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2. Marco Conceptual

2.4. Debate sobre efectividad en la terapia

El debate acerca de la efectividad en la terapia surgió en Estados Unidos hacia los años 70 y como su nombre lo indica, busca determinar los elementos que hacen efectiva a la terapia; es decir que permiten que el proceso terapéutico logre el cumplimiento de sus objetivos y por lo tanto el cambio en los consultantes (Bados, García & Fusté, 2002; citado en Arango y Moreno, 2011). Villar (2008) explica que el debate se originó en 1952 con la publicación del artículo de Hans J. Eysenck “The Effects of Psychotherapy: An Evaluation”, con el cual se afirma la existencia de una correlación inversa entre la recuperación y la psicoterapia. Esto llevó a que los diferentes modelos teóricos de terapia se preguntaran si los resultados de la psicoterapia son realmente beneficiosos o si son productos del azar o de la mejoría espontánea. Consecuencia de esto fue el surgimiento del debate sobre factores que hacen efectiva la terapia y dentro del cual se definieron dos posturas: la de quienes afirmaban que existen

factores comunes a todas las terapias (entre ellos la relación terapéutica) que son los verdaderos responsables de los procesos de cambio (Rosenzwieg, 1936; citado en Sprenkle y Blow, 2004); y la de quienes afirman que existen factores específicos a cada modelo de terapia, que son los que contribuyen a los proceso de cambio (Simon, 2006).

Frank (1961; citado en Sprenkle y Blow, 2004) fue el primero en describir las similitudes entre las formas de sanación y las diferentes escuelas de terapia y más adelante argumentó que en efecto todas las psicoterapias comparten cuatro componentes comunes. A saber: 1) una relación cargada de confianza con una persona que ayuda al otro; 2) un escenario que es considerado terapéutico en el que el cliente cree que puede confiar en el profesional para que le ayude; 3) un terapeuta que ofrece un esquema teórico racionalmente creíble para comprender el síntoma del paciente; y 4) un terapeuta que ofrece un ritual o un procedimiento para hacer frente a una gran variedad de síntomas (Frank y Frank, 1991; citados en Sprenkle y Blow, 2004).

Más adelante, desde una perspectiva general Sprenkle & Blow (2004) han descrito los siguientes factores comunes: a) el cliente que es considerado como la clave del proceso terapéutico ya que éste, a partir de sus motivaciones, preocupaciones y expectativas, convierte la técnica utilizada en una experiencia individual; b) los efectos generados por el terapeuta que depende de su talento, competitividad y preparación y que corresponden más a características personales que a los presupuestos del modelo desde el cual actúa; c) la relación terapéutica que es el fruto del trabajo conjunto que han desarrollado el terapeuta y el cliente en la terapia y de la noción que ambos tiene de la relación, resaltando la importancia de las características del terapeuta para su establecimiento; d) las expectativas o el factor placebo generado por el cliente sólo por saber que está participando de un tratamiento que le es útil y en el cual cree y confía; y e) las variables no específicas del tratamiento que son agrupadas en tres dimensiones: la regulación del comportamiento, el dominio cognitivo y la experiencia afectiva. De acuerdo con Villar (2008), “a esta discusión sobre los factores comunes es necesario sumarle la influencia del surgimiento del movimiento hacia la integración de las psicoterapias, el cual busca explorar la posibilidad de lograr una integración que unifique las diferentes modalidades de hacer terapia” (Fernández Álvarez, 2003; Sprenkle & Blow, 2004) conservando la importancia de los modelos de intervención

como medios a través de los cuales los factores comunes funcionan” (Villar, 2008, p. 19).

La perspectiva de los factores comunes da un sustento teórico a esta investigación, en la medida que este estudio busca explicar por los elementos que contribuyeron al cambio y que por lo tanto hacen efectiva la terapia. Soy partidaria de la propuesta de Simon (2006) y Sexton, Ridley y Kleiner (2004) según la cual, el cambio en psicoterapia se fundamenta en el proceso de intervención y para ser comprendido, es necesario dar cuenta de la naturaleza compleja de la práctica terapéutica; que es lo que he pretendido a lo largo del marco conceptual. La postura de Simon (2006) y Sexton, Ridley y Kleiner (2004), entre otros, lleva a proponer una perspectiva de investigación constituida por la especificidad del contexto terapéutico, que enfatice en las diferencias de los modelos teóricos, en las estrategias, en las técnicas y en las construcciones teóricas que guían las intervenciones (Villar, 2008). Desde esta postura la perspectiva de los factores comunes no está en la capacidad de describir de forma adecuada el proceso de la terapia, pues son características estáticas de la situación terapéutica que como dice Villar (2008), es en realidad dinámica y compleja (Sexton, 2004; citado en Simon, 2006). Así mismo, los factores comunes no dan cuenta de los resultados de un proceso terapéutico, en la medida que no es claro cómo se comprende el mismo. Según Sexton (2004; citado en Simon, 2006) solo un modelo complejo, integral y sistémico del cambio, tiene el potencial para explicar la complejidad y diversidad de los clientes y los procesos relacionales inherentes a la práctica de la terapia.

De acuerdo con Villar (2008) al debate sobre los factores comunes y específicos se han sumados dos aspectos relacionados con el contexto de la práctica clínica y los servicios en salud mental, que fomentan la investigación en torno a los efectos de la terapia. Estos son: a) los incrementos en el costo de la salud asociados al surgimiento de los seguros médicos y la disfunción de la psicoterapia, que llevo a la justificación de los tratamiento con evidencia empírica para justificar la asignación de recursos financieros; y b) el uso exitoso de fármacos para el tratamiento de la salud mental, que se ha convertido en competencia para la psicoterapia, aún cuando se ha demostrado que éstos sin la ayuda de la terapia no son efectivos.

3. Método