La perspectiva clásica afirma que los conceptos están formados por grupos simples de características, denominadas información definitoria (Katz, 1972), las cuales son propias, únicas, comunes y suficientes para determinar la pertenencia a una categoría. Estas características hacen que cada ejemplar sea igual de representativo del concepto (Katz y Postal, 1964). La representación de un concepto, por
tanto, es una descripción resumen de toda la categoría. Esta descripción, además, es el resultado de un proceso de abstracción y se aplica a todos los ejemplares por igual. Finalmente, se produce un anidado de características, es decir, si el concepto X es un subconjunto del concepto Y, entonces las características definitorias de Y están anidadas en X (Smith y Medin, 1981).
Dentro de esta perspectiva, se considera el trabajo de Hull (1920) como el iniciador del estudio de las categorías (Smith, Patalano y Jonides, 1998). En este trabajo, Hull pedía a sus participantes que aprendieran a nombrar ciertos ideogramas con una palabra sin sentido, siendo esta palabra la misma para aquellos caracteres que poseían algún rasgo común. Los participantes, conforme se les presentaban nuevas listas con nuevos caracteres, los nombraban cada vez con mayor precisión empleando los correspondientes nombres sin sentido. Por tanto, los participantes habían adquirido el “concepto” que subyacía a cada uno de los grupos de elementos, es decir, los participantes eran capaces de discriminar cuando los caracteres cumplían las condiciones necesarias para ser incluidos dentro de un grupo u otro.
Más recientemente, podemos destacar el trabajo de Osherson y Smith (1982) donde la pertenencia a una categoría se define a la manera clásica, si bien con ciertos diagnósticos parciales, de forma que pueda determinarse diferente grado de tipicidad a los objetos. El hecho de incluir la tipicidad es una novedad importante ya que, desde a perspectiva clásica, no existe distinción entre los ejemplares que forman una categoría; en efecto, todos ellos son igualmente representativos puesto que todos cumplen con los requisitos necesarios para estar incluidos en el grupo. Por tanto, y desde este punto de vista, dentro de la categoría mueble todos los ejemplares que se nos ocurran serán igualmente representativos (silla, mesa, taburete, etc.) de esa categoría.
Si imaginamos, volviendo a nuestro ejemplo, la categoría puerta abierta y la categoría puerta cerrada, todos los ángulos posibles entre la hoja y el marco (digamos que entre 0º y 180º) se consideran igualmente representativos de su categoría no existiendo, en consecuencia, ningún tipo de ordenación entre ellos. Tal y como puede apreciarse en la Figura 11, desde el punto de vista clásico una puerta con 180º grados de apertura es equivalente a una puerta con 91º
El enfoque clásico 77
de distancia hoja/marco (asumimos, como se recordará, que 90º marca la frontera entre las dos categorías) y ambas cumplen con las condiciones necesarias para ser consideradas como pertenecientes a la categoría puerta abierta. Este es, en cierta manera, el origen de las principales críticas recibidas por esta teoría.
PUERTA ABIERTA
PUERTA CERRADA
170º 180º 120º 0º 10º 60º
Figura 11 Categoría puerta cerrada / abierta en la perspectiva clásica
Estas críticas recibidas (Sutcliffe, 1993) se refieren a hechos tales como errores al especificar las características que definen un concepto (Wittgenstein, 1953), no poder dar cuenta de los diferentes grados de tipicidad de los ejemplares ni explicar las características de ejemplares confusos y poco claros (McNamara y Sternberg, 1983) —que pueden pertenecer a diferentes categorías, Hampton (1993, 1979)— o de los ejemplares disyuntivos (que pertenecer a una o a otra categoría indistintamente). Existen, además, diferentes evidencias empíricas en su contra (Smith y Medin, 1981, capítulo 3) como los efectos de tipicidad encontrados por Rosch (1973), el parecido familiar (Rosch y Mervis, 1975), el uso de características no necesarias (Rips, Shobein y Smith, 1973) y los errores en la predicción de conceptos anidados (Loftus y Shell, 1971).
Estas críticas —que surgen como consecuencia del enfoque teórico del prototipo— han sido rebatidas por Sutcliffe (1993) afirmando que el hecho de no poder articular las condiciones de pertenencia no significa que éstas no existan, que falsas creencias sobre los miembros de las categorías formadas a partir de su similitud pueden producir los efectos de bondad de ejemplar y que la incertidumbre de la categorización no equivale a límites confusos.
La teoría clásica ha derivado en la posición realista en la que se postula que la existencia del mundo y de los objetos que en él existen es independiente de nuestro conocimiento y del participante (Sutcliffe, 1993), punto de vista compartido, como veremos, por la teoría racional de Anderson (1990).
No obstante, y además de las citadas influencias, el diseño experimental de Hull se ha venido repitiendo hasta nuestros días y se ha convertido en el modo estándar de proceder a la hora de estudiar experimentalmente las categorías y la categorización. Este procedimiento puede resumirse en los siguientes pasos:
1º El participante del experimento no conoce el concepto, es decir, lo que define al grupo de estímulos, las categorías y debe descubrirlo. 2º La tarea puede consistir en la discriminación de dos categorías.
3º El experimentador le ofrece una serie de estímulos que el participante debe clasificar dentro de la categoría correspondiente. 4º Se ofrece retroalimentación al participante tras cada respuesta. El
procedimiento se repite hasta que las respuestas del participante han llegado a cierto nivel de aciertos.
5º Al participante se le ofrece un nuevo conjunto de estímulos (sin proporcionarle retroalimentación) que debe clasificar.
6º Se estudian las respuestas del participante. Las de la primera fase (particularmente si se han establecido distintos grupos de entrenamiento) pero especialmente las de la segunda.
Este procedimiento tiene como principal defecto el de estudiar una categorización que difiere de la natural en algunos puntos como son el que los participantes deban enfrentarse a estímulos construidos de forma totalmente arbitraria por el experimentador o el hecho de que los participantes deban aprender a discriminar entre dos categorías en un periodo de tiempo muy corto.
En resumen, la posición clásica trata a todos los componentes de idéntica forma, un hecho que se vio refutado por los resultados de estudios realizados desde la teoría de prototipos. La principal aportación de esta perspectiva es, por un lado, la de establecer un marco de investigación a partir de las investigaciones realizadas por Hull (1920) y, por otro lado, la consideración de las características empíricas de los estímulos presentados para explicar la categorización, es decir, una explicación basada en las propiedades de los estímulos.