• No se han encontrado resultados

Ocasiones que sacramentalizan

In document Santos de Copas - José Pedro Manglano (página 121-124)

Esta es la primera parte. Profetiza una serie de sucesos dolorosos que sufrirán aquellos que le sigan, y solo por el hecho de seguirle. Lo que afirma es que de esta manera —así — tendrán ocasión de dar testimonio.

Habla de persecución y cárcel. Quizá hoy en los países occidentales sea más improbable que me lleven a la cárcel por seguir mi conciencia de acuerdo a sus enseñanzas, pero sí me pueden llevar al paro, a la escasez económica, al ridículo o a una falta de competitividad que me haga parecer incompetente. Lo que Jesús profetiza es que quienes le sigamos vamos a vivir situaciones duras, incómodas y desagradables.

Pongo un ejemplo de este «os perseguirán». Muchos jóvenes que se van a casar pronto —ninguna precocidad, pero pronto para el mundo, para quien es temprana cualquier entrega que no se haya reservado unos años con dinero y libertad para regalarse sus antojos y caprichos, para disfrutar de la vida—, me dicen que sufren verdadera presión por parte de sus amigos y familiares. Nadie acusa de nada, pero sí dan repetidamente su opinión y la muestran con exclamaciones de sorpresa y escándalo, junto a gestos y reacciones ante los que resulta complicado no sentirse tratado como ingenuo y tonto. A quien lea estas líneas puede parecerle exagerado, pero quien lo haya vivido en este o en otros aspectos sabe que termina por ser una presión incómoda; son muchos juicios implícitos a los que uno se somete sencillamente por hacer lo que a él le da la gana: casarse joven. ¡Ese es el delito! Otro es el de las jóvenes madres de familia, que ante cada nuevo embarazo se exponen a las mil impertinencias de quienes les quieren y les preguntan con confianza: «Pero, ¿otra vez? ¿No podéis pararos? ¿Es que tu marido no se puede aguantar? ¿Tan fuerte os da que no podéis tener más cuidado?». Estas preguntas llevan implícito un juicio. No les cabe en la cabeza algo tan sencillo como: «¡Es que quiero tener otro hijo!».

Lo que dice Cristo es: «las situaciones duras que viváis, vividlas como una OCASIÓN para dar testimonio». Interesante, porque los hombres solemos vivir esas situaciones preguntándonos por qué nos pasa eso. Jesús no nos da una respuesta al porqué, pero sí nos dice para qué: son ocasión para. Todas esas circunstancias duras son ocasiones formidables para que vosotros deis testimonio, para que con vuestra vida digáis al mundo la verdad… Que viéndoos vivir esas situaciones, ellos descubran realidades ocultas a los sentidos que se harán visibles en vuestras vidas.

Pienso que podríamos añadir a estas situaciones otras tantas, aunque no sean por causa de nadie: el hecho de tener un hijo con deficiencias; tener un ser querido con demencia senil o una enfermedad degenerativa; la muerte repentina de un familiar cuando todavía es joven; padecer una enfermedad que requiere tratamientos agresivos…

ocasión idónea para enseñar otra forma de vivir. El modo en el que yo viva esa situación

debe ser un testimonio de que tengo un Padre bueno que es Dios. Es la ocasión para que todas las personas que me traten durante mi enfermedad o mi «desgracia», al verme descubran el mundo invisible que Cristo nos ha transmitido: en mí se hará visible lo invisible. Estas situaciones son ocasión singular de hacerme sacramento. La vida de Dios les llegará a través de mi vida. Las persecuciones y traiciones, las ridiculizaciones e injusticias me sacramentalizan.

Muchas veces nos empeñamos en dar charlas teóricas a los amigos no creyentes o no practicantes. Cristo nos dice que las ocasiones para mostrarles las realidades que les permanecen ocultas son nuestras adversidades. Que Jesús es bueno, que hemos sido creados por Dios, que Él nos cuida providencialmente, que su Espíritu nos transforma… es lo que descubrirán quienes nos traten.

Esta enseñanza podemos aplicarla a muchas realidades diarias: un malentendido, una persona que no me invita, alguien que me malinterpreta, un agravio comparativo, un comentario inoportuno que tengo que padecer, alguien a quien quiero ayudar y me rechaza, mi hermano que me coge el coche sin pedírmelo, alguien que siempre me pide dinero prestado y no lo devuelve, un grupo de amigos que critica a un ausente y mil ocasiones más. Son ocasiones de dar testimonio.

La gran pregunta que cada mañana lanza el seguidor de Cristo a su Señor, y que la repite muchas veces al día, es esta: «¿Qué quieres decir a través de mí ahora que estoy viviendo esto?».

Tampoco se trata de ir gritando públicamente lo que creo ante cada contrariedad. No. Bastará con pedirle que Él nos use, que se sirva de nosotros. Por eso continúa con esta exhortación:

Haced propósito de no preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro (Lucas 21, 14-15).

No te preocupes de qué decir y cómo reaccionar: si tú estás conectado conmigo, encontrarás en ti los gestos, reacciones y palabras que den testimonio. No te preocupes por ir contando y argumentando. Si estás unido a mí, si estás enchufado, yo pondré en ti lo que necesitan encontrar los demás.

In document Santos de Copas - José Pedro Manglano (página 121-124)