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REFLEXIONAMOS SOBRE LA VIOLENCIA DE GÉNERO

Hemos visto hasta el momento cómo el género constituye un estructurador de desigualdades en diferentes ámbitos y hemos señalado las normativas impulsadas para removerlas. En este apar-tado buscaremos profundizar en esta línea, deteniéndonos específicamente en una de las mani-festaciones más graves de la desigualdad de género: la violencia.

El concepto de “violencia de género”, o “violencia basada en género”, surge a partir de la necesidad de comprender cómo la violencia contra la mujer se da dentro del contexto de un ordenamiento de género patriarcal, por el cual mujeres y niñas ocupan un lugar de subordinación dentro de la so-ciedad. La violencia de género, justamente, pretende reafirmar y perpetuar este orden de género.

En palabras de Bengochea y Parola (2011, 3): “en el cuerpo de las mujeres se inscribe un orden

patriarcal profundamente arraigado. Cualquier amenaza a ese orden, o presunción de ello, habilita la violencia y la legitima por la sola razón de la subversión a -o el desvío de- la norma”.

Si bien los varones también pueden padecer violencia, lo cierto es que las estadísticas indican que son las mujeres y las niñas quienes se ven mayormente afectadas. Esto se observa por ejemplo en los datos proporcionados por la Oficina de Violencia Doméstica de la Suprema Corte de la Nación, relativos el mes de febrero de 2014, que indican que el 78% de las personas afectadas son mujeres (62% adultas, 16% niñas), y el 60% de los denunciados, son varones. Veremos más adelante que la violencia doméstica no constituye el único escenario en que se manifiesta la vio-lencia de género, no obstante estos datos indican que la viovio-lencia hacia la mujer no puede anali-zarse sin considerar las normas, estructuras sociales y roles de género, en tanto éstos constituyen factores que determinan su vulnerabilidad ante esta problemática (IPPF, 2010). En este sentido, es importante comprender que la violencia de género es un fenómeno polifacético y complejo en donde confluyen factores psicológicos, familiares, socio-culturales, e institucionales, y que por tan-to requiere de modelos explicativos holísticos e integradores que permitan proceder de manera efectiva. Indagaremos brevemente en ello a continuación.

Modelos explicativos de la violencia de género

Como mencionamos anteriormente, la violencia de género es un fenómeno complejo y multifac-torial. Esto significa que no puede explicarse por un único factor causal, sino que en su ocurrencia y sostenimiento intervienen diferentes aspectos o niveles a tener en cuenta. Por ello, debemos descartar los intentos explicativos de la violencia que se circunscriban a las características perso-nales de quienes agreden o son agredidas/os. Nos referimos a propuestas explicativas que atri-buyen unidireccionalmente la causalidad de la violencia a un determinado perfil o rasgo de perso-nalidad (por ejemplo, explicar la violencia como consecuencia del alcoholismo o los problemas de salud mental del agresor). Entre los modelos explicativos aplicados a la violencia de género, nos referiremos brevemente a dos, el modelo ecológico y el triángulo de la violencia, en tanto constitu-yen marcos adecuados desde los cuales recuperar el carácter polifacético de la violencia de género.

EL MODELO ECOLÓGICO

Según el modelo ecológico (SERNAM, 2009) existen cuatro niveles de sistemas que interactúan entre sí y potencian la ocurrencia de la violencia de género: el nivel individual, el microsistema, el exosistema y el macrosistema.

El nivel individual remite a los comportamientos y a la historia personal. En este nivel ubica-mos por ejemplo, la construcción de una identidad femenina asociada a la sumisión,

debili-dad, dependencia y de una identidad masculinidad asociada a la fuerza, el control, el dominio.

El microsistema incluye el entorno inmediato: las relaciones interpersonales más cercanas como la familia, las parejas, etc. Podríamos situar en este sistema como un factor poten-ciador de la violencia de género al modelo familiar de corte autoritario, de acuerdo a ejes de poder ligados al género y a la generación, en donde los varones adultos son quienes toman las decisiones y controlan el patrimonio.

El exosistema remite a los contextos comunitarios y a cómo éstos pueden favorecer o legi-timar modelos violentos. Las escuelas, los ámbitos de trabajo, las instituciones, los medios de comunicación pueden contribuir a la reproducción de un orden de género patriarcal, a la naturalización y reproducción de la violencia, etc.

El macrosistema refiere a las normas sociales y culturales, a los sistemas de creencias que prevalecen en una sociedad y por las cuales ésta se organiza. Podríamos referirnos en este punto a las creencias y valores respecto de lo que es ser mujer o varón dentro una cultura patriarcal, cuestión que hemos descrito en el apartado sobre normatividades de género.

EL MODELO DEL TRIÁNGULO DE LA VIOLENCIA

El modelo del triángulo de la violencia definido por J. Galtung (Gabarra, 2011) sostiene que existen tres tipos de violencia, de ahí su nombre. La violencia directa, entendida como los actos concretos de violencia, remite a los aspectos más tangibles y visibles, como ser los comportamien-tos o conductas. No obstante esta violencia no surge de la nada, sino que encuentra sus raíces en los otros dos vértices del triángulo: la violencia estructural y la violencia cultural, que a diferencia de la directa, permanecen invisibilizadas. La violencia estructural hace referencia a las situaciones de discriminación, explotación y dominación que supone el patriarcado, mientras que la cultural remite a los prejuicios, estereotipos y creencias sobre las que la violencia estructural se sostiene.

Ejemplos de la violencia estructural lo configuran las desigualdades de género en los ámbitos del trabajo, la salud, educación, etc. analizados en el apartado anterior. Dichas desigualdades se ven legitimadas por medio de expresiones culturales que reproducen creencias y estereotipos asocia-dos al orden de género patriarcal. Ejemplo de ello es el idioma español, entre otros, que invisibiliza a la mujer al homologar al género masculino como equivalente del conjunto de la humanidad.

Asimismo, el análisis del lenguaje y su uso en la vida cotidiana permite apreciar procesos de dis-criminación en la valoración diferencial de las palabras según aludan a cada género (por ejemplo:

Juan es un zorro/ María es una zorra).

Consecuencias de la violencia de género

La violencia de género constituye la violación de los derechos humanos más extendida en nuestro tiempo (Gabarra, 2011), que no admite distinción de clase social, raza/etnia, nivel educativo ni edad. Según plantea la CEPAL (2011), la violencia de género constituye una violación:

del derecho a la identidad, en tanto reproduce la representación de la mujer como

subordi-nada al hombre del derecho al afecto

del derecho a la paz y a relaciones personales enriquecedoras

del derecho a la protección por parte del Estado, cuando éste niega protección a las mujeres, y por parte de la sociedad cuando ésta invisibiliza el problema

del derecho al desarrollo personal

del derecho a la participación social y política, debido a que coarta la realización de activida-des extradomésticas, como la participación en organizaciones, grupos o reuniones

del derecho a una salud física y mental óptima. En este punto cabe mencionar que la violen-cia de género es una de las causas más importante de incapacidad y muerte en las mujeres, generando desde desórdenes emocionales, lesiones físicas y dolores crónicos hasta la muer-te. También constituye un factor de riesgo para muchas enfermedades (IPPF, 2010).

Asimismo, es importante subrayar que los efectos de la violencia de género no se circunscriben a las consecuencias individuales de las mujeres que la padecen. La violencia de género trasciende el plano interpersonal agresor-víctima, en tanto constituye una violencia estructural para el colectivo femenino. Como analizamos previamente, su función es la de reforzar y reproducir el orden de género patriarcal, doblegando la voluntad de las mujeres y cercenando sus deseos de autonomía (De Miguel Álvarez, 2005).

E. EL MARCO NORMATIVO A NIVEL INTERNACIONAL Y