• No se han encontrado resultados

CONTRIBUCIÓN DE GRATITUD

Contribución de EDGAR MONTIEL, jefe de la sección Cultura y Desarrollo, UNESCO, División de Políticas Culturales y de Diálogo Intercultural.

Quisiera en primer término expresar la gratitud de la UNESCO por el Congreso sobre los Derechos Culturales y Desarrollo Humano que nos ha permitido trabajar conjuntamente con la Agencia de Cooperación Española, con Interarts y con la Unión Europea, para este ejercicio colectivo de diálogo, de consulta y de cotejo de opiniones en materia de derechos culturales.

Para el congreso, la UNESCO invitó a algunos de nuestros intelectuales funcionarios, de modo que, en efecto, Ka- térina Stenou, directora de la división de Políticas Culturales y de Diálogo Intercultural, habló sobre diversidad cul- tural y el colega Lupiwishi Mbuyamba informó de la reunión que tuvo lugar en Maputo sobre indicadores culturales organizada por la UNESCO, Interarts y el Observatorio de Políticas Culturales en África, con la dirección de nues- tro colega Mate Kovács y que buscaba ante todo recoger la opinión de los africanos sobre el tema. De igual ma- nera, la colega Yvonne Donders intervino con una ponencia sobre derechos humanos y derechos culturales.

¿Cuál sería la lectura que podríamos hacer de este cotejo de opiniones? Quisiera aportar dos ideas sencillas a las conclusiones.

Probablemente nuestra discusión nos ha mostrado los riesgos de caer en ciertos formalismos cuando de dere- chos culturales se trata. Al intervenir en políticas públicas, nos vemos condicionados por ciertos requerimientos: nos solicitan estadísticas, resultados, indicadores... La cultura no es ajena a esta demanda, especialmente para los gestores de presupuestos. Y siempre tenemos la tentación de enfatizar formalizando, por ejemplo, los dere- chos culturales según un arsenal de leyes o de normas y olvidando a veces que existe una práctica cultural co- lectiva, una especie de derecho consuetudinario, como tradiciones, que el hábito, la costumbre y el uso en masa convierten en actos espontáneamente arraigados en la gente. Lo importante aquí es que estas prácticas socio- culturales se mantengan.

Otro aspecto en el que puede haber una cierta tentativa de formalización está relacionado con los indicadores culturales. Hemos organizado ya varias reuniones sobre indicadores culturales en distintos puntos del planeta, la

47

última en Maputo, y hemos notado que a veces no todo se puede traducir en términos cuantitativos, en números o en estadísticas, puesto que no se puede encontrar modelos universales que se adapten a todas las culturas y a todas a especificidades locales. Ha sido muy significativo que los colegas que vienen de países del sur reivindi- quen, por ejemplo, la fiesta como un elemento de cohesión social y por tanto como un indicador que hay que to- mar en cuenta.

Y es cierto que en muchos de estos países, gracias a las condiciones climáticas favorables, se suele ocupar los espacios públicos para el ritual de la fiesta. El carnaval, la feria, la procesión, el día del santo patrón, los reinados populares, forman parte de un imaginario colectivo, con un potencial más fuerte que el de cualquier decreto for- mal. De lo que se trata es de preservar estas prácticas colectivas.

Otro aspecto que hay que considerar hoy en día, es que la cultura, siempre o de preferencia, está ligada al desa- rrollo. Ciertamente, hay una dimensión en la cultura que tiene que ver con el desarrollo, pero no puede haber una aproximación reduccionista en que la cultura es igual que la economía, y que responde a los mismos principios de oferta y demanda. Al contrario, se trata de disciplinas y áreas de la vida que tienen sus propios campos.

Yo creo que de nuestra discusión surgen propuestas de nuevos parámetros para abordar la cultura dentro de la agenda internacional. No solo hemos hablado de desarrollo, porque hay que asociar la cultura con la lucha con- tra la pobreza y considerarla un factor de crecimiento económico y de generación de empleo. Sin embargo, de- bemos volver nuestra mirada hacia la cultura del desarrollo local. La cultura, como factor de desarrollo, debe to- mar en cuenta el núcleo mismo de las relaciones sociales, como la familia, el vecindario y la municipalidad.

Se ha hablado en nuestra discusión sobre la Agenda 21. También se ha subrayado la creatividad: qué se come, cómo se sana, cómo se viste, qué métodos terapéuticos se escogen, qué religión se practica (son opciones cul- turales). De modo que, más que tener un parámetro de cultura y desarrollo, tendríamos que hablar de cultura y vi-

da como nuevo paradigma. Yo creo que esa ha sido, de alguna manera, la lectura del ministro de Jamaica, que

no solamente nos habló de la cultura, sino que cantó, recitó y bailó. Se trata de vivir plenamente, si es posible; no se trata de nominar todas nuestras acciones de manera formal.

Finalmente, creo en la gran utilidad de esta contribución para releer y reubicar la cultura dentro de la agenda in- ternacional, como las reuniones de la UNESCO sobre diversidad cultural y las reuniones de la Unión Europea,

48

que nos lleven a repensar los esquemas ya formulados incluyendo en estos la dimensión del deseo y la lúdica. Porque el hombre no solo es Homo sapiens, sino también homo faber, homo ludens, homo eroticus. No podemos aspirar a un hombre fragmentado, sino a hombres y mujeres integrados por la cultura en su sociedad, en su na- turaleza, esquema que sería la condición inicial de una alianza durable entre hombre, cultura y desarrollo.

49

Cultura y

Outline

Documento similar