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MEMORIA, IDENTIDAD Y COMUNIDAD: Ejes de un Modelo Específico de educación patrimonial para la creación de vínculos comunitarios entre las

Ejes conceptuales para la Educación Patrimonial

CAPÍTULO 1: MARCO TEÓRICO.

I.3. MEMORIA, IDENTIDAD Y COMUNIDAD: Ejes de un Modelo Específico de educación patrimonial para la creación de vínculos comunitarios entre las

personas.

«No soy capaz de guardar la estera de bambú: desde que aquella noche en que te llevé a tu casa,

vi cómo la extendías»!'. Poema chino del siglo IX, La estera de bambú, de Yi.J.an Chen.

Para el autor de este poema, un objeto cotidiano había perdido su valor de objeto y había adquirido una dimensión simbólica. La estera de bambú deja de ser objeto como tal y pasa a albergar en sí misma un simbolismo mayor; una vez es tocada por el ser humano, adquiere una dimensión que trasciende lo meramente material y físico. Este poema dice mucho sobre la relación entre un bien material y el vínculo emocional que se asocia a éste, y deja de ser un simple objeto para pasar a ser un contenedor de historias y recuerdos, pasa a ser patrimonio, idea que venimos defendiendo a lo largo de este capítulo.

Es a partir de este hecho cuando el concepto de patrimonio adquiere una dimensión simbólica a partir del vínculo establecido con el individuo. El bien no adquiere valor en tanto bien material, sino que lo adquiere en función del valor que le está otorgando una persona con respecto a un hecho o recuerdo asociado al mismo. Al establecerse un vínculo emocional, se parte de la base de que ya no solamente es un objeto sino que éste está relacionado directamente con un sujeto. Nos posicionamos, pues, desde el punto de vista humano del patrimonio cultural.

Se ha defendido el patrimonio cultural partiendo de la visión del ser humano en numerosas ocasiones, posicionando al ser humano como parte integrante del propio patrimonio cultural. Asimismo, se considera al patrimonio cultural como elemento aglutinador de valores simbólicos que adquieren una importancia identitaria. Retomamos, pues, la idea de Fontal (2008), la cual relaciona el concepto de patrimonio con las personas, por entenderlo en cinco de sus dimensiones más concretas:

78 - selección de la cultura;

- sedimento de la memoria cultural; - caracterizador de contextos; - conformador de identidad;

Teniendo en cuenta estos ejes, entendemos que ―el patrimonio necesariamente implica a las personas porque estamos hablando de propiedad (alguien es el propietario real o simbólico), de pertenencia (una persona o un grupo lo siente suyo), de transmisión (alguien hará de agente que emite y alguien hará de receptor), de caracterización de un contexto (político, social, histórico…, todo ello construido y referido a seres humanos), de selección de bienes materiales, inmateriales y espirituales (son personas quienes realizan esas selecciones desde la investigación, la gestión patrimonial, la difusión…) y de la proyección de un conjunto de valores (que generan personas, que modifican personas y que otorgan o proyectan también personas). Y la última y más importante, el patrimonio actúa como referente identitario (de alguien, en algún aspecto de los círculos de su identidad, de las formas de ser, de sentir, de actuar, de desear, de relacionarse…)‖ (Fontal, 2008, p. 85).

Seguimos, por lo tanto, las teorías actuales por las cuales el patrimonio no es tal si no existe su dimensión humana, la que le otorga valor y lo crea como tal. Reforzando la idea de Fontal (2008), entendemos, pues, que cada una de esas vertientes condicionan su dimensión humana: el ser humano es quien posee, quien lega, quién crea la cultura y la sitúa en un contexto, y en referencia a estas cuestiones, quien lo asume como parte de su identidad, al valorarlo y transmitirlo.

Por lo tanto, cuando hablamos de patrimonio cultural no hacemos referencia simplemente a monumentos y colecciones de objetos, sino que también hacemos referencia al conjunto de un patrimonio inmaterial, quizás más cercano al punto de vista humano. Tradiciones, manifestaciones culturales, expresiones vivas de fiestas, costumbres, etc., que crean un mapa de nuestro pasado y que, al situarlo en el presente, establecemos líneas de conexión previas para conservarlo y mantenerlo a partir de los procesos de patrimonialización. En este sentido, la definición que se da de patrimonio inmaterial por parte de la UNESCO, incluye este acercamiento a la dimensión humana:

―El patrimonio cultural no se limita a monumentos y colecciones de objetos, sino que comprende también tradiciones o expresiones vivas heredadas de nuestros antepasados y transmitidas a nuestros descendientes, como tradiciones orales, artes del espectáculo, usos sociales, rituales, actos festivos, conocimientos y prácticas relativas a la naturaleza y el universo, y saberes y técnicas vinculados a la artesanía tradicional‖. (UNESCO, 2003, p. 2)

79 Es en este contexto en el que surge una acepción patrimonial cercana al ser humano, la idea de que un objeto es patrimonio porque el individuo o la colectividad lo valora como tal, porque establece en el citado bien u objeto un vínculo emocional y pasa a formar parte de sus recuerdos y, consecuentemente de lo que es, de su identidad.

A este respecto, nuestra conceptualización del patrimonio se realiza desde la dimensión humana, como hemos venido desarrollando en páginas anteriores. Los conceptos de memoria, unidos al de identidad y comunidad nos interesan por cuanto sientan las bases de una conceptualización del patrimonio desde una vertiente humana y educativa. Las relaciones que un objeto puede crear con los recuerdos forjan una idea de memoria que establece los lazos de conexión y relaciones vinculantes entre los individuos, proporcionando un espacio común, y transitando desde lo individual a lo colectivo para concretarse en la idea de comunidad. Cuando estos recuerdos, que son parte de nuestra memoria, son compartidos, se crea

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