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La doctrina humoral: florecimiento y ocaso La primera aproxi mación al conocimiento del hombre, desde el punto de vista médico-

diferencial, puede localizarse en, al menos, cuatrocientos años antes de nuestra era, momento en que el objeto de preocupación deja de ser el mundo para centrarse en el hombre por primera vez en la historia occidental, al menos de la que se tiene noticia escrita. Los cuatro ele- mentos designados como el principio del logos a lo largo de 200 años, dentro de un enfoque cosmogónico, se agrupan para dar explicación de las diferencias existentes entre los hombres (reflejos microcósmicos de la naturaleza) que tienen un país en común, una misma cultura y que han sido educados siguiendo los mismos cánones. Hipócrates (400a.C.) utilizó las propiedades (frío, seco, cálido y húmedo36) de los

cuatro elementos reunidos por Empédocles, para asimilarlos a los cua- tro humores que recorrían el cuerpo humano (sangre, bilis negra, fle- ma y bilis amarilla) y explicar así la existencia de la salud y la enferme- dad. El equilibrio entre los cuatro humores era el responsable de la salud; el desequilibrio, es decir, el predominio de uno de ellos en el

36 Los cuatro elementos se caracterizaban de la siguiente forma: aire cálido y hú- medo, tierra fría y seca, agua húmeda y fría, y fuego seco y cálido).

cuerpo sobre los otros tres, daba lugar a la enfermedad. Surge, de esta forma, la primera tipología del comportamiento humano en la for- ma de “doctrina de los cuatro temperamentos” (sanguíneo, melancóli- co, flemático y colérico), significando “temperamento” el balance final y “estable” entre los humores en un individuo (Burnham, 1968), y que permitía realizar una clasificación categorial de los hombres reflejando las diferencias existentes entre ellos.

Vamos a aprovechar este momento para realizar una serie de precisiones conceptuales, utilizando como fuente de información unas reinterpretaciones del Corpus Hipocraticum realizadas por el filólogo Domínguez García en su artículo "Sobre la “Melancolía” en Hipócra- tes" que apareció en la revista Psicothema en 1991. Comparando los textos originales con algunas traducciones realizadas con respecto al tema de la melancolía, Domínguez García afirma que (a) en ningún pasaje del Corpus Hipocraticum se dice que la melancolía fuera una enfermedad (nousos ó nosos en griego), sino un padecimiento (nose- ma) con claras connotaciones mentales puesto que algunos de los síntomas de las personas melancólicas eran contestar brevemente a las preguntas, no decir nada coherente, desánimo, falta de control, etc.; (b) toda desviación del carácter suponía una enfermedad, lo que significaría que la melancolía no podía ser una desviación del carácter sino del temperamento; (c) el contenido semántico de “carácter” era una marca que se heredaba y no variaba, mientras que temperamen- to, del latín temperamentum, no era una señal sino un estado que, como tal, podía modificarse; es decir, era una constitución particular resultante del predominio de uno de los humores corporales suscepti-

ble de modificación; (d) también temperare está relacionado con “mez- cla” en un contexto atmosférico, lo que trasladado al plano del ser hu- mano indicaría que un desequilibrio moderadamente pronunciado en la mezcla de los humores, en el temperamento, desencadenaría un padecimiento, un nosema, que en el caso de la melancolía sería una mala mezcla en la sangre de bilis y flema; y, finalmente (e) los médicos hipocráticos convirtieron un problema característico del alma en un problema del cuerpo que (e.1) se veía influenciado por el ambiente de forma que el temperamento-atmósfera desequilibrado produciría una desviación del temperamento-constitución de un individuo, un padeci- miento37 y (e.2) no se necesitaba de una profesión, una tekhné que se ocupara de los problemas del alma, de los problemas de la psyqué.

También García Ballester (1972) se pronunció en términos bas- tante similares en su interpretación de los textos hipocráticos. Así, re- sumía en pocas palabras

37 Domínguez García incorpora unas traducciones de partes de Aforismos, reali- zando algunos cambios en la traducción de J.A. López Férez, en las que aparece la concepción de influencia directa de la atmósfera en el estado de ánimo de los hombres, concretamente en la melancolía. A continuación se transcriben literal- mente los dos textos de Aforismos III, 1 y Aforismos III, 4:

"Los cambios de estación, principalmente, producen padecimientos (no- sémata) y, dentro de las estaciones, las grandes variaciones de frío o de calor, y asímismo, lo demás, de acuerdo con este principio".

"En las estaciones del año, cuando en el mismo día se produce, a ratos calor, y a ratos frío, hay que esperar padecimientos (nosémata) otoñales".

Y ahora uno de Sobre los aires, aguas y lugares, 10.2:

"Si el verano transcurre con viento del Norte y es seco, y no se produce lluvia ni a la salida del Perro ni a la de Arturo, es conveniente, sobre todo, para los de naturaleza flemática, los de constitución húmeda y las mujeres, pero tal circunstancia es enemiga, en grado sumo, de los biliosos. Efectivamente, se secan en demasía y se les producen oftalmias secas y fiebres agudas y de larga dura- ción; y, también, a ciertos individuos se les produce melancolía, porque la parte

... la afirmación de la incompetencia del médico para penetrar en el mundo de las

asómata o realidades no corporales (el alma inmortal) y la no aceptación de explica- ciones extrafisiológicas en el campo de ... la medicina. (pág. 134 s.)

De estos comentarios, se pueden extraer algunas conclusiones sobre el pensamiento médico de los siglos V, IV y III antes de Cristo y su interpretación. En primer lugar, los temperamentos parecen tener una clara base biológica causal pero susceptible de modificación por manipulaciones ambientales. Es decir, traducido a los términos con- temporáneos, parece que temperamento se refiere al fenotipo, mien- tras que carácter sería el genotipo, la marca inmodificable. Sin embar- go, en la lectura de la filosofía aristotélica, “carácter” también hace cla- ra referencia al aspecto volicional.

En segundo lugar, la cuestión que se puede plantear se refiere a si lo que ocurre con la melancolía podría también suceder con los otros tres temperamentos. En otras palabras, los textos hipocráticos ¿hacen referencia a influencias concretas de la atmósfera en los colé- ricos, en los sanguíneos y en los flemáticos?. Como una primera res- puesta, leyendo el texto de la última nota a pie de página, podríamos decir que sí, pero sería necesaria una confirmación utilizando textos sobre esos tres temperamentos.

Y en tercer lugar, es posible suponer, aunque sea muy arries- gado, que quizás la definición que Allport (1937) aporta de tempera- mento, afirmando que se realizaron pocos cambios semánticos desde su utilización en griego hasta su incorporación al idioma inglés en la

más húmeda y acuosa de la bilis se seca y agota, pero se queda la parte más densa y agria (...). Por tales motivos les ocurren estos padecimientos (nosémata)".

Edad Media con la doctrina de los humores, no se corresponda con la realidad. Una de las frases usadas por Allport es que todos estos fe- nómenos (designados por el término temperamento) son considerados dependientes de su estructura constitucional y, por lo tanto, como de origen principalmente hereditario (1937, pág. 71) y añadiríamos noso- tros, inmodificable, lo que no parece corresponder a los textos hipocrá- ticos. De aquí podría entenderse que temperamento es aquello que se hereda y no las características biológicas que no necesariamente han de tener un claro antecedente innato, como se propone en los textos hipocráticos. Más bien podría ser el “carácter” griego y no el “tempe- ramento” griego lo que, al menos los psicólogos, han traducido por temperamento.

En líneas generales, actualmente se entiende por temperamento el área emocional con base biológica, mientras que carácter denota la volun- tad y/o el comportamiento moral. Evidentemente, estos contenidos semán- ticos poco tienen que ver con la interpretación que Domínguez García hace de los textos del Corpus Hipocraticum. Pero también es cierto que en los últimos trabajos publicados en personalidad en los que se incluye a niños y adolescentes, los autores e investigadores utilizan el término temperamen- to para hablar de personalidad en niños y adolescentes mientras que los adultos tienen personalidad-rasgos, haciendo una clara equiparación entre “temperamento / biología-genética” y “personalidad / resultado de las inter- acciones genética-ambiente” (por ejemplo, el libro editado por Bates y Wachs [1994] centrado exclusivamente en niños con un enfoque biológico- genético, y el trabajo de Roberts y DelVecchio [2000] que analiza 152 es- tudios con un total de 50,507 sujetos desde 6.7 años hasta los 73). Sea como fuere, resultaría conveniente que se llegara a un acuerdo entre los

psicólogos delimitando conceptualmente cada uno de los términos, de mo- do que se evitara, en lo posible, una confusión conceptual como ocurre en otras áreas del funcionamiento humano.

En la obra Problems, atribuída a Aristóteles, aunque no parece estar muy clara dicha adscripción (Burnhan, 1968; Allport, 1937), se conectaron los humores con los rasgos de personalidad de forma ex- plícita. Los humores ejercían su influencia a través de la mediación del

pneuma, espíritu animal o espíritu vital, existiendo diferencias entre los hombres. Los médicos, según esta obra, debían ocuparse de la en- fermedad mientras que de la conducta debía ocuparse cada individuo. Y ello porque Aristóteles también consideraba como “padecimiento” la mala mezcla de los cuatro fluídos o humores, y el hombre tenía que enfrentarse a su propia constitución, a su “mezcla”, que no supone enfermedad alguna (González Escudero, 1991). Se trataría de (a) un rasgo topológico en el sentido de que aumenta el calor, el frío, la humedad o la sequedad en un sitio donde, por lo general, debería pre- dominar lo opuesto y (b) de una disposición corporal, de forma que por naturaleza se sería propenso a un sufrimiento.

En resumen, la tradición antigua da indicios de una doble con- sideración de la personalidad y sus trastornos, bien en forma de esta- do cuando se habla de padecimiento, o bien en forma de rasgo- disposición, cuando “se es por naturaleza”. En ambas subyace como causa un desequilibrio de los cuatro humores momentánea o perma- nentemente, pero de claro cariz biológico y diferencial entre los huma- nos.

Esta tradición bio-tipológica naturalista y categorial, según la cual un hombre solamente podía tener uno de los cuatro temperamen- tos y no una combinación de dos o más, llegó a su forma final con los trabajos de Galeno (131-201 d.C.) quien propuso una teoría de causa- ción de enfermedad según el predominio y equilibrio de los cuatro humores hipocráticos. En total nueve tipos de temperamento en cuya descripción se incluía la constitución física y algo de personalidad38, de forma que, explicitamente Galeno, hablaba de la influencia de los humores en las diferencias individuales de personalidad (Burnham, 1968). También aportó una diferenciación en cuanto a la localización y el funcionamiento de los humores vía el pneuma. Según Galeno, los espíritus vitales circulaban por las venas y tenían por función principal la nutrición. Por su parte, los espíritus animales o psíquicos circulaban por los nervios aferentes y eferentes y eran los responsables de la sensación y del movimiento. Este pneuma (un pneuma, recuérdese que en una de sus acepciones se había convertido en el espíritu cris- tiano) podía explicar muchos procesos fisiológicos, incluyendo la acti- vidad mental que Galeno ya localizó en el cerebro. Esta primera dife- renciación funcional de los espíritus vitales y animales, hasta entonces indiferenciados, la retomará posteriormente Willis, y llegará a su punto álgido en las teorías neurofisiológicas de la personalidad.

Debido a la conexión con Aristóteles, en el Renacimiento se vuelve a tratar de la doctrina humoral como causante de la salud y la

38 Por ejemplo, el temperamento flemático lo concibió como una disposición apática; el temperamento melancólico se caracterizaba por una inclinación hacia la tristeza; el temperamento sanguíneo predisponía al individuo hacia el optimismo; y el tempe- ramento colérico lo asoció con una tendencia hacia la irascibilidad (cfr. Millon, 1981).

enfermedad así como de los rasgos de personalidad (obviando si realmente se trataba o no de enfermedad o de padecimiento a la vista de las traducciones mencionadas más arriba), y esta vez en la forma reducida de los cuatro temperamentos de Hipócrates y no los nueve de Galeno.

En la época de la Ilustración, cuando ciencia y filosofía contri- buían a establecer una visión naturalista del hombre, la medicina y la fisiología como ciencias se separaron de la filosofía y aportaron expli- caciones para los sentimientos y los actos humanos. Thomas Willis (1621-1675), médico, defendió una línea intermedia para intentar rela- cionar los mecanismos y los eventos fisiológicos de la conducta con la personalidad. Propuso una explicación mecánica completa para el pensamiento y el sentimiento en términos de la acción mecánica de los espíritus animales en el sistema nervioso. Willis afirmaba que los humores afectaban y eran afectados por la acción de los espíritus animales, pero las pasiones y los instintos debían tener su origen en la

praecordia y las vísceras.

La naturaleza de los espíritus animales se fue haciendo cada vez más inespecífica a lo largo de los siglos XVII y XVIII, y su lugar fue ocupado por unos fluídos misteriosos que impregnaban los nervios según Robert Whytt (1714-1766), cuya función era transportar lo que ahora llamamos el impulso nervioso, es decir, los neurotransmisores. La investigación sobre el sistema nervioso mediante experimentos con animales, llevó a Albrecht von Haller (1708-1777) a diferenciar entre la

lidad como cualidad de los músculos. En función de las condiciones corporales de irritabilidad y contractibilidad, Haller distinguió los cuatro temperamentos clásicos, que ya nada tenían que ver con los humores. Y para acabar con el declive de la doctrina humoral, el médico francés Boussais (1772-1838) estableció la existencia de seis temperamentos en función del sistema fisiológico dominante (gástrico, bilioso, sanguí- neo, anémico, nervioso y linfático-sanguíneo).

Resumiendo, la primera tipología del temperamento con base biológica y diferencialista, cuyos comienzos fueron la cosmogonía y la intuición, condujo al establecimiento de los cuatro temperamentos cu- yo nombre todavía persiste aunque no su fundamentación explicativa a base de los humores y tampoco necesariamente su contenido se- mántico39. Más bien ha permitido la búsqueda de causas orgánicas con comprobación empírica a medida que el conocimiento y la metodología iban avanzando a lo largo de la historia. Causas que en aquel momento se situaban en los nervios o en el sistema fisiológico dominante. Gracias al avance de la neurofisiología, la doctrina de los humores evolucionó desde los fluídos, espíritus animales y espíritus vitales hasta el estudio de los nervios. Y estos eran considerados como causas internas que explicarían el comportamiento diferencial humano en forma de termperamentos.

39 La terminología de los cuatro temperamentos es contemporánea. Incluso el propio H.J. Eysenck (Eysenck y Eysenck, 1985) la utilizó como ejemplo de lo que podían explicar sus dos grandes dimensiones, extraversión-introversión y neuroticismo. Más utilizaciones las representan las distintas reformulaciones que de la doctrina humoral hicieron Kant y Wundt, la posibilidad de ejemplificar los cuatro temperamentos según sus rasgos fisiognómicos, y las descripciones literarias.

Paralela e interactivamente con esta evolución de la doctrina de los humores, se fue generando una tradición de estudio de las caracte- rísticas morfológicas externas e internas (apariencia física y sistemas muscular, esquelético y digestivo, en términos actuales) y su relación causal con la salud psíquica. Se trata de las llamadas tipologías consti- tucionales40 sobre las que ejercieron una influencia notable las doctri- nas humorales (Sandin, 1985).

2. Los constitucionalismos y las tipologías modernas. No parece