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CAPÍTULO IV: LA INICIATIVA PARA LA INTEGRACIÓN EN

Mapa 9: Eje Andino

“El Eje comprende el 16% de la superficie de Suramérica (2.845.658 km) y el 28% de su población (111.195.797 habitantes), siendo el segundo más densamente poblado, después del Eje MERCOSUR-Chile. Además, posee el 21% del PBI de la región (857.036 millones de dólares) y un 80% del total de las economías de los países involucrados” (IIRSA-COSIPLAN, 2017: 99). La infraestructura está determinada por la presencia de la cordillera de los Andes. En tal sentido, es posible diferenciar dos territorios: la vertiente occidental a lo largo de la costa del Pacífico y el mar Caribe donde se concentra una red de infraestructura portuaria muy basta, con aproximadamente 30 puertos y una trama de carreteras que los vinculan entre sí y con el interior de cada territorio. Es allí donde se desarrollan los principales polos económicos, demográficos y políticos del eje. Por otro lado, la vertiente oriental se proyecta hacia el Amazonas, la infraestructura es más escasa en estos territorios, con una limitada conectividad terrestre y con un subdesarrollo económico y poblacional en relación al occidente.

En relación a las potencialidades y debilidades del territorio descrito los países que integran el eje planifican una inversión de casi 28.141 millones de dólares en 65 proyectos de integración física. El Eje Andino es el tercero en orden de inversión estimada.

Tabla 6: Grupos de Proyectos eje Andino.

FUENTE: IIRSA- COSIPLAN, 2017: 103

Dada la necesidad de superar los obstáculos naturales, que impone la cordillera a la articulación de los territorios, y el déficit en la infraestructura de transporte en cualquiera de sus modalidades, la IIRSA prevé 8 de los 9 grupos de proyectos del eje en esta área buscando la optimización de la conexión territorial y posibilitar la vinculación entre la producción del interior del territorio con los puertos de exportación en el Pacífico sobre todo.

Eje Andino del Sur.

A la fecha, este eje ha tenido, dentro de la iniciativa, un desarrollo considerablemente menor al de los otros. De hecho ya no es considerado dentro de los planes y programas de IIRSA como un eje autónomo sino que sus obras han quedado contempladas dentro de otros ejes transversales. Inicialmente, se concibió como una franja de territorio que abarca algunas regiones de Argentina y de Chile. La frontera entre ambos países, separados por la Cordillera de los Andes, es una de las más largas del mundo con más de 5.000 kilómetros de extensión y con grandes explotaciones mineras. No obstante, existe un número muy limitado de conexiones viales

pavimentadas entre ambos países y, por lo tanto, la estrategia desarrollada fue mejorar estas conexiones con el objeto de alentar la articulación económica y comercial de las regiones situadas a uno y otro lado de la frontera (IIRSA, 2004).

Ceceña, Aguilar y Matto (2007) señalan la existencia de acuerdos bilaterales entre Argentina y Chile, así como proyectos de instituciones financieras e intereses transnacionales diversos, sobre esta franja minera:

“El caso del Andino del Sur marca una ruta interesantísima por correr sobre la Cordillera de los Andes sobre los yacimientos minerales apetecidos por las grandes transnacionales mineras como Barrick Gold, Meridian, Anglo Gold y otras (Porras, 2007). Coincide en su trazo con el área de jurisdicción del Tratado sobre integración y complementación minera entre Argentina y Chile, que entre otras cosas permitió la entrada de inversiones extranjeras en la explotación de yacimientos hasta entonces considerados patrimonio de la nación y, por tanto, restringidos” (2007: 53).

Chile y Argentina firmaron en 1997, bajo los gobiernos de Frei Ruiz Tagle y Carlos Menem, el llamado Tratado Binacional Minero entregando más de 4500km de frontera común a las mineras extranjeras, un 6% de territorio argentino y 25% de territorio chileno (OCMAL, 2011). Dicho tratado tiene vigencia territorial sobre la misma área que integra el eje Andino del Sur, que en su momento fue pensado con una cartera de proyectos que dinamizara la circulación en la región, facilitando el accionar de las trasnacionales mineras.

Dada la regulación que el tratado establece se desdibuja la soberania nacional sobre el territorio. Un informe del Colectivo Voces de Alerta en el que participan, Horacio Machado, Maristella Svampa, Enrique Viale, Marcelo Giraud, Lucrecia Wagner, Mirta Antonelli, Norma Giarracca y Miguel Teuba argumenta que:

“Se implementó una legislación de “facilitación fronteriza” para que los límites entre países y sus consecuentes incumbencias no fueran un impedimento para la explotación a ambos lados de la Cordillera de Los Andes.

El Tratado de Integración y Complementación Minera con Chile, firmado en julio de 1996, rige la explotación integrada de yacimientos compartidos por los dos países. Este instrumento jurídico es un verdadero símbolo de entrega de soberanía a los negocios de la gran minería multinacional, ya que permite a las multinacionales mineras la exploración y explotación de los recursos mineros existentes en las zonas cordilleranas casi sin restricciones, otorgando facilitaciones tributarias y fronterizas inéditas. Mediante dicho tratado, en su rol de Estados metareguladores, los Estados nacionales de Chile y Argentina transfirieron poder de decisión y soberanía, configurándose así

un territorio donde se desdibujan las fronteras y se genera una legalidad propia a los intereses mineros. Admite la explotación y aprovechamiento ―unificado e integral de yacimientos que se encuentren emplazados sobre una franja de ancho variable hacia ambos lados del límite internacional” (2011: 38). Este tratado pone en riesgo el control nacional sobre por ejemplo las cumbres de la Cordillera de Los Andes, zona donde están las reservas mundiales de agua dulce, las nacientes de prácticamente todas los ríos del país y las principales reservas de oro y cobre.

Este eje de integración se articula, en el límite Norte, con el Eje Andino y, transversalmente, tiene áreas de superposición con los Ejes de Capricornio, del Sur, Interoceánico Central y MERCOSUR-Chile, conformando todos ellos un espacio bioceánico.

Eje del Sur.

El área de influencia de este EID, que abarca territorios de Argentina y Chile, tiene en sus extremos importantes instalaciones portuarias en los océanos Atlántico y Pacífico.

La región abarca una porción importante del territorio sur de Suramérica equivalente al 4% del territorio subcontinental, es el área menos poblada de la región con 9,4 habitantes/km². Las actividades económicas explican el 2% del PBI regional (71.888 millones de dólares). Se extiende desde la costa del Pacifico en las regiones de Bio Bío, Araucanía, los Lagos y Los Ríos (Chile) hasta la meseta patagónica y la costa Atlantica incluyendo las provincias argentinas de Chubut, Neuquén, Rio Negro y la porción sur de Buenos Aires (IIRSA-COSIPLAN, 2016).