• No se han encontrado resultados

Las distinciones morales y el sentido moral.

In document 03 06 Copleston Hume (página 52-70)

El que no exista ninguna clase de distinciones morales es una opi- nión que no concuerda con la experiencia, el sentido común y la razón. "Por muy grande que sea la sensibilidad de un hombre, no tiene más remedio que verse afectado a menudo por las imágenes del Bien y el Mal, y por muchos que sean sus prejuicios, no tiene por menos que observar en los demás impresiones semejantes." Pero si bien todo el mundo hace tales distinciones, lo que es susceptible de ser discutido es precisamente la base de las mismas. ¿Se fundan, como creen muchos, en la razón, de forma que son las mismas para todos los seres racionales, o se fundan, como afirman otros, en el sentido moral o sentimiento, de manera que forman parte "de la materia especial y la constitución de los humanos"? Hay argumentos en favor de ambas teorías. Por un lado puede decirse que tanto en la vida ordinaria como en el campo filosófico se dan a menudo las controversias sobre el bien y el mal, lo justo y lo injusto, produciéndose en ambos casos razones a favor de sus distintos puntos de vista. ¿Y cómo pueden darse tales discusiones y aceptarse como procedimientos normales y sensatos a menos que tales distinciones se derivaran de la razón? Por otra parte, se puede argüir que la esencia de la virtud es ser amable o agradable y la del vicio ser odioso. En ese caso, el atributo de tales epítetos ha de constituir la expresión de los afectos y los sentimientos que tienen su raíz, ambos, en la constitución del hombre. Además, la finalidad u objetivo del razonamiento moral es la acción, el cumplimiento del deber. Pero la razón solamente no puede promover la acción; son las pasiones y los afectos el origen de la conducta.

Ya hemos visto en la sección precedente que, según Hume, la razón por sí misma no puede afectar a la conducta y que son las pasiones o los afectos las fuentes principales de la acción. Parece ser, por lo tanto, que Hume se adscribe a la segunda teoría, es decir a la teoría del sentido moral o sentimiento. Al mismo tiempo, no obstante, no tiene la intención de negar que la razón juega un importante papel en la moralidad. Es por ello por lo que está dispuesto a afirmar que "la razón

y el sentimiento concurren en casi todas las determinaciones y conclusiones morales. La última frase es probablemente la que se pronuncia sobre las acciones amables u odiosas, encomiables o vituperables, la que marca sobre ellas el sello del honor o la infamia, de la aprobación o la censura, la que convierte la moralidad en un principio activo y hace de la virtud nuestra felicidad y del vicio nuestra miseria. Es probable, digo, que este último juicio dependa de algún sentimiento interno que la naturaleza ha hecho universal para todas las especies. Pues, ¿qué otra cosa podría tener una influencia de esta clase? Pero, para preparar el camino para dicho sentimiento y facilitar el discernimiento idóneo de su objeto, es necesario a menudo que se recurra previamente a la razón, que se hagan distinciones muy finas, que se extraigan conclusiones justas, que se formen comparaciones lejanas, que se examinen relaciones complicadas y que se fijen y determinen hechos generales". Examinamos, por ejemplo, una acción bajo sus diferentes aspectos y en relación con las distintas circunstancias, y la comparamos con las acciones con las que existe una semejanza prima facie. Pero cuando tenemos una perspectiva clara de la acción, lo que influye en último término en nuestra conducta es el sentimiento que tenemos para con la acción.

Si examinamos el asunto un poco más de cerca, nos encontramos con que Hume da argumentos detallados, tanto en el Tratado como en su primer apéndice a Enquiry concerning the Principies o

f

Mor

al

s (Investigación sobre los principios de la moral), para afirmar que las distinciones morales no se derivan de la razón. "La razón emite juicios, ya sea sobre los hechos reales o sobre las relaciones." "Al dividirse las operaciones del entendimiento humano en dos clases, la comparación de las ideas y la inferencia de hechos reales, si la virtud fuera determinada por el entendimiento, debería ser objeto de cualquiera de estas dos operaciones, ya que no existe una tercera operación del entendimiento que pueda realizar dicha determinación."

En primer lugar, las distinciones morales no se derivan de la razón en lo que concierne a los hechos reales. "Tomemos una acción que se considera como viciosa, el asesinato consciente, por ejemplo. Examinémoslo bajo todas las luces, y veamos si podemos encontrar ese hecho real o existencia, a la que podemos llamar vicio. De cualquier forma que se tome, se encuentran solamente ciertas pasiones, motivos, voliciones y pensamientos. No hay otro hecho en el caso... Y nunca podrá hallarse hasta que no se dirija la reflexión hacia uno mismo y se encuentre un sentimiento de desaprobación hacia la acción en sí que surja de dentro. Nos encontramos aquí con un hecho pero se trata del objeto del sentimiento, no de la razón, y se encuentra en nosotros mismos y no en el objeto." Lo que quiere decir Hume con esto es que el hecho físico de matar es o puede ser él mismo en el caso de un asesinato, de un homicidio justificado o de una ejecución que cumpla con una sentencia judicial.

En segundo lugar, las distinciones morales no se derivan de la razón en lo que concierne a las relaciones. "Ha existido una opinión,

muy propagada por ciertos filósofos, de que la moralidad es susceptible de demostración."En este caso, la virtud y el vicio han de consistir en ciertas relaciones. Si es así, tienen que consistir en afinidades, contrariedades, grados en la calidad o proporciones en la cantidad y en el número. Pero estas relaciones se encuentran tanto en las cosas materiales como en nuestras acciones, pasiones y voliciones. ¿Por qué se considera el incesto como un acto criminal entre los humanos mientras que no lo consideramos moralmente pernicioso cuando son los animales quienes lo realizan? Las relaciones, después de todo, son las mismas en ambos casos. La respuesta puede ser que el incesto no se considera inmoral entre los animales porque éstos carecen de la capacidad racional de discernir su maldad mientras que los hombres la tienen. Esta respuesta, según Hume, carece de utilidad, puesto que antes que la razón pueda percibir la maldad del acto, la maldad misma ha de encontrarse ahí para percibir. La carencia de facultad de raciocinio puede impedir a los animales percibir las obligaciones y deberes, pero no puede estorbar de existir a dichas obligaciones y deberes, "ya que deben existir con anterioridad para que puedan ser percibidos. La razón ha de encontrarlos, pero nunca puede producirlos. Este argumento debe, en mi opinión, considerarse como enteramente decisivo". La misma clase de argumento aparece en la segunda

Investigación. "No, dices tú, la moralidad consiste en la adecuación de los actos a la norma de la r

az

ón, y se entiende como actos buenos o malos según estén o no de acuerdo con ella. Pero, ¿qué es la norma de la razón?, ¿en qué consiste?, ¿cómo se de termina? Llamas razón a lo que examina las relaciones morales de las acciones. De forma que las relaciones morales se determinan por comparación del acto con la norma. Y dicha .norma se determina considerando las relaciones morales de los objetos. ¿No es ésta una curiosa forma de razonar?"

Si hacemos distinciones morales y, si éstas no se derivan de la razón, han de derivarse o fundarse en el sentimiento. "La moral, por lo tanto, se siente más que se juzga.'' La virtud suscita una impresión "agradable" mientras el vicio la produce "desagradable". "¿Por qué una acción, un sentimiento o un carácter es virtuoso o vicioso? Porque su vista produce un placer o un desagrado de una clase especial." so Pero, insiste Hume, el placer causado por la virtud y el dolor producido por el vicio son placeres y dolores de una clase especial. El término "placer" abarca muchos tipos diferentes de sensaciones. "Una buena composición musical y una buena botella de vino producen placer ambas, y lo que es más, su bondad se mide solamente por el placer producido. Pero, ¿hemos de decir por ello que la botella de vino es armoniosa, o que la música tiene un buen aroma?... Tampoco son todos los sentimientos de placer o dolor que surgen de los caracteres y de las acciones de esa clase peculiar los que nos hacen aprobar o condenar." El sentimiento moral es un sentimiento de aprobación o desaprobación hacia las acciones, las cualidades o los caracteres, y es desinteresado. "Solamente cuando se considera a un carácter de forma general, sin referirlo a nuestro interés particular, es cuando causa tal sentimiento de aprobación o desaprobación moral." El placer estético es también desinteresado, pero aunque la belleza natural y moral se parecen mucho una a otra, no es precisamente un sentimiento de aprobación moral el que sentimos cuando contemplamos un bello edificio, o un cuerpo bien construido.

Hume define por tanto la virtud como "toda acción o cualidad mental

brinda

al espectador el sentimiento placentero de la aprobación y al vicio como lo contrario". ¿Implica este punto de vista un total relativismo, sobre la base de que no puede discutirse sobre los gustos?

Es evidente que, a veces, se dan entre la gente diferencias en los juicios morales, pero Hume parece pensar que el sentimiento general de moralidad es común a todos los hombres, no sólo en el sentido de que todos los seres humanos tienen sentimientos morales, sino también en que se da un acuerdo básico en el funcionamiento de tales sentimientos. Cuando hablamos de la legalidad de rebelarse con Ira un tirano, hace constar que sólo la más violenta perversión del sentido común puede llevarnos a condenar la resistencia a la opresión. Añade luego: "La opinión general del género humano goza de autoridad en todos los casos, pero en las cuestiones morales, es perfectamente infalible, y no lo es menos porque los hombres no sepan explicar claramente los principios en los que se basa." Si los sentimientos morales se deben a la constitución original de la mente de los hombres, es natural que exista alguna correlación fundamental. Y si las distinciones morales se fundan en los sentimientos más que en la razón, no podemos prescindir de la existencia de un acuerdo en los sentimientos para invocar otros criterios.

En su Tratado Hume suscita la cuestión de "por qué cualquier acción o sentimiento, a partir de un punto de vista general o investigación da una cierta satisfacción o desagrado".55 Pero la respuesta depende de la discusión sobre las diferentes virtudes. Puede suceder que la razón por la que un tipo de acción provoca un sentimiento moral puede no ser precisamente la misma de la razón por la que otro tipo de acción lo provoca. En todo caso, tal como Hume dice en la segunda Investigación, "sólo podemos esperar tener éxito en nuestras investigaciones utilizando el método experimental y deduciendo las máximas generales a partir de una comparación de los casos particulares". Como hemos visto, mantiene que lo que llamamos

juicio moral expresa simplemente el sentimiento de aprobación o desaprobación que el hombre que emite el juicio experimenta por el acto, la cualidad o el carácter en cuestión. Es en este sentido en el que mantiene una teoría emotiva de la ética. Pero todavía tiene sentido preguntarse qué es lo que causa el sentimiento que se expresa en el juicio, aun cuando este último no constituya una afirmación de que una acción, cualidad o carácter provoca el sentimiento. Puesto que, si bien el juicio expresa un sentimiento y no hace por otro lado afirmación alguna sobre la causa del sentimiento, podemos hacer muy bien dicha afirmación por nuestra cuenta aun cuando sea de carácter empírico más que una proposición ética.

No es posible, sin embargo, dar una explicación racional del fin último de la acción humana, si por explicación racional entendemos una explicación de los principios anteriores o más remotos. Si preguntamos a un hombre por qué hace ejercicio, puede contestarnos que desea proteger su salud. Y si le preguntamos por qué lo quiere, puede respondernos que la enfermedad es dolorosa. Pero si le preguntamos por qué le disgusta el dolor, no podrá darnos respuesta alguna. "Esto sería un fin último que no se referiría a ningún otro objeto." 57 En forma análoga, si se contesta una pregunta en términos de placer, es inútil preguntar por qué se desea el placer. "Es imposible que haya una progresión in infinitum y que algo pueda ser siempre la razón por la que otra cosa es deseada. Algo ha de desearse por sí mismo, debido al acuerdo inmediato con los afectos y sentimientos humanos." Esta misma consideración puede aplicarse también a la virtud. "Ahora bien, como quiera que la virtud es un fin deseable por sí mismo, sin la intervención de premio o recompensa, y simplemente por la satisfacción que proporciona, es necesario que exista un sentimiento que se vea

afectado... que distinga el bien moral del mal..."

.

Pero podemos preguntarnos por qué esta o aquella actuación particular proporciona satisfacción moral y se la estima como virtuosa. Hume insiste sobre la importancia de la utilidad y, en este sentido, es un precursor del utilitarismo, pero no considera la utilidad como la única fuente de la aprobación moral. Sin embargo, el significado que da a la utilidad y el grado de importancia que le atribuye, se explican mejor cuando se consideran algunas virtudes particulares.

7.

La benevolencia y la utilidad.

Tomemos en primer lugar la virtud de la benevolencia. La benevo- lencia y la generosidad excitan por todas partes la aprobación y la buena voluntad del género humano. "Los epítetos sociable, de buen natural, humano, benigno, agradecido, amigable, generoso, benéfico, o sus equivalentes, son conocidos en todos los idiomas y expresan de manera universal el más alto mérito que la naturaleza humana es capaz de alcanzar". Por otro lado, cuando la gente alaba al hombre benevolente y humano, "hay una circunstancia en la que nunca deja de insistirse ampliamente, a saber, la felicidad y satisfacción que se deriva a la sociedad a partir de sus relaciones y buenos oficios". Esto sugiere que la utilidad de las virtudes sociales "constituye por lo menos una parte de su mérito, y es el origen de la aprobación y consideración que u

ni

versalmente se le presta... En general, ¡qué elogio lleva en sí el simple epíteto útil

!

, ¡qué reproche está implícito en lo contrario!"

No hay que entender que Hume afirme que la benevolencia es una virtud simplemente por su utilidad. Algunas cualidades, tal como la cortesía, son agradables inmediatamente, sin ninguna referencia a la

utilidad (lo que significa para Hume que hay en ellas una tendencia a producir alguna otra clase de bien), y la benevolencia es por sí misma agradable y deseable. Pero la aprobación moral que suscita la benevolencia se deriva en parte de su utilidad.

Antes de ir más lejos con el tema de la utilidad, hemos de hacer notar que Hume dedica un apéndice de su segunda Investigación a demostrar que existe una cosa que es la benevolencia, o más bien, que la llamada benevolencia no es simplemente una forma disfrazada del amor propio. El punto de vista que considera a la benevolencia como mero amor propio puede considerarse desde cinismo barato hasta un intento filosófico de proteger las realidades de la vida moral al mismo tiempo que se da una explicación de la forma en que el amor propio toma la forma particular que llamamos benevolencia. Pero Hume rechaza este punto de vista en todas sus modalidades, basándose en lo siguiente: "la cansa más simple y evidente que puede atribuírsele a un fenómeno es probablemente la verdadera". Y existen ciertamente casos en los que es mucho más fácil creer que un hombre está dotado de benevolencia y humanidad desinteresadas que el que se ve inclinado a actuar de forma benevolente a través de alguna forma tortuosa de interés propio. Incluso los animales muestran a veces amabilidad cuando no sospechan ninguna clase de artificio o disimulo. Y "si

admitimos una benevolencia desinteresada en las especies inferiores, ¿por qué regla o analogía podemos negarlas en las superiores?". Además, en la gratitud, la amistad y la ternura maternal, podemos encontrar a menudo la muestra de sentimientos y acciones desinte- resadas. En general, "la hipótesis que admite una benevolencia desinteresada, distinta del amor propio, tiene en realidad una mayor

pretende resolver toda clase de amistad y humanidad refiriéndolas al principio del amor a sí mismo".

Al existir una benevolencia desinteresada, es obvio que cuando Hume encuentra en la utilidad una de las causas de la aprobación moral que se le concede a la benevolencia, no piensa exclusivamente en la utilidad a sí mismo. Quizás sentimos una mayor alegría al encomiar la benevolencia cuando nos beneficia a nosotros personalmente, pero no hay duda de que la alabamos también cuando no es así. Por ejemplo, experimentamos una aprobación moral hacia los actos realizados por personajes históricos en otras tierras, y es un "subterfugio débil" argumentar que, al hacer esto, nos trasladamos con la imaginación a otros lugares y otros períodos y nos vemos como contemporáneos que se benefician de dichas acciones. "La utilidad es agradable, y merece nuestra aprobación. Esteces un hecho observable en la práctica diaria. Pero útil, ¿para qué? Para el interés de alguien, por supuesto. ¿Interés de quién ? No solamente el nuestro, ya que nuestra aprobación se extiende frecuentemente más allá. Debe por lo tanto redundar en interés de los que se benefician del carácter, o acción aprobados, y, esto hemos de admitirlo, aunque remotos, no nos son totalmente indiferentes." Además, "Si la ut

i

lidad es una de las fuentes del sentido moral, y si esta utilidad no se considera siempre con referencia a uno mismo, se sigue de' ello que todo lo que contribuye a la felicidad de la sociedad merece nuestra aprobación y buena voluntad. He aquí un principio que explica, en gran parte, el origen de la moralidad". Huelga preguntar por qué sentimos humanidad o tenemos un sentimiento fraternal para con los demás. "Es suficiente con comprobar que se trata de un principio en la naturaleza humana. Hemos de interrumpir en algún punto nuestro examen de las causas."

Al mantener que la utilidad para los demás puede sernos directamente agradable a nosotros, y de hecho que "todo lo que contribuye a la felicidad de la sociedad merece nuestra aprobación o buena voluntad", Hume parece haber modificado o cambiado el punto de vista que expone en su Tratado ya que en éste decía que "no existen en los espíritus humanos pasiones como el .amor al género humano, como tal, independiente de las cualidades personales, de los servicios, o de la relación con uno mismo". La felicidad o la miseria de otro nos afecta, por supuesto, cuando no se encuentra demasiado lejos y se representa con colores vivos; "pero ello procede simplemente de la

In document 03 06 Copleston Hume (página 52-70)

Documento similar