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La Siempreviva

In document Teatro colombiano en el siglo XX (página 119-124)

3. Nuevo Teatro Colombiano

3.7. La Siempreviva

JoeBroderick (intelectual de origen australiano que vive hace más de cuarenta y cinco años en Colombia, autor de varios libros, entre ellos: Camilo, el cura guerrillero), hace esta breve reseña de las motivaciones de Miguel Torres al escribir La Siempreviva:

El 6 de noviembre de 1985 Miguel Torres andaba cerca de la Plaza de Bolívar cuando los tanques del Ejército iniciaron su embestida contra el Palacio de Justicia, que había caído en manos de un grupo de guerrilleros. Vio cómo los militares bombardearon el edificio hasta producir su total destrucción, dejando carbonizados e irreconocibles los cuerpos de sus ocupantes, incluyendo el del presidente de la Corte Suprema igual que a los de la casi totalidad de sus miembros.

Al día siguiente, cuenta el dramaturgo, al ver que del Palacio solo habían quedado “sangre y cenizas”, resolvió que en algún momento “haría algo sobre la tragedia”. El resultado fue esta extraordinaria pieza para el teatro: La siempreviva.

Sobraban elementos para un drama. Otro autor habría situado su obra dentro del mismo Palacio. Tal vez en el despacho del presidente de la Corte quien, en medio de crecientes llamaradas y bajo la amenaza de un fusil guerrillero, clamaba

115 desesperadamente por un cese al fuego. O en el estrecho baño del segundo piso donde docenas de empleados se apeñuscaban aterrados como en una ratonera mientras los cañonazos abrían grandes boquetes en el techo encima de sus cabezas. Pero Torres sorprendió con un escenario en apariencia mucho menos dramático: una vieja casa de inquilinato a unas cuadras de la Plaza de Bolívar. Los personajes que la habitan son tan familiares que al inicio el espectador se siente ante una obra costumbrista. Hasta cuando empiezan a sonar los ominosos noticieros transmitidos por un radio puesto sobre una repisa en el centro del corredor. La acción se centra en la hija de la casa quien, recién graduada de abogada, solo ha conseguido trabajo temporal de mesera en una cafetería. Pero no en cualquier cafetería, sino en la del Palacio, donde prontamente va a ser desaparecida junto con sus compañeros.

Al situarnos entre gente del común, La siempreviva nos hace ver –más que ver, sentir– cómo fuimos afectados todos por aquella barbarie, tal vez la más horrenda atrocidad perpetrada en la historia del país como espectáculo público, y en pleno centro de la capital. Imposible no identificarnos con el dolor de la madre enloquecida por el cruel destino de su hija. Y con el de los pobres inquilinos que, al final de la obra, nos miran a través de los postigos de la casa. Golpean contra los vidrios con angustia. Nos quieren decir algo. Pero no pueden. Son meros fantasmas. Han sido desaparecidos y asesinados. Si no en este mismo holocausto, en algún otro. Igual que nosotros, tal vez, los mudos espectadores del drama(Revista Arcadia 100, 2014)

Otro ejemplo del teatro de violencia: La Siempreviva de Miguel Torres, director del Teatro El Local. Una de las obras para no olvidar. Escasamente a un año de ser estrenada en la vieja casona del barrio La Candelaria, sede del prestigioso grupo bogotano, el periódico El Tiempo convocó a una función de la obra donde los espectadores serían las víctimas del holocausto del Palacio de Justicia, ex militantes del grupo guerrillero M-19 y otros personajes de la vida nacional. La presentación se realizó un 11 de junio de 1995. Torres se inspiraría en Cristina del Pilar Guarín, una de las desaparecidas en los hechos violentos ocurridos el 8 y 9 de noviembre de 1985. Y ¡vaya noticia!, sólo después de 30 años, hallaron sus restos mortales.

116 En la nota periodística está el sorprendente relato de José Guarín, padre de Cristina del Pilar, hecho unos minutos después de haber concluido la función:

Anduve en todas las guarniciones y conocí las cuevas del Sacromonte en Facatativá donde existen unos laberintos bajo tierra y donde llega la luz por tubos. Conocí ese frenocomio militar donde busqué a mi hija. Encontré 16 camas desarmadas. Allí había sanitarios sin tanques para poner las cabezas de los torturados. Cometí el error de aceptarle a un coronel que me dijo hacia allá no vaya que está minado con dinamita. Estoy seguro que allí estaba mi hija y estaban los desaparecidos. Eso, tristemente existe en Colombia.

La función de esa noche no la puede ver. Aunque la he presenciado varias veces. Pero quienes asistieron me contaron que muchos salieron estremecidos con llanto en los ojos. Ese es el gran misterio y poder del arte: hacerte sentir cosas sin ponerte un dedo encima. Así lo pensaba el entrañable poeta uruguayo, Mario Benedetti. De esa forma lo ha entendido el grueso de creadores de nuestro teatro. Quizá aprendiendo el legado de los grandes trágicos: Sófocles con su obra perfecta Edipo Rey o Eurípides con Hipólito. La dramaturgia colombiana contiene un sinnúmero de ejemplos: obras que tocan el corazón de los espectadores.

A lo mejor entramos en aproximación a las teorías del teatro que planteaba AntoninArtaud. En 1931 el autor de El teatro y su doble consigue presenciar una compañía de Teatro Balinés. Desde esa experiencia que reaviva su pasión por el teatro de Oriente, comenzará su concepción sobre el teatro de la crueldad. Refiriéndose a un teatro que brinde un espectáculo total, como el de los balineses. Ya no visto el teatro como una expresión de sentimientos, sino de estados espirituales.

La obra está bien estructurada y construye una fábula sólida que tiene como asunto los hechos trágicos del Palacio de Justicia. Torres incluye un locutor que va narrando los acontecimientos del país en orden cronológico, recogiendo la voz de uno de los narradores más experimentados y estimados por la audiencia de ese entonces: Juan Gossaín. La radio se vuelve entonces protagonista de la acción. A la mejor manera del teatro documental, el dramaturgo de La Siempreviva se argumenta de las tesis de Peter Weiss, para dar vida a una de las obras emblemáticas del siglo XX, junto con Guadalupe Años Sin Cuenta del Teatro La Candelaria y I Took Panamá del Teatro Popular de Bogotá. En esta última, Luis Alberto García introduce el personaje de un historiador, quien en los momentos virtuosos de la obra, lo interpretó el

117 reconocido actor, Edgardo Román. En la obra de La Candelaria, los Corridos en buena parte vienen a desarrollar el hilo narrativo.

Revisemos algunos apartes del Locutor:

- Bogotá, Julio 1. La iglesia colombiana denunció la expansión de la guerrilla en el país, la acusó de haber empleado la tregua para armarse y pidió a las autoridades civiles actuar ante ellas con más firmeza […] La asamblea de la Conferencia Episcopal deploró la oleada de violencia que sacude al país, y anunció que la próxima semana habrá una evaluación profunda del proceso de paz. (Torres,1990,p. 206).

- Bogotá, agosto 6. El gobierno nacional condicionó ayer la reanudación del diálogo de paz con el M-19, a la suspensión total de su actividad militar y a la definición de temas específicos sobre los cuales se adelantarían las conversaciones con el movimiento guerrillero. Celebraron, las comisiones, el interés de las FARC de integrarse al proceso por su peso de conjunto de la guerrilla (p.209).

- Atención, urgente, Cali, agosto 28. El miembro del comando superior del M-19, Iván Marino Ospina, murió hoy junto con sus guardaespaldas durante un prolongado enfrentamiento, en plena zona urbana de Cali […] Ospina fue, hasta hace poco, el máximo dirigente del M-19 tras la desaparición de Jaime BatemanCayón (p. 213).

Cuando Sergio y Victoria discuten airadamente en su habitación por celos, se escucha en el radio la noticia que dará comienzo a la tensión dramática:

.- Atención, Bogotá. Las autoridades de seguridad del estado detectaron un plan para tomarse el Palacio de Justicia al hallar en poder de unos guerrilleros capturados precisos sobre el funcionamiento de esa edificación donde funciona la Corte Suprema de Justicia y el Concejo de Estado(p. 219).

La segunda parte, léase segundo acto, comienza con sonidos de disparos y la llegada de Carlos de la calle trayendo un radio transistor en las manos:

Carlos: ¡La guerrilla se tomó el Palacio de Justicia! (p. 232).

- […]El presidente de la Corte (Alfonso Reyes Echandía) lanzaba por la radio un llamado angustioso de cese al fuego.

- El presidente Batancur mantiene contacto permanente con las autoridades militares que se encuentran al frente de las operaciones que se cumplen en el Palacio de

118 Justicia. La situación actual es la siguiente: Primero: terminó el incendio que semidestruyó el Palacio de Justicia. Segundo: en su interior se encuentran varios magistrados retenidos por un grupo no determinado de guerrilleros. Tercero: el gobierno notifica que no negociará con los guerrilleros. Se garantiza el respeto a la vida de los asaltantes y un juicio justo. Cuarto: se pide a los guerrilleros que se rindan y desistan de su inútil riesgo de sacrificio (p. 239).

La parte tercera, o acto tercero, da inicio con otra noticia tan trágica y dolorosa como la del segmento segundo. Juntándose dos acontecimientos en una sola semana, quizá la más aciaga de la historia de Colombia.

- Un aluvión gigantesco, que nació en las faldas del volcán Nevado del Ruiz, se desprendió hacia las cuencas de varios ríos de Caldas y el Tolima sepultando a unas veinticinco mil personas, arrasando la economía de una vasta región y dejando a millares de colombianos en la más completa miseria, sin otro patrimonio que su propia vida (p. 244).

Después vendrán los diálogos angustiosos de Lucía, Humberto y Espitia, sobre la suerte de Julieta:

Lucía: Tiene que estar viva.

Humberto: No, mamá. Si estuviera viva ya la habíamos encontrado. Lucía: Y si estuviera muerta también (p. 244)

Luego conoceremos los pronunciamientos del Procurador y las investigaciones un año después de los funestos sucesos:

- Graves y preocupantes interrogantes surgieron ayer al conocerse la noticia de que el procurador general de la nación pedirá a la Cámara de Representantes juzgar al presidente Betancur por su presunta responsabilidad en los hechos relacionados con el criminal asalto al Palacio de Justicia, llevado a cabo por el M-19 en noviembre pasado (p.250).

119 .- Casi un año después de la acción del M-19, de los días 6 y 7 de noviembre, hay muchos interrogantes por despejar. Hubo 103 víctimas, hay 11 personas desparecidas, murió más del 86 por ciento de los integrantes de la Corte Suprema de Justicia, no hay detenciones ni órdenes de captura (p. 272).

Ya casi al cierre de la obra, a la manera shakespeareana, que el autor isabelino se sirve de Esquilo en Los Persas, cuando emerge de las sombras el fantasma de Dario, aparece Julieta espectral:

Julieta: Quiero que me lave el pelo.

Y su madre Lucía, en medio de sus alucinaciones, grita a los vientos:

Lucía: ¡Julieta no está muerta! ¡Nunca ha estado muerta! ¡Julieta no está muerta! ¡Julieta no está muerta! ¡Julieta no está muerta!

In document Teatro colombiano en el siglo XX (página 119-124)

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