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Entre el deseo y la esperanza: E Bloch

3.1. El lenguaje del deseo

La dialéctica de la esperanza de E. Bloch sostiene que la esperanza es el elemento más

constituyente de lo real. Más aún, es su elemento constitutivo. El hombre que espera es humano. El que no espera, sencillamente no es hombre. Los juegos de lenguaje que emplea la esperanza sitúan al hombre en la frontera de la trascendencia ya lograda,

pero todavía no alcanzada, y posiblemente nunca alcanzable. Son los términos «blochianos» de trascendencia ya-sí y trascendencia todavía-no. Con un discurso

desbordante de imágenes, metáforas y alusiones anecdóticas, su riqueza literaria se conjuga con su rigor de pensamiento.

La definición del hombre, en primera persona, es como el acorde musical que

abre y cierra su sinfonía incompleta: «Yo ya-sí soy, pero todavía-no soy lo que estoy

llamado a ser». Igualmente, la definición de todo ser humano es cifra de su pensamiento: «Nosotros ya somos, pero no nos poseemos a nosotros mismos, únicamente devenimos y nos trascendemos, mientras nos vamos haciendo»[16]. Cuando en 1961 imparte su

Introducción a la filosofía en Tubinga, se levanta el muro de Berlín. Él ya no vuelve a

su cátedra de historia de la filosofía en la universidad de Leipzig.

3.2. De lo inacabado a lo trascendente

El punto de partida de su pensamiento es el hombre como realidad inacabada.

«Desde la niñez a la vejez el hombre es todo él sueño, deseo, esperanza de algo que se persigue y nunca se alcanza». A diferencia del animal, que se desarrolla en ciclo acabado de nacimiento, vida y muerte, el ser humano nunca se encuentra acabado. Es un ser deficiente, y por tanto siempre «deseante», expectante, trascendente.

La trascendencia es el concepto clave de su antropología y su lingüística.

Trascendencia es superación de una situación presente y logro de una posición futura cualitativamente mejor, sea en el eón terrestre, sea en el eón celeste. «Traspasar

fronteras, superar límites, abandonar lo pasado y lanzarse desde el presente hacia el clamor del futuro». En términos reales, ello significa superar cualquier situación dada

(mis conocimientos empíricos, mis derechos civiles...), para trascenderla y alcanzar así otra situación dable (mis conocimientos teóricos, mis derechos humanos...). Se insinúa

la filosofía del ya-sí/todavía-no, de tantas reminiscencias bíblicas. «El ser humano siempre se trasciende tratando de sobrepasar su insuficiencia originaria».

Lo primero que experimenta el ser humano es la carencia total, la conciencia de

que le falta todo. «El niño busca instintivamente el pecho materno para calmar su vacío. El enfermo busca instintivamente su salud. El preso, su libertad. Todos los impulsos humanos tienen su matriz en el hambre». El hambre es el motor del principio de

conservación, porque el hambre es insatisfacción biológica, psicológica, ontológica... que reclama imperiosamente satisfacción. El ser humano siempre anda a la búsqueda, fuera de sí, de algo que le calme y le colme, dentro de sí. El hambre del hombre es hambre total: de pan, de verdad y de libertad. «El vacío desasosiego dentro de sí busca el pleno sosiego fuera de sí». El juego de lenguaje típico de Bloch se juega aquí en contexto real y concreto, por lo que la semántica de sus palabras es aquí también real y concreta: pan que se come, verdad que se expresa, libertad que se consigue al soltar las cadenas.

3.3. Lo pragmático y lo estético

El apetito primario es necesidad de subsistir. La necesidad de subsistir despierta en el

hombre el pensamiento pragmático: fabricar hachas, encender fuego, habilitar cuevas,

construir cabañas... ciudades, rascacielos. La satisfacción de la necesidad es la expresión del ya-sí.

Pero el deseo crea el asombro, que es el principio del pensamiento estético: crear

mitos, dibujar bisontes, componer poemas, adorar la tierra. El asombro de lo desconocido, «tremendo y fascinante», presiente la profundidad latente de la superficialidad patente. Por eso el asombro lleva al hombre más allá de lo real y lo adentra en el ámbito de lo posible. Le revela la apertura originaria del ser-ya al no-ser- todavía. El significado de este juego de lenguaje es a la vez concreto y abstracto, con la concreción del ya-sí (la talla de utensilios) y la abstracción del todavía-no (la expectativa del invento).

3.4. La esperanza constituyente

El homo transcendens se sobrepasa por el surgimiento dialéctico del homo negans.

El hombre no-es como debería ser y, para serlo, debe negar lo-dado y prometerlo a lo- posible. La dialéctica negativa y afirmativa se desarrollan a lo largo de los tres volúmenes de la obra maestra de Bloch, Das Prinzip Hoffnung[1 7]. El principio esperanza se

abre con las tres grandes preguntas kantianas: ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? (que en el pensamiento de Bloch se traduce por la pregunta diferencial:

encuentra remitido en su pensamiento y en su acción a una dinámica de extralimitación trascendente. «El hombre vive en la medida en que se posiciona de cara al futuro que todavía no es, y ese futuro lo define y determina. La existencia humana es nuda insatisfacción, y se encuentra transida de sueños despiertos de un nudo deseo de acabamiento». Este el principio esperanza, constitutivo del ser inacabado. Tal esperanza es única e intransferible, y sella la especificidad del ser humano.

La actitud que dimana de esta esperanza originaria y constitutiva es la docta spes,

la esperanza vivida y probada, que ha saboreado el dolor y el gozo de la existencia, y ha aprendido a integrar en la esperanza hasta la desesperanza, como déficit creador. Esta actitud subjetiva es una determinación básica de la realidad objetiva. El principio mental de esperanza subjetiva es el principio real de esperanza objetiva. El hombre espera porque la realidad es expectante, y la realidad es expectante porque el hombre espera. No hay distinción entre sujeto expectante y objeto esperado, porque la realidad es el sujeto deficiente, inscrito en el objeto inacabado. «La docta spes lo sabe como nadie, pero

sobre todo sabe que no solo es mayor la libertad donde crece el peligro, sino que aumenta el peligro donde mayor es la libertad. Ella sabe que el fracaso, como función de la nada, ronda en el mundo sin descanso, y que en toda posibilidad objetiva real está latente una gratuidad que lleva en sí, implícita o explícita, tanto la salvación como la perdición».

«El mundo es el laboratorio de la posible salvación o perdición». El proceso del mundo no ha llegado aún a su plenitud en tiempo alguno ni en lugar alguno, y tampoco en tiempo y lugar alguno a su perdición. Los hombres sobre la tierra son los centinelas y guardianes de su posibilidad, todavía no decidida, de salvación o perdición. Las reglas de este juego de lenguaje tienen una función real-irreal. Real es la esperanza probada, e irreal la salvación deseada o la perdición temida.

3.5. La utopía de la esperanza

La dialéctica utópica afronta la cuestión última del futuro trascendental, más allá de

todo futuro categorial, en lenguaje de utopía. La utopía es un concepto recurrente en la

Escuela de Fráncfort. La utopía nace de la esperanza y hace alusión a todo proyecto de transformación de la realidad espacio-temporal que se sitúa fuera del tiempo (u-crónico) y fuera del espacio (u-tópico). El proyecto utópico se suele considerar irrealizable por ser imposible, o inalcanzable por difícilmente realizable. El final de la utopía, de H.

Marcuse, concibe la utopía en términos de «posibilidad concreta de lo imposible concreto», como el proyecto de transformación de esta sociedad unidimensional en una sociedad pluridimensional[18].

Este proyecto concreto se considera socialmente imposible, no por estar en

contradicción con las leyes de la naturaleza, independientes de la voluntad (utopía científica), sino por estar en oposición a factores sociales objetivos y subjetivos dependientes de la voluntad (utopía histórica). «Pedid lo imposible. Lo que hoy es imposible, mañana será real» (La Sorbona, 1968). «La utopía es la realidad del porvenir»[19]. Es un elemento inseparable de la realidad, en orden a la transformación cualitativa de la misma realidad. En virtud de lo que en el futuro se presiente (conciencia) o se presenta (ciencia) como posible, la realidad está llamada a superar el presente. Los juegos de lenguaje son aquí múltiples y paradójicos. Se dan juegos reales con significado real, como el logro de un cambio social de la dictadura del bienestar («sociedad al servicio de la producción») a la democracia de la igualdad («producción al servicio de la sociedad»)[20]. Pero se dan juegos irreales que paradójicamente tienen base real, como la esperanza trascendente. La trascendencia todavía-no es real, pero la esperanza ya-sí es real.

3.6. Trascendencia de lo utópico

El mundo es tendencia estructural hacia algo que no es, pero se anhela que sea. Es presencia de algo, tópico, y latencia de algo, utópico. «El anhelo ha influido en todos los

movimientos de liberación de la humanidad: el Éxodo, el Mesías, Gilgamesh, Prometeo, Ulises, Fausto, don Quijote…; en las fuerzas de la revolución campesina del medievo y de las revoluciones urbanas de la edad moderna (inglesa, francesa, rusa); en los movimientos de liberación de las etnias oprimidas y de las sociedades subdesarrolladas; y ¡hasta en la filosofía!: el concepto de devenir de Demócrito, la tendencia de Leibniz, el

imperativo categórico kantiano, la dialéctica hegeliana, el pathos revolucionario de

Marx...». En todo «la utopía, como conciencia adelantada de lo que todavía no es, desborda el presente e impulsa el porvenir en todas las direcciones».

Una ontología del todavía-no se expresa en «las categorías históricas del hombre

nuevo, la patria liberada, el paraíso perdido, el árbol de la inmortalidad», e incluso en las manifestaciones más cotidianas (los sueños del cine, el frenesí de la autopista, la ruta de las discotecas, los viajes de la droga) y en todas las utopías creativas de la medicina, la ingeniería y el arte... Y, sobre todo, ya en el universo de los valores e ideales, en las categorías de «una sociedad sin pobres, un mundo sin dolor, un cielo sin tiempo» y en la esperanza desesperada de huir de «la más poderosa anti-utopía: la muerte»[21]. Los juegos de azar de este lenguaje utópico se sitúan entre la expectativa improbable de la lotería («una sociedad sin pobres») y la sorpresa real de «número cantado» («el éxodo de Egipto»).