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2.5 Experiencias en Chile del trabajo con hombres que ejercen

2.5.2 Programa de Tratamiento del Centro de Atención y Prevención en

Este programa se inserta en el Modelo de Intervención global del Centro VIF de la Municipalidad de Santiago, el cual nace como un programa piloto en las políticas locales para abordar el problema en nuestro país (Martínez V. et al., 1997) el año 1990 (este programa parte de la base que la violencia no es la forma natural de relacionarse, sino que es un producto histórico y cultural y por lo tanto modificable). A partir de entonces, dicha institución ha desarrollado un proceso de cambio permanente, según las necesidades de la población que atiende. El modelo de intervención ha relevado tres aspectos como fundamentales en su gestionar, el intento de traducir el modelo ecológico en la intervención, el enfoque en la relación entre las personas que viven violencia, y la construcción de un enfoque relacional, y el desarrollo de una intervención focalizada en la relación de violencia.

en práctica, como parte de su proceso de titulación, a raíz de lo cual se gestiona la contratación definitiva de un profesional, hasta que a partir de 1993, la Municipalidad de Santiago incorpora el cargo, el cual se mantiene actualmente (Martínez V. et al.). Al igual que para el Centro en forma general, un aspecto importante fue definir la población objetivo con una denominación que no culpabilizara ni estigmatizara a los pacientes hombres. En consonancia con lo anterior se define al consultante como “Hombre que ejerce Violencia” y no como “Hombre Golpeador” o como “Agresor”. En cuanto al primer acercamiento a la institución, los profesionales reportan ciertas resistencias e incertidumbre, y la tendencia en algunos casos de intentar utilizar el espacio como forma de controlar a su pareja.

Los objetivos generales consisten en “Intervenir en la Relación de Abuso y Desarrollar habilidades Sociales para la resolución no violenta de conflictos” (p. 320) Al igual que el otro programa, este especifica que la división de las etapas es ordenadora y estas se pueden mezclar o alterar en su orden. El proceso se inicia atendiendo individualmente, a través de una entrevista inicial estructurada, donde resultan relevantes la flexibilidad para vincular temáticas interesantes para el terapeuta, como la evaluación del riesgo, con la definición propia del hombre. Entre los aspectos más relevantes, destacan: Crear un clima de tolerancia, respeto mutuos y seguridad afectiva, de tal forma de comunicar que el cuestionamiento se dirige a la forma en que establece sus relaciones y no a lo que es como persona, favoreciendo un proceso de reconocimiento y toma de responsabilidad por la violencia; Facilitar la expresión de la propia percepción de su situación personal y relacional; Establecer el inicio de un vínculo no agresivo; Explicitar los límites y condiciones, como la posibilidad que estos queden sujetos a cambio, en caso que se manifiesten nuevas agresiones (tales como suspender el tratamiento, aumentar número de sesiones o cambiar modalidad), se describe las distintas modalidades existentes, y se explica el rol del profesional en caso de derivación del tribunal.

La entrevista de ingreso, deriva en distintas posibilidades de continuidad de la atención:

- La Evaluación, que demora cerca de 4 sesiones, en las cuales es fundamental pesquisar una caracterización de la violencia en términos de frecuencia y cronicidad, la tipología y direccionalidad, el grado de independencia entre su voluntad y sus actos violentos desde su discurso, los primeros eventos de violencia. Además, se evalúa el grado de reconocimiento y de responsabilidad asumida por la violencia, los factores de riesgo, las características del proceso de

ingreso, las consecuencias de la violencia, el compromiso con el tratamiento, recursos personales, relacionales y sociales, y detectar la inviabilidad del tratamiento. Para la evaluación, el terapeuta se vale de: la información entregada en forma voluntaria, la impresión clínica específica en violencia (intentos de formar alianzas, capacidad de dialogo, miradas, compromiso, definiciones, preguntas, etc.); las medidas del tribunal; entre otras fuentes de información.

- Derivación interna atención individual y/o grupal: casos donde no es necesario un proceso de evaluación, ya que de entrada revelan un claro reconocimiento y asunción de responsabilidad por la violencia, motivación para revertir la situación, baja presencia de factores sociales y disposición de recursos psicosociales para enfrentar el tratamiento en plenitud.

- Derivación externa que implica la sugerencia de intervención en otra institución, o bien, no específica en violencia. En este caso se encuentran los hombres que viven conflictos conyugales, quienes presentan un grave deterioro en su personalidad, un proceso de evaluación con su pareja que concluya la inconveniencia de atenderlos en la misma institución, la lejanía de la ubicación del centro, incompatibilidad de horarios, falta de confianza en la institución, etc. También están aquellos casos que los terapeutas no se sienten en condiciones de atender, fundamentado en el auto cuidado del equipo humano.

- Derivación y atención complementaria, y documentada, para los casos de alcoholismo, por ejemplo.

Para los casos derivados desde tribunales, este tipo de tratamiento se entiende como correspondiente a un nivel de intervención complementaria con otros. El carácter obligatorio de la rehabilitación terapéutica impone condiciones especiales, puesto que para quienes definen el proceso terapéutico como la opción a cambiar algo, la voluntad pareciera ser un requisito. Martínez V. et al. (1997) plantean que en función de la experiencia con hombres que ejercen violencia, el cambio en la intervención se relaciona con el sentido que para el sujeto tenga el participar de esta experiencia. Este sentido puede entenderse como la posibilidad de cuestionarse, particularmente, por lo que está ocurriendo o cómo perciben ellos su experiencia; siendo importante recalcar que no es posible en todos los casos. Los autores llaman la atención sobre la implicancia de quienes participan del trato a estos hombres en tribunales, como actores externos al proceso terapéutico y cuyo rol es significativo en facilitar o no la creación de esta motivación. Además, en el contexto de

tribunales existe la posibilidad de que el hombre intente mayor control sobre la información revelada al intuir el papel de los terapeutas como agentes evaluativos para el juzgado. Por otra parte, los autores también señalan que el contexto de obligatoriedad puede estar presente desde otras fuentes como su relación de pareja, la presión social, etc. En este sentido califican de positiva la complementación de participantes derivados desde un proceso judicial con voluntarios, pues focaliza la problemática no en la demanda, sino en la violencia.

Atención Individual

Para Martínez V. et al., esta modalidad facilita un creciente grado de compromiso entre terapeuta-usuario. En términos generales, Baloain (1993) determina las siguientes ventajas para un tratamiento individual en estos casos: la usual ausencia de la experiencia de amistades íntimas y la tendencia a desconfiar, temer, y a crear distorsiones cognitivas en especial celotipias (descrita por la literatura), hace preferible un espacio íntimo como primer lugar de apertura; según el autor es más fácil asumir la responsabilidad por la violencia en dicho espacio y con sólo una persona, se posibilita un ritmo más específico. Como desventaja, Baloain postula la posibilidad de depender emocionalmente del terapeuta.

En esta relación, los terapeutas informan que un atisbo de reconocimiento de la propia responsabilidad en estos actos, por parte de los consultantes, no proviene de la presencia de agresiones, sino de la posibilidad que el uso de la violencia esté siendo desmedido. Esto facilitaría una disminución inicial rápida de las manifestaciones de violencia en el hogar. Asimismo se asiste a la toma de contacto con el propio dolor de agredir y del estilo de relación que han instalado con su pareja. Luego, al reconocer el dolor en otros, los ciclos de violencia se van integrando en la propia historia.

Martínez V. et al. (1997) identifican una segunda etapa en la asunción de la responsabilidad por la violencia, donde se trata el estilo de relación de pareja. No todos los casos llegan a esta etapa, quedándose algunos adheridos a una vivencia pasiva de su dolor. Un elemento surgido de la experiencia con estos hombres, aún no explorado suficientemente, es la dependencia afectiva en el tipo de relación que establecen, lo cual se traduce en dificultad significativa para lograr relacionarse con un estado determinado de la pareja sin contaminarse afectivamente por este estado, o lo más frecuente, responder con rabia a dicha manifestación. Por otra parte, el tratamiento se focaliza en el

reconocimiento de los sentimientos propios, que generalmente son expresados como rabia e impotencia. Adicionalmente, se trabaja la historia de su relación de pareja, relevando la instalación del abuso, y por otra parte, la historia personal como proceso de desarrollo de identidad, enfrentándose al abandono, a la exigencia de no repetir en la propia vida adulta lo experimentado como hijo, a la diferencia entre lo interesante de la vida laboral frente a lo conflictiva y frustrante que se observa la vida familiar.

Atención Grupal

Baloain (1993) postula como ventajas de un enfoque grupal, las siguientes: presentaría una alta efectividad debido a que posibilita el trabajo con la estructura y la interacción con otros, y el aislamiento social y emocional, permitiendo en la interacción observar los avances de los sujetos. Como desventaja identifica la dificultad para pesquisar las diferencias en cuanto a capacidad de aprendizaje, profundidad de las ideas sexistas, nivel y variedad de las agresiones ejercidas y grado de asunción de la responsabilidad. Martínez V. et al. plantean como ventajas la posibilidad de trabajar con mayor facilidad las resistencias de los consultantes que surgen del temor y la impotencia por la situación vital que enfrentan, favoreciéndose una mejor focalización en el tema y una reflexión más profunda a través de la identificación que opera. Esta identificación aportaría la sensación de estar apoyado y crear un ambiente carente de enjuiciamientos, al mismo tiempo que mayor horizontalidad en las relaciones y la mayor aceptación de las intervenciones de los otros. Además, el grupo puede servir de reflejo, ayudando al consultante a enfocarse con los puntos importantes de su problemática. Finalmente, propicia la mejor utilización del recurso humano.

Para el ingreso de hombres que ejercen violencia a terapia grupal se establecen contraindicaciones como la presencia de patologías psiquiátricas, el rechazo del consultante a realizar un tratamiento paralelo para adicciones como alcohol y/o drogas, la dificultad que pueda tener algún usuario para compartir y establecer relaciones con otros, la presencia de estados depresivos, anteriores a un proceso de toma de conciencia. Otras consideraciones a tomar en cuenta están dadas por una resistencia alta al tratamiento (asociada a una negación, minimización o externalización de la responsabilidad rígida); la explícita petición de no compartir sus problemas con otros, la presencia de violencia en muchas de sus relaciones y aquellos casos en que sea necesario enfatizar el control de la conducta previamente a un proceso de reflexión.

Entre los objetivos del grupo, Martínez V. et al. plantean la detención de la conducta violenta (a través del reconocimiento y distintas técnicas para el auto control), disminuir el aislamiento emocional y social, mejorar el reconocimiento y expresión de emociones y las habilidades comunicacionales y revisar los roles estereotipados de género. Estos mismos autores plantean como características más relevantes del proceso del grupo, la presencia de: un “discurso inicial” centrándose en la responsabilidad de la provocación de la pareja para su violencia, el cual tiende a agotarse luego de un par de sesiones grupales, pero sólo en algunos casos, existiendo otros en que el discurso se rigidaza; un clima afectivo y asertivo que facilita cambios en el nivel de profundidad de las intervenciones; contenidos que van variando en las sesiones, generalmente desde el autocontrol de la agresión hasta el cuestionamiento de la relación de abuso y de pareja.

Desde el inicio de la Atención de Hombres en el Centro de Atención y Prevención en Violencia Intrafamiliar de la Municipalidad de Santiago (1992), hasta el año 2004, el trabajo terapéutico con hombres ha tenido características generales mencionadas arriba, que responden a la problemática de violencia, y otras más específicas que se relacionan con el enfoque terapéutico propio de los terapeutas que participan en la Línea de Atención de Hombres.

Martínez V. et al. (1997) plantean temáticas principales a abordar en el trabajo en grupo, tales como la relación de violencia y consecuencias, el control y el autocontrol, el alcohol y las drogas, la familia de origen y las experiencias infantiles de violencia, la situación legal, el aislamiento y la importancia de las redes sociales, el reconocimiento y expresión de sentimientos, los celos y la violencia, la dependencia emocional y su dinámica relacional, la construcción social de género y la identidad masculina, la subjetividad en la apreciación de la realidad, la comunicación y la asertividad, entre otros. Por otra parte, identifica intervenciones frecuentes en el proceso grupal, como compartir la experiencia, centrando el relato en ésta y no en las generalizaciones abstractas o la referencia a otras personas, el reconocimiento de la responsabilidad propia y de la subjetividad, propiciar modelos de relación sanos y no violentos, vincular temáticas específicas con necesidades del grupo, colocar límites formales al espacio en grupo y brindar un espacio adecuado a todos los integrantes del grupo. Por último, diferencian entre tipos de grupos: Grupo Abierto, con un número de sesiones variable y con ingreso de miembros cada cierto tiempo y en diferentes momentos del desarrollo grupal, sin temas prefijados, Grupo Cerrado, con una cantidad definida de sesiones, y con temáticas a trabajar predefinidas; Grupo Educativo. Los autores optaban por el Grupo Abierto.

Terapia Gestalt en grupo para hombres que ejercen violencia

En primer lugar se opta por una terapia y no por un grupo Psicoeducativo, ya que entre los terapeutas de la línea, se cree que los procesos psicoeducativos no tienen éxito en solucionar la problemática de la violencia de manera definitiva, pudiendo ejercer violencia nuevamente, pasado algún tiempo desde el tratamiento. Entre los enfoques abierto y cerrado, se opta por una modalidad semi-abierto: no hay temas prefijados y se permite el ingreso de nuevos participantes, hasta cierta etapa del proceso, sin embargo, se define el número de sesiones mínimas para asistir a terapia para cada participante, en virtud de los plazos que fija la Justicia (6 meses). Cada semana corresponde a una sesión de dos horas, lo que hace un total de 24 sesiones aproximadamente.

La Terapia grupal de hombres que ejercen violencia, con un enfoque humanista, que se desarrolla entre 1998 y 2001, se basa en la idea que cada acto o conducta del consultante puede dar cuenta de su modo de interacción con el medio (Latner, 1973). Partiendo de esta base, el tratamiento aspira a aumentar su conciencia de sí mismos y de su situación actual; se trata de centrar al consultante en la experiencia de su “ser”. Este aumento en su conciencia, activando su sabiduría organísmica, dará paso a nuevas formas de actuar en el mundo, que podrán ponerse en práctica durante el proceso terapéutico, en la interacción con lo otros participantes. En definitiva, siguiendo fundamentalmente a Latner, en esta terapia no es necesario centrarse en el tema o aspecto más significante o de mayor influencia; para los consultantes esto es: la violencia conyugal. Se considera que “la mayoría de los ejemplos de violencia contra nosotros mismos, y también contra los demás son representaciones de nuestros conflictos.” (p. 173)

Es efectivo que durante la terapia se puede tratar el tema de la violencia, pero cuando este nace de una inquietud de cierto participante o cuando tiene relación con su presente, aquí y ahora, en caso contrario, el tema de la violencia, sólo está presente en el compromiso inicial de no ejercer violencia mientras se asista al tratamiento.

Otro aspecto relevante dice relación con la integración de distintas técnicas con el objetivo de aumentar la conciencia, rescatando del conjunto de terapias de encuentro el comienzo con un calentamiento activo y a menudo corporal, destinado a implicar a los individuos, a mostrar en los participantes sus propios bloqueos y dificultades y a proporcionarles ganas de trabajar y expresarse

recorrido de su experiencia en el aquí y ahora. Las técnicas utilizadas para este fin, pueden incluir fuentes como la Gestalt, el Psicoanálisis, Reich, Psicodrama, etc.

Por lo tanto, no se trata de un proceso mecánico, se trata de desarrollar las aptitudes del contacto, del compromiso, de la discriminación, de la manipulación, y así estimular el camino hacia una exploración más completa del campo. Siguiendo a Latner, el progreso en la terapia se apoya en el aumento y la expansión de las funciones de contacto, como nuevo apoyo para un posterior mayor contacto, como una experiencia segura. También el tratamiento se orienta a experiencias emocionales cruciales, a fin de buscar con los consultantes el significado de aquella emoción intensa que surge en el trabajo de dichas experiencias. Otras reglas que se incluyen de la Terapia Gestalt en grupo es la técnica del contrario, que consiste en pedir al cliente que simule lo contrario a su estado y la regla de la confrontación, que es poner al paciente frente a cada uno de sus compañeros para contactarse con ellos y dejar sus fantasías con respecto a lo que ellos son, piensan o esperan de él. También, se presta atención al lenguaje, y sobre todo aquellos aspectos de la forma en que nos expresamos, como un aspecto de comprensión y expresión de nuestras vidas.

El rol del terapeuta también coincide con el enfoque gestáltico, se trata de llevar al paciente a la etapa explosiva, definida por Perls (2000/1969), usando las herramientas de la conciencia, el experimento y el encuentro entre el paciente y los otros, sobre todo con el terapeuta. Para esto es necesario que el terapeuta se encuentre en contacto consigo mismo, con el paciente y con las necesidades del momento y por supuesto del grupo.

Según los terapeutas de la línea de Atención de Hombres, esta terapia se tipifica como una modalidad de Terapia Coactiva, es decir, que cuenta con el contexto de obligatoriedad para ingresar a la terapia, lo cual incide en la situación de vida de los consultantes y en su concepción del tratamiento. Por otra parte, la duración de éste abarca, las veinticuatro sesiones mínimas, tiempo insuficiente para llevar a un cambio real en los aspectos preponderantes de cualquier enfoque terapéutico que no se centre en el síntoma, sino en el soporte estructural amplio de éste.

2.5.3

Síntesis

el machismo y el control de la pareja. En Norte América, la mayor sistematización de tratamientos para hombres que ejercen violencia doméstica, destaca el trabajo a través de los Grupos Psicoeducativos. Estos se basan en la discusión de temas que se relacionan, desde los diversos estudios, con la presencia de factores asociados a la aparición de la violencia conyugal. En Chile, desafortunadamente, son pocos los programas de tratamiento a los hombres que ejercen violencia. Este tipo de tratamiento considerado uno de las de más alta deserción, debido a que culturalmente el hombre ha sido socializado para no pedir ayuda, tienden a externalizar la responsabilidad de sus agresiones, y se muestran muy resistentes. También puede deberse a que la mujer retira la denuncia o amenaza.

El Programa de Tratamiento para hombres que ejercen violencia conyugal, del consultorio externo de la UC, divide el proceso en tres etapas flexibles: la Detención la Conducta Violenta, el Contacto Emocional, la Psicoterapia propiamente tal, donde se comienzan a trabajar aspectos tales