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LAS GUERRAS PÚNICAS

LA TRANSICIÓN HACIA LA ECONOMÍA ESCLAVISTA

LAS GUERRAS PÚNICAS

La historia de la sociedad de clases está repleta de guerras y revoluciones. Los pacifistas y moralistas puede lamentar este hecho. Sin embargo, aunque es triste decirlo, incluso el examen más superficial de la historia demuestra que nunca ha sido regida por consideraciones morales, sino por intereses concretos y materiales. Precisamente por esto resulta inapropiado acercarse a la historia desde un punto de vista moralista. Como ejemplo podríamos decir que, aún cuando preferiríamos que los animales carnívoros fuesen vegetarianos, nuestros sentimientos sobre el tema no afectarán la lógica de la naturaleza en lo más mínimo.

Sin embargo las conductas humanas no son regidas exclusivamente por el instinto, sino también y en mayor medida, por la capacidad humana de razonar y elaborar criterios de acción. Es decir nuestra capacidad racional de elevarnos conscientemente de lo abstracto a lo concreto, aprender de la experiencia, construir escenarios y planear estrategias. Y por ello del mismo modo que es incorrecto intentar encontrar una lógica moral, rectora del curso de la historia humana, es equívoco hacerlo siguiendo un criterio darwinista, entendiendo las tragedias sociales y las guerras, como un funcionamiento propio de la selección natural, en el proceso de evolución de nuestra especie. Hoy podemos afirmar con absoluta certeza que no fue la capacidad guerrera o la “fuerza bruta”, el motor del desarrollo de las capacidades cognoscitivas de nuestra especie, sino el desarrollo del lenguaje.

Las guerras entonces, deben ser entendidas como producto y resultado de dinámicas de largo plazo, inherentes al propio proceso de población humana del planeta y al desarrollo de relaciones cada vez más complejas al interior de las propias comunidades humanas.

Para comprender el desarrollo de las sociedades humanas es necesario partir de las evidencias, y aceptar que las guerras y las revoluciones han tenido un papel importante –incluso efectos decisivos– en la historia de la humanidad. Han sido para usar una expresión hegeliana, los puntos nodales donde la cantidad se transforma en calidad, los límites que separan una época histórica de otra. Por esto es que nos referimos al período anterior o posterior a 1789, 1914, 1917, 1945 y así sucesivamente. Es en esos momentos críticos, donde todas las contradicciones que se han ido acumulando lentamente devienen en determinaciones, que se expresan de forma explosiva.

En el caso de la República romana observamos un proceso dialéctico en el que la guerra conduce a un cambio en el modo de producción, y el cambio en el modo de producción conduce a un cambio en la naturaleza de la guerra y del propio ejército.

El período de formación de la República romana fue una época de guerra casi permanente: guerras contra los etruscos, los latinos, los galos, los samnitas, las colonias griegas en Italia, y finalmente, contra Cartago. Este último capítulo fue un punto de inflexión decisivo en la historia romana. Cartago fue la principal potencia comercial en el Mediterráneo Occidental. Poseía una gran parte de la costa del norte de África y el sur de España y tenía un pie en Sicilia y Cerdeña.

Es la ocupación de los cartagineses de Sicilia lo que les pone en conflicto con Roma. Esta isla como Cerdeña, había sido disputada desde el IV a.C. o incluso antes durante siglos por las ricas y prósperas ciudades-estado griegas como Siracusa y Alalia (Magna Grecia), que habitualmente hacían la guerra37

unas contra otras. Uno de esos estados apeló a Roma para intervenir en su nombre contra algunos mercenarios rebeldes. Más tarde cambió de opinión, pero ya era demasiado tarde. Los romanos ya estaban involucrados en los asuntos de Sicilia, donde los cartagineses ya estaban bien instalados. Una compleja red de alianzas e intereses comerciales causó una reacción en cadena que llevó a la guerra a las dos potencias por el control de esta isla, llave del mediterráneo la frontera natural con el norte de África.

A los historiadores romanos como Polibio les gustaba relatar esto como una guerra defensiva, pero hay poca evidencia para apoyar la idea de que en esta etapa Cartago fuese una seria amenaza para Roma. El hecho es que Roma era ahora un poder agresivo que estaba luchando para lograr el dominio total del conjunto de Italia, incluyendo Sicilia. Por lo tanto, un conflicto con Cartago resultó inevitable. Ese conflicto convertiría a Roma en una potencia, no sólo en Italia, sino en todo el Mediterráneo. Y si tenemos en cuenta que esa palabra

mediterraneus en latín significaba “el centro del mundo”, podremos entender la dimensión que Roma alcanzaría mas tarde como potencia mundial de la antigüedad.

Hubo tres guerras con Cartago conocidas como Guerras Púnicas (264-41, 218-201 y 149-146 a.C). En comparación con este conflicto, todas las guerras anteriores resultan casi un juego de niños. Este fue un sangriento y mortal combate, que duró décadas. El costo humano y económico de la guerra era inmenso. Durante la primera guerra púnica solo en un período de cinco años, el censo de los ciudadanos romanos se redujo en alrededor de 40.000 personas, es decir una sexta parte de la población total. Y estas cifras no incluyen las pérdidas sufridas por los aliados de Roma, que sufrieron grandes pérdidas en el mar.

Sin embargo, aunque los romanos ganaron la primera guerra con su enemigo más poderoso, el conflicto no se resolvió. Cartago pronto reconstruyó su poder, a partir de las ricas minas de plata de España. Una segunda guerra de 16 años siguió a esta, y esa nueva guerra estará siempre asociada con el nombre de Aníbal. Los romanos habían visto con alarma como los cartagineses consolidaban su poder en España. Esto fue considerado muy peligroso y Roma decidió combatirlos a toda costa. Los romanos necesitaban un pretexto para intervenir España y encontraron su oportunidad cuando las fuerzas cartaginesas lideradas por Aníbal sitiaron la ciudad de Saguntum (Sagunto la moderna), que estaba bajo la protección de Roma. Los romanos afirmaban que existía un acuerdo de que el ejército cartaginés no debía incursionar al sur del río Ebro, y que Aníbal había roto este acuerdo.

Si la demanda hecha por Roma era verdadera o falsa es una cuestión de poca importancia para nosotros. Nunca se debe confundir las causas de la guerra con los pretextos diplomáticos o factores accidentales que provocan el inicio de las hostilidades.

La Primera Guerra Mundial no fue causada por el asesinato del archiduque Fernando en Sarajevo, como los viejos libros de historia utilizados para reclamar territorios lo afirmaban. Fue el resultado inevitable de la situación de conflicto de intereses entre el creciente poder imperialista de Alemania y las potencias imperialistas ya establecidas como Gran Bretaña y Francia, que ya se habían repartido el mundo entre ellos. Podríamos decir que esta es un caso análogo en el escenario político del mundo de la antigüedad.

Polibio ha reconocido el hecho de que:

“Algunos de los autores que se han ocupado de Aníbal y sus tiempos, que deseen indicar las causas que llevaron a la guerra anterior entre Roma y Cartago, alegan como su causa principal el asedio de Sagunto por parte de los cartagineses y como segundo motivo el haber cruzado con sus ejércitos el río cuyo nombre nativo es el Iber [Ebro], en contra del tratado. Debería acordarse que estos eran los comienzos de la guerra, pero de ninguna manera sus causas”.38

Esto es muy cierto. Los romanos estaban determinados a prevenir la restauración del poder económico y militar de Cartago y por lo tanto utilizaron este incidente como pretexto para enviar un ejército a España.

Los romanos estaban decididos a iniciar una guerra y la manera de lograrlo fue simplemente buscar una excusa. Por lo tanto le hicieron a los cartagineses una oferta que no podían aceptar (otro típico truco diplomático para iniciar una guerra). Exigieron la cabeza de Aníbal.

Aníbal intentó en principio evitar una guerra con Roma, porque todavía no estaba listo. Pero una vez que entendió que la guerra era inevitable, tomó la iniciativa audazmente. Se lanzó a la ofensiva.

Los romanos nunca imaginaron que sería capaz de dar un paso como la invasión de Italia. Menos aún se imaginaron que iba a llevar a su ejército fuera de España, marchar a través de la Galia y cruzar lo que parecía ser una barrera infranqueable –los Alpes– para entrar en Italia desde el norte. Pero él hizo todas estas cosas, y tomó a los romanos por sorpresa. Y la sorpresa puede ser un elemento decisivo en la guerra. Roma pronto se vio luchando en suelo italiano invadida por un ejército extranjero. Este extraordinario General, con muy poco apoyo del exterior, acosó a los ejércitos romanos y estuvo muy cerca de destruir por completo el poder romano.

Aníbal calculaba que su ejército relativamente pequeño, estaría apoyado por un levantamiento de los pueblos latinos que estaban bajo la dominación romana (aunque técnicamente “aliados”). Consiguió el apoyo de los galos del norte de Italia. Pero, en general, los pueblos latinos se mantuvieron fieles a Roma. Por lo tanto, a pesar de sus espectaculares victorias militares en Trebia, Trasimeno y Cannas que pusieron a Roma casi a sus rodillas, carecía de la fuerza suficiente para darle la estocada final. Los romanos siempre lograban reconstruir sus ejércitos, mientras que Aníbal, privado de ayuda externa, no podía permitirse el lujo de perder los hombres. Por lo tanto, en el largo plazo, un gran talento, incluso de Aníbal como General, no podía llevarlo a la victoria.

Aprendiendo de sus errores anteriores, los romanos simplemente evitaron las batallas abiertas y esperaron a que las fuerzas cartaginesas se agotarán en el esfuerzo bélico. A continuación, un ejército romano dirigido por Escipión invadió España y la conquistó. Luego Roma centró su atención en la propia Cartago. Organizaron una intriga con vasallos africanos de Cartago y los incitaron a levantarse contra sus amos. Esta revuelta obligó a Aníbal a regresar a África para defender Cartago. Una vez más, el poder de Roma prevaleció. Al final Cartago fue golpeada de manera decisiva en la batalla de Zama.

Después de esto, los romanos ya no sentían ninguna necesidad de fingir que sus guerras eran de carácter defensivo. Habían desarrollado un gusto por la conquista. Pero esto no era más que un reflejo de un cambio fundamental en las relaciones de propiedad y el modo de producción. El mismo año (146 a.C) Roma destruyó Corinto, otro rival comercial. Por orden del Senado, la ciudad fue arrasada, toda su población fue vendida como esclavos y sus tesoros artísticos de valor incalculable fueron enviados a Roma. La destrucción de Corinto tenia la intención de evitar la oposición política, y prevenir cualquier intento de revolución social: los romanos preferían tratar con gobiernos oligárquicos, mientras que Corinto era una democracia inestable y turbulenta. La tercera (o última) Guerra Púnica fue provocada deliberadamente por Roma. El liderazgo de los partidarios de la guerra fue llevado por Catón, que siempre terminaba sus discursos en el Senado con el célebre lema:“Delenda est Cartago” (Cartago debe ser destruida). Después de un asedio de tres años en los que los habitantes sufrieron una terrible hambruna, la ciudad fue tomada por asalto. En una muestra de venganza extrema, los romanos rompieron sus promesas a los cartagineses y todos los sobrevivientes fueron vendidos como esclavos. A continuación demolieron la ciudad piedra por piedra y regaron el suelo con sal para que nada volviera a crecer allí. La derrota de Cartago cambió el destino de Roma. Hasta que no se vio obligada a hacerse a la mar en la guerra con Cartago, Roma nunca había sido un poder marítimo. Cartago siempre había bloqueado su camino. Ahora, con ese poderoso obstáculo eliminado, Roma era libre para lanzarse en una carrera que iba a terminar en completo dominio del Mediterráneo.

La victoria romana añade nuevos territorios a sus dominios en expansión, incluyendo las prósperas colonias griegas y fenicias de la costa de España. Esto dio un nuevo impulso a la clase de los capitalistas romanos, que participan en el comercio en el Mediterráneo. España abrió sus valiosas minas de hierro y plata, que también fueron trabajadas por esclavos en condiciones inhumanas. Roma, simplemente se hizo cargo de este negocio de Cartago. También dio lugar a un mayor desarrollo del comercio y el intercambio, y posibilitó el desarrollo de una economía monetaria. Por lo tanto, puede decirte que la guerra jugó un papel importante en el logro de una transformación completa del modo de producción –y por lo tanto de las relaciones sociales– en Roma.