Capítulo II. Periodismo participativo
2.1 El movimiento del periodismo público
2.1.3 El periodismo cívico en México
Debido a que en América Latina los estudios sobre periodismo como una subdisciplina comenzaron como esfuerzos aislados apenas en la década de los 90 (Hernández & Schwarz, 2008), la literatura académica sobre las influencias del movimiento del periodismo público norteamericano u otras ideologías similares que tuviesen la intención de democratizar la práctica periodística es más bien escasa.
Los primeros estudios que investigaron la relación entre periodismo y procesos
democráticos surgieron tras las elecciones presidenciales de 1988 y 1994, los cuales tenían como principal objetivo averiguar si había una representación equilibrada de los partidos políticos en la cobertura mediática, así como detectar tendencias ideológicas en los mensajes de los medios de comunicación. No obstante, el objetivo de dichos trabajos era estudiar los procesos de
comunicación política y no los de la producción periodística (Hernández & Schwarz, 2008). A finales del siglo pasado comenzaron a surgir investigaciones sobre «el impacto de la transición política en el periodismo nacional», las cuales, rompiendo con la tradición anterior de señalar las fallas de las instituciones mediáticas, destacaron las virtudes de una nueva práctica periodística en los diarios (Reyna, 2016, p. 82).
Investigaciones como la de Hughes (2003) documentaron cambios importantes en el tipo de cobertura que la prensa hacía de los ciudadanos de a pie. En 1980, 78% de los ciudadanos que
aparecían en las noticias de las primeras planas de los diarios lo hacía ya sea en calidad de víctimas de desastres o crímenes, o pidiendo favores al gobierno o a los políticos. Para el año 2000, 46% fue retratado con roles activos y participativos en los procesos políticos y en las demandas sociales.
Por su parte, Lawson (2002) registró la disminución de fotografías oficiales y de agentes
gubernamentales que aparecían en el periódico La Jornada en el periodo de 1985 a 1996, lo que
sugiere un aumento de la cobertura de fuentes alternativas y ciudadanas (p. 70):
Entre 1980 y 1990, el aumento de la atención de los medios independientes hacia las actividades y puntos de vista de la sociedad civil reforzaron el despertar cívico de México. Las interacciones entre la sociedad civil, los intelectuales y los medios crearon un nuevo discurso político que cuestionó al viejo régimen, promovió la colaboración entre la oposición y legitimó la organización civil (...) el resultado fue una mayor cobertura de las nuevas movilizaciones sociales. La atención de la prensa, por su parte, motivó la organización ciudadana (p. 137).
Mientras que Lawson (2002) asegura que el despertar de la prensa mexicana se debió a factores como la liberalización política o el comienzo de la alternancia partidista, la apertura del mercado que permitió la competencia entre empresas así como la instauración de normas
profesionales y éticas para el ejercicio del periodismo, Hughes (2003) enfatiza que el cambio fue más bien ideológico (Reyna, 2016) y que desde los años 80 comenzó un nuevo modelo
periodístico en las redacciones de los diarios mexicanos.
Según Hughes, la combinación de nuevos valores con el surgimiento de la identidad profesional del periodista provocó que algunas organizaciones asumieran un perfil cívico, en el
que los periodistas actuaban como actores autónomos en búsqueda de noticias y presentaban diversas perspectivas sobre el régimen: «los periódicos cívicos ayudaron a contrarrestar el poder autoritario de los gobernantes en la etapa temprana de la transición política en México,
proveyendo alternativas a los mensajes del régimen, cuestionando el monólogo presidencialista y legitimando a los políticos de oposición» (p. 88).
En 2003, Hughes equiparó el escenario en el que se dieron ciertos procesos de
modernización y profesionalización del periodismo mexicano —al igual que la emancipación de
los medios del poder gubernamental— con la transformación de la práctica periodística y los
valores en el movimiento de periodismo público en Estados Unidos. Algunos de esos procesos fueron la apertura a publicar voces críticas al régimen, la elaboración de códigos de ética, la capacitación de los periodistas en nuevas formas de reportear y de escribir, la inclusión de académicos y expertos en las redacciones, así como la separación del área comercial de la editorial.
Sin embargo, como dice Reyna (2016), hay que recordar que el movimiento del periodismo público norteamericano en realidad pretendía motivar la participación de la
ciudadanía en los procesos periodísticos y eso «no necesariamente coincide ni con los objetivos ni con las prácticas del periodismo de la transición política mexicana» (p. 84).
Años después, con la publicación de su libro en castellano Redacciones en conflicto. El
periodismo y la democratización en México, Hughes (2009) hizo una aclaración:
El periodismo cívico a la mexicana no utilizó las mismas técnicas ni apareció en los
mismos formatos ni tuvo el mismo tipo de patrocinadores que el movimiento reformador del periodismo estadounidense de finales del siglo XX, que a veces se llama a sí mismo periodismo «cívico» o «público». Algunos de sus fundamentos filosóficos son similares,
pero difieren en lo específico. Mientras que el movimiento de Estados Unidos surgió en un contexto de participación ciudadana decreciente y permaneció marginado en
periódicos pequeños o proyectos específicos, el periodismo cívico en México emergió a la par en que la sociedad mexicana desafiaba a un régimen autoritario y se convirtió en la forma dominante del periodismo escrito en el país (p. 22).