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Historia del suspense en el cine peruano

Antes de analizar el uso del suspense en el cine peruano realizaremos un breve repaso histórico de las películas nacionales que se aproximan más al suspense. El cine peruano, comparado con otros países, no maneja una gran cantidad de producciones y, debido al poco interés en el cine nacional, muchas películas se pierden en el tiempo; sin embargo, desde Negocio al Agua de 1913, considerada la primera película narrativa peruana, hasta el presente año, una considerable cantidad de cine peruano ha sido producido. Este recuento de películas no tiene como fin trazar una línea de tiempo completa de la cinematografía peruana, sino que se centrará en aquellas producciones que estén más cercanas al suspense y por lo tanto resulten pertinentes para la investigación.

Al igual que en Francia, Estados Unidos y la gran mayoría de países el cine en el Perú comenzó de forma documentalista sirviendo para informar noticias, registrar y mostrar eventos y tradiciones nacionales, e incluso mostrar las partes del territorio nacional que eran poco conocidas o de difícil acceso en su momento. En un inicio, los distintos aparatos de exhibición y rollos de película que eran ofrecidos al público eran importados. En el libro El Cine Silente en el Perú de Ricardo Bedoya, el autor recoge citas de las fuentes periodísticas de la época en la que podemos encontrar que “El 24 de mayo de 1895, un ciudadano norteamericano (…) se presentó en Lima con uno de esos dispositivos de fotografías animadas, el kinetoscopio” (Bedoya, 2009a, p.21).

160 Por más de tres años el público nacional sólo podía observar filmaciones realizadas fuera del país, recién se proyectó el “23 de abril de 1899, vistas de la Catedral de Lima, del camino a La Oroya y de la localidad de Chanchamayo” (Bedoya, 2009a, p.45).

La idea de comenzar una industria cinematográfica nacional comenzó en 1909, incentivando al público con rumores de supuestas historias realizadas por Valle Riestra, Elguera y hasta el propio Leonidas Yerovi, sin embargo ninguna obra de estos tres personajes se realizó. Cuatro años después de estos rumores, en el verano de 1913, se comenzó el rodaje de Negocio al Agua, una cinta humorística filmada en su mayor parte en los balnearios de Barranco y con la participación de vecinos y recurrentes del círculo social del distrito. La película narraba la historia de una joven millonaria y dos pretendientes enamorados más del dinero que de la misma chica, dispuesto a toda travesura con fin humorístico para lograr su cometido. Esta primera producción nacional intentó trazar el difícil camino a una industria cinematográfica peruana, fin que hasta ahora el país no ha alcanzado por completo.

El primer ejemplo de posible suspense que se puede encontrar es el de Luis Pardo, película escrita, dirigida y protagonizada por Enrique Cornejo Villanueva en 1927. La historia de la película está localizada en el norte del Perú. “Cesar Pradera, brutal gamonal de la sierra norte del Perú, ultraja y asesina a Julia. Su hermano, Luis Pardo, todavía de niño, es impotente para defenderla. No reconoce al criminal Pradera. Desde entonces, busca vengar el agravio” (Bedoya, 1997, p.49). Luis Pardo se convierte en un temido ladrón en los alrededores de Cajatambo, donde roba a los poderosos para ayudar

161 a los débiles. Pardo se enamora de Laura Pradera, hija de Cesar Pradera, asesino de su hermana, y al reconocer a Cesar intenta tomar venganza; sin embargo, “una visión del rostro de la hermana muerta, que implora perdón por el asesino, hace desistir a Pardo, quien termina casándose con Laura” (Bedoya, 1997, p.49). Lamentablemente, aunque la sinopsis recogida por Bedoya es útil, completa y goza de buena base documental, esta cinta no se encuentra completa lo cual hace imposible realizar un análisis e identificar con certeza la dirección y la técnica narrativa de la historia.

Al no tener una industria propia, era inevitable que las salas de cine del país se alimentaran de películas extranjeras. Bedoya rescata del diario El Comercio que por el año 1930 “la estadística demuestra que el 95% de la producción que circula en el mercado cinematográfico de Lima pertenece a Estados Unidos de Norteamérica. El 5% está repartido en la cinematografía europea” (Bedoya, 2009a, p.252) números que han variado poco hasta la actualidad en que Estados Unidos sigue liderando la taquilla peruana.

Con la llegada del cine sonoro, además de la influencia norteamericana, las exhibidoras y el público peruano recibían con buena acogida a las películas mexicanas habladas en español.

“En 1937 se produjo el inmenso éxito internacional de Allá en el rancho grande (1936), la película mexicana de Fernando de Fuentes, que influyó en la formación de la fisionomía de una parte significativa del cine latinoamericano. En el Perú, el suceso de la cinta fue considerable desde su estreno, el 13 de mayo de 1937. Tres meses después, el diario Universal la consideraba la película –más exitosa del año-” (Bedoya, 2009b, p.22)

162 La incipiente producción nacional también tuvo algunos años de éxito. Así, “Palomillas

del Rímac (1938), (…) fue un suceso popular, quedando identificada en la memoria de la época como la película más representativa del cine peruano del período” (Bedoya, 2009b, p.61). La película “apelaba a la abundancia de escenas criollas y costumbristas enmarcadas en un ambiente urbano, el del barrio popular más tradicional de Lima” (Bedoya, 2009b, p.61). De esta forma, el cine peruano fue formando una identidad que con el tiempo se perdió o mutó a un nivel poco perceptible. Para 1938, el cine peruano de la época se identificaba con lo criollo, el registro de actividades diarias que rozaban con el nacionalismo y que evocaban la grandeza del día a día.

Uno año después del éxito de Palomillas del Rímac, en 1939, se produjo Barco sin

rumbo film que se estrenó al año siguiente. La película narra la historia de Julio y Alberto, hermanos que practican diferentes profesiones. Alberto, el hermano menor, ama a la cantante de un bar de una zona peligrosa, Dora, y termina sumándose a la delincuencia junto a Oscar Camir y el jefe de la banda quien es llamado “El Capitán”. Por otro lado, Julio es un honesto policía que es tentado por los compinches de Alberto para dejarlos actuar sin problema alguno. Julio al enterarse de la actividad ilegal que sucede en el puerto organiza una intervención policial, hecho que “El Capitán” cree que es una traición de Oscar Camir y lo asesina, culpando a Alberto de esto. Dora y “El Capítan” escapan juntos hasta que ella roba el dinero del maleante y huye, “El Capitán” esta vez decide vengarse de Alberto al creer que él está involucrado en el escape de la cantante, en ese momento llega Julio con la policía para capturar a “El Capitán” y salvar a su hermano. Sin embargo, antes de ser capturado “El Capitán” dispara a Alberto quien fallece en los brazos de su hermano. (Bedoya, 1997, p.138-141).

163 Esta película se aparta de las películas cómicas y criollas que se realizaban a finales de los años 30 en el Perú, e intentó comenzar un género policial en el país. Empero su estreno “se postergó como consecuencia de la intervención de la censura que detuvo la película, alegando que en el puerto del Callao no existía contrabando” (Bedoya, 1997, p.141). Barco sin Rumbo retomó un camino que Luis Pardo (1927) había comenzado años atrás.

Cerca de 20 años después de Barco sin rumbo apareció La muerte llega al segundo

show (1958). La película narra la historia del tráfico de cocaína en Lima. Todo comienza con el asesinato del acaudalado Sergio de Barrios quien es envenenado en el cabaret Ambassador, y cuya investigación termina por descubrir una red de narcotraficantes que involucraba hasta al mismo dueño del cabaret. El desenlace de la película se da cuando el mozo encargado de asesinar a Sergio es abatido mientras escapa saltando por los techos (Bedoya, 1997, p.157-160). Lamentablemente la película no tuvo tanto éxito como su predecesora en el género:

“Aunque habían transcurrido dieciocho años desde el rodaje de Barco sin

rumbo, la anterior cinta criminal peruana, nada parecía haber cambiado en el dominio de la técnica y la expresión. Por el contrario, la vieja y ya clásica Barco

sin rumbo mostraba complejidades estilísticas y técnicas mayores que La muerte

llega al segundo show, tanto a nivel narrativo como fotográfico” (Bedoya, 2009b, p.145).

Una década después, en 1968, se intentó retomar el género policial y detectivesco y se rodó en Perú, en coproducción con Estados Unidos, Anabelle Lee y Boda Diabólica, adaptaciones de cuentos del escritor Edgar Allan Poe. La dirección de los proyectos

164 estuvo a cargo del norteamericano Harold Daniel y se utilizaron tanto actores extranjeros como nacionales, en especial de la plantilla de Panamericana Televisión que vio en los filmes una forma de promocionar sus figuras. Sin embargo, los críticos de la época no recibieron muy bien el híbrido producto.

Desde ese momento a la actualidad no ha habido un film que logre entrar en la categoría

suspense, aunque ha habido intentos que han recaído en el caso de whodunit, es decir,

quién cometió el crimen. Reconocidos cineastas como Robles Godoy, Luis Llosa, Tamayo, Lombardi y más recientemente Claudia Llosa, Josué Méndez y los hermanos Vega, tienen un estilo propio que no ha incursionado en el suspense.

A partir del 2010 el cine peruano ha vivido un pequeño boom en su producción, basándose en dos géneros que son los preferidos en el público peruano actual: la comedia y el terror. Así, en el 2013 se estrenó ¡Asumare! y se volvió la película más taquillera de la historia del cine peruano sólo “en su primera semana de exhibición logró 1 037 000 espectadores” (Bedoya, 2015, p. 336), incluso superando a la internacional que mantenía la posición de llevar más espectadores a las salas peruanas, Ice age 4 (2012). ¡Asumare! narra la historia personal del comediante Carlos Alcántara quien se hiciese conocido en la década de los 90 por el programa cómico Pataclaun. A este ejemplo se le han sumado películas protagonizadas por otros comediantes como Miguel “El Chato” Barraza, con El pequeño seductor (2015); Carlos Vílchez, con Macho

165 que queda del 2015 o el próximo 2016 y la secuela de la película de Alcántara

¡Asumare! 2 (2015).

En cuanto al género de terror, han habido intentos de desarrollarlo utilizando temáticas nacionales, en especial las producciones regionales como Terror en Huachac (1998, Huancayo), Jarjacha: el demonio del incesto (2002, Ayacucho), El misterio del

Kharasiri (2004, Puno), El Tunche (2006, Huancayo) y más recientemente El Demonio

de los Andes (2014, Lima-Puno). Sin embargo, el boom del género terror que hasta ahora en el 2015 persiste se basa en adaptaciones del modo de found footage (material real encontrado) o historias basadas en hechos reales, siendo Cementerio General (2013) la principal causante del boom de historias de terror, además de ser la película más taquillera de este grupo, llevando “más de 700 000 espectadores” (Bedoya, 2015, p. 260). Dentro de este boom, el 2014, se estrenó en las salas El Vientre de Daniel Rodríguez, el cual nos parece el único film peruano de suspense.