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La realidad y la ficción son solamente píxeles separados

Resultados como los que acabamos de ver en este estudio presentan claramente una cuestión crucial: ¿Cómo distingue el cerebro lo que es realidad y lo que es ficción?; y otra pregunta todavía más importante, ¿Distingue el cerebro lo que es realidad y lo que es ficción?

La conexión neuronal entre soledad y conflicto

El neurocientífico John Cacioppo dirigió un estudio en 2009 para identificar las diferencias existentes en el mecanismo neuronal de las personas que se sentían solas y las que no sentían solos. Concretamente deseaba conocer qué sucedía en el cerebro de la personas que mostraban un acusado sentido de «aislamiento social», elemento clave de la soledad que nada tiene que ver con sentirse físicamente solas, y sí mucho con el sentimiento de la soledad. Mientras eran estudiados por un aparato MRI (Máquina de representación de resonancia magnética), a unos sujetos se les presentaban una serie de imágenes, algunas con connotaciones positivas —como, por ejemplo, personas que se mostraban felices haciendo cosas divertidas—, y otras que conllevaban asociaciones negativas, como escenas de conflictos humanos. Mientras los dos grupos contemplaban escenas agradables, la zona del cerebro que reconoce la recompensa mostraba una respuesta significativamente mayor en las personas que no se sentían solas que en las otras. De igual modo, el córtex visual de las personas que se sentían solas respondían mucho más fuertemente ante las imágenes desagradables de personas que ante imágenes desagradables de objetos. Este estudio hizo suponer que la atención de las personas que se sienten solas se concentra de forma especial en los conflictos humanos. En el caso de los sujetos que no se sentían solos no se mostró diferencia alguna entre ambas imágenes. En resumen, parece ser que las personas que acusan un agudo sentido de aislamiento social muestran una respuesta más reducida ante las cosas que hacen felices a la mayoría, y una respuesta más intensa ante los conflictos humanos. Esto explica muchas cosas sobre las personas que no solamente se hunden en

la desgracia, sino que también parecen obsesionadas con los «dramas» emocionales de los demás 13.

E sta pregunta sirvió como desempate para otro estudio que se llevó a cabo en el departamento del Instituto Max P lanck de Ciencias Humanas y Cognitiva Cerebrales, que trató de identificar cómo responde

el cerebro cuando se ve expuesto a contextos en los que se mezclan personas reales y personajes de ficción 14. L os investigadores realizaron un estudio similar llevado a cabo en 2008 que llevaba por título: «Competición entre George B ush y la Cenicienta: Respuesta neuronal cuando se separa lo real de la ficción en el contexto de nuestra realidad».

E n el mencionado estudio los investigadores utilizaron la representación funcional por resonancia magnética (fMRI) para valorar las regiones cerebrales del sujeto —concretamente, los córtex anterior medio prefrontal y cíngulo posterior (amP FC, P CC) —cuando eran expuestas a contextos que afectaban a tres grupos: 1) familia y amigos (identificados como grupo de alta relevancia), 2) gente famosa (relevancia media), y 3) personajes de ficción (relevancia baja). L a hipótesis de trabajo era que la exposición a contextos que poseyeran un alto grado de relevancia producirían una activación más fuerte del amP FC y del PCC.

E n estudios realizados anteriormente, el amP FC y el P CC demostraron que desempeñaban un gran papel en el pensamiento autorreferencial y en la memoria autobiográfica (especialmente, en lo referente a la parte «mi» de su cerebro). L a idea que está detrás de la presente hipótesis es que la información sobre la gente real, como opuesta a los personajes de ficción, se encuentra codificada en el cerebro de tal modo que suscita una respuesta autoreferencial y autobiográfica del «mi». Cuanta más relevancia personal tenga el contexto, mayor será la respuesta. L os resultados estuvieron acordes con la hipótesis, mostrando un patrón de activación en el que la mayor relevancia del sujeto se asociaba con una mayor respuesta de amP FC y del P CC. E stos resultados también se mostraron idénticos a las respuestas obtenidas en otras regiones cerebrales, aunque en diferente grado. Dicho de otra forma; para nuestro cerebro la realidad tiene la misma importancia en ambas situaciones.

P ero entonces, ¿cómo podemos poner fin a esa fusión con los personajes ficticios (o virtuales) que aparecen en la pantalla de la televisión o del ordenador? P ara dar respuesta a tal pregunta tendremos que profundizar en lo que significa actualmente para nosotros el término «relevancia». L o cierto es que somos muchos los que pasamos más tiempo conectados con personajes televisivos y online que con la gente real que está frente a nosotros.

E l neurocientífico social John Cacioppo, cuyas investigaciones sobre la soledad han abierto nuevas puertas a la comprensión de la más oscura de las emociones, ha observado que vivimos en una época de constante interacción y que, sin embargo, la mayoría de nosotros decimos sentirnos «solos», mucho más que en otros tiempos. S eñala Cacioppo que la soledad nada tiene que ver con la cantidad de personas que puedan rodearnos, sino que esencialmente tiene que ver con el fracaso que sentimos al no obtener de nuestras relaciones lo que necesitamos 15. Nos dicen las investigaciones llevadas a cabo que las personalidades de internet y los personajes de la televisión se han convertido en los sucedáneos de nuestras necesidades emocionales, y que por ello ocupan los vagos contornos en los que a nuestro cerebro se le hace difícil distinguir lo real de lo irreal. Cuanto más confiemos en tales personalidades y caracteres, buscando un sentimiento de «conexión», tanto más los considerarán relevantes nuestros cerebros.

Todo esto puede decirse de otro modo: nuestro cerebro engañarse, y lo irónico del asunto es que nosotros somos cómplices de semejante engaño. Como animales que somos y que necesitamos ser dirigidos, buscamos el camino que ofrezca menor resistencia para obtener lo que necesitamos, de la forma que sea. Y la inmersión en el mundo de la electrónica nos proporciona la senda, que, sin ser un producto químico, resulta la más accesible de cuantas hasta ahora se han inventado.