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La esperanza del encuentro: condición esencial para la conversión del ser-en-

2.1. Conversión: Nueva relacionalidad del ser-en-sí

2.1.1. La esperanza del encuentro: condición esencial para la conversión del ser-en-

ser-en-sí

La esperanza cristiana es el primer signo de conversión, presentada por Lucas en el pasaje de Emaús, constituye el fruto de un largo proceso de realización estructural del ser-en-sí de los discípulos. Para Lucas es importante resaltar, al inicio del relato (cf. vv.13-21), un panorama sombrío, desolador y por ende, desesperanzador por parte de los discípulos. Tanto en Cleofás como en el discípulo innominado, hay una inquietud vital por los

43 acontecimientos pasados de cómo los sacerdotes y magistrados condenaron a muerte y crucificaron al hombre en quien estaban puestas sus esperanzas, porque iba a librar a Israel (cf. vv.20-21). Estos versículos del relato testifican el "aire entristecido" (v.17) con que caminan los dos peregrinos, sin una confianza digna por el porvenir. Por eso, desisten y con desesperanza, se alejan de Jerusalén y se dirigen a Emaús. De este modo:

(…) vuelven la espalda a la experiencia vivida con Jesús. Hablan entre ellos. Su relación mutua está cerrada en ellos mismos y en la interpretación de fracaso que dan del acontecimiento de la muerte del Maestro. Sus ojos y su espíritu son incapaces de reconocerlo. Se han dejado sepultar con el cadáver de Jesús. Su pasado está muerto y su futuro bloqueado62.

Los peregrinos de Emaús están totalmente absorbidos por la desesperanza del pasado. Sin embargo, es allí, en el camino, donde se presenta el encuentro fortuito con un forastero, quien les hará vivir una experiencia nueva de conversión, a través de una nueva relacionalidad ontológica por la fe. En estos términos, hablar de una conversión en la fe, remite de inmediato al hombre en su realidad vital, llena de límites y abierta a nuevas posibilidades. El camino a Emaús es una de esas posibilidades, y representa la dinámica del proceso de conversión de fe, cuya primera etapa la constituyen preguntas acuciantes, merodeos y dudas desoladoras, pero con la esperanza, que al final del camino, el encuentro con el Resucitado es inaplazable.

En este contexto, emprender el viaje a Emaús simboliza un escenario de iniciación cristiana de cara a la conversión y transformación de la persona a una vida nueva. Al respecto, Benedicto XVI en su Exhortación Apostólica Sacramentum Caritatis afirma que "Se ha de tener siempre presente que toda la iniciación cristiana es un camino de conversión, que se debe recorrer con la ayuda de Dios y en constante referencia a la comunidad eclesial (…)"63. Este camino de iniciación cristiana tiene como punto de convergencia la eucaristía, sacramento que reúne a la comunidad eclesial y signo de conversión en la fe: "Puesto que la

62

García, Ibid., 279.

63

44 Eucaristía es verdaderamente fuente y culmen de la vida y de la misión de la Iglesia, el camino de iniciación cristiana tiene como punto de referencia la posibilidad de acceder a este sacramento"64.

Es evidente el conocimiento que los discípulos tienen de Jesús como el "profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y de todo el pueblo" (Lc 24,19), pero nada más allá de esta comprensión. Al saberlo muerto por los romanos, su esperanza claudica y esto hace que emprendan un viaje a Emaús. Con cierto pesimismo se decían entre sí: "Nosotros esperábamos que sería él el que nos iba a librar de Israel; pero, con todas estas cosas, llevamos ya tres días desde que esto pasó" (v.21). La nostalgia es evidente, pues: "Los discípulos de Emaús también recordaban la pasión, pero para ellos el recuerdo no era una evocación creativa que iluminara el presente, sino una reminiscencia nostálgica que se aferraba al pasado"65.

Resultaba obvio no encontrar motivo alguno para sentir esperanza y esto les impedía reconocer quién era el caminante que iba junto a ellos, pues "ver a Jesús era una cosa, reconocerlo, otra muy diferente"66. Los discípulos tenían experiencias con Jesús, el profeta poderoso, pero no con Jesús, el Señor Resucitado. El camino era más largo de lo que se imaginaban, pues debían recorrer no sólo algunos estadios de distancia, sino un camino interior de experiencias pascuales, que carecían por completo. Por eso, cuando Él se les acerca, no le reconocen al instante, porque no comprenden su nueva presencia resucitada.

A través del conocimiento de las Escrituras, Lucas afirma la importancia de escuchar la Palabra, encarnada en el Resucitado, para desalojar la desesperanza, la cual centra al hombre en sí mismo y enceguece toda posibilidad relacional. En este sentido, la fuerza del relato se inscribe en la esperanza personal que cada uno de los discípulos va experimentando, en la medida que se relaciona de una manera nueva en el encuentro con el

64 Cf. Ibid., 17. 65 LaVerdiere, Ibid., 193. 66 Ibid., 195.

45 Resucitado. La esperanza cristiana, en el relato de Emaús, abre el corazón y el ser-en-sí de los discípulos a una nueva relacionalidad personal con el Señor Resucitado.

Desde esta perspectiva, se afirma una relación nueva, que toma tiempo, pero que es efectiva, en cuanto parte de una nueva experiencia pascual y se dirige a la transformación del ser-en-sí de los discípulos. Dicha conversión que suscita la esperanza del encuentro con el Resucitado, no apunta a cambios externos ni en referencia a su apariencia física, sino al interés de los discípulos por conocer una nueva explicación de las Escrituras y presenciar el gesto de la fracción del pan.