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Cronología del flujo latinoamericano en dirección a España

PARTE I. A NÁLISIS RETROSPECTIVO

VI. E L FLUJO MIGRATORIO DE A MÉRICA L ATINA EN DIRECCIÓN A E SPAÑA , 1980-2010

VI.3 Cronología del flujo latinoamericano en dirección a España

Con anterioridad en el capítulo II.2 se han detallado las principales transformaciones de las sociedades latinoamericanas de la segunda mitad del siglo XX que explican los cambios económicos, políticos y demográficos que actúan como factores push de la emigración internacional de la región. Aquí toca el turno a los lazos históricos y a los hitos, de naturaleza económica, legislativa y política, que signan la emergencia y continuidad de un flujo específico, en este caso el de latinoamericanos hacia España entre 1970 y 2010.

Es importante situar el análisis dentro de una perspectiva de largo plazo remontándonos hasta inicios del siglo XX para comprender los lazos históricos que signan los flujos migratorios entre estas dos regiones, pues la inmigración reciente es deudora de una larga historia de idas y vueltas sobre el océano Atlántico.

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VI.3.1 Las bases históricas del flujo América Latina-España

La historia migratoria común a España y América Latina se inicia con colonización de América Latina y el Caribe, pero es recién a fines del siglo XIX que España retoma el flujo migratorio en esta dirección, tras un prolongado receso en el siglo XVIII y en la primera mitad del siglo XIX (Puyol Antolín 1979). En coincidencia con “la era de la migración masiva” experimentada por otros países europeos como Irlanda o Italia, esta corriente alcanza su punto máximo entre 1882 y 1914 (Ródenas 1994; Palazón 1995; Sánchez Alonso 1995; Hatton & Williamson 1998)25. Pero a este período sobrevino un largo estancamiento de las salidas, que coincidió con los años de la I Guerra Mundial (1914-1920), y luego con los años veinte y treinta en la Dictadura de Primo de Rivera, la Segunda República y la Guerra Civil española (1936-1939), tiempo durante el cual el flujo de salidas internacionales se canalizó dentro de la propia España (Arango 1976; Cabré & Pujadas 1989; Aracil et al 1996; Recaño 1996).

Entre 1949 y 1958 se retoman las salidas con dirección al Cono Sur, con un impulso que no se observaba desde 1914. Sin embargo esta corriente se frenará una vez más hacia 1959 con la implantación de la política inmigratoria restrictiva que desde 1946 se instaura en los países de América Latina, junto con las crisis políticas y económicas que los azotaron por entonces. En este tiempo América Latina y el Caribe caen como destinos preferenciales de las salidas, en favor del crecimiento de la emigración con dirección a Europa (Ródenas 1994; Palazón 1995). También por este entonces se revitalizan una vez más los movimientos internos entre 1941 y 1960. Entre 1960 y 1973 la reconstrucción europea de posguerra demanda mano de obra en el exterior para completar los efectivos laborales que habían disminuido entre las generaciones mermadas por la guerra y el modelo del trabajador invitado (del Gestarbaiten alemán) reclutó la mano de obra necesaria en los países mediterráneos (Cabré & Domingo 2002). En paralelo, también España desarrollaba una política a favor de la emigración laboral y temporal, a la que consideraba capaz de generar remesas que permitieran la entrada de divisas en una economía necesitada de dinamismo.

A partir de 1965 y hasta nuestros días Europa se convierte casi en destino exclusivo de la emigración española (Reques Velasco & Cos Guerra 2003: 206), y el vínculo migratorio entre América Latina y España se traslada al terreno de la inmigración, de retorno de españoles y principalmente, a la migración laboral de ciudadanos nacidos en América Latina.

25 Entre 1882 y 1915, según cifras del Instituto Geográfico y Estadístico (Ródenas 1994) un millón de españoles, mayormente trabajadores agrícolas, partieron de los puertos españoles.

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VI.3.2 La segunda mitad del siglo XX: cambio de dirección

Entre 1983 y 1992 se identifica un contexto de recuperación económica en Europa, caracterizado por la convivencia de una creciente demanda de mano de obra en el sector servicios, la existencia de un cuerpo de políticas inmigratorias en las que permanecía el carácter restrictivo impreso en los años setenta durante la crisis económica (Cabré & Domingo 2002). Sigue a este período, entre 1993 y 2000, una etapa de consolidación de la Unión Europea, signada por un saldo migratorio positivo que registran todos los países miembros, acompañado de cambios importantes en la composición y modalidad de la inmigración: la feminización, la emergencia de los flujos por reagrupamiento familiar, el crecimiento de la demanda del sector servicios y la creciente inmigración irregular desde países extracomunitarios (Salt 2005). En los años noventa el crecimiento y aceleración de los flujos inmigratorios supone que el saldo migratorio de la Unión Europea con los países extracomunitarios pase de 590.000 personas en 1994 a 1.85 millones en 2004, siendo Italia y España los países donde más crece la migración neta, especialmente a partir de la segunda mitad de los noventa hasta la actualidad. Desde entonces el componente migratorio adquiere un papel crucial en el crecimiento demográfico europeo y en especial en el español (Domingo & Cabré, 2002; Domingo, 2005).

La inmigración de este período tiene al menos dos componentes. Por un lado los inmigrantes nacidos en el exterior y por otro los retornos de antiguos emigrantes españoles. Comencemos por los segundos.

El retorno de españoles desde Argentina y EE.UU. crece desde los años setenta hasta 1985, cuando se sitúan por debajo del millar. Las entradas de españoles desde el resto de Europa son siempre muy estables, y aunque más elevadas, se mantienen siempre constantes (Ródenas, 1994: 199). En los retornos más recientes este predominio europeo se mantiene representando el 66% del retorno del período 1988-2006, mientras los regresos de españoles procedentes desde América Latina y EE.UU. representan sólo una tercera parte del total del total (Domingo i Valls & Vono, 2008: 7).

La corriente de entradas de españoles entre 1986-1989 presentaba una estructura demográfica concentrada en edades inactivas adultas, con un perfil bien distinto del de las entradas de extranjeros en el mismo período, concentradas en edades activas. El 22,8% de los españoles retornados en el segundo quinquenio de los ochenta tenía más de 55 años de edad, proporción muy superior a la de los extranjeros que llegaron a España en ese tiempo entre quienes esta condición sólo alcanza al 11% (Ródenas, 1994). En un trabajo reciente sobre el retorno de españoles también se constata un fuerte envejecimiento de la población que regresa y de la

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población nacida en España que aún hoy reside en América Latina (Domingo i Valls & Vono

Vilhena, 2008).

Ahora bien, el principal componente de la inmigración reciente como se ha dicho es el de la población extranjera. El crecimiento de la inmigración extranjera en España supone un hecho inusitado en su historia, que cambia desde los años ochenta su tradicional orientación hacia la emigración por un nuevo perfil de país de inmigración.

La literatura sobre la reciente inmigración en España ha destacado al menos tres rasgos fundamentales de este proceso: i) el fuerte componente femenino al menos entre 1999 y 2003 (Izquierdo 2000; Oso 2007; Domingo et al 2007; Reher et al 2011; Vidal & Vono 2011); ii) el rejuvenecimiento de los flujos otrora protagonizados por españoles retornantes desde Europa (Alemania, Francia y Suiza) y América Latina, así como por ciudadanos extranjeros jubilados procedentes del centro de Reino Unido y Alemania (Vono & Domingo 2007; Reher et al 2011); y iii) el predominio latinoamericano en la composición de los flujos solventado sobre un tratamiento preferente hacia este grupo en la legislación (Izquierdo et al 2002; Domingo 2005). Vono (2010) reconoce tres etapas de la migración de origen latinoamericano en dirección a España, observables entre 1975 y 2008.

En una primera etapa, entre 1975 y 1991, se aprecia un predominio de argentinos, chilenos y uruguayos. A partir de 1998 comienza a acelerarse el ritmo de la inmigración, gracias al dinamismo que aportan los flujos procedentes de Marruecos y de Europa central. Pero paralelamente, a partir del bienio 1998-199926 y hasta 2003-2004, se recupera el flujo inmigratorio hacia España y los flujos latinoamericanos son los de mayor afluencia. Dentro de ellos destaca entre 1998 y 2000 el componente de la migración procedente de República Dominicana y Cuba (colectivo importante en toda la década del noventa), y a partir de 2001 un fuerte predominio de migrantes laborales procedentes de Argentina, Colombia, Ecuador y Uruguay. Finalmente, a partir de 2004 se produce una nueva oleada inmigratoria procedente de Bolivia, Paraguay y Brasil.

La inmigración en España alcanza su máximo histórico en 2007 superando las 920 mil entradas. Es cierto que la cifra de ese año debe tomarse con precaución porque podría estar afectada por los efectos de depuración del Padrón Continuo, sensibles a partir de 2005 (Domingo & Recaño 2007; en Reher et al 2011), pero lo cierto es que a partir de entonces se produce una caída espectacular de la inmigración de todos los orígenes (Domingo & Recaño 2008).

26 En algunos países como Uruguay, Cuba, Rep. Dominicana, Perú, Honduras y Venezuela, la recuperación del flujo se produce incluso antes a partir de 1994 (ver Gráfico II.3).

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