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Juan Castaingts Teillery **

In document Políticas de desarrollo regional (página 58-79)

La literatura económica se ha dedicado al estudio de las grandes regiones económicas que se han formado en el mundo: el Mercomún (Europa), el TLCAN (México, EU y Canadá), el sistema no institucio-

nalizado pero real que opera en Asia (con Japón como centro). Además de las regiones dominantes de la tríada, llaman la atención otras macrorregiones no dominantes pero importantes, como el Merco- sur (Argentina, Brasil, Uruguay, Paraguay), el Caricom (el Caribe), para no hablar más que de algunos otros acuerdos de intercambio relacionados con América Latina.

Un hecho clave en todos estos acuerdos es que se trata de macrorregiones que incorporan a varios países y así, si se sigue esta lógica, todo parecería indicar que se trata de naciones que se in- tegran en regiones económicas más amplias.

Hay que diferenciar la visión que se obtiene cuando se parte del tipo de negociaciones y de actores que fi rman los acuerdos, con lo que en realidad sucede. Si los acuerdos son fi rmados por los estados-nación, lo que realmente se encuentra es que no son las naciones las que se integran en una zona de libre comercio, sino que las regiones son las que se encuentran en el interior de las naciones.

Para evitar confusiones hay que distinguir las macrorregiones económicas, que son las que se confi guran en los grandes acuerdos entre estados-naciones, de las microrregiones económicas que se encuentran en el interior de los países que realizan los contratos. De hecho, lo que entra en rela- ción no son los estados-nación, sino que las microrregiones económicas son las que se van a poner en correspondencia entre ellas. Incluso en la práctica, son únicamente algunas microrregiones las que van a entrar en contacto, ya que las demás no realizan intercambios internacionales o lo hacen en cantidad muy limitada.

* Este artículo se ha tomado, en buena parte, del capítulo IV de mi libro Los sistemas comerciales y monetarios en la tríada excluyente. Un punto de vista latinoamericano, UAM y Plaza y Valdés, México, 2000. De hecho, se trata de una revisión que corrige, recorta y aumenta a la de dicho capítulo.

Hay que ser muy claros: lo que se vive en la actualidad no es un proceso de internacionalización de países, sino de relaciones internacionales de microrregiones que se encuentran en el interior de los estados-nación.

Por ejemplo, con el TLCAN solamente se integraron algunas microrregiones de México al tratado:

el área fronteriza por efecto de la maquila; el corredor La Laguna-Saltillo-Monterrey; Guadalajara y sus alrededores; el corredor San Juan del Río-Querétaro-Aguascalientes, y la zona fabril de México y sus alrededores que incluyen Cuernavaca y Puebla. Del lado de Canadá, las regiones claves que se integraron fueron Toronto, Montreal y Quebec (el resto de los vastos territorios tienen poca o ningu- na actividad tripartita).

Así, el primer punto a destacar es que en las relaciones internacionales actuales se integran las microrregiones, no los estados-nación.

Es necesario destacar que la formación de una región es un hecho complejo en el que participa un amplio conjunto de factores. En este trabajo se ha tomado como válido el análisis que realiza Michael Porter1 en torno a lo que él ha denominado “el diamante nacional”, que se presentará más adelante. Sin embargo, Porter considera muy poco el elemento cultural que en nuestros análisis y observaciones ha resultado fundamental, los cuales corresponden con el de muchos análisis sobre empresa y sociedad realizados por varios autores y que han comprendido el juego clave de la cultura.2 Así, podemos decir que la región es la intersección de la presencia-ausencia del diamante más Estado y cultura.

Aunque la región no es el país, tampoco se encuentra ajena a las condiciones socioeconómicas que se viven en el mismo. En este artículo se estudia el concepto de espacio socioeconómico del cre- cimiento cuando se habla de las condiciones de crecimiento en una economía abierta. Sin embargo, conviene mencionar que la microrregión interior de un país no surge de la nada y que hasta antes de que se confi guraran los espacios internacionales, las microrregiones necesitaban de espacios na- cionales para poder lograr su crecimiento. El concepto de espacio socioeconómico del crecimiento3 está ligado al hecho de que el crecimiento no es sólo un fenómeno que se puede reducir a un análisis monocausal, sino que es complejo.

La hipótesis de partida es que en el espacio socioeconómico de crecimiento existen tres elemen- tos: el trabajo, el dinero y el Estado (que integran el proceso de cohesión y reproducción social) y que en el centro de ellos se encuentra la cultura, tanto como factor que permite ofrecer y estructurar el sentido de la vida económica, social y política, como factor en sí mismo de cohesión social.

1 Michael Porter, La ventaja competitiva de las naciones, Mac Millan, Londres, 1990.

2 Véase al respecto la excelente obra colectiva, L’individu dans l’organisation, les dimensions oubliées, coordinada por Jean

François Chanlat, Les Presses de l’Université Laval, ESKA, Quebec, 1990.

3 Véase a este efecto: Juan Castaingts T., “México, economía, mito y poder”, cap. I, “Causas estructurales de la crisis en

Todas las culturas permiten la formación de estructuras socioeconómicas del crecimiento, pero lo importante es seleccionar las características que puedan confi gurar una cultura favorable. En to- das las culturas hay características favorables y desfavorables; la selección que se realice de éstos en el interior de cada cultura, es lo que va a permitir encontrar o no un ambiente propicio al crecimiento económico de determinada región.

Paul Krugman tiene razón cuando señala que la competencia no es entre naciones, sino entre empresas. Nosotros diríamos que por el hecho de ser entre empresas que se ubican en determinadas regiones, la competencia es entre empresas y entre regiones.

Las regiones centrales: regiones diamante

Para comprender la formación de ventajas competitivas en el ámbito regional, primero hay que exponer la formación de éstas en el ámbito nacional, las cuales se inscriben analíticamente en lo que Porter ha denominado el diamante nacional.

Sin embargo, a pesar de que Porter nos ha explicado con bastante profundidad los factores que determinan la competitividad, al ser él más administrador que economista, ha dejado de lado el pro- blema clave de la productividad. Sin productividad alta y con mejorías rápidas, no hay competitividad que pudiese valer.

La empresa que no esté en una región que ofrezca ventajas importantes no podrá apropiarse de ellas y, por ende, su productividad tenderá a ser menor. Podríamos decir que la misma empresa, con el mismo sistema tecnológico y la misma capacidad administrativa, será considerablemente más productiva y formará parte de lo que de ahora en adelante denominaremos con Porter, “regio- nes diamante”.

Porter establece su análisis en términos de nación. Nosotros creemos que es un error ya que el espacio clave de referencia no lo constituye la nación, sino la microrregión, aunque su estudio es completamente válido si lo llevamos en el ámbito de microrregión.

Para Porter las ventajas competitivas de una nación —que en adelante serán para nosotros las ventajas competitivas de una región— se integran en lo que él denomina “diamante nacional” —para nosotros diamante regional; este diamante comprende cuatro elementos: los factores disponibles, la competencia y rivalidad entre las empresas existentes, la formación de la demanda interna y los sectores de apoyo y conexos.

1. Los factores disponibles

Las ventajas competitivas de las naciones dependen cada vez menos de su dotación de recursos na- turales. Un país con capacidad competitiva debe contar con una amplia gama de recursos: humanos, físicos, de conocimiento, de capital, de infraestructura, que se pueden dividir en básicos y avanzados;

los primeros son fundamentalmente los recursos naturales y, los segundos, son los sistemas de co- municación y la existencia de personal capacitado.

La parte fundamental no se encuentra en los recursos naturales (riquezas mineras y otros re- cursos físicos), sino en lo que Porter denomina “factores avanzados”, es decir, personal capacitado y sistemas de comunicación. La abundancia de recursos físicos conduce a la autocomplacencia, al tiempo que disuade la aplicación de tecnologías avanzadas: sin presión no hay progreso.4

Cuenta en forma básica la solidez de las instituciones monetarias y fi nancieras.

2. La competencia y rivalidad entre las empresas existentes

Para que las empresas realicen una política de inversión activa, deben estar sujetas a una fuerte riva- lidad interna, es decir que otras empresas les hagan una competencia vigorosa.

Las empresas deben estar administradas adecuadamente. No existe un camino único universal- mente aprobado de gestión administrativa; siempre hay varias estrategias posibles que pueden ser adecuadas, pero el hecho es que para ser competitivo hay que implementar alguna de estas estrate- gias, tomando en cuenta que los errores de gestión pueden ser desastrosos.

La rivalidad de las empresas evita la autocomplacencia e impulsa la buena administración. Cuando se habla de rivalidad no sólo se toma en cuenta la rivalidad con otras empresas ubicadas en otras regiones, sino y sobre todo de la rivalidad doméstica, es decir, de la que existe entre las empre- sas localizadas en la misma región.

3. La formación de la demanda interna

La demanda productiva que se realiza en el interior de la nación a las empresas es vital, ya que es difícil que éstas logren consolidar una ventaja competitiva externa si no cuentan con fuerza interna sufi ciente.

Es difícil construir un diamante basándose únicamente en la demanda externa. La demanda interna es un punto de apoyo básico que permite confi gurar economías de escala que hagan compe- titiva a la empresa frente al mundo externo.

4 Conviene anotar que Lévi-Strauss divide a las sociedades en frías y calientes. Las sociedades frías, que son en general

los pueblos primitivos, tienden a reproducirse a su mismo nivel y buscan mantener la estructura socioeconómica sin cambio. Las sociedades calientes viven bajo la presión y el cambio continuo. Lévi-Strauss no se refi rió a la idea de que la autocomplacencia disuade la aplicación de nuevas tecnologías, sin embargo, su idea de sociedades calientes en las que la metáfora de la presión de los gases conduce al cambio, corresponde a la idea de que la existencia de presiones socia- les son un factor clave del cambio. Esta idea contrasta totalmente con la visión neoclásica (que nosotros rechazamos) en la cual el equilibrio general (una economía sin presiones) es el concepto que conduce al estudio del crecimiento.

Aunque la cantidad de demanda interna ya no es fundamental; su calidad es lo esencial. En cuanto a la calidad, hay que tomar en cuenta la estructura segmentada de la demanda; la exis- tencia de compradores inteligentes que obliguen a las empresas a la competencia cualitativa; la existencia de normas de calidad, y una cultura de consumo.

4. Sectores de apoyo y conexos

La empresa requiere de proveedores que le ofrezcan materias primas de calidad y precios adecuados; necesita compradores y necesita compartir actividades que le permitan integrarse a las cadenas que generan alto valor agregado, e incorporarse a un mundo de superación tecnológica y administrativa.

Es necesario que una empresa cuente con proveedores que le ofrezcan precios adecuados y calidad; capacidad para proveer a tiempo y con la calidad requerida. En cuanto a los sectores conexos, es indispensable compartir las actividades con las cadenas de valor, acelerar el cambio tecnológico. Finalmente, debe ligarse con empresas que le ayuden a realizar los procesos de fabricación, comer- cialización, distribución y servicio.

Se debe subrayar que cuando un país cuenta con zonas en las que existe el diamante real, ten- drá empresas y sectores competitivos en el ámbito internacional y entre más concentrados sean los efectos del diamante desde el punto de vista geográfi co, más profundos serán sus efectos.

Se ha sintetizado la visión de Porter sobre las regiones diamante; ahora es conveniente presen- tar en forma resumida lo que se ha denominado como diamante virtual. Para el profesor Hafsi de la Escuela de Altos Estudios Comerciales de Montreal, el diamante real de Porter se ha podido desarro- llar solamente en unos cuantos países. Sin embargo, hay naciones en las que a pesar de no contar con dicho diamante, se pueden encontrar empresas altamente competitivas en el ámbito internacional.

La explicación de este hecho proviene de dos situaciones: a) no todos los elementos del denomi- nado diamante real se necesitan tener en una región específi ca y b) la industria actual es compleja y sus relaciones son múltiples. Por eso es posible encontrar una empresa que aunque se localice en una región que no está dotada del diamante real, pueda establecer con otras regiones y otras empresas un conjunto de relaciones que contribuyan a otorgarle una situación de competitividad efectiva. La empresa puede confi gurar a través de un conjunto de relaciones lo que se puede denominar como “diamante virtual”.

La competencia entre empresas y regiones

Dada la rivalidad entre las empresas, en un mercado ya no caben distintos tipos de calidad; ahora las empresas mejores no solamente eliminan a las malas sino que también expulsan a las buenas. El espacio se ha reducido, únicamente sobrevive el mejor y el resto, aunque sea bueno, simplemente tiende a desaparecer.

Éste es un hecho clave debido a que sólo las empresas que se sitúan en regiones donde existen los diamantes reales o virtuales, pueden sobrevivir en la competencia destructiva de hoy día. Por eso las empresas que no están ubicadas en regiones con esas características, tienen una elevada propen- sión a la mortalidad.

Asimetría regional en los países emergentes

Las regiones diamante no existen en los países atrasados, ni siquiera en los llamados países emer- gentes. Para que se logre confi gurar una auténtica región diamante se requiere un largo periodo his- tórico; una acumulación de capital importante; la presencia de elevados sistemas de educación y de investigación; un ambiente social apropiado que no se construye por decreto, etcétera. Es cierto que algunas zonas se han formado rápidamente, como en el caso de San Francisco (EUA), pero tuvieron como base la presencia de zonas industriales y la existencia de universidades de la más alta calidad internacional, como Berkeley y Stanford.

Aun tomando en cuenta las posibilidades que ofrece el diamante virtual, las que mejor se han constituido hasta la fecha son las regiones que se pueden denominar “diamantosas”, es decir que contienen muchos elementos del diamante pero son insufi cientes para lograr uno verdadero.

No es imposible que en los países emergentes pudiesen surgir auténticas zonas diamante, como el caso de algunas comarcas del sudeste asiático.

En los países emergentes existen zonas en las cuales se va a establecer la riqueza o la pobreza industrial. En este artículo presentaremos tres grandes tipos de regiones a las cuales hemos denomi- nado diamantosas, jade y carbón.

Antes de pasar a describir cada una de estas zonas, conviene tener en cuenta que las regiones se encuentran en el interior de un Estado-nación, y si para Porter el Estado no es un factor fundamental, la experiencia de América Latina muestra que lo contrario y por eso hay que considerarlo. Además, aun- que para Porter la cultura es un elemento que hay que tomar en cuenta, para nosotros es un elemento central sin el cual no se pueden comprender ni siquiera los factores que constituyen el diamante.

En una primera parte se presentará el concepto de espacio sociopolítico del crecimiento; luego se caracterizarán las regiones de los países emergentes y fi nalmente se extraerán algunas de las principales consecuencias de su existencia.

a. La región y el espacio sociopolítico del crecimiento

El diamante se relaciona estrechamente con lo que nosotros hemos denominado el “espacio socio- político del crecimiento”. Las sociedades modernas son complejas en el sentido de que no dependen de un solo factor para que puedan funcionar, y contienen un variado conjunto de relaciones que se establecen entre los factores que operan en el proceso social.

La competitividad y el espacio sociopolítico de crecimiento

En el esquema denominado “La competitividad y el espacio sociopolítico de crecimiento” se repre- sentan, a un lado de los factores diamante de Porter, la cultura y los elementos fundamentales del espacio sociopolítico del crecimiento (trabajo, dinero y Estado). Primero describiremos el triángulo del espacio socioeconómico del crecimiento y luego el papel que desempeña la cultura.

Los tres elementos claves para la reproducción de un sistema social en la actualidad son el tra- bajo, el dinero y el Estado. Ellos pueden funcionar por la existencia de un sistema de comunicación que implica un intercambio de símbolos y signos y por la serie de códigos que permiten darle sentido al conjunto de signos y símbolos trasmitidos.

No hay sociedad que pueda funcionar si nadie trabaja para producir bienes y servicios. Es cierto que la tecnología y los procesos administrativos son fundamentales para que el trabajo sea produc- tivo y por ende competitivo en los ámbitos tanto nacional como internacional, pero la necesidad de trabajar sigue siendo vital.

En las sociedades modernas se requiere de dinero para la producción de bienes y servicios indis- pensables para la reproducción biológica, económica, política e imaginaria de lo social. La fuerza de trabajo se adquiere con dinero por medio del salario; las materias primas se cotizan en dinero; los bienes producidos se venden en el mercado y el dinero que se obtiene sirve para cubrir los costos de producción y las ganancias empresariales. El dinero conduce al crédito y éste a los sistemas fi - nancieros. Por eso, dinero, crédito y sistemas fi nancieros son básicos y cuando éstos marchan mal por el inefi ciente funcionamiento de las instituciones bancarias (bancos privados, bancos públicos y banco central) y por el costo excesivo del dinero, como es el caso de México, entonces todo el proceso productivo se ve trastocado. Cultura Trabajo Estado Dinero Códigos: -Símbolo -Signo Formación de demanda interna Sectores de apoyo y conexos Uso y dotación de factores

Competencia y rivalidad entre empresas

El Estado es fundamental y tiene funciones que no pueden ser remplazadas por las empresas trasnacionales ni por las nuevas regiones de la tríada internacional. El Estado debería monopolizar el uso de la fuerza y ejercerla para establecer un “Estado de derecho”. El Estado es el instrumento con que se ejerce la soberanía nacional; es un factor básico en la negociación de intereses contrapuestos; es el elemento por medio del cual se deberían integrar las diversidades sociales para darle dirección al proceso social; es impulsor y canalizador de la cultura; es el principal administrador de los procesos de comunicación social, etcétera.

Ninguno de los tres factores de reproducción social (trabajo, dinero, Estado) podría existir, ni se establecería comunicación entre ellos, si no hubiera signos y símbolos que se intercambiasen, los cuales se comprenden por la existencia de códigos sociales; esto es, ninguno de dichos factores existiría fuera de la cultura. La confi guración de estos códigos dan sentido a la comunicación y esta-

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