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Mito, ritual y poesía

In document La naturaleza retórica del lenguaje (página 57-60)

273 P. Frutiger, Les mythes de Platon, París 1930. 274 Homero, Odisea XIII, 2.

275 Platón, La República 614b.

276 J. M. Pozuelo Yvancos, Poética de la ficción, Madrid, Síntesis, 1993.

277 W. G. Doty, Mythography: The Study of Myths and Rituals, Tuscaloosa, University of Alabama Press,

Existe, efectivamente, una íntima conexión no sólo entre mito y ritual277, sino también entre mito, ritual y poesía.

En el ámbito del área de estudio de la religión, el ritual es, aceptando la definición de W. Burkert278, un programa de actos comunicativos eminentemente demostrativos o epidícticos u ostensivos que tienen que ser realizados en una secuencia temporal estricta y en un tiempo y un lugar determinados.

Si no se cumplen con exactitud, puntualidad y rigor, los rituales generan la propia ansie- dad y el sufrimiento que precisamente tratan de evitar, si bien en ese caso las angustias y pesa- res derivarían de la espera de inexorables sanciones.

Pero lo más importante del ritual y los actos rituales (palabras y acciones) de los que se componen es su función o finalidad, a saber: sirven para relajar la ansiedad y establecer o reforzar los lazos de solidaridad político-social de los miembros de la comunidad que los prac- tica.

El ritual es «una acción redirigida con fines demostrativos»279. Los rituales, son, como el lenguaje mismo y como los mitos y la poesía, político-sociales y simbólicos, o sea, retó- ricos.

Los actos rituales, ligados a la práctica del sacrificio, que son en un principio actos miméticos redirigidos a través de la analogía y la contigüidad y resultan muy claros por ser muy enfáticos o marcados (epidícticos o demostrativos)280, pueden, con el paso del tiempo, sin embargo, volverse opacos y poco traslúcidos, pero no obstante siguen siendo reconoci- bles, y sobre todo aceptados en la forma en que se les ofrecen, por los miembros del grupo social que los practica, para quienes siguen teniendo un profundo valor y significado políti- co-social.

Los mitos, los rituales, que son acciones miméticas y simbólicas redirigidas, y la poe- sía, que es también palabra redirigida, coinciden en ser, las tres, entidades simbólicas y polí- tico-sociales.

Por eso los antiguos griegos, uniendo íntima e inextricablemente mito, ritual y poesía, rememoraban y contemplaban con devoción y profunda religiosidad las filantrópicas gestas de sus héroes que contaban, representaban y escuchaban envueltas en sublime poesía y admira- ban en las artes plásticas, que asimismo narraban con artístico y mimético lenguaje (aunque no a base de signos lingüísticos), por ejemplo, las míticas y rituales labores del esforzado héroe Heracles, el héroe por antonomasia de los helenos, el refundador de ese ritual funerario y heroico que era el de los «Juegos Olímpicos».

La poesía épica, lírica y dramática, que se ejecutaban en determinadas festividades de las ciudades helénicas de época arcaica y clásica a base de «redirigir» palabras (que en un princi- pio se cantaban y bailaban) y acciones miméticas o imitativas representadas, eran auténticos rituales colmados de efectividad político-social, como también lo eran, por ejemplo, esos otros rituales en que consistían los certámenes deportivos.

De esta manera, el arte, la poesía, la literatura y los rituales en general (los «Juegos Olímpicos» eran un ritual) conectaban directamente con los mitos, y todo ello merced a la «retoricidad» del lenguaje (o sea, a su «simbolicidad» y a su enorme y eficacísima capacidad

278 W. Burkert, Griechische Religion der archaischen und klassischen Epoche, Stuttgart-Berlín-Köln-Mainz,

W. Kohlhammer, 1977, 32.

279 W. Burkert, Mito e rituale in Grecia, 63. 280 W. Burkert, Mito e rituale in Grecia, 63.

de cohesión en el ámbito político-social), por la que éste tal vez no transmite certezas, exac- titudes o verdades eternas –es bien cierto–, pero sí sirve para proporcionar a sus usuarios la necesaria cohesión y compacidad político-social que toda comunidad humana requiere para ter- minar logrando, tras el ejercicio realizado ininterrumpidamente día a día, la ansiada configu- ración que garantice su supervivencia.

De esa «retoricidad» del lenguaje, o sea, de ese su gran poder para influir en los conciu- dadanos y de su capacidad simbólica, de su «simbolicidad», el hombre se aprovechó para poner en marcha los «rituales» que, como ese ritual recién mencionado de los «Juegos Olím- picos», que era en sus orígenes un ritual funerario en honor de los héroes, sirvieron para robustecer la cohesión de los miembros de los diferentes grupos sociales de los antiguos grie- gos, y asimismo reforzaron los lazos de unión entre sus tribus y ciudades-estados.

Aristóteles en varios lugares de su Poética nos explica cómo en los orígenes de los géne- ros literarios se encuentra siempre e indefectiblemente un preliterario o prepoético ritual281.

Y algo o mucho de ritual han visto los antropólogos modernos en la poesía al contem- plar los géneros literarios desde la perspectiva de lo simbólico y lo político-social.

La ritualización del lenguaje poético explica que la poesía sea en principio cantada –canta, diosa, la cólera de Aquiles–282y mimética y analógica y recurrente y sumamente osten- siva y rítmica y hasta aparezca, en sus más antiguas manifestaciones, acompañada de danza, con lo que su mensaje se transforma en político-social, múltiple, sumamente ostensivo, repe- tible, solemne, muy marcado, analógico, mimético, cíclico y, por tanto, ritual283.

Y, a decir verdad, si paramos mientes en esta cuestión de la relación de la poesía con el ritual, descubriremos que ella misma es todavía hoy en alto grado analógica, solemne, osten- siva al máximo, expresiva, repetitiva, reconocible, memorizable, imitable, esperable de ante- mano, mimética, simbólica, indiferente al criterio de veracidad y sumamente atractiva, por su mensaje y por su misma realización, para los conciudadanos del poeta.

Entre otras razones, porque éstos sucumbirán gustosos a los efectos narcotizantes y pla- centeros del ritmo fijo284y la rima y el metro y la asonancia y las recurrencias, tanto fonéti- cas como morfológicas, sintácticas y semánticas, armónicamente distribuidas, y al alto grado de isotopía o de recurrencias semánticas que su lenguaje impúdicamente exhibe, así como al placer intelectual del reconocimiento de lo representado con palabras o con acciones y pala- bras (el placer intelectual emanado de la contemplación de la mímesis)285, rasgos todos estos que nos obligan a ver en la poesía una ritualización a base de lenguaje, con el que tanto tiene en común y con el que se encuentra en estrechísima relación.

Como el hombre es un animal político-social, sabemos desde Aristóteles a Mary Dou- glas que el hombre es un animal ritual que no podría mantener relaciones político-sociales sin lenguaje y sin esos actos político-sociales y simbólicos que son los rituales286.

281 Aristóteles, Poética 1448b27 (épica y lírica). 1448b32 (poesía yámbica). 1449a11 (tragedia).1449a20

(drama satírico) y 1449a10 (comedia).

282 Homero, Iíada I, 1.

283 D. Ben Amos, “Analytical categories and ethnic”, en D. Ben-Amos (ed.), Folklore Genres, Austin 1976,

215-42; cf. 228.

284 S. J. Tambiah, “A performative Approach to Ritual”, Proceedings of the British Accademy 65 (1981), 113-

69; cf.113.

285 Aristóteles, Poética 1448 b 12.

El ritual nos es tan indispensable a los humanos como el lenguaje.

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