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Localice, escuche y exprese su voz interior

LOS EDUCADORES TOTALES NO SON EDUCADORES PERFECTOS.

III. El contexto de la enseñanza

1. Localice, escuche y exprese su voz interior

Recuerde nuestra discusión del capítulo 1 sobre la importancia de la individualidad, y el valor del tiempo personal y la soledad en el desarrollo de las ideas y valores propios. Coincidimos con Storr (1988, pág. 28) en que, en los escenarios rápidamente cambiantes de la sociedad moderna, fácilmente podemos llegar a enajenarnos de nuestras necesidades y sentimientos más profundos. La enseñanza en clase es, por su naturaleza misma, de ritmo rápido. Como lo expresa Philip Jack.. son (1968), tiene una «inmediatez apremiante» Siempre hay cosas que hacer, decisiones que tomar, necesidades del alumno que satisfacer, no sólo cada día, sino cada minuto, cada segundo. Esta es la esencia de la enseñanza. No hay interrupción. La energía, la actividad y el discernimiento que esta inmediatez requiere pueden ser una fuente de gran estímulo y satisfacción para muchos docentes. Pero, para otros, la presión constante puede ser más debilitante que energizante Con el tiempo, puede consumir nuestros recursos personales Y puede resultar difícil mirar más profunda y ampliamente rebasando el aquí y ahora. En el vértigo de los acontecimientos, y frente a la sobrecarga, nunca parece haber tiempo para reflexionar, para evaluar, para verificar lo que realmente

hacemos y sus razones. La presión limita el tiempo para reflexionar. La falta de reflexión impide aliviar la presión. Es un círculo vicioso.

Esto en parte es una dificultad del sistema. Las presiones laborales se han intensificado en estos años. Las innovaciones y obligaciones de capacitación en servicio se han multiplicado El papeleo y el llenado de formularios han proliferado El problema de la sobrecarga y el tiempo insuficiente no es imaginario Algo hay que hacer con las condiciones de la enseñanza, y más adelante nos ocuparemos de esto. Pero el tiempo y los recursos —los tradicionales problemas de la negociación colectiva— no son suficientes. El tiempo de preparación ya lo hemos visto, no garantiza por sí el trabajo en equipo del docente. También hace falta compromiso y voluntad. Parte de este compromiso debe provenir de los administradores. Pero es preciso que los docentes mismos se comprometan.

Los docentes deberían reflexionar, y reflexionar profundamente. Tienen que convencerse de la importancia de ponerse en contacto con sus sentimientos e intenciones. Y deben estar dispuestos a dejar de lado otras cosas, aun cosas importantes. Es el motivo de la tortuga y la liebre. A veces, las calificaciones, la pizarra de anuncios y ese detalle de recursos extra deberán esperar porque un poco de tiempo para la reflexión permitirá progresos en el largo plazo.

A menudo, decir que no tenemos tiempo para algo equivale a una evasión. En realidad queremos expresar que tenemos cosas más inmediatas o convenientes para hacer con ese tiempo. Desde luego, las pizarras de anuncios y las ayudas visuales son importantes. Pero ocuparse de ellas es personalmente cómodo. No es inquietante. No es un desafío personal. En cambio, escuchar la voz interior sí lo es. Para esto no sólo hace falta tiempo sino también coraje y compromiso. Tener el coraje y el compromiso de reflexionar significa postergar otras cosas que demandarían el mismo tiempo.

¿Cuántas veces no hemos visto que una situación inaceptable, incluso atroz, subsiste aunque la mayoría de las personas se opongan individualmente, pero sin confrontar explícitamente sus puntos de vista? ¿Cuántas veces no permitimos que la injusticia continúe por miedo de denunciarla o por pensar que nadie nos escuchará? Por ejemplo, ¿cuántas veces no dejamos al maestro duro y fanfarrón seguir humillando y maltratando verbalmente a sus alumnos porque las personas buenas y amables permanecen pasivas y no dicen nada? Y cuántas veces hacemos caso omiso de la voz interior que nos dice que no educamos a todos nuestros alumnos tan bien como podríamos, que debiéramos desafiar a los más capaces mientras suministramos a los menos capaces una dieta más moderada de habilidades básicas, o que hacemos participar en clase más a los varones que a las niñas, o a la inversa?

Este lineamiento invita mucho a entrar en contacto con nuestros propios valores, fuentes de energía e intenciones personales; a lo que David Hunt (en preparación) llama «empezar por nosotros mismos». Hunt pregunta cómo describiríamos nuestro nivel de energía actual

¿entusiasta o exhausto? ¿animado o aburrido?

¿exuberante o desanimado? ¿dinámico o letárgico?

Si experimentamos con frecuencia los sentimientos comprendidos en la columna izquierda, es probable que vibremos con nuestra voz interior. Si no, necesitamos hacer algo para activar lo significativo y energizante en nuestra vida.

Los docentes sostienen valores firmes sobre hacer las tareas que importan. Debido a la sobrecarga y al vértigo de los acontecimientos diarios, a menudo olvidamos nuestros valores básicos. El lineamiento indica que debemos preguntarnos por los valores y las metas que son más importantes y recordárnoslo, preguntarnos qué nos frustra más y a qué aspiramos. Localizar y expresar nuestra voz interna nos proporciona una gran fuente de energía y claridad para superar la sobre- carga. La moralidad y viabilidad de la mejora requiere que los docentes localicen su voz interior, la escuchen seriamente y la expresen para hacer sentir su poder entre sus colegas.

Esperarnos que en todos nuestros lineamientos esté claro que no recomendamos a los docentes convertirse en ermitaños introspectivos. En efecto, la participación e interacción es vital para descubrir nuestra voz interior, para desarrollarla y actuar en consecuencia Pero el tiempo solitario y el pensamiento en soledad también son vitales para mantenerse activo e íntegro. En consecuencia, uno de los objetivos por los cuales vale la pena luchar — especialmente porque se lo descuida tanto— es por tener el tiempo, el coraje y el compromiso que nos permitan llegar a lo más profundo de nosotros mismos; que nos permitan localizar, desarrollar y expresar nuestra intención y nuestra voz.

Cuando la carrera del Mundo nos distanció de nuestro mejor ser, y quedamos exhaustos, hartos de su ruido, cansados de sus placeres, cuán gentil, cuán benigna la Soledad! (W. Wordsworth, Th.e Prelude, citado por Storr, 1988)