• No se han encontrado resultados

Este libro apareció en su primera edición en España en octubre de 1983, y dos meses después, junto con el fin de la dictadura militar, sa- lió la primera de las ocho ediciones que se hicieron en Buenos Aires durante el año 1984. Para mi sorpresa, El Estado Terrorista argentino tuvo un inusitado éxito de venta, al punto de ser el libro de ensayo más vendido en ese primer año de recuperación de la democracia. Al mismo tiempo recibió elogios por parte de la crítica periodística y de los sectores comprometidos con la defensa de los Derechos Huma- nos. Paralelamente, se hicieron ediciones totales o parciales en otros idiomas, fuera de la Argentina. Su texto es mencionado habitualmen- te en los trabajos académicos argentinos y extranjeros, y hoy sigue siendo parte de la bibliografía en algunas cátedras universitarias.

Pese a ello, había mantenido hasta ahora mi decisión de no reedi- tar esta obra. Ello merece una explicación.

Las claves están en los propios prólogos a las primeras ediciones españolas y argentinas de El Estado Terrorista argentino. Decía allí que escribirlo había sido particularmente desgarrador, y agregaba que aspiraba a que muy pronto fuese un objeto intelectual obsoleto, supe- rado por nuevos y más profundos trabajos.

Este libro tiene el valor testimonial de haber sido hijo de una nece- sidad como militante de los Derechos Humanos, de transmitir lo que percibía como un modelo represivo estadual, fríamente racional, y no simplemente como la suma de las pasiones y violencias militares, por la que discurrían hasta entonces muchos de los análisis. Pero, al mismo tiempo, la materia del libro era la sangre de miles de argentinos, entre ellos, la de mis amigos y compañeros. Algunos pudieron pensar que de este modo carecía del distanciamiento necesario para que una obra ad- quiriera rigor científico, lo cual es una exigencia impropia, puesto que el saber como conocimiento está recorrido por la subjetividad emocio- nal (decía Jung, en su Respuesta a Job, que “tanto la ceguera del acto de violencia, como la pasión, pueden transformarse en conocimiento”).

Nunca pude alegrarme con el éxito de este libro, hijo del dolor y de la desgracia colectiva. Como aquellas madres que no pueden superar el rechazo a un hijo que es el fruto de una violación, así sentí su reso- nancia, dada por la dimensión del genocidio y de la tragedia argentina.

Eduardo Luis Duhalde

38

De allí mi sentimiento contradictorio y mi negativa durante casi 15 años a las sugerencias de una reedición, que me obligaba a plantearme el libro como texto y no como lo que fue: un testimonio vital y doloro- so. Al mismo tiempo, la vigencia de la obra me señalaba otro efecto no querido: la producción reflexiva sobre la dictadura y sus consecuencias no había sido lo suficientemente globalizadora como para que este li- bro fuera del todo superado, como era mi deseo más honesto.

Ya en el plano de la elaboración intelectual, su reedición me plan- teaba serios desafíos. El Estado Terrorista argentino es anterior al traba- jo y al informe de la Conadep, también al juicio a los ex comandantes, y a las investigaciones y trabajos realizados sobre las distintas áreas específicas. Si bien ninguna de las tesis del libro fue contradicha por aquellos sino que, por el contrario, tuvieron una absoluta y total con- firmación, los datos y ejemplos dados en él resultan insuficientes a la luz de todo lo conocido posteriormente. A su vez, el capítulo final, un alegato a favor del juzgamiento y condena de los responsables del terrorismo de Estado, era –no podía ser de otro modo– un intento de prospectiva política que exigía su confrontación posterior con lo que realmente ocurrió, dado que desde entonces han pasado muy in- tensos años, de los que debía dar cuenta. Por último, tampoco podía ignorar que por haber sido escrito precariamente en el exilio había carecido de algunos elementos necesarios para el análisis.

Frente a este número de cuestiones, ¿cómo tratar su actualización? El escritor español Manuel Vázquez Montalbán, al reeditar varios años después uno de sus libros de ensayos, escribió:

“Jamás empeño humano podrá compararse al que representa educar un viejo escrito a un nuevo estado de la conciencia de su autor. No por- que la conciencia se haya alterado en sus criterios fundamentales, sino porque se manifiesta ahora de distinto talante y ha acumulado datos suficientes como para invalidar pétreos juicios de aquel”.

En mi caso, educar el texto hubiera sido una tarea ímproba y, al mis- mo tiempo, hubiese importado borrar una de las razones que tuve al escribirlo en aquel momento y seleccionar solo citas provenientes de documentos o testimonios argentinos producidos obviamente en pleno proceso dictatorial: refutar a aquellos intelectuales, dirigentes políticos, sindicales, eclesiásticos, etc., que se escudaban en el “no sabemos” y de- mostrar así que si la ignorancia era excusable en el ciudadano anónimo y alejado del quehacer público, nadie que tuviera un rol protagónico en algún estamento de la sociedad argentina podía alegar ignorancia para justificar su complicidad, su desentendimiento o cobardía moral ante la acción terrorista de Estado. Porque del mismo modo que yo había po- dido acceder a dicha información (buena parte de ella recopilada antes de salir del país), ellos también estaban en condiciones de conocerla.

El Estado Terrorista argentino

39

Outline

Documento similar