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Después de la unificación nacional

CAPITULO I Il contesto storico 11

3.2. Un posible acercamiento histórico y cultural

3.2.1. Después de la unificación nacional

Las últimas décadas del siglo están marcadas en Italia por acontecimientos contradictorios281. Después de los gobiernos Depretis y Crispi, el país se halla al borde de un golpe de estado (máxima expresión de la crisis que la institución de tipo liberal estaba

280 La obra más emblemática de la idea de decadencia formulada en esos años es el ensayo de Max Nordau, Entartung, (1892). Traducida al francés y al italiano en 1894, y al castellano en 1902, tuvo amplia difusión entre los intelectuales de esos países.

281 Además de la bibliografía del primer capítulo de la Tesis, se pueden hallar indicaciones útiles tanto para el cuadro histórico y social como cultural italiano en el trabajo de F. Restaino, “La cultura italiana dall’unità alla prima guerra mondiale”, en E. Malato (dir), Storia della letteratura italiana..., pp.147-220.

experimentando) y su neutralización conduce al decenio giolittiano. El escándalo de la Banca Romana (1892) implica a numerosos diputados del nuevo Estado y tendrá vasta resonancia en la opinión pública. La joven burguesía italiana presencia con nerviosismo creciente no sólo la multiplicación de los movimientos anárquicos y socialistas, sino también los desperdigados episodios de protesta popular, como la de los Fasci sicilianos de 1893 o los tumultos de Milán en mayo de 1898, donde se desahoga el descontento de las clases sociales más humildes por la subida de los precios de primera necesidad.

Son frecuentes las crisis políticas y los levantamientos populares a causa de los difíciles procesos de crecimiento económico y social. Además se revelan, “tipiche di un paese che non possiede una lunga tradizione liberale e parlamentare, né strumenti di regolazione del rapporto tra classe politica e paese reale”282. Todo ello se funde con la llamada delusione post-risorgimentale que, más allá del énfasis y la mistificación que enarbolaron muchos intelectuales italianos de la época, se puede considerar, sin embargo, como la nota dominante del estado de ánimo popular.

Es difícil ofrecer una explicación exhaustiva y resumida de ese fenómeno moral y psicológico sin incurrir en simplificaciones. Por un lado, está claramente vinculado con el complejo entrelazamiento de cuestiones ligadas a las primeras iniciativas tomadas por la clase dirigente piamontesa, heredera de Cavour, que se perciben como sedición tanto de los ideales liberales como de las promesas de mejores condiciones de vida y justicia social (proclamadas para obtener el apoyo popular al proceso en el unificación nacional)283. Por otro lado, el descontento general, casi resignación, parece sustentarse en la toma de conciencia de los efectos producidos por la incipiente modernización del país, que devuelve a los ciudadanos una imagen de la nación profundamente trasformada. Como a veces ocurre, el verdadero alcance de los hechos históricos se mezcla con la conmoción

282 Cfr. F. Restaino, “La cultura italiana...”, p. 148.

283 El proceso de unificación italiana fue un proceso extremadamente rápido: al cabo de unos años, gracias a la habilidad del ministro piamontés Cavour y el apoyo del Partito d’Azione, guiado por Garibaldi, se logró recomponer la fragmentación territorial y política. El reino sabaudo, principal promotor, no disponía sin embargo de la fuerza militar suficiente para realizar la hazaña. Por ello, fue decisiva, y Manzini ya lo había experimentado en los moti del ’48, la manipulación inteligente de las masas populares. De hecho, las promesas de una mejoría en las condiciones de vida y la exaltación de los ideales libertarios del movimiento risorgimentale, fueron desatendidas pronto, puesto que, después de la unidad nacional emergen con fuerza las contradicciones y los graves problemas derivados de la difícil integración política a los que se enfrentaba el nuevo Estado italiano, sin ser capaz de dar soluciones adecuadas. Se allanaron las diferencias constitucionales que entrañaban los distintos estados confluidos en el Regno d’Italia imponiendo sin más el sistema piamontés, y se tomaron iniciativas, a menudo impopulares, como la creación de impuestos o el servicio militar obligatorio. Fue también denostada la gradual laicización, consecuencia de la injerencia del Estado en ámbitos como la educación o la sanidad, tradicionalmente gestionados por el clero. Todo ello contribuía a cambiar radicalmente la actitud de la población, inicialmente favorable hacia la monarquía liberal sabauda: antes liberadora, luego dominadora.

que éstos producen en la opinión pública y con las lecturas ofrecidas por los intelectuales según los códigos culturales de la época. En breve, desde el punto de vista ideológico, al agotarse la fuerza utópica de la pseudo-revolución burguesa anhelada por el movimiento risorgimentale de la primera mitad del siglo XIX, permanecerá no sólo el sabor amargo de los ideales liberales frustrados, sino también, y más grave si cabe, el trastorno provocado por una situación en rápida evolución284.

En ese clima, se desarrolla durante los años setenta una narrativa de tipo regional enfocada a la descripción de las nuevas realidades locales, las distintas “Italias”, y su problemática integración en el nuevo Estado unitario. El interés hacía los escenarios regionales se imbrica, ya en los años ochenta y noventa, en el proceso de asimilación de los modelos narrativos del Naturalismo francés, llegando a los mayores resultados del Verismo italiano, con la obra de Verga y de Capuana. De hecho, al haber apoyado los ideales del Risorgimento, motivado por la ilusión de una renovación radical en el Meridione, los narradores veristas sicilianos sintieron de manera más aguda la decepción por las promesas desatendidas y el estancamiento en Sicilia de las mismas condiciones de vida. De manera que en sus novelas aflora la resignación sombría ante la imposibilidad de cualquier tipo de mutación. Así, pues, tanto Capuana como Verga llegan a unas posturas nacionalistas y conservadoras, ofreciendo la cartografía de su región como si de un mundo ajeno al fluir de la historia se tratara285.

Paralelamente a las poéticas que se acercan al vero, se hallan otras experiencias fundamentales, sugestionadas también por el clima de insatisfacción que se respira en toda Italia. Si nos trasladamos a Milán, aunque la situación sea distinta, pues allí florece un incipiente desarrollo industrial y se implantan nuevas modalidades de convivencia social, hemos de señalar un capítulo singular de la vida literaria de la capital lombarda llamado Scapigliatura. Es difícil enmarcar la producción artística de los scapigliati, entre ellos Praga, Boito, Dossi, Turchetta, en una poética común, sin embargo, los vincula una actitud rebelde hacia el clasicismo tradicionalista y la mercantilización del arte. Además, todos ellos se inspiran en las contemporáneas experiencias literarias francesas, recreándolas de manera caótica y desordenada.

284 Recordemos la obra clásica de Benedetto Croce Storia d’Italia dal 1871 al 1915 (1928), que recoge numerosos ensayos en los que insiste sobre el estado de decadencia de los tiempos actuales y la carencia de valores e ideales nobles que eleven moralmente al hombre.

285 Para profundizar en la situación de la narrativa italiana finisecular, véase: G. Tellini, Il romanzo italiano dell’Ottocento e Novecento, Milano, Mondadori, 1998, p.180 y ss.

Hemos tomado en consideración la urgencia iconoclasta scapigliata, por una parte, y el tono sumiso de la literatura y el pesimismo conservador de los veristi sicilianos, por otra; sin embargo, en la olla podrida de la literatura italiana finisecular cabían también la restauración clasicista de Carducci, el espiritualismo de Fogazzaro y el esteticismo del D’Annunzio romano.

Se trata en su totalidad de respuestas distintas a una situación asfixiante y poco prometedora donde, tras el proceso de unificación, no sólo los escritores sino todos los principales protagonistas de la cultura italiana se hallan sumergidos286. Llega a ser palpable entre los intelectuales, tanto filósofos, como artistas o científicos, un sentimiento de inferioridad y marginalización con respecto a los países más modernos. Sin embargo, su voluntad de rescato queda de manifiesto y la rápida asimilación del pensamiento positivista constituye una prueba irrefutable de ello. En una situación por demás provincial, penetran y actúan nuevas ideas, protagonistas de la más amplia cultura europea, con resultados originales. En el ámbito italiano de la segunda mitad del siglo XIX, se difunden fuerzas innovadoras, como el marxismo-socialismo, el positivismo, y, al cabo de pocos años, las nuevas tendencias irracionalistas287. En unas décadas, el nivel de la vida cultural da un giro radical, gracias al concurso de factores distintos, como el descenso de la tasa de analfabetismo o el desarrollo notable de los medios de comunicación, con la introducción de los métodos de imprenta mecanizados. De manera que, en el umbral del siglo XX, todo estaba listo para el gran exploit de la etapa giolittiana (1903-1911), ralentizado luego por la participación del país en la Primera Guerra Mundial.

De todas formas, el cuadro social y cultural de la Italietta post-unitaria se revela, como hemos dicho, bastante contradictorio. No hay que olvidar, por una parte, el descontento general por los resultados de la etapa risorgimentale, agravado durante la confusa coyuntura finisecular; y, por otra, la acción subterránea de transformaciones decisivas para la modernización del país, y sobre todo por la renovación cultural, que darán a Italia su belle époque.

286 A propósito de la peculiar situación histórico-sociológica de los escritores finiseculares, véase R.

Luperini, Il Novecento. Apparati ideologici, ceto intellettuale, sistemi formali nella letteratura italiana...

287 Remitimos al ensayo clásico de N. Bobbio, Profilo ideologico del Novecento... Para más informaciones sobre los temas de la cultura italiana entre el siglo XIX y XX, consideramos útil señalar algunas obras fundamentales: E. Garin, La cultura italiana tra ‘800 e ‘900, Roma-Bari, Laterza, 1976; A. Asor Rosa, La cultura, to. 2, in AA. VV. Storia d’Italia...