Durante gran parte de mi vida he trabajado como un guía de la gente, haciendo que muchas personas avancen con optimismo hacia la conquista de metas superiores, enfocado en el desarrollo integral del ser humano, lo cual abarca desde la prosperidad económica hasta el equilibrio emocional y espiritual. Uno de los ejercicios más importantes que yo realizo con los
grupos que asesoro, consiste en definir su propósito de vida, aquello que debería ser lo más importante, lo que debería servir de referencia para determinar la prioridad de cada día de nuestras vidas.
La causa más importante por la cual comencé a escribir este libro, consiste en identificar un norte en la vida, saber con cierta claridad cuál es el ideal soñado y determinarse a vivir con actitud positiva, centrados en todo aquello que nos acerca hacia el ideal. Conducir a un grupo a revisar aspectos tan profundos como éste no resulta fácil, porque primero, no es un hábito en la gente pensar sobe su propósito en la vida; y en segundo lugar, porque muchas personas con quienes he trabajado como consejero están más orientados a resaltar todo aquello que no han podido hacer, antes que mostrar sus logros y aciertos, es decir: el lado bueno, productivo o positivo de sus vidas.
El objetivo principal de cualquier coach, consiste en hacer que la gente descubra sus capacidades y las ponga en funcionamiento para así actuar de forma más segura. Se podría pensar que esto resulta una tarea fácil, pero para muchas personas este ejercicio representa todo un drama, casi una pesadilla.
Después de acompañar como coach a mucha gente, he terminado de convencerme de que nuestro entorno empuja a la gente a centrarse más en lo que no ha podido hacer, terminar o lograr, y se conectan entonces, con las emociones negativas que se producen cuando creemos que hemos fracasado, enterrando en el fondo del ser, el gran potencial personal que cada uno posee y cuando lo ponemos en funcionamiento cambia nuestra vida de forma radical.
Si nos conectamos con las emociones potenciadoras, estimulantes, que impulsan al ser humano hacia el éxito, tendremos mayor probabilidad de llegar a conseguirlo, pero si nos dejamos influenciar por el entorno pesimista, nos conectaremos con las emociones negativas que consumen toda la energía, haciendo que nuestro andar sea lento, sin mayor expectativa, resignados al fracaso y justificando con cualquier argumento que no se podía.
Recuerdo un hecho vivido que ilustra a la gente que se fijan más en lo que no han podido conseguir, que lo que han hecho o pueden lograr.
Estaba en la sesión con un grupo de profesionales de una gran compañía y una mujer tomó la palabra y exclamó: ―Lo que pasa Carlos Saúl, es que yo veo que no soy buena haciendo
amigos, soy torpe en las relaciones, la gente dice que soy muy fría y calculadora…, esto hace que
la gente no quiera estar conmigo… ¿Cómo hago en este caso?, yo no puedo obligar a nadie que se acerque…, o ¿sí?‖
Cuando terminó de expresar lo que pensaba de sí misma, le dije: de acuerdo a lo que tu dices, no eres buena en las relaciones interpersonales, pero ahora dime: ¿en qué eres particularmente buena…, qué es lo que tú sabes hacer mejor?, ¿qué tienes especialmente bueno como calidad personal? ¿Cuál es tu gran virtud? Y ella permaneció callada, como pensativa, buscando esa cosa buena que todos queríamos escuchar. Tomo la palabra y exclamó, de forma pensativa…
—Bueno, Carlos Saúl, yo soy una persona normal, yo no soy mala gente, no soy malintencionada, no soy chismosa, es decir, soy buena gente, entonces no entiendo, por qué la gente no se me acerca.
Si escuchamos con atención esta respuesta, pareciera que la pregunta que yo le formulé hubiera sido: quiero que me digas lo que no eres, y esa no fue la pregunta. Se centró en decir lo que a su juicio no era ella, pero no logró afirmar de forma segura quién era y qué la distinguía. Al final parecía como si no se atreviera a reconocer lo bueno que ella tenía como persona; su actitud y postura dubitativas indicaban que ¡no sabía si tenía algo bueno que mostrar!
Muchas personas encuentran grandes dificultades cuando se trata de identificar y aceptar los talentos o cualidades especiales que poseen, quizás porque se sienten con más autoridad para auto-criticarse, que para auto-alabarse.
Con frecuencia observo lo difícil que resulta para muchas personas recibir halagos, mientras la crítica la reciben como si estuvieran acostumbradas a recibir palos de agua o golpes psicológicos.
Llévate a tu mente en este instante, la idea de que tú eres una persona única y especial, que eres diferente al resto y que posees cualidades, gustos e intereses que te son propios.
Cuando una persona se auto-observa con objetividad, aceptando que es un ser perfectamente distinto y con dones especiales, comienza un proceso de transformación personal, convirtiéndole en un ser más capaz de llegar hasta la cima que ha soñado. Pregúntate en este momento ¿para qué soy útil?, ¿qué me gusta hacer?, ¿en qué soy particularmente bueno?
Y recuerda que del tipo y calidad de respuestas que demos a estas preguntas, dependerá en gran medida el futuro de nuestras vidas.
Dar una mirada positiva a la vida consiste en dejar de un lado todo aquello que sabemos que tenemos como defectos y apoyarnos en las cualidades, dones, talentos y virtudes que poseemos como personas y que están ahí a nuestra disposición, para utilizarlos en pro de nuestra realización y logros.