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EL MUNDO EN LLAMAS

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EL MUNDO EN LLAMAS

La dácada del 60 y 70

CAPÍTULO II

nes. Millones de personas murieron y hoy solo se recuerdan tres conflictos: Vietnam, Medio Oriente y Biafra, cuando, en realidad, Angola, Mozambique y Guinea, en África, pelearon al colonialismo de Lisboa con un reducido ejército guerrillero; en Sudán, desde 1963, tres millones de habitantes no aceptaron el gobierno de mayoría árabe, iniciando así la formación de guerrillas; en Yemen, al morir el imán Ahmed, una revolución apoyada por Egipto declaró la República y el hijo de Ahmed, apoyado por la población y por Arabia Saudí, inició una guerra civil en 1962.

Durante los ’60, varios fueron los enfrentamientos entre China, India y Pakistán, con un total de veinte mil hombres muertos. En 1960, en Irlanda se enfrentaron católicos y protestantes. En Chipre, en 1963, lo hicieron la población de origen griego con la de origen turco en una guerra civil devastadora.

En este contexto, la década del ’60 nucleó experiencias inéditas y decisivas para el futuro del mundo. En más de un centenar de países la rebelión juvenil alcanzó a quinientos diecinueve millones de jóvenes, en su inmensa mayoría estudiantes, casi un sexto de la población mundial, siendo representantes de una nueva era producto de las comunicaciones de masas. Parte de ellos, hartos o decepcionados de las estruc- turas sociales vigentes, de la guerra en Vietnam, del vacío existente en las religiones tradicionales, protagonizaron la llamada revolución hippie, opuesta a todo modelo de violencia; la rebelión en México con la masacre de Tlatelolco, y el Mayo Francés. Es en París donde los estudiantes inician la chispa, y la hoguera se extiende por todo el mundo. No son reivindicaciones universitarias; los jóvenes se levantan contra un sistema que ha traído el imperialismo: guerra o paz precaria, discriminación racial, subconsumo, miseria. Los nuevos líderes son Mao, Fidel Castro y el Che Guevara. Abandonan a sus psicólogos, según se queja un profesional, mientras parafrasea a una de sus pacientes: “Ustedes quieren adaptarnos a una sociedad idiota. Me niego a ser adaptada. Quiero ser rechazada y rechazar el mundo actual”, para finalmente dejarle como recuerdo un adoquín sobre la mesa. Miles de obreros se suman a las protestas, ocupan las fábricas, y las huelgas se extienden por toda Francia. El trasfon- do de ellas puede resumirse en la tesis número 29 de la Carta de la Sorbona que circula en la ciudad: “La revolución burguesa fue jurídica, la revolución proletaria fue económica. La nuestra será social y cultural, para que el hombre pueda devenir él mismo y no se contente más con una ideología humanizante y paternalista”.

La escritora argentina Tununa Mercado(4), exiliada en París durante el ongania- to relataba: “… Jacques Miller, yerno de Lacan y maoísta, reparte panfletos en una fábrica y dice sincero y sin culpas: ‘Es la primera vez en mi vida que veo un obrero (...). Brotan por todos lados viejos anarquistas españoles, ocupan las gradas en las asambleas universitarias y la sangre vuelve a agitarse en sus venas. Los comunistas de partido trinan, no pueden tolerar los desbordes, se ponen de malhumor y cosechan insultos de los más libertarios’ ”.

En Estados Unidos y para la misma fecha, se registran importantes conmo- ciones y los estudiantes denuncian que la lucha debe desarrollarse no solo contra la Universidad, sino contra las bases capitalistas de las cuales la Universidad es un refle- jo. Casos similares se reproducen en Berlín y en Madrid.

Por su parte, la Iglesia Católica comienza la década con el papa Juan XXIII sentado en el trono vaticano, quien propugna una renovación, un aggiornamento de las seculares estructuras de la Iglesia. El 11 de octubre de 1962, inaugura el Concilio

Ecuménico Vaticano II, el que, después de 167 sesiones de trabajo, produce centenares de proyectos en respuesta a los problemas sociales derivados de la sociedad industrial. Condena la guerra nuclear, impone el uso de las lenguas locales en la liturgia, rechaza condenar al comunismo, se propone el acercamiento entre las religiones y, aun después de la muerte de Juan el Bueno, nuevas encíclicas radicalizarían su pensamiento. Su sucesor, Paulo VI, el Papa viajero, calificó al capitalismo, en marzo de 1967, en la encíclica Populorum progresio, de sistema funesto y aceptó el uso de la violencia “en caso de tiranía evidente y prolongada que atente gravemente contra los derechos fundamentales de la persona y perjudique el bien común del país”. Sin embargo, en julio de 1968, la encíclica Humanae vitae decepciona cuando la Iglesia se expresa en contra de toda forma artificial de control de la natalidad. Paulo VI es el Papa que visita por primera vez América Latina y África y recibe en el Vaticano al canciller soviético Andrei Gromiko, en 1966. La década del ’60 termina para la Iglesia con serios conflictos internos por su posición en contra del control de la natalidad, por el celibato, ante la actitud de los sacerdotes llamados del Tercer Mundo, que cuestionan a la jerarquía eclesiástica, y por el creciente abandono de los hábitos por parte de sus sacerdotes. El año 1970 encuentra a la Iglesia con una consigna clara: “Evolución sí, revolución no”.

El mundo se agita también en esta etapa ante la muerte de estadistas, defenso- res de las libertades civiles, combatientes guerrilleros. El 22 de noviembre de 1963 es asesinado en Dallas, Texas, el presidente de Estados Unidos, J. F. Kennedy. El 4 de abril de 1968, el reverendo Martin Luther King, predicador de 39 años, premio nobel de la Paz, es asesinado de un balazo en Memphis, estado de Tennessee. La justificada rebe- lión negra afectó a 126 ciudades y 28 estados con un saldo de 46 muertos, más de 2600 heridos y 21 270 presos. El 5 de junio de 1968, es abatido el senador Robert Kennedy en Los Ángeles por un jordano de 24 años, Shiran Bishara Shiran. El 9 de octubre de 1967, en las serranías de La Higuera, Bolivia, es asesinado Ernesto Che Guevara, y nace una leyenda que desbordaría al continente. El Che representó, por entonces, el caudillo capaz de liberar al hombre latinoamericano de sus frecuentes opresores. Médico y viaje- ro incansable, se plegó al gobierno de Jacobo Arbenz en Guatemala (1954), conoció a Fidel Castro y desembarcó con él en Cuba (1956). Luchó en Sierra Maestra y compartió el poder entre 1963 y 1964, para luego dejar la isla y emprender un nuevo foco guerrillero en Bolivia.

Los hechos significativos también se sucedieron en el bloque socialista. El 21 de agosto de 1968, las tropas del Pacto de Varsovia invadieron Checoslovaquia con la excusa de que venían a “defender las conquistas del socialismo, combatir la contra- rrevolución, proteger a los checos de la inminente agresión del imperialismo norte- americano...”. La Unión Soviética intentaba frenar las “desviaciones ideológicas” en su campo como las ocurridas en Albania, Yugoslavia, China (maoísta) y, en cierto modo, Cuba.

Son figuras dominantes en la escena mundial: U Thant, única figura neutral para mantener el equilibrio entre Estados Unidos y la Unión Soviética, quien, nom- brado secretario general de la ONU, es obligado a la reelección en 1968; monseñor Helder Cámara, obispo auxiliar de Río de Janeiro y arzobispo de Olinda y Recife en los sesenta, quien desterró para siempre el uso de pompas prelaticias y fue vocero de la Iglesia de los pobres y para los pobres, encabezando el movimiento en pro de la justicia social; Patrice Lumumba, promotor de la independencia del Congo Belga,

quien ha quedado como símbolo del nacionalismo africano; Mao Tse tung, líder de la revolución comunista a través del campesinado en China, que en 1968 triunfó im- poniendo la exigencia de mantener un espíritu revolucionario perpetuo, antisoviéti- co y anticapitalista; Charles de Gaulle, líder francés de la Segunda Guerra Mundial, quien tuvo el talento de aceptar el auge de los nacionalismos y en la década del sesenta favoreció la independencia de las colonias francesas. Se opuso también a la hegemonía de las dos potencias y desafió a los EE.UU. En 1964, las últimas tropas francesas abandonaron Argelia. Sin embargo, para los franceses que protagonizaron el Mayo Francés y para el juicio de la historia, significó, en realidad, un sostén del sistema capitalista que buscaban combatir.

“...Entonces cuando vos mirás centenares de

indígenas, mcarchando así serios; mujeres, niños,

viejos, gorodos, chaparros, altos, fuertes,

hombres, toscos, vos te imaginás que es una

marcha no solo Subtiava, es uina marcha de

indígenas proyectándose sobre América Latina.

Es el indio de Bolivia, el indigente de Perú, el

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