• No se han encontrado resultados

El Señor que amó hasta el extremo

1.1. El gran

Hallel

(Sal 113-118)

Los textos paralelos del relato de la fracción del pan son Mc 14,22-25; Mt 26,26-29;

Lc 22,19-20; 1Cor 11,23-25 (cf. además Jn 6,25-59). Una lectura sapiencial del relato nos hace comprender de entrada que el Señor se entrega en «el cuerpo partido y la sangre derramada», como signo visible del don invisible de Dios al mundo.

«Cuando llegó la tarde, se puso a la mesa con los doce» (Mc 14,17). Jesús,

después de la puesta del sol, ocupa el centro del triclinio de la época romana, recostado sobre el lecho o banco con tapices y almohadones, con el brazo izquierdo apoyado en la mesa y el brazo derecho libre para alcanzar el alimento. Pedro está a su derecha, Juan a su izquierda, Judas a la izquierda de Juan y el resto de los doce, repartidos en torno a la mesa rectangular.

En la cena de Pascua, descrita por la Misná (tratado Pesakim), se reúne la haburah o grupo de 10 a 20 personas que alquila una sala. La cena se consume al ritmo

de las cuatro copas de vino y las bendiciones prescritas.

a) El padre de familia bendice la primera copa de vino y agua y pronuncia dos

fórmulas, una sobre el vino («Alabado seas, Yahvé, Dios nuestro y Rey del mundo, que creas el fruto de la vid») y otra sobre la fiesta («Alabado seas, Yahvé, que santificas a Israel y los tiempos del mundo»). Se bebe la primera copa y se traen los panes ácimos (sin levadura) y las verduras. Se lavan las manos, se pronuncia la acción de gracias y se comen los alimentos.

b) Se templa la segunda copa y se trae el cordero sacrificado en el templo y

asado entero en las casas en un asador de madera de granado. Debe ser macho, de un año y sin defecto. Después se pasa el ḥaroset (compota de

higos, dátiles y frutos diversos), verduras amargas (Ex 12,8; Nm 9,11) de escarola y lechuga silvestre y de otras tres hierbas amargas (Misná, Pesakim

2,6) y los panes ácimos. El padre relata a la familia el sentido de la cena y el simbolismo de los ritos, con referencia a la liberación de Egipto (Ex 12,1-28) y se canta la primera parte del gran Hallel (Sal 113 y 114). Se bebe la segunda

copa. Se come deprisa el cordero pascual con las hierbas amargas y el pan ácimo que se moja en el ḥaroset. Se permiten también otros aperitivos.

c) Sigue la tercera copa, la copa de bendición (1 Cor 10,16), con acción de

d) Con la cuarta copa, que señala el fin de la fiesta, se canta la segunda parte del

gran Hallel (Sal 115-118), en el que se expresa la esperanza judía de la

liberación mesiánica. En tiempos del Nuevo Testamento se celebraba de este modo la cena pascual. Si la última cena tuvo carácter pascual, así la celebró Jesús.

El gran Hallel consta de los seis salmos masoréticos 113-118, que son un himno de

alabanza a la majestad de Yahvé por su providencia con los pequeños. Se llama Hallel

por comenzar los seis con la aclamación Hallelu-Yah («alabad a Yahvé»). Se canta en

las grandes solemnidades del año: Pascua, Pentecostés, Tabernáculos y Dedicación. Su estilo es majestuoso y fluido. Su significado es «punto de unión entre el cántico de Ana y el Magnificat de María» (Derowne).

1.2. El relato de la cena (Mc 14,22-25)

El relato de Marcos es el más antiguo, procede de una liturgia cristiana primitiva y

revela la forma original en que Jesús concibe la naturaleza de su muerte «en favor de muchos» y la relaciona con la fracción del pan. Mateo es una versión ampliada de Marcos. Lucas y Pablo proceden probablemente de la misma fuente independiente. Todos coinciden en las palabras «esto es mi cuerpo». Lucas y Pablo añaden «entregado por vosotros». La sangre es «sangre de la alianza» (Mc y Mt), «cáliz de la nueva alianza» (Lc y Pablo), «derramada por muchos» (Mc y Mt) o «por vosotros» (Lc), «para remisión de los pecados» (Mt). «Haced esto en memoria mía» (Lc y Pablo, del cuerpo; Pablo, también del «cáliz de mi sangre»). «Cuantas veces comáis este pan y bebáis este cáliz, anunciáis la muerte del Señor hasta que vuelva» (Pablo).

v. 22: esthiontōn = «comiendo» el cordero pascual.

Eulogēsas = «bendiciendo», mientras bebían la tercera copa, la «copa de

bendición», y comenzaban a cantar la acción de gracias, eucharistia, de la segunda

parte del gran Hallel (Lucas y Pablo: eucharistēsas). La fórmula del rito judío podía

ser: «Bendito seas, Señor Dios nuestro, Rey del universo, que haces que la tierra produzca pan», o también «Bendito seas, Padre nuestro del cielo, que nos das hoy el pan de la necesidad».

Labōn o Iēsous arton: Jesús tomó uno de los māṣṣot, un pan, textualmente un

pan con o sin levadura, por lo tanto el pan de una cena ordinaria o el pan de la cena pascual.

Eklasen: partió y repartió los trozos de pan entre los mathētais. La acción

Labete = «tomad». Mt trae también phagete, «comed», y algunos manuscritos de

Mc añaden «y comieron todos de él». El pan debe comerse, como todos los sacrificios judíos, a excepción de las ofrendas por la culpa y el pecado. Comer es participar en las bendiciones divinas. Cuando Jesús invita a los discípulos a comer su cuerpo y beber su sangre, les garantiza la participación en la fuerza de su entrega y en la virtud de su muerte: con-mori et con-resuscitare (2 Tim 2,11; Ef 2,6), con-corpóreos y con-

sanguíneos. «Mi vida es Cristo. Ya no soy yo. Es Cristo quien vive en mí».

Touto estin to sōma mou: en los cuatro relatos se citan estas cinco palabras. Touto son los trozos de pan; sōma, el cuerpo de Cristo, la persona entera (Taylor).

Según este autor, se usa «cuerpo» por ser correlativo de «sangre» y por tratarse de sacrificio de oblación por muchos (to hyper hymôn didomenon, Lc y Pablo). Estin:

en arameo no existe cópula, luego la versión literal sería: «Esto, mi cuerpo», lo cual deja abierta la posibilidad lingüística de sobrentender o bien la cópula real de identidad («esto

es mi cuerpo») o bien la cópula simbólica de representación («esto significa mi

cuerpo»). La frase aramea den hu guphi significa: «Este soy yo». Pero tanto el uso

cristiano como la referencia a la sangre aconsejan la traducción «mi cuerpo», correlativo a «esta es mi sangre». Ambas expresiones aluden sin duda a toda la persona de Cristo (Taylor), pero a toda la persona «partida como el pan y derramada como el vino» a favor de la multitud. «La sustancia del pan no cambia, pero adquiere un valor nuevo» (Taylor), es decir, cambia su finalidad: alimentar el cuerpo y el espíritu.

Caro, cardo salutis (Tertuliano). La materia animada sigue siendo algo que

pertenece a la tierra, porque el «espíritu encarnado en la materia» está tan íntimamente radicado en su propia esencia material que nunca puede separarse completamente de ella. La corporeidad es el signo de nuestra humanidad. La «carne», bíblicamente, es el hombre concreto, terreno, pasible, mortal, pero justamente todo el hombre, la persona entera, el sujeto de todas las facultades terrestres. Por eso, cuando Jesús dice: «Esto es mi cuerpo», quiere decir «este pan es toda mi persona». De ahí que nuestra misma corporeidad concreta se convierta en signo eficaz de la gracia de Dios, y esa gracia de Dios solo actúa cuando transfigura, santifica e inmortaliza la humanidad corporal de nuestra existencia terrena. En este sentido estricto, podemos decir que la eucharistia es

el sacramento de la humanidad, porque «la gracia de Cristo incorpora y santifica toda humanidad»[38].

v. 23: Labōn potērion eucharistēsas. Si la cena fue pascual, esta copa es la

tercera copa de acción de gracias y bendición. Si no fue pascual, es la única copa del

qidduš del šabbat. «Y bebieron todos de ella».

v. 24: to haima mou tēs (kainēs) diathēkēs = «mi sangre de la (nueva) alianza».

Algunos manuscritos añaden nueva, porque Jesús tiene presente la antigua aspersión de

Por ella el pueblo participa de las bendiciones de la elección de Dios. La sangre de la

nueva alianza (Heb 9,15) ofrecida por Jesús es su vida que, ofrecida y aceptada por el

Padre, beneficia a la humanidad. El vino es símbolo de vida, de la vida de Jesús, que, al beberla los fieles, se la apropian. El targum de Zac 9,11 relaciona la sangre de la alianza

con la sangre del cordero pascual de la noche del éxodo de Egipto.

Diathēkē: en la LXX traduce el hebreo berit («alianza»), aunque la palabra griega

significa más bien «testamento» o «voluntad» (no sunthēkē, que es un pacto entre

iguales). La alianza es el reino de Dios, la soberanía de Dios sobre el universo en favor de los hombres (Behm). «Mi sangre de la alianza» es la garantía que ofrece Jesús para que el hombre pueda vivir la nueva alianza de la nueva vida.

To enchynnomenon hyper pollōn = «derramada por todos». La expresión

connota el carácter expiatorio de su sangre, como Mc 10,45 e Is 53,12. En el trasfondo semítico, polloi («muchos») no se opone a «todos», sino que suple la carencia de este

vocablo en las lenguas semíticas: todos, que son muchos. «Es decir, que no significa algunos, con exclusión de todos, sino todos en contraposición a uno solo» (Taylor). También E. Mally afirma a este respecto: «En sentido semítico, no debe entenderse como designación de un gran número, pero limitado. La sangre de Cristo hace que toda la humanidad sea admitida en la nueva alianza e intimidad con Dios». Mt 26,28 añade

eis aphesin hamartiōn, que es una interpretación válida de la unión de la alianza con el

perdón de los pecados como distintivo de ella (Jr 31,31). Este logion es uno de los

indicios más claros en el Nuevo Testamento de que Jesús concibió su muerte como sacrificio de expiación por el pecado del mundo.

v. 25: eōs tēs hēmeras ekeinēs hotan auto pinō kainon en tē basileia tou Theou. La frase es típicamente judía y su vocabulario, semítico. Expresa el ideal judío

del banquete mesiánico en el reino de Dios La dimensión escatológica de la eucharistia

va implícita en su relación con el reino futuro, que Jesús compartirá con los invitados en su banquete mesiánico. Ello ocurrirá no solo de una manera nueva, sino además definitiva. De ahí la dimensión de anhelo y esperanza inscrita en cada eucharistia

terrestre, «arras o adelanto de inmortalidad celeste», como expresa Lc 22,15 al introducir la institución y beber la primera copa: «Ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de padecer, porque os digo que no la comeré más hasta que se cumpla en el reino de Dios». «Anunciamos la muerte del Señor hasta que vuelva» (1 Cor 11,26 y liturgia romana). «Jesús trasciende aquí su muerte y contempla anticipadamente la perfecta amistad consumada en el reino de su Padre. El acto de beber la copa significa participar aquí y ahora de la vida y la amistad de Dios» (Dalman). «Lo que constituye el sacrificio del Señor es su muerte en la cruz, de la cual la última cena es clave de su significado cristológico» (Rawlinson).