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Nuestra sociedad atraviesa diferentes problemas que paralizan y desaceleran el desarrollo de nuestro país, uno de los más preocupantes para nuestras autoridades es la delincuencia juvenil ya que en el transcurso de los últimos años ha incrementado de manera significativa y preocupante. Según el INPE en el 2017 se incrementó la delincuencia juvenil en un 11%, con 3600 jóvenes infractores en rehabilitación en medios cerrados.

Según la psicóloga forense Silvia Rojas (2014) de la PNP, las causas del preocupante crecimiento de la delincuencia juvenil se centra en los padres y la familia. “Los jóvenes no nacen violentos, esta actitud la adquieren por problemas familiares y porque buscan refugio en los malos amigos y las drogas, unos padres muy permisivos o muy rígidos forman hijos rebeldes”.

Sin duda alguna, existen ciertos factores familiares que actúan como fuente principal y de influencia en el comportamiento de los adolescentes, más aún cuando estos devienen en conductas antisociales y delictivas. Recordemos que es en la familia donde se gesta la transmisión de valores, normas y en consecuencia de la formación y desarrollo integral de los niños y adolescentes de nuestra sociedad.

De los datos estadísticos obtenidos como resultado de la investigación, se observa en la tabla N° 01: “Distribución numérica y porcentual sobre la práctica de la honestidad en la familia” que, el 46.20% de los adolescentes encuestados afirma que a veces practican el valor de la honestidad en su familia, mientras que un 15.30% indica que casi nunca practican este valor en su entorno familiar.

Del Hoyo D. (2014) define la honestidad como, el valor que tiene la persona de decir la verdad, sin importar cuál sea. La honestidad no solo implica el no decir mentiras, también se incluyen actos, como no tomar algo que no te pertenece,

regresar las cosas, ser transparente en todo lo que haces. En el contexto familiar consiste en decir la verdad y no ocultar nada, cosas o actos a los miembros de tu familia, tratar a todos por igual, no guardar secretos y aceptar tus errores sin tratar de justificarlos. Arroyo J. (2009) afirma que, el remedio contra la delincuencia se encuentra en el entorno familiar, creando un sentimiento de responsabilidad personal, una actitud disciplinaria más estricta hacia los niños y atención a la educación de los hijos en virtudes como la honestidad.

Los adolescentes participantes del Programa Justicia Juvenil Restaurativa del ministerio Público, son conscientes de la carencia de la práctica de valores en sus familias, entre ellos el de la honestidad, como lo manifiesta el siguiente adolescente:

“Mis papás me han castigado varias veces por mentir, al decirles que estoy en algún lugar, pero estoy en otro con mis amigos, pero ellos también me mienten muchas veces y yo no puedo reclamar”

S.P.W.J (14 Años)

En consecuencia, se puede establecer que una característica familiar de los adolescentes infractores, es la deficiente práctica de valores, entre ellos particularmente la honestidad, por tal motivo los integrantes de las familias adoptan comportamientos poco saludables para la convivencia tanto dentro como fuera de la familia.

Otro de los valores que es practicado con menos frecuencia, según los adolescente, es el valor del respeto, como lo indica el cuadro N° 02: “Distribución numérica y porcentual sobre la práctica del respeto en la familia”, donde se establece que el 31% de los adolescentes encuestados afirma que casi nunca se practica este valor en su familia, mientras que el 19.10% refiere que a veces lo practican.

Suarez M. (2008) define el respeto como, un valor que se entiende como el reconocimiento del valor inherente y los derechos innatos de los individuos y de la sociedad. El respeto ayuda a mantener una convivencia sana con las demás personas y nos ayuda a mantener buenas relaciones. Por el contrario, la ausencia de este valor en la familia, desencadena la desobediencia e indisciplina de los hijos y en consecuencia problemas en la dinámica familiar, la falta de respeto puede ser la causa de la generación de conflictos y de violencia en los diferentes ámbitos de nuestra sociedad.

“A veces (practicamos el respeto), pero no muy seguido, a veces nos insultamos o nos ponemos apodos con mis hermanos, por eso mi mamá nos grita, ya cuando nos peleamos de manos, si nos castigan”

L. C. J.A. (17 Años)

La deficiente práctica del respeto en las familias de los adolescentes del Programa Justicia Juvenil Restaurativa, como se afirma líneas arriba, genera conflictos y problemas de convivencia al interno de la familia, generando peleas que en ocasiones pueden llegar a agresiones físicas, estas situaciones conflictivas que no se abordan de manera correcta por los padres o jefes de hogar, solo empeoran la situación tensa que se vive al interno del núcleo familiar, estableciendo los actos violentos como una respuesta “normal” ante un problema.

Muchas veces estos problemas de convivencia también se generan por la falta de confianza que se generan entre los miembros de la familia, como se muestra el cuadro N° 03, “Distribución numérica y porcentual sobre la percepción de confianza entre el adolescente y su familia”, donde el 36.60% de los adolescente afirma que a veces siente confianza en los miembros de su familia, el 9.60% indica que casi nunca confía en los miembros de su familia y un 9.60% que nunca confía en los miembros de su familia.

Rodríguez C. (2015) afirma que, cuando los hijos son pequeños la confianza en sus progenitores es bastante buena, sin embargo poco a poco esta se pierde cuando los hijos empiezan a ocultar cosas o situaciones para evitar reproches o castigos, por tanto es lógico que a medida que los niños crecen busquen su identidad y autonomía y se alejen ligeramente de sus progenitores y en consecuencia depositen esa confianza en el grupo de iguales. Por lo que, en cierto modo esta situación es algo natural y sano, pero una total y completa pérdida de confianza puede tener consecuencias negativas en la relación familiar.

“No suelo contarle las cosas que hago a mi mamá, lo que me pasa en mi colegio o con mis amigos, nunca lo he hecho, a veces cuando estoy en problemas si le tengo que pedir ayuda”

P.V.S.J.P. (18 Años)

Como lo cita Rodríguez, la pérdida de confianza de los adolescentes con los miembros de su familia y específicamente de los padres, es una situación natural, sin embargo cuando está perdida de confianza es total como lo afirman el 9% de los adolescentes encuestados, se generan problemas en la dinámica familiar, como consecuencia pueden devenir la falta de comunicación, así como la pérdida de control de los padres sobre sus hijos.

Otro factor familiar importante que se ha de tener en cuenta es la percepción del adolescente sobre el apoyo que recibe de su familia ante circunstancias adversas, tal como lo muestra el cuadro N° 04: “Distribución numérica y porcentual sobre la percepción del apoyo familiar hacía adolescente”, de los encuestados el 44.20% de los adolescentes afirma que siempre cuenta con el apoyo de su familia y otro 34.60% afirma que casi siempre cuenta con su familia.

Rodríguez J. (1998) menciona que, la participación, ayuda y apoyo de los padres son aspectos fundamentales cuando un adolescente se encuentra pasando por

algún problema o conflicto, desde ese punto de vista, es la familia la que se convierte en agente de cambio durante un proceso conflictivo familiar.

“Mi familia siempre me apoya, hasta cuando he cometido mis peores errores, mis papas siempre me han perdonado y ayudado ante cualquier cosa en la que me he equivocado”

A.G.C.E (17 Años)

Por consiguiente se infiere que los adolescentes del programa en su gran mayoría, sienten el apoyo de su familia pero sobre todo el de sus padres, lo cual representa una fortaleza en su proceso de rehabilitación y orientación, puesto que permitirá que el adolescente y su familiar puedan modificar situaciones y prácticas que posiblemente contribuyan al comportamiento antisocial y delictivo del adolescente. Es importante resaltar también, que el apoyo familiar es un requisito indispensable para la inserción de los adolescentes en el Programa Justicia Juvenil Restaurativa, puesto que el soporte familiar es considerado un factor de vital importancia para la recuperación del adolescente.

Otra práctica fundamental para una buena dinámica familiar, es la institución de normas de convivencia en el hogar, ya que ellas nos permiten regir el comportamiento de las personas en función a los demás. Según el cuadro N° 05: “Distribución numérica y porcentual sobre la identificación de reglas o normas en el hogar”, el 32.70% de los adolescentes afirma que a veces identifica normas en su hogar, otro 32.70% indica que siempre identifica normas en su familia y un 15.40% que casi siempre identifica normas.

Ortega R. (2009) afirma que, las reglas o normas son se entienden como aquellas pautas explicitas o implícitas que orientan la vida cotidiana de los grupos familiares, las cuales son establecidas con el fin de controlar el comportamiento de los sujetos a nivel intra y extra familiar y con el fin de definir funciones y roles que deben asumirse en diversos contextos de desarrollo individual y social.

“En mi casa si tenemos algunas reglas que tengo que cumplir, como llegar antes de las 11 a la casa o hacer las tareas del colegio”

A.R.J.P (15 Años)

“No salir muy tarde o pedir permiso antes de salir para que mi mamá no se preocupe, no mandarme solo como dice ella”

P.V.S.J.P. (18Años)

Mediante las estadísticas obtenidas se observa que gran parte de los adolescentes por lo menos identifica algunas reglas o normas de convivencia en su hogar, las cuales han sido establecidas por los padres para regular su comportamiento. Sin embargo se debe aclarar que la identificación de normas no siempre garantiza el cumplimiento de las mismas, un adolescente puede identificar ciertamente una regla o norma en su hogar pero no necesariamente estar de acuerdo con su imposición y en consecuencia no cumplirla. Tal como lo muestra el cuadro N° 06: “Distribución numérica y porcentual sobre la aceptación y cumplimiento de reglas o normas en el hogar”, donde el 50% de adolescente indican que a veces cumplen con las normas establecidas en su familia, mientras que solo un 25% afirma que siempre las cumple.

Sánchez M. (2007) menciona que, las normas no se cumplen porque, no ha habido consecuencias positivas ni negativas tras incumplir esas normas, porque los modelos de referencia no las cumplen, porque hay contradicciones entre normas o los que las establecen y porque son impuestas sin llegar a consensos o explicaciones.

“Mis papás me han castigado varias veces por mentir, al decirles que estoy en algún lugar, pero estoy en otro con mis amigos, pero ellos también me mienten muchas veces y yo no puedo reclamar”

Así, se puede corroborar lo establecido por la autora a través del testimonio del adolescente sobre la práctica de la honestidad en su familia, donde se puede afirmar que no solo es necesario establecer las normas de convivencia en la familia, sino que estas tienen que ser establecidas en conjunto y tienen que ser respetadas por todos, especialmente por los padres, ya que son el modelo que el adolescente tiene como referencia máxima.

Por otra parte, es importante mencionar que las normas de convivencia pueden ser en algunos casos rígidas, en el caso de las normas fundamentales, y en otros flexibles, como lo son las normas secundarias; según los datos que se muestran en la tabla N° 07: “Distribución numérica y porcentual sobre la modificación o flexibilidad de normas fundamentales en el hogar”, el 38.40% de los adolescentes afirman que a veces las normas son flexibles, mientras que un 25% indican que casi siempre son flexibles.

Enesco I. (1989), las define como normas muy importantes, de cumplimiento obligatorio, si no se respetan tienen efectos negativos hacia la familia.

“A habido veces en que me he peleado con mi hermano menor, una vez le pegue, le metí un puñete y mi papá me castigo, me dio con la correa porque le saque sangre de la nariz, pero otra vez cuando nos peleamos y el me pego a mí, no le dijeron nada”

A.N.J.B. (14 Años)

En este contexto, la flexibilidad de normas fundamentales en el hogar, como lo podrían ser el respeto entre sus miembros, hace referencia a padres permisivos o de dudosa autoridad frente a sus hijos, mientras que por otro lado la rigidez de normas secundarias que no tienen consecuencias graves para el adolescente o los demás integrantes de la familia es una característica de padres autoritarios, que imponen castigos que no van acorde con la falta que se comete, causado frustración, miedo o rebeldía en sus hijos.

Si bien es cierto el incumplimiento de una norma o regla en la familia amerita una sanción, algunos padres optan por el castigo físico, tal como lo muestra la tabla N° 08: “Distribución numérica y porcentual sobre el empleo del castigo físico ante el incumplimiento de reglas”, donde el 46.20% de los adolescentes afirma que a veces sus padres lo han castigado físicamente, el 28.80% indica que casi nunca y el 13.50% refiere que casi siempre ha recibido un castigo físico.

Jiménez S., Larrañaga E. y Blanco A. (2007), refieren sobre la utilización del castigo físico que, tiene consecuencias negativas para el desarrollo del niño tanto a corto como a largo plazo, entre estas consecuencias negativas se incluyen: tendencia a la agresión, comportamiento criminal, abuso de la pareja, depresión y problemas de conducta. Utilizando el castigo físico los padres transmiten a sus hijos la idea de que es correcto utilizar la violencia con otras personas.

“Mis padres si me han castigado con correa, manazos, hasta con el matamoscas, pero antes, ahora ya casi nunca lo hacen, como ya crecí mi mamá no puede castigarme porque me corro y porque estoy grande”

M.N.A.R. (15 Años)

De acuerdo a las estadísticas obtenidas de la investigación y lo que establecen los autores, se puede inferir que el comportamiento violento de mucho de los adolescentes del Programa Justicia Juvenil Restaurativa, es consecuencia de la dinámica y relación agresiva que se han desarrollado en sus hogares.

Así mismo, otra forma de castigo que suelen emplear equivocadamente los padres, es la agresión verbal, tan como se muestra en el cuadro N° 09: “Distribución numérica y porcentual sobre el empleo de la agresión verbal ante el incumplimiento de una regla o norma” donde el 48% de los adolescentes encuestados refiere que casi siempre se utiliza la agresión verbal en su familia, el 21.20% indica que a veces y 13.50% afirma que siempre se emplea este medio de castigo en su familia.

Rehbein A. (1997), la agresión verbal, se da a través de la palabra que causa humillación, que hace sentir menos o hace sentir culpable o avergonzado al niño, todos estos actos en consecuencia menoscaban el autoestima de los hijos.

“Mi papá siempre me dice inútil, eso me da cólera, pero también me entristece que piense así de mí”

D.E.A.D. (16 Años)

“cuando me dijo que me largue, porque ya no sabe qué hacer conmigo, después me pidió disculpas, yo sé que a veces le acabo la paciencia”

O.T.J.H. (Años)

A través de los testimonios y los resultados de la encuesta se deduce que es muy fácil caer en este tipo de violencia al interior de la familia, más aún cuando estos actos no deja ningún tipo de marca física en el cuerpo del agredido, ninguna marca visible a los ojos del ser humano, sin embargo, las huellas psicológicas y sus consecuencias son tan graves como las de la violencia física, tan graves que en casos extremos son irreversibles.

Otra forma de castigo que erróneamente utilizan los padres con sus hijos ante el incumplimiento de normas en el hogar, es la privación de actividades o cosas; en el cuadro N° 10 denominado: “Distribución numérica y porcentual sobre la limitación o retirada de privilegios ante el incumplimiento de reglas” se puede observar que el 26.90% de los adolescentes afirma que a veces emplean esta medida ante el incumplimiento de normas en casa, el 23.10% indica que casi nunca y el 17.3%% refiere que casi siempre lo hacen.

López A. (2003), menciona que, muchos padres piensan que el castigo es lo que realmente educa a los hijos porque les enseña disciplina, pero la verdad es que el castigo en cualquiera de sus formas no educa, solo sanciona, lo único que enseña el castigo es a obedecer a través del miedo. Así mismo el castigo causa que los

hijos sientan resentimiento hacia sus padres y el vínculo entre padres e hijos se puede ver perjudicado. Uno de los castigos que utilizan los padres además de los físicos, es la retirada o limitación de privilegios, que consta de limitar a los hijos de actividades u objetos de su preferencia durante un periodo.

“en algunas oportunidades me han quitado mi celular, o no me dejan salir a pelotear con mis amigos, pero solo por unos días”

C.J.S.G. (17 Años)

Si bien es cierto, la retira de privilegios es una forma de castigo que no utiliza la agresión física o verbal igualmente es perjudicial en el sentido que menoscaba las relaciones entre los miembros de la familia específicamente entre padres e hijos y refuerza el comportamiento negativo toda vez que los padres se basan en las consecuencias de los actos de sus hijos.

Ante esta disyuntiva en la que se encuentran los padres que muchas veces no saben cómo actuar ante el incumplimiento de las normas o reglas en la familia, los expertos en el tema recomiendan utilizar otras formas correctivas más saludables con sus hijos, como lo es el refuerzo positivo, según el cuadro N° 11: “Distribución numérica y porcentual sobre el refuerzo positivo ante el cumplimiento de una tarea u objetivo” el 34.60% de los adolescentes indican que casi nunca reciben un refuerzo positivo por parte de sus padres, el 32.70% refieren que a veces y en menor porcentaje el 17.30% de los adolescentes indican que siempre reciben refuerzos positivos de sus padres ante el cumplimiento de una tarea u objetivo. Millán M. y Serrano S. (2002) afirma que, el refuerzo positivo consiste en un estímulo al aprendizaje de diversos conocimientos y actividades. La idea base se resume en elogiar, premiar y reconocer las actitudes positivas para que sean más fácilmente asimiladas, en consecuencia los hijos desarrollaran más fácilmente conductas adecuadas, mientras fortalecen su autoestima y sus habilidades de aprendizaje y sociabilización.

“No somos muy expresivos, cuando hago algo bien simplemente lo hago, no me dicen nada”

S.I.B.A. (14 Años)

“A veces si me dicen, felicitaciones, por ejemplo cuando me entregan la libreta y no hay jalados, o cuando recupere matemática el año pasado me compraron mi celular para navidad”

T.H.D.A. (17 Años)

Ante estos testimonios, podemos visualizar que el refuerzo positivo no es una método muy utilizado por los padres de los adolescentes del programa justicia juvenil restaurativa, sino que estos en su mayoría han optado por medios correctivos y sancionadores con sus hijos, lo cual ha podido perjudicar la relación entre padres e hijos o fomentar los comportamientos violentos o disóciales en los adolescentes.

Una buena relación entre los integrantes de la familia es muy importante para una adecuada convivencia, estas relaciones se afirman cuando todos los miembros de la familia son tomados en cuenta ya sea en sus opiniones, ideas o para la toma de decisiones, para ello se puede observar el cuadro N° 12: “Distribución numérica y porcentual sobre la toma de decisiones conjuntas en la familia”, donde el 42.30% de los adolescentes encuestados manifiesta que en su familia casi nunca toman decisiones en conjunto, mientras que el 23% menciona que a veces lo hacen. Eaker G. (1983) define la toma de decisiones como, un proceso mediante el cual dos o más miembros de la familia intervienen directa o indirectamente en la

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