Como hemos puntualizado, la recuperación de la actividad sindical y huel- guística desde el añose ha interpretado en términos de “revitalización sindical”. Este término se ha usado especialmente en el mundo del trabajo anglosajón para debatir las maneras en que los sindicatos podrían recobrar su fuerza frente a los cambios regresivos de los años 80 y particularmente del predominio neoliberal y la desindustrialización. Los estudios sobre revitalización están interesados en las estrategias sindicales para enfrentar la declinación organizativa de los años 1970 a 1990. Así una creciente discusión sobre las estrategias, más que los procesos objetivos, podrían mostrarse aún como poco efi caces para detener la caída de la afi liación sindical, por ejemplo en Europa (Bryson, Ebbinghaus y Visser 2011). En contraste, en la Argentina la afi liación habría crecido en la última década junto con otras formas de participación y poder sindical (Trajt- emberg et al 2009).
Senén González y Haidar (2009) sistematizan el debate internacional señalando en primer lugar que la conceptualización sobre revitalización surge de la discusión de las estrategias por las que el sindicalismo podría incrementar su poder orga- nizativo. Siguiendo a Heery, Kelly y Waddignton (2002) la revitalización refi ere a un conjunto de políticas de organización que los sindicatos renuevan frente a un contexto de declinación sostenida. Estas iniciativas de parte de los sindicatos fueron discutidas y estudiadas, dando lugar a una creciente literatura específi ca. En éstas se siguen “las estrategias seguidas por los sindicatos a fi n de promover su fortalecimiento a través de: la afi liación de nuevos miembros; el impulso de estructuras sindicales horizontales; la realización de manifestaciones populares y la construcción de coaliciones con otras organizaciones de la sociedad civil, procurando representarse ante la sociedad como organizaciones que trascienden los intereses particulares” (Senén González y Haidar 2009, p. 7).
Sin embargo, se ha sostenido que la idea de revitalización que conlleva el origen anglosajón no se aplica, por distintas razones, a las características del fenómeno en la Argentina. De distintas maneras se ha acentuado la preservación organizativa como rasgo fundamental del movimiento obrero argentino, sobre lo cual operan políticas y estructuras de oportunidades económicas o políticas vinculadas a las relaciones de fuerzas. Para Ghigliani y Atzeni (2008) el resur- gimiento sindical no implica una modifi cación democrática de las estructuras sindicales movilizadoras. “En mucha de la bibliografía inglesa sobre revitali- zación, la discusión se ha enfocado en las políticas sindicales, ancladas en la adaptación de la colaboración, provisión de servicios o perfi les de organización, o combinaciones de ellas. En Argentina en contraste, la revitalización parece asociarse fundamentalmente con las prácticas tradicionales” (p. 10).
Etchemendy y Collier (2007) sostendrían que la modifi cación vendría del lado de cierto cambio en el patrón de las relaciones laborales, no tanto de la
organización sindical que permanecería idéntica. Los autores afi rman que en contraste con el período “clásico” del sindicalismo argentino, el resurgimiento tiene que ver con el “neocorporativismo segmentado”. Aquí los sindicatos toman autonomía del estado (por lo cual se trata de neocorporativismo societal). Por otro lado lo segmentado refi ere a que los acuerdos mediados por los sindicatos solo protegen a sectores formales sindicalizados y cubiertos en los convenios, antes que tratarse de políticas sociales universales, como sucedería en los cor- porativismos europeos nórdicos.
Tomando en cuenta las limitaciones del enfoque de la “revitalización” para la Argentina la dinámica de los ciclos de movilización, protesta o lucha ofrecen otro marco desde donde conceptualizar el retorno del actor sindical.Podemos realizar una exploración del resurgimiento del confl icto dentro de los ciclos de largo plazo de movilización del movimiento obrero (Kelly 1998, Silver 2005, Franzosi 2005). En un estudio seminal Hobsbawm (1952) propuso “aclarar por qué esos movimientos se dan a saltos y con un ritmo discontinuo, por qué se producen solo en determinados momentos…” (p. 147). Para explicar esta discontinuidad hay distintos enfoques, que hacen a una historia teórica, sobre los ciclos de huel- gas y confl ictos laborales. Estos podrían situarse en torno a la separación entre dimensiones económicas o políticas (Franzosi 1989, Ghigliani 2008). Luego se ha planteado la integración dialéctica e histórica de las dimensiones estudiadas por separado (Franzosi 1995). Para la Argentina se han usado las nociones de “ciclos de lucha” para ubicar grandes etapas de formación y transformación de la historia de la clase obrera (Munck 1987) o etapas de las estrategias obreras en relación con los períodos del desarrollo capitalista y el sistema político institucional (Iñigo Carrera 2000). El problema planteado por Hobsbawm se vincula con la irrupción que cíclicamente, aunque no necesariamente de manera regular, se presenta en la historia. En este contexto introducimos algunos elementos sobre ciclos de huelgas o protestas obreras. Los adelantos de Hobsbwam, fueron seguidos por Mandel (1986), Screpanti (1986), Kelly (1998) y Silver (2005).
Aquí mencionaremos algunas nociones de la propuesta de John Kelly (1998) para su consideración detallada en estudios críticos posteriores. Dice el autor: “Desde mi visión, hay evidencia empírica sufi ciente para mostrar que los pun- tos de giro económico Kondratieff se asocian con los momentos de agitación principal en las relaciones laborales, y estos pueden discernirse a través de los patrones de afi liación y densidad sindical, actividad huelguística, unifi caciones sindicales, cobertura de la negociación colectiva y una variedad de otros cambios institucionales.” (Kelly 1998, 96). La periodización se atiene a los ciclos mar- cados por la dinámica de las ondas largas en la economía capitalista, las cuales según Kondratieff mantienen cierta regularidad en el tiempo. La periodicidad de los ciclos Kondratieff se observa en la escala de la economía internacional como una unidad. Estos dos criterios fuertes son difíciles de seguirse. Munck (1987) concluye en el análisis de otro período que “debemos llamar la atención que nuestro análisis se ha restringido a los ciclos de negocios, en vez de usar los
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ciclos largos del tipo Kondratieff. La fase de conjunto de 1890 a 1930 podría verse como una onda larga [del tipo Kondratieff] en los términos de Argentina; pero habría demasiados problemas en aplicar este enfoque a una economía agraria y abierta como la de Argentina” (p. 39). De los años 1930 a la actualidad podemos decir que la economía argentina se ha industrializado y dejado de ser “agraria”. Sin embargo, la crítica a la aplicación de los ciclos Kondratieff ha venido usualmente en cuanto a la difi cultad de probarla en términos empíricos, de si podemos diferenciar realmente fases de crecimiento y decrecimiento en el largo plazo y en torno a qué indicadores. En el relato específi co de Argentina esto nos llevaría a delimitar las fases de mediano y largo plazo de la economía. Por ejemplo ¿La crisis de 2001 es parte del ciclo depresivo que comienza en los 70s? Por otro lado, ¿Esta crisis en Argentina es parte de un movimiento económico internacional? ¿Cómo ubicamos lo acontecido en Argentina entre la crisis de los 90 y la recuperación económica y el confl icto posterior?
Frente a estas difi cultades, Munck (1987) en su estudio para el período 1890-1930 retoma dimensiones que se ubican en los ciclos de corto plazo de la economía y sus relaciones con la lucha de clases. Se diferencia, sin embar- go, de las teorías de los “ciclos de negocios” que explicaban básicamente la fl uctuación huelguística por el comportamiento del mercado de trabajo. Las hipótesis de Munck para el primer período de historia obrera en Argentina se alimentan de otros enfoques que combinan las fl uctuaciones de corto plazo con las de largo plazo (ciclos económicos cortos y largos). Además, Munck ubica las transformaciones estructurales que traen modifi caciones sobre la fi sonomía misma de la clase trabajadora y los sistemas económicos y políticos. Más allá de la difi cultad de precisar la temporalidad de estos ciclos en la me- dición empírica, se plantea la hipótesis de que los cambios afectan no solo la cantidad de huelgas, sino los sujetos de estas mismas acciones colectivas y las relaciones sociales en las que se constituyen (Franzosi 1995). En términos de estudios de las relaciones laborales, como lo ubica Kelly, las transformaciones de la economía política capitalista se relacionan con cambios profundos en las relaciones laborales y en la estructura sindical. La profundidad de estos cambios (por ejemplo, si hemos salido de la etapa neoliberal, en que campos, etc.) es un tema que está bajo discusión e investigación, y se plantea como problema abierto para futuras investigaciones. Las propuestas del tipo de Kelly pueden enmarcar la temporalidad de estos cambios. Tomando problemas específi cos en relación al sector automotriz. Por un lado desde 2003 han vuelto la activi- dad huelguística y convencional (para esta hipótesis ver Guevara 2011). Sin embargo, ¿Cuánto han cambiado los contenidos negociados en los convenios actuales? ¿Cómo afectan o se relacionan los contenidos de la negociación con la composición, identidad y estrategia del movimiento obrero en el sector? La presencia de ciertos cambios estructurales entonces se mantendría a pesar del reanimamiento de la movilización. Estos cambios podrían periodizarse dentro de ciclos largos cuyo principio y fi n aún deben especifi carse.
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Cuadro 3. Huelgas y huelguistas en el sector automotriz argentino 1980- 2009.
Año Huelguistas Huelgas Trabajadores en
terminales Huelguistas/trabajadores terminales 1980 2370 4 38851 0,06100229 1981 113.730 9 28334 4,01390556 1982 5574 4 23267 0,23956677 1983 15.680 10 23449 0,66868523 1984 175.490 12 23620 7,42972058 1985 31.600 3 20715 1,52546464 1986 500 1 22129 0,02259479 1987 70.200 3 21820 3,2172319 1988 800 1 21313 0,03753578 1989 3750 5 19281 0,19449199 1990 25.320 6 17430 1,45266781 1991 - - 18317 1992 53.000 3 22161 2,39158883 1993 - - 23027 1994 84.500 3 25734 3,28359369 1995 - - 21362 1996 6745 4 22728 0,2967705 1997 2200 3 26286 0,08369474 1998 120 1 22963 0,0052258 1999 180 1 18522 0,00971817 2000 - - 17381 2001 - - 14250 2002 7100 1 12166 0,58359362 2003 125 1 12051 0,01037258 2004 - - 13751 2005 14.650 6 16485 0,88868668 2006 90.640 3 19.095 4,74679235 2007 40 1 24.164 0,00165536 2008 46.550 3 28.051 1,65947738 2009 1.830 5 25.900 0,07065637
Fuente: Elaboración propia en base a Anuarios Tendencias Económicas 1980- 2009.