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3. MARCO TEÓRICO

3.1 Imaginarios sociales

3.1.4 Lo instituido y lo instituyente

Así, las significaciones cobran relevancia en la vida de cada ser humano siendo los elementos que dan sentido a sus prácticas y discursos; éstas provienen de las creaciones

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denominadas imaginarios sociales y se instauran en el aparato psíquico por medio de la inmersión al mundo social y la interacción en ecosistemas tales como la familia y la escuela, siendo los primeros contextos de socialización en los que participa el ser humano, llegándose a denominar imaginarios sociales instituidos.

Lo instituido, entonces, es ese espacio imaginario, ese entramado, esa urdimbre densa de significaciones que empapan la sociedad y se llama magma, que al ser compartidas se encarnan en el tejido cultural. Son significaciones que, durante el proceso de socialización, “la institución (social) hace que el sujeto internalice las significaciones socialmente compartidas, pues él llega a un mundo ya objetivado en el cual la vida cotidiana se presenta como una realidad interpretada por los hombres y para ellos tiene el significado de un mundo coherente (Berger y Luckman, 2003, citado por Rincón, Hernández, Triviño, De La Torre, Rosas (2008) p.21).

Así, el individuo es creación social, y un conjunto de individuos crea una sociedad. Es en esta relación permanente en la cual los sujetos, ya socializados, asumen las instituciones y las

significaciones establecidas, consolidando un imaginario instituido y socialmente compartido” (Rincón, Hernández, Triviño, De La Torre, Rosas (2008) p.21) Entonces, el imaginario social instituido es creación ontológica de un modo de ser de una sociedad.

Sin embargo, cuando el sujeto va desarrollando capacidades propias de reflexión y transformación, puede ir viviendo procesos de modificación de ideas y discursos en el marco de su individualidad, aquella que se da como su imaginación radical, entendida como producción individual y subjetiva que crea nuevos discursos y saberes a partir de la experiencia y la pregunta constante por el mundo, y que pueden ser identificados, entendidos y aceptados por otros sujetos, hasta llegar a ser imaginarios instituyentes creadores de nuevos sentidos.

Lo anterior se sustenta en lo expresado por Anzaldúa R. (2012) cuando “la denomina imaginación radical porque alude a la creación (originaria), a la raíz, a la fuente de la creación. Se trata de un flujo de creación y no sólo de una combinación o repetición de representaciones previas” (p 31).

Respecto a la creación de imaginarios es posible reconocer teóricamente el desarrollo de dos procesos indispensables que entran en juego y que permiten la existencia y transmisión de las significaciones sociales imaginarias. Éstos son “el legein entendido como la operación del

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distinguir-elegir-poner-reunir-contar-decir, que se manifiesta principalmente en el lenguaje y es lo que posibilita el pensamiento. El teukhein, que consiste en el proceso de reunir-adaptar- fabricar-construir” (Anzaldúa R., 2012, p 29). Por medio de ellos se facilita la construcción de representaciones simbólicas de figuras y categorías así la configuración de sentido y significación de las mismas. Castoriadis C. (1975) argumenta:

Para una sociedad, que un término es quiere decir que un término significa (es una significación, es puesto como una significación, está ligado a una significación). Por el mismo hecho de ser, tiene siempre un sentido, en la acepción estricta de término que se ha indicado antes, es decir, que siempre puede entrar en una sintaxis, o dar existencia a una sintaxis para entrar en ella. La institución de la sociedad es institución de un mundo de significaciones –que es evidentemente creación como tal, y creación específica en cada momento (p 373).

Lo anterior cobra un profundo sentido a partir del cual se reconoce la esencia de las sociedades y los significados que se entretejen en ellas. Esto sin duda es un argumento desde el cual puede darse mayor sentido a la cotidianidad que termina siendo más que un conjunto repetitivo de prácticas y lenguajes y que responde a la configuración de significados que cobran valor en la experiencia de vida de sujetos incididos por su condición histórica-social, pero también mediados por sus prácticas personales transformadoras y creadoras de mundo.

Así como lo señala Rincón, Hernández, Triviño, De La Torre, Rosas (2008) en el grupo de investigación INFANCIAS, lo instituyente:

Es sinónimo de irreverencia, de resistencia crítica y de imaginación creadora: aspecto de lo humano que hasta ahora no ha encontrado el lugar que le corresponde en ese complejo proceso de construcción/deconstrucción de lo social. La imaginación anticipadora es la que ha hecho posible la creación de mundos, el derrumbe de ídolos y el paso a la constitución de lo singular. En esa relación entre lo colectivo y lo singular se tejen afectos, deseos y tensiones que pueden expresarse de diversas formas. Lo instituyente demarca lo caótico, pero a la vez comporta un potencial que le permite la creación de universos de sentido. La comprensión de lo instituyente debe tomarse y asumirse desde un sentido integrador, en un proceso dialéctico móvil y dinámico. Cuando se afirma que la familia, la política o la infancia están en crisis, en el fondo lo que se puede estar diciendo es que están surgiendo nuevos elementos de poder; emergen nuevas formas que quieren ser hegemónicas y para ello luchan por ganar una legitimidad, una condición que les dé el reconocimiento. (p. 20)

En este sentido, para estos autores el imaginario instituyente obedece al principio de creación, que desde la perspectiva de Castoriadis (1975) es otorgado a la imaginación primera, que, “en su primer aspecto (el aspecto perceptivo que concierne al exterior), la imaginación radical, crea para

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el ser humano singular un “mundo propio” genérico, un mundo suficientemente compartido con los otros miembros de la especie humana. En un segundo aspecto, el aspecto propiamente

psíquico, ésta crea un mundo propio singular” (Castoriadis, 1975, citado por Rincón, Hernández, Triviño, De La Torre, Rosas,2008, p. 20).

Teniendo el marco de referencia de la teoría de los imaginarios sociales instituyentes e instituidos desarrollada por Cornelius Castoriadis (1975) es posible rescatar que desde ella se permite el acercamiento y la comprensión de cotidianidades de los niños y las niñas que poseen un importante componente histórico-social-personal que se instaura en las prácticas y los discursos de ellos sobre la paz y les permite situarse en el mundo y el momento actual desde los significados y las representaciones que devienen de su familia y se reconfiguran en el contexto escolar muy probablemente.