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Descubrimiento de las doce fases del desarrollo humano

Experiencia del crecimiento personal a través de doce descubrimientos

2. Descubrimiento de las doce fases del desarrollo humano

El principal descubrimiento que hemos de realizar en la vi- da es el del encuentro pues, según la Biología actual más cua- lificada, los seres humanos somos “seres de encuentro”, vivi- mos como personas, nos desarrollamos y perfeccionamos co- mo tales viviendo toda serie de encuentros4. En consecuencia,

nada hay más importante para nosotros que saber lo que es el encuentro, qué exigencias plantea y qué frutos reporta5. Pero,

si queremos descubrir por nosotros mismos lo que significa de verdad encontrarnos, hemos de realizar dos descubrimientos previos: el de las “realidades abiertas” –o “ámbitos”– y el de las “experiencias reversibles”.

Primer descubrimiento: las realidades abiertas o “ámbitos”

Nuestra primera tarea es aprender a mirar, y descubrir que en nuestro entorno hay realidades abiertas y realidades cerradas. Realidad cerrada es la que está ahí sin tener relación alguna conmigo; por ejemplo, una tabla cuadrada que veo en el taller de un carpintero. En este momento no me ofrece po- sibilidad alguna para realizar la actividad que tengo entre manos. La veo, por tanto, como un mero “objeto”, una realidad cerrada. Pero figurémonos que pinto en ella unos

4. Cf. Juan Rof Carballo: EI hombre como encuentro, Alfaguara, Madrid 1973;

Violencia y ternura, Prensa Española, Madrid 31977; Manuel Cabada Cas-

tro: La vigencia del amor, San Pablo, Madrid 1994.

5. Sobre este decisivo tema pueden verse mis obras Estética de la creatividad

Juego. Arte. Literatura, Rialp, Madrid 31998, págs. 186 ss, 215-218; Inteli-

cuadraditos en blanco y negro. Esta sencilla operación con- vierte la tabla en tablero. He aquí la primera transfiguración. La tabla se ha convertido en realidad abierta porque ahora, como tablero, es capaz de ofrecernos posibilidades para ju- gar en ella al ajedrez o a las damas. Es una realidad que se abre a nosotros para permitirnos hacer juego, crear jugadas, tender a una meta, ejercitar la imaginación... Por ser una rea- lidad abierta y abarcar cierto campo, vamos a llamarle ám-

bito de realidad, o sencillamente ámbito6. Como tal, tiene un

rango superior a la tabla vista como objeto.

He transfigurado la realidad. Ahora debo transfigurar mi actitud frente a ella. Con la tabla puedo hacer lo que quiera: venderla, canjearla, manejarla a mi antojo, porque es sen ci- llamente para mí una realidad delimitable, pesable, agarra- ble, situable en un lugar o en otro. Dispongo, respecto a ella, de libertad de maniobra, de maniobrar a mi gusto. Con el ta- blero en cuanto tal, es decir, en cuanto estoy jugando en él un determinado juego, no debo actuar arbitrariamente: he de respetar las normas que dicta el reglamento. Mi actitud no ha de ser de dominio, manejo y disfrute –como sucede con la ta- bla–, sino de respeto, estima y colaboración. Adquiero, así, una forma superior de libertad, la libertad creativa. Si con- venimos en que la tabla como objeto y mi actitud respecto a ella pertenecen al nivel 1, el tablero –como campo de juego–, mi actitud de colaboración respetuosa y mi libertad creativa presentan una categoría superior; pertenecen al nivel 2.

6. El concepto de ámbito es desarrollado en varias de mis obras, sobre todo en

Estética de la creatividad, Rialp, Madrid 31998, e Inteligencia creativa, BAC,

Acabamos de descubrir dos tipos de realidades –las rea- lidades cerradas y las abiertas, los objetos y los ámbitos– y dos actitudes distintas respecto a ellas: la de simple manejo y la de colaboración respetuosa. Hemos vivido una transfi-

guración y un ascenso de nivel. Al ascender del nivel 1 al ni- vel 2, nos liberamos del apego a las realidades dominables

–que siempre se hallan fuera de nosotros– y ganamos un mo- do superior de libertad, la libertad creativa. Con ello adqui- rimos la posibilidad de unirnos de forma más estrecha con las realidades del entorno. La relación que puedo tener con un tablero de juego es más intensa que con la tabla, ya que jugar es crear relaciones entrañables de colaboración.

De modo semejante a la tabla, un fajo de papel pautado que se halla en una papelería es un objeto. Si escribo en él una composición musical, transformo el fajo de papel en una par-

titura, y lo elevo del nivel 1 al nivel 2. El fajo de papel es mío,

lo poseo, puedo utilizarlo para cualquier fin: escribir en él, abanicarme, encender una estufa... Pertenece al nivel 1. Pero, si ese fajo de papel se convierte en partitura, y tomo ésta co- mo guía para interpretar la obra que se expresa en ella, debo respetarla al máximo, colaborar con ella, serle fiel, ajustar mi acción a las normas que ella me da. Estamos en el nivel 2. Otra vez hemos transformado una realidad y cam biado nues- tra actitud. Con ello, hemos vivido una liberación interior; he- mos convertido la libertad de maniobra en libertad creativa, y hemos ganado un modo más valioso de relación con una rea- lidad del entorno.

Del ejercicio de este cuádruple poder transfigurador arran- ca toda la Ética, vista como un proceso de crecimiento per- sonal y comunitario.

Segundo descubrimiento: las experiencias reversibles

Demos un paso adelante en nuestro camino de trans- figuraciones. Alguien me habla de un poema que figura en un libro. Es para mí algo que está ahí. Sé que es una obra lite- raria, pero no me preocupo de asumir las posibilidades que me ofrece y darle vida; la tomo como una realidad más de mi entorno, y queda situada en mi mente al lado de las me- sas, las plumas, el ordenador, los libros... El poema lo con- sidero, en este momento, casi como un objeto, una realidad que se halla en mi entorno pero no se relaciona conmigo activamente, ni yo con él. Está a mi lado, pero alejado, al modo de las realidades cerradas u objetos. Pero un día abro el libro y aprendo el poema de memoria, es decir, “de corazón” –como dicen expresivamente los franceses e in- gleses–, porque asumo las posibilidades estéticas que alber- ga, y lo declamo creativamente, dándole el tipo de vida que el autor quiso otorgarle. En ese momento, el poema actúa sobre mí, me nutre espiritualmente, y yo configuro el poe- ma, le doy el ritmo debido, le otorgo vibración humana, lo doto de un cuerpo sonoro. Esa experiencia de declamación no es meramente “lineal”; no actúo yo solo en ella. Es una

experiencia reversible, bidireccional, porque ambos nos in-

fluimos mutuamente: El poema influye sobre mí y yo sobre el poema.

Fijémonos en los cambios realizados. Cambió el poema (pasó de ser algo ajeno a mí a constituirse en principio inter- no de mi actuación); cambió mi actitud respecto a él (pasó de ser pasiva a ser colaboradora); cambió el tipo de experien-

cia realizada (pasó de lineal a reversible), y surgió una forma nueva, maravillosa, de unión con el poema: la unión de inti-

midad. Antes de entrar en relación con el poema, éste era dis-

tinto de mí, distante, externo, extraño, ajeno. Al asumir sus posibilidades estéticas y declamarlo, se me vuelve íntimo, sin dejar de ser distinto, pues nada nos es más íntimo que aque- llo que nos impulsa a actuar y da sentido a nuestra actividad. De esta forma, el poema deja de estar fuera de mí, en un lu- gar exterior a mí. Él y yo formamos un mismo campo de jue-

go. En eso consiste ser íntimos. La unión de intimidad sólo

es posible en el nivel 2, el de la creatividad. Esta transfigura- ción de lo externo, extraño y ajeno en íntimo da lugar a una

forma eminente de unión. Ningún tipo de unión con un ob-

jeto alcanza el carácter entrañable que adquirimos al formar un campo de juego con una realidad abierta, que nos ofrece posibilidades creativas.

Al asumir fielmente las posibilidades que me ofrece un poema, me atengo a él, le soy fiel, lo tomo como una norma que me guía, y justamente entonces me siento inmensamente libre, libre para crearlo de nuevo, darle vida, llevarlo a su máximo grado de expresividad. Fijémonos en el modo de transfiguración y liberación que se opera aquí: los términos

libertad y norma son entendidos de modo tan profundo que

dejan de oponerse entre sí y pasan a complementarse. En el

nivel 2, la libertad que cuenta es la libertad creativa. La

norma que nos interesa es la que procede de alguien que tiene autoridad, es decir, capacidad de promocionar nuestra

vida en algún aspecto7. Un declamador literario, un in -

térprete musical, un actor de teatro... se sienten tanto más li- bres cuanto más fieles son a los textos literarios y a las par- tituras musicales. Cuando actuamos creativamente, es decir, cuando asumimos de forma activa las posibilidades que nos da una obra –literaria, musical, coreográfica, tea tral...– con- vertimos el dilema “libertad-norma” en un con traste enri- quecedor. La relación sumisa de la libertad con la norma se transforma, en el nivel 2, en una relación de libe ración y en-

riquecimiento: la norma, asumida como una fuente fecunda

de posibilidades, me libera del apego a mi capricho, a mi afán de hacer lo que me apetezca. Amengua, con ello, mi li-

bertad de maniobra, pero incrementa mi liber tad interior o libertad creativa, libertad para crecer como persona asu-

miendo normas enriquecedoras. No olvidemos este dato: to-

da transfiguración va vinculada con una libe ración y una forma superior de unidad.

Esto se dio ya en la conversión de la tabla en tablero, pe- ro se da con más intensidad en el caso de la partitura y el poema.

Este segundo descubrimiento –el de las experiencias re - versibles– es prometedor porque nos abre inmensas po sibi- lidades de relación con las realidades más valiosas de nuestro entorno y hace posible el acontecimiento más importante de nuestra vida: el encuentro. Ahora sí podemos descubrir por dentro lo que significa encontrarse.

7. Como sabemos, el vocablo “autoridad” procede del verbo latino “augere”, que significa promocionar, enriquecer. De él proceden los términos “auctor” (autor) y “auctoritas” (autoridad).

Tercer descubrimiento: el encuentro

El cuidado en distinguir los diversos modos de reali- dad que existen y las diferentes actitudes que debemos adoptar respecto a ellos está empezando a darnos luz para comprender acontecimientos muy significativos de nuestra vida. Las experiencias reversibles –de doble dirección– sólo se dan entre seres que tienen cierto po- der de iniciativa. Por eso, si queremos vivir tales expe- riencias y beneficiarnos de su inmensa riqueza, de- bemos respetar las realidades circundantes en lo que son y en lo que están llamadas a ser. El que no respeta una realidad podrá tal vez dominarla (nivel 1), pero se condena a no poder fundar con ella una relación crea- tiva (nivel 2). Es creativa una persona cuando recibe

activamente posibilidades que le permiten dar origen a

algo nuevo, dotado de gran significación para su vida. Cuando esas posibilidades se las otorga otra persona, tiene lugar el encuentro, en sentido riguroso.

El encuentro se da entre una persona y una institución, un poema, una canción, el lenguaje, una obra literaria.., porque estas realidades nos ofrecen diversas posibilidades que pode- mos asumir. Tales formas de encuentro encierran un gran va- lor, como resalta en la declamación de un poema, la interpre- tación de una obra musical, la creación de vínculos a través del lenguaje, la participación en los ámbitos de vida que plas- ma una obra literaria... Pero el valor supremo lo ostenta el en- cuentro cuando es realizado por dos seres personales, pues las

experiencias reversibles adquieren un grado especial de exce-

lencia cuando se realizan entre realidades que gozan de un po-

der de iniciativa privilegiado en el universo.

En las experiencias reversibles creamos modos de unidad entrañables con las realidades del entorno porque las vemos como ámbitos y las tratamos como tales, no como meros ob- jetos. En cuanto las realidades son más valiosas, nos plan tean mayores exigencias: el tablero nos marca unos cauces y nos pide fidelidad al reglamento; la partitura nos exige máxima fidelidad a la letra y al espíritu de la obra, y lo mismo el poe- ma. Pero, al exigirnos más, nos enriquecen en medida supe- rior. Y esto sucede porque podemos encontrarnos con ellas, es decir, entrelazar nuestros ámbitos de vida para en riquecernos mutuamente.

El encuentro –visto en sentido es tricto– no se reduce a me- ra cercanía física; es el modo pri vilegiado de unión que esta- blecemos con las realidades per sonales, que son ámbitos –o realidades abiertas– dotados de un singular poder de ini - ciativa. Un objeto lo puedo tocar, agarrar, manejar, comprar o vender, unirme a él de modo tangencial. Lo que no puedo es encontrarme con él. Y del encuentro depende la riqueza de mi vida, según nos enseñan la Biología y la Antropología ac- tuales más cualificadas. El encuentro puede darse entre una persona y un poema, una canción, el lenguaje, una obra lite- raria... porque estas rea lidades nos ofrecen diversas posibi- lidades que podemos asumir. Tales formas de encuentro en - cierran un gran valor, como resalta en la declamación de un poema, la interpretación de una obra musical, la creación de vínculos a través del lenguaje, la participación en los ámbitos

de vida que plasma una obra literaria... Pero el valor supre- mo lo ostenta el encuentro cuando es realizado por dos seres personales, pues las experiencias reversibles adquieren un grado especial de excelencia cuando se realizan entre realida- des que gozan de un poder de iniciativa privilegiado en el uni- verso. Ya tenemos clara esta idea: Cuanto más elevada en

rango es la realidad con la que entramos en relación, más va- liosa puede ser nuestra unión con ella. Tal unión la logra mos

si respetamos esa realidad y le concedemos todo su valor. Una persona, por ser corpórea, puede ser agarrada, mo - vida de un lugar a otro, incluso zarandeada. Pero el cuerpo, aunque lo parezca a primera vista, no es un objeto; supera in- mensamente la condición de objeto –nivel 1– porque es el me- dio expresivo de toda la persona. Merece el mismo respeto que ésta, pues se halla en el nivel 2. Esta forma de ver nuestra realidad humana opera una verdadera transfiguración en nuestra mente y nuestra actitud. Nos liberamos de la sumi- sión al espacio y descubrimos que una realidad distinta de no- sotros se convierte a menudo en íntima, sin dejar de ser dis- tinta. De esta forma, realidades que están fuera de nosotros en el nivel 1 se nos tornan íntimas en el nivel 2. Eso queremos decir al indicar que, en este nivel, los términos “dentro” y “fuera” dejan de oponerse para complementarse. Dos perso- nas que se encuentran, en sentido riguroso, no están la una

fuera de la otra. Ambas se hallan insertas en un mismo cam- po de juego, en el cual el aquí y el allí, el dentro y el fuera no

indican separación entre una realidad y otra sino lugares dis- tintos desde los cuales están participando en un mismo juego crea dor, es decir, colaborando al logro de una misma meta.

Por el contrario, si, al tratar a una persona, sólo tomo en consideración su cuerpo y la reduzco a medio para mis fines, la rebajo de rango, la envilezco, le hago injusticia, soy vio- lento con ella. Cada tipo de realidad nos pide una actitud adecuada. La actitud que debemos adoptar respecto a las personas no es la dominadora y posesiva, sino la respetuosa, generosa, colaboradora, servicial..., que es, justamente, la actitud reclamada por las realidades abiertas para dar de sí todas sus posibilidades.

Al adoptar esta actitud, aumentamos nuestra capacidad de asumir activamente las posibilidades que se nos ofrezcan y de otorgar las propias. Tengo una preocupación y te pido ayuda. Tú respondes a mi invitación ofreciéndome tu capacidad de pensar, de expresarte, de razonar, de comprender situaciones y resolver problemas. Yo respondo a tu oferta de modo acti- vo, poniendo en juego mis capacidades y ofreciéndotelas. Este intercambio generoso de posibilidades crea un campo

operativo común, en el cual nos enriquecemos mutuamente y

fundamos una relación de intimidad. Tú influyes sobre mí y yo sobre ti sin afán de dominio sino de perfeccionamiento, y entre ambos ordenamos nuestras ideas, las clarificamos y entrevemos una salida a la cuestión propuesta.

Esta colaboración fecunda supone el entreveramiento de nuestros ámbitos de vida, la creación de un campo de juego común. Ese ámbito de participación lúdica que creamos mer- ced a una entrega generosa de lo mejor de nosotros mismos es el encuentro. Encontrarnos no se reduce a estar cerca –ni-

vel 1–; supone entrar en juego creativamente para enri que-

experimentamos es saber y sentir que, al vivir en estado de encuentro, superamos la escisión entre el dentro y el fuera, el

aquí y el allí, lo mío y lo tuyo. Estamos, pues, ante un fenó-

meno creativo, propio del nivel 2, el de los ámbitos y la crea- tividad.

Al comprender así, por dentro, lo que es el encuentro, cla- rificamos mil aspectos de la vida humana. Un día le indiqué a un joven menor de edad que, si salía por las noches y no decía en casa a dónde iba y cuándo pensaba regresar, se com- portaba mal con sus padres, pues éstos, en tal caso, se ven angustiados por la preocupación y no pueden descansar.

“Pero ¿por qué han de tener miedo?”, me dijo el jo- v

ven.

“No, no tienen

v miedo –agregué yo–; sienten angustia,

que es peor. El miedo es temor ante algo concreto, frente a lo cual puedes tomar medidas. La angustia surge cuando el peligro te envuelve, no da la cara, y no sabes qué hacer”.

“Bueno –contestó el joven–, si se angustian..., ése es su v

problema”.

“Si de veras piensas –repliqué yo– que tal angustia es v

un problema que sólo atañe a tus padres, debo decirte algo muy grave: no tienes hogar”.

“¿Cómo que no tengo hogar?”, protestó el joven. v

Vivienda sí –aclaré yo–, pero no

v hogar, pues éste

surge cuando hay encuentro entre quienes viven en co- mún”.

¡Pero yo me encuentro a diario con mis padres...! v

–agregó el joven, confuso–.

Sí, les tocas al hombro al cruzarte por los pasillos –in- v

diqué yo–, pero eso no es un encuentro. Si te encon- traras de verdad, los gozos de tus padres serían tus go- zos; sus problemas, tus problemas; y su angustia, tu angustia”.

Esta breve pero radical explicación mía le causó al joven mayor impacto que si le hubiera reprochado duramente su conducta.

No encontrarse es el mayor infortunio que podemos sufrir, pues el encuentro es la raíz de nuestra vida, como bien sabemos. Según la Biología actual más cualificada, lo que más necesita un recién nacido, en cuanto a su desarrollo per- sonal, es verse acogido por quienes lo rodean. El acogimien- to se muestra, sobre todo, en la ternura. De ahí que los bió- logos, los pediatras y los pedagogos anden a porfía en reco- mendar a las madres que, a no ser en caso de enfermedad, amamanten por sí mismas a sus hijos y los cuiden. Amamantar no es sólo dar alimento; es, además, acoger. Al sentir un día y otro la ternura en las yemas de los dedos de quien lo asea y lo viste, el bebé gana confianza en el entorno –formado por la madre, el padre, los hermanos...– y se prepara para abrirse