Breve cronología del M-19
1.2. De la centralidad de la violencia
1.2.2. La violencia: construcción o destrucción de nación
74 la paradoja: democracia-violencia. En Colombia ni todo es democracia ni todo es violencia, y se trata de desentrañar esa rara mezcla.
En la historia colombiana es inevitable abordar y reconocer el papel de la violencia y la guerra. Sin embargo, la centralidad que se da a las guerras se convierte en categoría central de la historia y tiende a conducir a miradas reduccionistas y deterministas. Considero que, aún desde una postura de noviolencia y de paz, se requiere comprender la guerra y la violencia no sólo como factores de destrucción, sino de configuración de la nación colombiana. Pero además, reconocer que la violencia no es la única categoría con la que podemos interpretar la historia. Eso es lo que pretendo hacer: reconocer esa realidad histórica, pero a la vez comenzar a discutir esa enorme centralidad que ocupa la violencia en la lectura de la historia.
75 Sin embargo, afirmar que la historia de Colombia del Siglo XIX fue de guerras civiles, es una verdad a medias. Luis Javier Ortiz, historiador estudioso de las guerras civiles del Siglo XIX, dice:
“La guerra no es una realidad omnipresente.”90
“La guerra no llega a todos los lugares y si bien las comunidades que habitan sus mares, y algunos ríos y selvas, parecieran estar completamente ausentes de la guerra, sin embargo, son notorias las participaciones de poblaciones y comunidades negras e indígenas en las guerras civiles, hasta la de los Mil Días, solo que en cada caso en necesario precisar qué territorios habitan…”91
Eduardo Posada Carbó llama la atención sobre la “inflación de guerras y revoluciones”92, y propone una labor selectiva del historiador en la definición de la naturaleza y dimensión de los conflictos. Propone un uso no indiscriminado de esos términos. En el mismo sentido Carlos Malamud, profesor argentino en el Instituto Ortega y Gasset en Madrid, en una charla que presenté sobre paz y guerra en Colombia, me llamó la atención sobre la manera cómo los colombianos sobredimensionamos nuestra propia violencia, y en esa medida la ayudamos a magnificar y reproducir. Sin negar las dimensiones de la violencia, sería muy interesante hacer una lectura complementaria de los lugares de la no-guerra en la historia colombiana, como una manera de dar realce a una paz, no entendida como desenlace necesario y fin último de la guerra, sino una realidad tangible, aunque menos visibilizada por la historia. Este es un llamado de atención para un enfoque que desmitifique y desesquematice las guerras del siglo XIX y sus actores, y que, si bien les otorga un lugar primordial en la historia política, no las erige en patología y personaje mítico con vida propia.
Por lo general, poco se miran los acuerdos que surgían durante las guerras en los siglos XIX y parte del XX se resolvían por la vía armada, que van dejando un rastro de las paces, parciales,
90 Luis Javier. “Guerras civiles e Iglesia Católica en Colombia en la segunda mitad del siglo XIX”. En Ganarse el cielo defendiendo la religión. Guerras civiles en Colombia, 1840-1902. Grupo de investigación RELIGION, CULTURA Y SOCIEDAD “Guerras civiles, religiones y religiosidades en Colombia, 1840-1902”. Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín, Bogotá, 2005, p.58
91 Ibíd., p.55
92 Eduardo Posada Carbó. “Las guerras civiles el siglo XIX en la América Hispánica.” En SANCHEZ, Gonzalo;
AGUILERA, Mario. Memoria de un país en guerra. Los Mil Días: 1899-1902. IEPRI Editorial Planeta. Bogotá, 2001 p. 62.
76 temporales o imperfectas, que es importante identificar si se quiere reconocer las guerras como constitutivas de la República en Colombia, y no sólo como lastre y herencia maldita.
En Colombia hubo 9 guerras civiles en el Siglo XIX , aunque hay autores que afirman que hubo más93, sin contar las 14 revueltas internas de los estados federales, guerras civiles regionales entre estados o con el poder central. Cuando se habla de la conformación de la nación, resulta evidente cómo se fue configurando el poder: las facciones excluidas del poder lo han recuperado mediante confrontaciones armadas: es la historia de los partidos y sectores dominantes tradicionales durante todo el siglo XIX, y parte del XX.
Luis Javier Ortiz, historiador colombiano que se centra sobre todo en el siglo XIX, invita a una mirada ecléctica que supere lecturas unidimensionales y bipolares de la guerra del siglo XIX, y nos ayuda a humanizar y ver el papel múltiple y paradójico que cumple este fenómeno en la historia colombiana del siglo XIX, incluso en el siglo XX.
Se recoge acá solamente la síntesis de lo que considera Luis Javier Ortiz son los resultados y el papel que jugó la guerra durante el siglo XIX:
“Grosso modo, en el caso colombiano, la guerra desempeñó un papel múltiple, generó instituciones y rompió lazos amistosos y corporativos, formó Estado, cohesionó grupos y sectores de la sociedad, excluyó a otros, mejoró logísticamente el ejército, produjo ascenso social, afectó negativamente el desarrollo económico, creó lazos de identidad nacional y a través de los partidos, la Iglesia,… familias, ejército, clientelas, relaciones de parentesco, asoció y polarizó en bandos a los colombianos: no creó suficiente presencia estatal ni suficiente legitimidad. Polarizó a las gentes… mantuvo un imaginario monista y autoritario que hizo lento el proceso de secularización de la sociedad.”94
Hemos tenido una visión bastante esquemática de las guerras civiles, estableciendo bandos bipolares, explicaciones sociales y económicas deterministas. Esta visión se supera cuando Ortiz se detiene a mirar cómo se desarrollan las guerras civiles del Siglo XIX; a ver de manera concreta cómo las guerras afectaron la vida de la población, cómo se articulan con las dinámicas políticas y sociales, cómo juegan la Iglesia y sus miembros de manera paradójica; a
93 VALENCIA VILLA, Hernando. Cartas de batalla. Universidad Nacional de Colombia. Bogotá, 1987.
94 ORTIZ, Luis Javier. Op.cit., p. 54
77 reconocer una forma de lucha que no es un invento del siglo XX, como es la guerra de guerrillas, en el marco de una guerra civil. O nos convoca a una mirada desprevenida frente a fenómenos como ejércitos y guerra de guerrillas tanto liberal como de corte conservador, como dice en “Fusiles y Plegarias”95:
“Tradicionalmente se ha pensado que las guerrillas fueron en Hispanoamérica más proclives a la militancia liberal; sin embargo, hemos encontrado el caso de la guerra de 1876-1877, en el cual la guerra de guerrillas fue utilizada por diversos grupos sociales conservadores de distintos modos, como forma de lucha, ascenso social y político, acceso a la ciudadanía, reacción frente al adversario, resistencia social, afirmación de tradiciones culturales y como modalidad de participación política bajo formas religiosas, militares y económicas colectivas e individuales.”96
Este abordaje demuestra que los enfrentamientos bélicos, sean en las regiones del Tolima, Cauca, Cundinamarca, Santander, Nariño, Boyacá, o Antioquia, son una lucha en todo momento inscrita y fundamentada en posturas y motivaciones políticas concretas. Es esto lo que le da el carácter de guerra o guerra civil la confrontación armada, sustentado en el clásico planteamiento de Clausewitz: “la guerra no es solamente un acto político, sino un verdadero instrumento político, una continuación de la actividad política, una realización de la misma por otros medios“97 Y, en el marco del pensamiento de Clausewitz, una guerra que implica la existencia de Estados, intereses de Estado y de cálculos racionales a propósito de cómo se deben lograr. “El principio acordaba el respeto a la ética prevaleciente – de absoluta soberanía, atenta diplomacia y tratados legalmente vinculantes - a la par que daba margen al imperioso principio de los intereses del Estado… la guerra tenía un principio y un fin.”98
Como dice Ortiz:
“Si la guerra ha sido vista como destrucción, ella es al mismo tiempo construcción, dada su dinámica dialéctica y de doble vía, incluso como fiesta de la muerte y de la vida.
Nuestra manera de entender la guerra como factor constructivo se desprende de estudios como los de Fernand Braudel, Charles Tilly y Bertolt Brecht… La guerra como fuerza creadora actúa sobre la vida de los hombres y mujeres… Como formidable y perpetua
95 ORTIZ, Luis Javier. Fusiles y plegarias. Guerra de guerrillas en Cundinamarca, Boyacá y Santander, 1876-1877. Universidad Nacional de Colombia -Sede Medellín-DIME. Las Carreta Editores E.U. Medellín, 2004
96Op.cit., pp. 16-17
97 Enciclopedia de Paz y Conflictos. Instituto de la Paz y los Conflictos. Universidad de Granada. Granada, 2004.
98 KEEGAN, John. Historia de la guerra. Planeta. Barcelona.1995, pp.23-24
78 conmoción de la vida humana, marca ritmos y estaciones, abre y cierra las pesadas puertas del tiempo. …Las guerras forjan estados y viceversa… Colombia es en buena medida, resultado de la guerra.99
O en palabras de Gonzalo Sánchez100: “La guerra en Colombia durante el siglo XIX no es negación o sustituto, sino prolongación de las relaciones políticas. La guerra, podría decirse, es el camino más corto para llegar a la política.”
Frente a la manera como se han tratado los actores armados que ponen en evidencia las tensiones y fragmentaciones de la sociedad colombiana, el historiador Fernán González propone “tratar de sortear la otra cara de la moneda”: mostrar cómo los conflictos del país a lo largo de su historia articulan las poblaciones y territorios en relaciones conflictivas, que desembocan paulatinamente en un proceso complejo y difícil de construcción de Estado: El conflicto armado “había representado, de cierto modo, un movimiento centrípeto encaminado a la integración gradual de nuevos territorios y sus poblaciones al conjunto nacional. Por otra parte, el ejemplo de otros desarrollos históricos de Occidente nos muestra el grado de conflictividad y de violencia que revistieron los procesos que hoy denominamos ‘en cómoda mirada retrospectiva´, la construcción de los estados nacionales.”101
“Por eso, la mirada de corto plazo que evidencia la fragmentación producida por el conflicto armado reciente tiene que ser complementada con la visión de largo y mediano plazo que permita enmarcarlo en el contexto del desarrollo del estado nacional en Colombia. Ese contexto muestra la manera como se van poblando las diferentes regiones del país y el modo como sus respetivas poblaciones se van articulando gradualmente a la vida política, económica y cultural de la nación. En esa articulación han jugado un importante papel las redes de poderes locales y regionales del bipartidismo, con sus suprarregionales referentes culturales de identidad y pertenencia, hasta tiempos recientes, cuando esta capacidad de articulación hace crisis frente a los rápidos y profundos cambios de la sociedad colombiana a partir de la segunda mitad del siglo XX. “102
99 ORTIZ, Luis Javier. “Guerras civiles e Iglesia Católica en Colombia en la segunda mitad del siglo XIX”. En Ganarse el cielo defendiendo la religión. Guerras civiles en Colombia, 1840-1902. Grupo de investigación RELIGION, CULTURA Y SOCIEDAD “Guerras civiles, religiones y religiosidades en Colombia, 1840-1902”.
Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín, Bogotá, 2005, pp. 50-51.
100 SÁNCHEZ, Gonzalo. Guerra y política en la sociedad colombiana. El Áncora Editores, Bogotá, 1991, p.17
101 GONZALEZ, Fernán E, BOLIVAR, Ingrid J., VAZQUEZ, Teófilo. Violencia política en Colombia. De la nación fragmentada a la construcción del Estado. CINEP. Bogotá, 2003, p. 11.
102Ibíd.
79 Esta postura se reafirma aún más con el estudio de María Teresa Uribe Hincapié y Liliana María López Lopera, Las Palabras de la Guerra103, que muestran cómo los lenguajes políticos, el discurso, las narraciones, cumplen un papel legitimador fundamental en las guerras, o en la construcción de la “situación prebélica”104 cuyo “despliegue tiene que ver con la guerra misma, con la guerra como acción, con sus lógicas y sus gramáticas” porque “la guerra como acción, los acontecimientos que ocurren día a día, su despliegue en el tiempo y el espacio, requieren de una narración y de nuevas justificaciones, explicaciones y argumentaciones.” Es lo que podríamos denominar la justificación cultural y la épica producto de la guerra, que no excluye reconocer la tragedia ni discutir su justeza.
El punto de partida de estas autoras es desarrollar el concepto de “guerra civil” como el enfrentamiento de ciudadanos de la misma comunidad política, dos o más fuerzas en la contienda, una de las cuales es un ejército regular u oficial105; y ahondar en la tesis del carácter profundamente político de las guerras del siglo XIX:
“En las guerras civiles del siglo XIX en Colombia se conjugaron y articularon, permanentemente, el lenguaje de la virtud, el lenguaje de los derechos, el lenguaje de la identidad y el lenguaje de la guerra, Los actores públicos de las guerras civiles no fueron ajenos a los debates en torno al problema de la libertad, los derechos, la ciudadanía y la soberanía y, tampoco, a las discusiones sobre la justificación, negociación o proscripción de la guerra, pues estar en la guerra suponía pensar la guerra, delimitarla, definirla, nombrarla, evaluar sus significados, verdades y mentiras.
En este sentido, es posible afirmar que el lenguaje de la guerra, que apelaba permanentemente a la definición del carácter del enemigo, estuvo presente en el discurso de justificación que intentaba acotar la guerra, para que pudiera encajar dentro de los patrones de “honor militar” y cortesía caballeresca, presentes en la mentalidad de las élites guerreras.”106
Las guerras civiles del siglo XIX fueron guerras en las cuales se buscaba definir la estructura del Estado, la relación de éste con la población que lo constituye, los
103 URIBE HINCAPIÉ, María Teresa; LÓPEZ LOPERA, Liliana María. Las Palabras de la Guerra. Instituto de Estudios Políticos universidad de Antioquia, Corporación Región. La Carreta Editores E.U. Medellín, 2006
104Ibíd., p. 19
105Ibíd., p. 32
106Ibíd., p. 40
80 protagonistas principales de la comunidad política concreta, los límites de la lucha política dentro del Estado y los parámetros de inclusión y exclusión de cada comunidad política. 107
Además, según estas autoras, la guerra es una acción, definida en un tiempo y un espacio:
“Las guerras civiles del siglo XIX colombiano no aluden necesariamente a la permanencia de un conflicto armado abierto, directo y continuo.”108
Si bien no es el tema central de este trabajo, vale la pena agregar que las guerras del Siglo XIX delinearon, en mucho, no tanto los derechos y lo citado por estas autoras, sino los actuales departamentos, que eran a su vez, haciendas y “fincas” de los grandes terratenientes de esas regiones que desde la Colonia se habían hecho a esas tierras. Entre otras posibles causas. Incluso, a la gente no les gustaba ir a la guerra, se emborrachaban o los emborrachaban para ir a la guerra, no iban como soldados sino como peones y hasta esclavos, aunque luego en los tratados y en la historia, pasan a ser soldados al servicio de cualquier caudillo local.
La guerra es entonces partera de nuestro país, motor de la historia. Es una guerra con sentido y razones, no sólo como argumento de los bandos, sino en su conjunto en la conformación de la nación, a la cual se reconocen sus logros, sus excesos y su tragedia. ¿Pero hasta cuándo?
Los colombianos tendemos a decir que somos únicos y somos los únicos con una historia de violencia continua, y atamos esta afirmación a la creencia de la violencia como un pecado original nacional, como una condena y un destino, del cual, en consecuencia difícilmente podemos escapar y que nos da razones para nuevas violencias, insuperables. Sin embargo, conviene mirar, sobre todo en el siglo XIX y comienzos del XX, que el paso a la modernidad y a la conformación de los Estados– en otros países en esa misma época, no son precisamente historias de paz.109 Es una tendencia que la guerra ayuda a definir el “nosotros “, la patria, y el
107Ibíd., 45
108Ibíd., p. 41
109 En España hubo cuatro guerras civiles y además las guerras de Cuba y Marruecos. En Francia, al menos tres guerras civiles y revoluciones de 1789, 1830, 1848, 1870. Alemania tampoco se escapa: además de la revolución liberal de 1848, están las tres guerras de la unificación alemana (1864, 1866, 1870/71), o
“revoluciones desde arriba”: guerra y separación del Imperio Austriaco y la guerra con Francia, pasos previos
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“ellos”, no excluyen guerras de religión, que por lo general son guerras civiles o guerras entre civiles.