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DE LA DEMOCRACIA LATINOAMERICANA

In document SECCIÓN DE OBRAS DE SOCIOLOGÍA (página 57-62)

1 Cabe notar que éstos no fueron golpes de Estado en el sentido clásico del término y que sólo en el golpe

del año 2000 tuvieron los militares un papel protagónico. Para mayor dei nición sobre el tema, veáse Pion- Berlin (documento preparado para el proyecto, 2009).

autoritario por décadas, sino más bien a ¿cuántos grados de cesarismo y autoritarismo pueden resistir los regímenes democráticos sin perder su esencia? ¿Cuánta inseguridad y falta de Estado democrático de derecho y cuánta pobreza y desigualdad resiste la de- mocracia?

En esta nueva fase de democratización surgen nuevas experiencias políticas y con-

l ictos de distribución (o redistribución) del poder. La región se presenta como una

América Latina a la búsqueda de su personalidad democrática.

No está dicho que estos cambios concluyan necesariamente en un modelo de “de- mocracia a la latinoamericana”. Quizá lo que vivimos no construya una forma nueva y en cambio se prolongue y dé lugar, al menos en algunos países, a una fase de perma- nentes tensiones y conl ictos o incluso a nuevas formas autoritarias.

Al rel exionar sobre esta etapa de la vida política latinoamericana es necesario to- mar en cuenta el peso que tienen ciertas transformaciones políticas y económicas que han modii cado las condiciones de desarrollo político en el último lustro. Así, al térmi- no de la primera década del siglo xxi el panorama regional tiene diferencias importan- tes con el que existía hacia el i nal del siglo precedente:

■ El surgimiento de nuevos movimientos políticos y nuevas experiencias de go- bierno.

■ Un reconocimiento creciente de los derechos de sectores antes discriminados por adscripción, como el caso de las mujeres, los indígenas y los afrodescendientes. ■ La profunda tendencia en varios países de la región a una mayor concentración del

poder en el Ejecutivo, con relativa independencia de la inclinación política.

■ Una aceptación generalizada de la urgencia de la lucha contra la pobreza y, en me- nor grado, contra las agudas desigualdades de las sociedades de América Latina. ■ El cuestionamiento general del Consenso de Washington y de la receta única que

encarnaba, aunque reconociendo la necesidad del mantenimiento de equilibrios macroeconómicos básicos y del aprovechamiento de las oportunidades que brinda la inserción en la economía mundial.

■ Un cierto aumento de los grados de autonomía en los países de la región respecto de las potencias políticas centrales y los organismos multilaterales de crédito, que se expresa en este último caso por una menor presión de sus condicionalidades. ■ El surgimiento de una potencia regional con creciente peso mundial.

■ Un reconocimiento creciente de la necesidad de esquemas efectivos de coopera- ción e integración regional y aumento del debate político en la región sobre el tipo de esquemas a establecer.

Hasta hace pocos años, la mayoría de estos temas eran objeto de polarización polí- tica. Hoy difícilmente un político de la región se atreve a objetar estas ideas. De hecho, quizá sin darnos cuenta, se ha ido gestando en la difícil experiencia de estos años una

RECUADRODEOPINIÓN 3.1

Sobre las transiciones democráticas y sus claroscuros

“La transición se consolida con la alternan- cia en el ejercicio del poder.” (Vicepresiden- te de Paraguay, 26/10/09.)

“El concepto de ‘redemocratización’ no es aplicable a la mayoría de los países de Amé- rica Central, que desde la independencia no conocieron ni la democracia ni los sistemas de partido, sino que vivieron en regímenes dictatoriales o en alianzas oligárquicas y militares […] Hablar de redemocratización en América Central es un error. En América Central estamos empezando a construir democracia, y terminando de construir Es- tado.” (Académico y ex político de Costa Rica, 16/11/09.)

“Nuestra democracia se inició como una democracia primaveral; pensamos que iba a

l orecer […] Sin embargo, vemos que hemos tenido prácticamente una decadencia, por- que […] nuestras instituciones se han debi- litado, el Estado se ha debilitado a partir del consenso de Washington, hubo ajustes y reajustes, y por otro lado las desigualdades históricas siguen vigentes.” (Diputada indi- genista de Guatemala, 9/11/09.)

“Hay una insatisfacción popular mayorita- ria con el funcionamiento del sistema polí- tico y los resultados de las gestiones de gobierno. En Argentina, en la restauración democrática de 1983 hubo un altísimo nivel de participación popular, a la que siguió una progresiva declinación en la adhesión de la ciudadanía. Subsiste en América Lati- na, y en Argentina sin ninguna duda, un repudio absoluto a las dictaduras militares y sus nefastas consecuencias, pero aquel enamoramiento con la democracia en gran medida se ha perdido. No existe la pasión que hubo en la recuperación de la democra- cia.” (Ex diputado y líder partidario de Ar- gentina, 27/04/10.)

“La gente no está conforme con lo que hemos logrado, y demanda de la democra- cia algo más que libertades formales y elec- ciones populares limpias. La gente está demandando que la democracia le toque la piel. Si no, la erosión de la coni anza seguirá creciendo, no sólo en la clase políti-

ca, sino lo que es más preocupante, en las instituciones fundamentales de la democra- cia. La misma población que dice que los parlamentos y los partidos son imprescindi- bles, dice que son inei caces y corruptos.” (Representante del Poder Legislativo de la Rep. Dominicana, 16/11/09.)

“Hay razones para el optimismo: no sólo nuestros gobiernos son democráticamente electos; además, todos ellos intentan abor- dar el tema central de nuestras sociedades, que es el de la desigualdad, incorporando sectores anteriormente excluidos de los procesos decisorios. […] Ese vigor de la polí- tica fue lo que permitió que un operario fue- ra electo presidente de Brasil, que un indí- gena fuera electo en Bolivia, que mujeres fueran electas en Argentina, Chile y Costa Rica, y que una persona como el presidente Lugo pusiera i n a décadas de monopolio de la política por un solo partido en Paraguay.” (Alto funcionario de la cancillería de Brasil, 27/04/10.)

“Desde un punto de vista optimista, pode- mos ai rmar que 60% de la población cen- troamericana ha vivido sin conl ictos vio- lentos y en un ambiente de democracia como el que tenemos. Pero comienza a ser una democracia que está cansada por la manera en que funciona.” (Académico de Guatemala 1, 9/11/09.)

“Hace muchos años se decía que no había que exigirle tanto a la democracia porque se la sobrecargaba. Esta idea debe quedar atrás porque los partidos y los gobiernos no pue- den evitar que cualquier ciudadano piense que si la democracia signii ca igualdad, ¿por qué restringirla a las urnas?” (Académico mexicano 2, 22/03/10; cita aproximada.) “Hay un exceso de optimismo respecto de la institucionalidad democrática, como si no hubiera marcha atrás; sin embargo, sí hay riesgos de involución democrática (lo que Charles Tilly llama ‘desdemocratización’). A ello se le suman temas más sutiles de de gradación democrática.” (Funcionario in- ternacional en Colombia, 16/02/10; cita aproximada.)

suerte de consenso latinoamericano sobre un grupo de objetivos centrales. Sin embar- go, se ha avanzado poco en plantear y promover un debate sobre los medios para alcan- zar estas metas. Es más, casi todo el discurso político, en la mayoría del espectro ideo- lógico, reitera principios y objetivos con los que nadie discrepa, mientras ignora u oculta lo que debería promover el debate: las diferencias acerca de cómo alcanzarlos.

Un sistema político se desarrolla en un espacio, con actores precisos, con historia y, preferentemente, con objetivos. La democracia no es abstracta, atemporal. Se desarro- lla en el contexto de una nación. Da y recibe de ella, organiza a la sociedad y al Estado, y es modelada por su historia y su futuro.

RECUADRODEOPINIÓN 3.2

Sobre la unidad / heterogeneidad de la región:

“Tenemos un mundo y un continente bas- tante diferenciados, y los ritmos políticos son diferentes y arrojan diversas problemá- ticas.” (Viceministro del pe 2 de Bolivia, 9/03/10.)

“Como las personas, cada país tiene his- toria, costumbres, problemas, sueños, uto- pías, frustraciones que les son propios, por mucho que pertenezcan a la misma familia. […] [Los problemas] nos tocan de forma distinta; de ahí la importancia de encon- trarnos con otras experiencias que al i n y al cabo también tienen mucho en común. No podemos caer en la tentación de la autorre- ferencialidad y creer que nuestra forma de resolver los problemas es única, o que los problemas del vecino no nos afectan.” (Dipu- tado de Chile, 27/04/10.)

“Somos cada vez más distintos, y resulta complejo formular visiones que rel ejen alguna tendencia del sistema internacional porque lo especíi co, lo particular de cada realidad nacional tiene un peso que es muy importante tener en cuenta. Creo que esto viene desde la crisis de la deuda que estalló en México en 1982, pero se ha ido acentuan- do con el curso del tiempo. […] ¿Qué ten- drían en común hoy en día Brasil con Haití, Argentina con Honduras o Chile con Nica- ragua, por mencionar tres de los países con menor potencial productivo y mayores dii -

cultades de consolidación de sus procesos democráticos? En primer lugar, entonces, hay una segmentación de la región; este es un tiempo de experiencias nacionales donde incluso lo subregional ya no siempre resulta riguroso. Y sin embargo, tenemos que pensar desde una perspectiva que es la de nuestra América Latina, y últimamente nuestra América del Sur, y ese ejercicio es siempre enormemente interesante.” (Ex embajador y ex ministro del pe de Chile, 26/04/10.)

“No hay una agenda, hay varias agendas.

Tratar de homogeneizar a todos los países y pretender de alguna forma que la construc- ción de la ciudadanía es igual en todas par- tes es un error. La ciudadanía no tiene una lógica homogénea.” (Representante de la alcaldía de Bolivia, 9/03/10.)

“Aquello de que cuando uno describe su al- dea describe el mundo es muy cierto. Los principales problemas pendientes de reso- lución están presentes, aunque con distinta entidad, en todos nuestros países: ninguno puede decir que tenga una vida institucio- nal republicana plena, completa, garantiza- da, y resueltos sus problemas de crecimiento económico con distribución del ingreso y sus problemas sociales.” (Ex diputado y líder partidario de Argentina, 27/04/10.)

Tratar a la democracia fuera de la experiencia nacional deja incompleta la rel exión. La democracia no es pensable ni concebible fuera de las relaciones que se dan en so- ciedades precisas en tiempos concretos. La forma de la democracia está atada a la forma y contenido de la nación.

De un modo semejante, la nación es un espacio diferenciado de otras naciones con las que convive, se enfrenta, coopera o compite. La nación tampoco puede ser com- prendida fuera de su vínculo mundial. Esto que fue cierto en todo tiempo, existieran o no los que llamaríamos Estados nacionales, lo es particularmente ahora, en la era de la globalización.

De esta manera, la democracia es real sólo en un contexto nacional y mundial pre- ciso. Tratar la relación entre la democracia, el papel del Estado, su soberanía interior respecto de los poderes fácticos y su soberanía exterior en la forma de la interdepen- dencia mundial no es el tema de este informe. Pero no podríamos dejar sin anotar que aquí discutimos algunos aspectos críticos del fenómeno democrático, del estatal y de las trabas y metas que puede enfrentar la democracia.

Esta observación debe ser completada con el análisis de la relación entre las nece- sidades de la democracia y el sistema mundial. Cómo se limita el poder estatal, cómo los poderes fácticos se vinculan con el exterior, cómo la dotación de recursos se expan- de o limita según el tipo de vínculo mundial. No hay en todo el planeta ninguna nación aislada del mundo. Todas interactúan con todas, pero de forma asimétrica, con im- pactos diferenciados. Las democracias latinoamericanas reciben las consecuencias de esas asimetrías; ellas no se explican sus desafíos, no se entienden si las miramos en sí mismas, aisladas y autónomas.

El estudio de esos impactos sobre el sistema democrático es una cuestión funda- mental para su sostenibilidad. El mundo no es algo ajeno y lejano a la sociedad nacio- nal. Vive el mismo tiempo y se comporta como si viviera el mismo espacio.

En la construcción de la relación mundial, los procesos de integración subregional desempeñan un papel decisivo. La razón es simple: la capacidad de negociación de un grupo de naciones con el resto del mundo compensa en parte los desbalances de poder político, militar y económico.

La experiencia del Grupo de Río, del Mercosur, de la Comunidad Andina, del sica, entre otros casos, muestra el aumento de la capacidad de negociación y la posibilidad de vincularse de mejor manera dentro de un sistema de poderes fuertemente desigua- les. Es evidente que problemas o amenazas para la democracia que traspasan las fron- teras nacionales, redes transnacionales del narcotrái co y el crimen organizado, la ex- plotación ilegal y descontrolada de los recursos naturales y sus consecuencias para el hábitat, requieren respuestas efectivas en el ámbito de una mayor y mejor cooperación e integración regional.

Inserción internacional, integración y democracia constituyen un vínculo estrecho entre sí. Se realimentan mutuamente para fortalecerse o debilitarse.

Ciudadanía en América Latina: estado

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