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l a internaCionalidad ContemPoránea a la luz de la historia global

In document Número 20 - Junio de 2012 (página 85-107)

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Relaciones Internacionales, núm. 20, junio de 2012 GERI – UAM

resumen:

A partir de una reflexión que invita a la historización del presente, procedimiento que permite descubrir algunas de las claves fundamentales de la contemporaneidad, el autor del artículo apela a los avances de la historiografía contemporánea para proponer una nueva forma de abordar el estudio de lo internacional en los inicios de este nuevo siglo. Con base en lo anterior, el artículo concluye con una reflexión sobre la historia global, novedosa perspectiva historiográfica que permite refrescar los estudios internacionales en nuestro presente.

Palabras ClaVe:

Historia global, globalización, presente histórico, relaciones internacionales.

title:

Contemporary intentionality in the light of World History.

abstraCt:

The papers refers to the advances of the current historiography in order to suggest a new road to study the international topics at the beginning of this new century. Indeed, based in an analysis of the present historization, the author points out the existence of some key elements to study current times.

In this way, the main conclusion of the paper is about the importance of global history, an original historiographical perspective to study the international affairs in our present.

Keywords:

Global history, globalization, historical present, international relations.

l a internaCionalidad ContemPoránea a la

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Es conocida la fascinación de los historiadores por la conmemoración. Es habitual que, en momentos en que se celebra el aniversario de algún acontecimiento importante, los historiadores aprovechen la oportunidad y ofrezcan interpretaciones sobre el fenómeno que es objeto de evocación. Ello obedece a que en esas coyunturas crece la demanda de conocimiento histórico, además de que constituye una oportunidad ideal para que los historiadores rompan con su relativo ostracismo e interactúen de manera más fluida con la opinión pública. Así ocurrió en 1989, cuando se celebraron con gran pompa los doscientos años de la Revolución Francesa, y en 1992, con los 500 años del “descubrimiento” de América y en 2010, con los dos siglos de vida republicana en la mayor parte de América Latina.

Pero no sólo los acontecimientos convocan. Una situación parecida se presenta cuando un período se acerca a su final. En cercanías al año 2000, numerosos científicos sociales se dieron a la tarea de ofrecer visiones de conjunto sobre el sentido del siglo que se acercaba a su fin. Sin embargo, la mayor parte de los trabajos de síntesis sobre el siglo XX comportaron una extraordinaria particularidad: resultaba que el final de siglo había quedado signado por un “macro acontecimiento”, la caída del muro de Berlín en noviembre de 1989, circunstancia que imprimió un sentido explicativo muy particular a la mayoría de estas síntesis.

Como buena parte de la centuria se había estructurado en torno a la competencia entre dos sistemas socioeconómicos y políticos —el capitalismo y el comunismo—, cuando sobrevino el derrumbe del segundo, cuya encarnación más elocuente tuvo lugar en ese trascendental año 1989, y creció exponencialmente la demanda de conocimiento sobre los factores que habían conducido a dicha situación, fue bastante usual que los estudiosos organizaran sus trabajos a partir del epílogo, a través de una mirada retrospectiva sobre el conjunto del período, y que sirviera, además, para explicar el respectivo desenlace. Eric Hobsbawm, quien escribió una de las más importantes historias del siglo XX, expresó claramente esta disposición, cuando escribió: “En una palabra, la historia del siglo XX escrita en el decenio de 1990” tuvo “que ser cualitativamente distinta” a la que se “hubiera escrito antes […] En el plano de uno o dos años se hizo claramente necesario replantear […] el siglo XX”1.

Como sostuve hace algunos años2, esta situación le imprimió un sello muy particular a la mayor parte de estas síntesis históricas: fue tal la importancia asignada al acontecimiento que sellaba el final del respectivo período, que toda la centuria pareció quedar contenida en su simbología; fue así cómo el acontecimiento se convirtió en un evento con capacidad de prescribir un determinado inicio y un correspondiente desarrollo de aquello que, en la contemporaneidad de finales de siglo, irremediablemente concluía. No fue extraño que, en los noventa, se popularizara la tesis de que el siglo había sido corto o breve, con un inicio tardío

1 HOBSBAWM, Eric, Sobre la historia, Crítica, Barcelona, 1998, p. 237.

2 FAZIO VENGOA, Hugo, La historia y el presente en el espejo de la globalización, Uniandes-CESO, Bogotá, 2008.

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(1914 o 1917) y un temprano y abrupto final (1989).

He querido iniciar este escrito con esta recordación porque esta situación dejó gravitando un problema que, a la fecha, se mantiene abierto: si un período se cerraba, si un pasado se clausuraba, la historia dejaba a la deriva la valoración del después de 1989, o sea, aquel nuevo ciclo que se inauguraba, es decir, dejaba en suspenso la comprensión de la actualidad más inmediata. El post 1989, de esta manera, quedaba encerrado dentro de un paréntesis, incomunicada con el antes, en el cual no podía reconocerse, y divorciada del porvenir, por que carecía de extensión. Lo único que en esos años se sabía a ciencia cierta era que una era de la historia había llegado a su fin, con lo cual el presente quedaba destronado de la explicación histórica.

Esta deshistorización del presente constituye uno de los factores que más ayuda a entender la dificultad que se ha experimentado en los inicios del siglo XXI, cuando se ha querido brindar una visión panorámica de las principales coordenadas del mundo actual. Como resultado del desconcierto que este incomprendido presente ha suscitado entre los estudiosos, no ha sido extraño toparse con trabajos, en los cuales el mundo contemporáneo es definido como un caótico y desordenado

“ordenamiento”3, o como un mundo carente de sentido4. En suma, como concluyera Eric Hobsbawm, “el siglo finalizó con un desorden global de naturaleza poco clara, y sin ningún mecanismo para poner fin al desorden o mantenerlo controlado”5.

El problema, empero, no radica en el desorden o en la anomia que experimenta el mundo; más bien, el asunto consiste en que las ciencias sociales y, en particular, la historia, no han dilucidado las claves que permitan dar cuenta de la naturaleza de nuestro presente, no han podido esclarecer la historicidad que reviste nuestra contemporaneidad, el sentido que comporta, así como las principales coordenadas en las cuales se forja nuestra existencia.

En efecto, no se requiere de grandes esfuerzos para encontrar memorias del tiempo presente, pero difícil es hallar historias encaminadas a dilucidar esta contemporaneidad. Seguramente, el paso del tiempo terminará por subsumir las memorias dentro de la historia, sin embargo, la necesidad de acometer esta historización del presente y de las memorias constituye un ejercicio legítimo y necesario para conferirle a este mismo presente una densidad, de la cual todavía se encuentra privado. Por ello, en este trabajo me propongo brindar algunas indicaciones que permitan comprender el presente desde un punto de vista histórico, lo que implica reintegrar el presente dentro de las preocupaciones historiográficas, al tiempo que, puntualizar el sentido que entraña la contemporaneidad.

3 TODOROV, Tzvetan, El nuevo desorden mundial, Paidós, Barcelona, 2003.

4 LAÏDI, Zaki, Un mundo sin sentido, Fondo de Cultura Económica, México, 1997.

5 HOBSBAWM, Eric, Historia del Siglo XX, Crítica, Barcelona, 1997, p. 555.

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La contemporaneidad como presente histórico

Es bien sabido que en la historia, la periodización constituye una práctica compleja.

Periodizar no consiste sencillamente en inscribir un lapso temporal dentro de unos determinados marcos cronológicos o entre un par de acontecimientos. No.

Periodizar representa una valiosa herramienta heurística que, de un solo golpe, debe permitir capturar lo medular de un fenómeno, ya que tiene que reflejar las fuerzas estructurantes del asunto bajo observación. Si bien la periodización se expresa cronológicamente, lo que en realidad indica es una cadencia de tiempos históricos. Periodizar puede ser un asunto relativamente sencillo cuando se trabaja sobre períodos antiguos, pero otra es la situación cuando la pregunta que se formula es: ¿cómo se periodiza el presente? La complejidad puede ser mayor si se tiene en cuenta que este procedimiento consiste en inscribir las distintas fases y temporalidades, así como la totalidad de acontecimientos que sus fronteras cronológicas recubre, dentro de una cierta duración, la cual debe conferirle un sentido a todos ellos.

Para avanzar en la respuesta a este asunto, quiero recordar de entrada que, hace más de cuatro décadas, el historiador británico Geoffrey Barraclough, en un libro atrevido para los cánones académicos de la Europa de aquellos años, porque ponía en duda los ejes básicos de aquello que se entendía por historia mundial, argumentaba que el presente (al cual, él denominaba la historia contemporánea) emerge cuando los procesos que caracterizan el momento en el que se encuentra el observador, o sea, la actualidad más inmediata, asumen por primera vez una fisonomía más o menos clara6.

De la tesis sugerida por Barraclough se pueden realizar varias inferencias:

primero, que el presente comporta una duración y no representa un intervalo de tiempo breve, condenado a ser devorado por el pasado. Segundo, que la densidad y la extensión temporal del presente se desprende de aquellas dinámicas que singularizan la coyuntura histórica en la que se encuentra situado el observador.

Tercero, el presente no es coextensivo al de la vigencia de una generación, tal como usualmente ha sido entendida la historia del presente7, sino que se proyecta por el intervalo de tiempo que cubre un período desde el momento en que cobran forma aquellos problemas o dinámicas que son propios, inherentes y particulares de una determinada contemporaneidad con ella misma. Cuarto, el presente es duración, pero no constituye un lapso de tiempo determinado, rígido, convencional, como podrían ser los últimos cincuenta años, sino que su composición es variable y será cambiante en la medida que se vaya modificando la naturaleza de la actualidad más inmediata. Todo lo anterior me ha llevado a concluir que el presente dispone de una extensión de tiempo y que puede representarse como un presente histórico.

Para hacer inteligible la especificidad de este presente, se debe seguir el siguiente procedimiento: la explicación de la contemporaneidad arranca con el

6 BARRACLOUGH, Geoffrey, Guida alla storia contemporanea, Laterza, Bari, 2005.

7 ARÓSTEGUI, Julio, La historia vivida. Sobre la historia del presente, Alianza, Madrid, 2004.

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discernimiento de las regularidades de la coyuntura más actual. Enseguida, se realiza un reconocimiento retrospectivo de estas dinámicas hasta llegar a su fuente original (un futuro pasado) y, a partir de esas constataciones, se reconstruye la proyección temporal de estos procesos (un pasado futuro) hasta volver a la coyuntura en la que se encuentra situado el observador. Es decir, el presente histórico reconoce relaciones dinámicas entre aquellos procesos que la actualidad distingue como propios con unos orígenes, con un “ayer” germinal, que, con sus fulgores, catalizan la configuración de la contemporaneidad.

Valga señalar que el historiador Jean-François Sirinelli ha avanzado en la misma dirección que hemos venido sugiriendo, aun cuando su análisis se articula en torno a otro tipo de presupuestos. En un interesante artículo, Sirinelli sostenía que la trama del tiempo presente se diseña ejerciendo una actividad heurística sobre un segmento cronológico en continua extensión. Al igual que un campesino holandés, que arrebata terreno pantanoso al mar para una vez desecado dedicarlo al cultivo, el historiador debe polderizar las décadas recientes, las cuales el tiempo libera como tantas playas temporales nuevas para invertir. La historia del tiempo presente representa, de esta manera, la afirmación de un principio —la historia cercana no escapa al perímetro de investigación de la disciplina histórica—, y que este presente se ubica en una escala móvil de tiempo8.

Una vez que hemos llegado a este punto, podemos plantearnos un par de interrogantes: ¿cuándo surgió el presente histórico? y ¿en qué elementos se fundamenta?

el presente histórico y sus determinantes

En aras de la brevedad, la primera pregunta la responderé de manera escueta: el presente que nos ha correspondido vivir representa un intervalo de tiempo que se ha extendido a lo largo de las últimas cuatro décadas. Sus orígenes se remontan a finales de la década de los sesenta —simbolizado en el “año-acontecimiento”

de 1968— y se prolonga hasta el momento más actual9. Para los propósitos de este trabajo, más importante resulta explicar el problema principal que plantea el segundo interrogante, es decir, la determinación de los elementos que validan la existencia del presente histórico y le confieren coherencia e identidad de tiempo.

A nuestro modo de ver, este intervalo de tiempo conforma un período porque se conforma a partir de un conjunto de grandes procesos, los cuales, en su conjunto, han transformado la fisonomía del mundo contemporáneo.

El primero de estos elementos consiste en que durante estas décadas se ha asistido a una excepcional fase de globalización10, mucho más intensa y penetrante

8 SIRINELLI, Jean-François, “Réflexion sûr l’histoire et l’historiographie du XX siècle français” en Revue historique, nº 3, 2005, p. 620.

9 Para una explicación detallada de este argumento, véase, FAZIO VENGOA, Hugo, Los caracteres fundamentales del presente histórico (1968-2009), Uniandes, Bogotá, 2009.

10 FERGUSON, Nial, The Shock of the Global. The 1970s in perspective, Harvard University Press, Massachusetts, 2010; SASSEN, Saskia, Una sociología de la globalización, Katz Editores, Buenos Aires,

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que la experimentada en décadas anteriores. En efecto, si bien la globalización dispone seguramente de una dilatada densidad histórica11, ha sido propio de este período presente que este fenómeno se desenvuelva bajo tres modalidades, las cuales se retroalimentan entre sí: de una parte, la globalización se ha convertido en un proceso central que ha entrado a definir el contexto histórico en el cual tienen lugar las actividades humanas contemporáneas. Se expresa como un telón de fondo porque un rasgo distintivo de la época que nos ha correspondido vivir consiste en que toda la población del planeta ha empezado a compartir un mismo horizonte espacio temporal, lo cual sugiere, además, que el mundo por vez primera se ha transformado en una categoría histórica. De la otra, la globalización se ha convertido en un conjunto de dinámicas y prácticas, en las cuales se expresan y realizan muchos de los cambios que se despliegan en los distintos ámbitos sociales12. Por último, pero no por ello menos importante, la globalización se ha convertido en una valiosa forma de representación y de entendimiento del mundo;

para un número cada vez mayor de personas, es un referente para su actuación, orientación y pensamiento13.

La intensificación de este tipo de tendencias tuvo como corolario el desfogue de dinámicas que han transformado las formas usuales de actuación de los estados-nación y, consecuentemente, promovió y destacó novedosas formas de interpenetración, varias de las cuales trascienden las dimensiones estatales y nacionales. Donde mejor se ha podido visualizar esta actuación ha sido en el campo de lo internacional, puesto que la globalización ha entrañado la degradación, mas no la desaparición, de aquel anillo intermedio (la dimensión estatal) que antes mantenía a distancia lo global de lo local y viceversa14. Hoy por hoy, ha ido ganando fuerza la idea de que la globalización se expresa de manera glocalizada15, incluso en el ámbito internacional, pues constituye un proceso que realza la compenetración transversal entre distintos factores.

El segundo elemento, en parte propiciado por el anterior, es que estas décadas comparten un mismo régimen de historicidad. Este régimen puede entenderse como la expresión de un orden dominante de tiempo de acuerdo con la estructura sociocultural preponderante en un momento en cuestión. El historiador François Hartog, quien ha trabajado prolíficamente sobre el tema y que puede ser considerado como uno de los principales intérpretes de este concepto, ha sugerido que este régimen debe entenderse como “los diferentes modos de articulación de las categorías del pasado, el presente y el futuro. Según se ponga el acento principal en el pasado, el futuro o el presente, el orden del tiempo será distinto”.

2007.

11 OSTERHAMMEL, Jürgen y PETERSSON, Niels, Storia della globalizazzione, Il Mulino, Boloña, 2005; STEARNS, Peter N., Globalization in World History, Routledge, Londres, 2010.

12 FAZIO VENGOA, Hugo, La globalización. Contenido, explicación y representación, Ediciones Uniandes, Bogotá, 2011.

13 LAÏDI, Zaki, La grande perturbation, Flammarion, París, 2004.

14 MARRAMAO, Giacomo, Pasaje a Occidente. Filosofía y globalización, Katz, Buenos Aires, 2006.

15 ROBERTSON, Roland, Globalization, Sage, Londres, 1992.

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Señala el mencionado académico que el régimen de historicidad no constituye una realidad totalmente realizada, ni tampoco es en un esquema teórico; más bien debe entenderse como una herramienta heurística16 para indagar la actitud de las sociedades o individuos frente al tiempo y a la historia. Digamos de pasada que el hecho de definirlo como un régimen obedece a que el tiempo histórico es heterogéneo, comporta gradaciones, entraña contestaciones y es susceptible de numerosas gradaciones17.

El régimen de historicidad actual, a juicio del mencionado historiador, se caracteriza, en sus rasgos fundamentales, por una mayor ascendencia y densidad del presente sobre los otros registros temporales18. Es decir, durante este presente se ha asistido a un inédito esquema de tiempo bajo el predominio de la condición presente, con un porvenir cerrado y un pasado que es revisitado en función del mismo presente.

A esta categoría hartogiana quisiéramos agregarle el adjetivo global, debido a que sólo durante este presente se ha asistido a la emergencia de un horizonte espacio temporal compartido, razón por la cual puede sostenerse que se ha convertido en un fenómeno mundial, el cual, en tanto que régimen, incluye una amplia gama de elementos de sincronía y diacronía, con dilatados encadenamientos temporales en torno al presente. Para evitar posibles equívocos digamos que cuando se afirma que el presente actúa como fuerza gravitacional, ello es muy distinto del presentismo, aquella ideología que, en su momento, intentó popularizar Francis Fukuyama con su polémica tesis sobre el fin de la historia.

El tercer elemento sistémico de este presente histórico se puede visualizar en el siguiente hecho: cada vez es menor el número de analistas que emplea el concepto de modernidad a secas, es decir, sin algún tipo de adjetivos o acompañamientos. Un rápido repaso de la literatura especializada demuestra que se ha vuelto corriente encontrarse con expresiones tales como múltiples modernidades, segunda modernidad, modernidad clásica, modernidad global, modernidad-mundo, modernidad entangled, etcétera.

Todo parece indicar que fue Shalini Randeria quien, por primera vez, utilizó la expresión entangled history of modernities, proposición de la cual se valió para sostener la tesis de que la creación y el desarrollo del mundo moderno debía ser conceptualizado como una historia compartida. En una entangled history, las diferentes culturas y sociedades comparten un número de experiencias y, a través de sus interacciones e interdependencias habituales, fueron forjando el mundo

16 HARTOG, François, “Tiempo(s) e historia(s): de la historia universal a la historia global” en Revista Anthropos¸ nº 223, 2009.

17 LENCLUND, Gérard , “Traversées dans le temps” en Annales. Histoire et Sciences Sociales, nº 5, 2006, p. 1069.

18 HARTOG, François, Régimes d’historicité. Présentisme et expériences du temps, Seuil, París, 2003.

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moderno19.

En analogía con la tesis de Hartog, podríamos decir que una de las grandes transformaciones de este presente histórico se ha presentado en el régimen de modernidad, a través de la transmutación de la anterior modernidad clásica por unas modernidades entramadas (entangled), situación nueva que ratifica la existencia de numerosos entrecruzamientos que registran las diferentes experiencias históricas, con variadas superposiciones, las que, en su conjunto, van definiendo el sentido y la direccionalidad que ha venido adquiriendo la modernidad global en el mundo. No está de más reiterar que, en su naturaleza intrínseca, unas modernidades entramadas no pueden realizarse en la localidad ni pueden ser regionales o nacionales, pues no se encuentran territorializadas de manera unívoca; por el contrario, sólo pueden realizarse en la globalidad. Ello, empero, no significa que todas participen por igual y que dispongan del mismo peso y trayectoria. Algunas siguen ceñidas a una dimensión espacial, mientras que otras se reproducen en la temporalidad, lo que permite la mayor expansión de las segundas que las primeras.

Por último, como expresión de todo lo anterior, se puede sostener que la historia universal de corte tradicional ha cedido el terreno a una naciente historia global. Por historia global entiendo la sincronización y el encadenamiento que registran las disímiles trayectorias históricas, las cuales entran en sincronicidad, resonancia y retroalimentación. No ahondaremos por el momento sobre este punto, pues tendremos ocasión de exponerlo con cierto detalle más adelante.

En síntesis, estas tendencias inherentes a nuestra inmediatez, entre las cuales destacan la dilatación del presente, la transformación del mundo en una categoría histórica, la renegociación de los vínculos de las sociedades actuales con el tiempo, el advenimiento de un nuevo régimen de historicidad, la intensificación de las sincronías y de las diacronías dentro de los confines de una historia global, establecen la filiación entre un ayer, momento en el cual emergieron estas tendencias (finales de la década de los sesenta), y la actualidad más inmediata.

Un elemento que conviene destacar es que, en el fondo, todas estas dinámicas comparten el hecho de evidenciar importantes recomposiciones que han tenido lugar en las coordenadas temporales y espaciales. En efecto, se observa que una nueva métrica se encuentra en el trasfondo de todas ellas. Es bien sabido que la globalización, en cualquiera de las acepciones corrientes del término, entraña superación de las fronteras, mayor proximidad, conectividad y simultaneidad. Es decir, la globalización ha puesto al descubierto nuevas experiencias espaciales (acercamiento, dilatación, recomposición de los espacios) y temporales (sincronicidad, simultaneidad y acentuación e intensificación de las experiencias diacrónicas, aquello que Reinhart Koselleck ha denominado los espacios de

19 RANDERIA, Shalini, “Entangled histories of uneven modernities. Civil society, caste councils, and legal pluralism in postcolonial India” en HAUPT, Heinz-Gerhard y KOCKA, Jürgen (eds.), Comparative and Transnational History. Central European Approaches and New Perspectives, Berghhahn Books, Nueva York, 2009, p. 80.

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