edad cuando en el 2005 se situaba alrededor de los 31 años de edad. En relación al indicador coyuntural de fertilidad observamos que el número de hijos/as por mujer experimentó un decrecimiento entre el período 2005-13 (de 1.33 a 1.27 hijos/as por mujer), experimentando en el 2014 por primera vez un ligero crecimiento (1.32 hijos/as por mujer). Por tanto, se sigue la tendencia a retrasar la edad de maternidad tanto por parte de las mujeres españolas como las mujeres extranjeras, aunque cabe destacar que las mujeres nacionales retrasan más este proceso (una media de tres años).

Para concluir con esta contextualización decir que la situación a la que se enfrenta la juventud actual afecta directamente a la configuración de sus transiciones a la vida adulta. La incidencia de la precariedad laboral tiene directa repercusión en los procesos de emancipación y formación de la familia propia, viéndose afectado el proceso de consecución de un status ocupacional y social acorde a su nivel educativo y posición social de partida.

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