Por Luke Harding, Julian Borger y Ewen MacAskill * Desde Islamabad, Washington y Londres
Afganistán tendrá hoy su última oportunidad de escapar al devastador ataque militar de Estados Unidos cuando una delegación paquistaní lleve un ultimátum al liderazgo talibán para que entregue a Osama Bin Laden, el principal sospechoso de los ataques sobre Nueva York y Washington, en un máximo de tres días. Miles de afganos ya huyen de sus hogares anticipándose a un ataque. El secretario de Estado norteamericano Colin Powell dijo: “Tendrán que elegir si prefieren liberarse de esta maldición dentro de su país o enfrentar toda la ira de Estados Unidos”. El secretario de Defensa Donald Rumsfeld dijo que "ata-caremos a los países que albergan a terroristas", y no descartó el uso de armas nucleares. El vicepresidente Dick Cheney admitió que la Fuerza Aérea tiene órdenes de disparar a cualquier avión que se sospeche secuestrado.
La presión ejercida sobre la administración norteamericana para lograr algún tipo de retaliación fue puesta de relieve por una encuesta de opinión pública que mostró que el 85 por ciento de los norteamericanos apoyaba la represalia militar. Dos tercios de ellos apoyarían el uso de la fuerza “aun si esto significaba que miles de civiles inocentes pudieran morir”. Mientras finalizaban los planes para llamar a 35.000 reservistas, la tarea de planear la respuesta militar de Estados Unidos depende ahora de Tampa (Florida), donde está el cuartel general del comando central de Pentágono (Centcom) responsable de las acciones en Medio Oriente, Asia del sur y central. El comandante del Centcom, General Tommy Franks, tiene a su disposición un espectro de fuerzas especiales y dos grupos de batalla naval equipados con 900 misiles cruceros Tomahawk. Maleeha Lodhi, embajadora paquistaní en Estados Unidos, pidió permiso a las Naciones Unidas para que una delegación viajara a Afganistán, que está sujeto a sanciones por parte de la ONU. La ONU no dudará en otorgarlo. Dijo: “Estaremos urgiendo al liderazgo talibán para que acceda a la demanda de la comunidad internacional de entregar la persona que ellos están asilando, Osama bin Laden, para que pueda ser entregado a la Justicia”. Destacó que Pakistán, atrapado entre Estados Unidos y su propia comunidad islámica fundamentalista, actuaba en consideración por la opinión de la comunidad internacional y no sólo por presión de Estados Unidos. El general Mehmoud Ahmed, jefe de la agencia de inteligencia de Pakistán, que acaba de regresar
de Washington, se dirigió anoche al cuartel general de los talibanes en Kandahar con la delegación oficial.
Pero la acción conjunta Estados Unidos-Pakistán parece destinada al fracaso. El líder talibán, Mohammed Omar, que convocó a una reunión de su círculo más próximo para discutir las opciones, se comprometió a no entregar a bin Laden para que sea sometido a juicio en Estados Unidos. El canciller talibán, Wakil Ahmad Muttawakil, cuando se le preguntó cómo reaccionarían los talibanes ante un ataque de Estados Unidos, dijo: “Sobre el tema de Osama bin Laden no hubo ningún cambio en nuestra posición. Mantenemos nuestra antigua postura. Somos responsables por la seguridad de todos aquellos que viven en nuestro país”. Según fuentes paquistaníes, bin Laden huyó de Kandahar, donde está el cuartel general de los talibanes, junto con su gran familia y sus seguidores, en su mayoría árabes. Ayer volvió a negar su responsabilidad: “Señalé que no llevé a cabo este acto, que parece haber sido cometido por individuos con sus propias motivaciones”.
El vicepresidente de Estados Unidos Dick Cheney expresó su convicción de que bin Laden estaba detrás del ataque: “No tengo ninguna duda de que él y su organización tuvieron un importante rol en esto. Estamos bastante seguros de que en realidad él es el principal sospechoso”. Aun si los talibanes lo entregaran, es improbable que esto impida una acción militar. Lo mejor que puede esperar el régimen talibán es que Estados Unidos se enfoque puramente en las bases de bin Laden y deje tranquilas a las fuerzas talibanas. El presidente de Estados Unidos, George Bush, hablando el sábado en Camp David –después de una reunión con sus consejeros de seguridad para discutir las opciones militares–, prometió una “amplia y sostenida campaña para erradicar el mal del terrorismo”. El premier británico Tony Blair se hizo eco de esos sentimientos. “Estamos absolutamente en guerra con la gente que cometió esta terrible atrocidad”, dijo. Dio el indicio más fuerte de que Gran Bretaña estaría involucrada. Cuando se le preguntó si los ataques militares eran una operación norteamericana en la que Gran Bretaña tomaría parte, Blair respondió: “Esto fue un ataque sobre todo el mundo civilizado. Hay muchas, muchas muertes británicas, de modo que tenemos un interés directo en esto”.
Las fuentes de Whitehall no descartaban que más adelante esta semana ya hubiera ataques con misiles cruceros. Los funcionarios insistían en que el énfasis, en lo que concernía al gobierno británico, era la necesidad de cualquier acción militar que lograra lo que llaman “resultados” efectivos, antes que colaborar sólo para demostrar el poder
de Estados Unidos. Cualquier acción comprometería lo que los funcionarios describen como “contacto cercano”, indicando el desplazamiento de fuerzas especiales que podrían aterrizar en Afganistán en helicópteros.
La instrumentación por Estados Unidos de Pakistán conlleva el enorme riesgo de provocar una guerra civil en este país, que pondría a los fundamentalistas islámicos contra el régimen militar del general Pervez Musharraf. El peligro es que si Pakistán cae en la inestabilidad, podría resultar en el primer gobierno fundamentalista islámico del mundo armado con armas nucleares. Este diario pudo saber que el general Musharraf, intentando mantener un equilibrio entre evitar el castigo de Estados Unidos y mantener a su propia población islámica de su lado, descartó permitir que los norteamericanos estacionen tropas de tierra dentro de su país o que usen sus bases aéreas para un ataque contra Afganistán.
Según una alta fuente ministerial, Pakistán aceptó abrir su espacio aéreo a los cazas norteamericanos, una exigencia clave de Washington. Pero los altos generales del país han rechazado hasta ahora el posible desplazamiento de soldados de Estados Unidos dentro de Pakistán por temor a las represalias islámicas. “El riesgo para Pakistán sería demasiado grande”, le dijo uno de los ministros paquistaníes a sus colegas.
Se cree que los funcionarios norteamericanos están ahora haciendo planes para reemplazar al gobierno talibán con una amplia administración civil, posiblemente encabezada por Zahir Shah, el exiliado rey de Afganistán. Shah, un “reconocido patriarca” según una fuente diplomática, vivió en Roma desde que fue destronado por su primo en 1974. Otro potencial líder es Burhanuddin Rabbini, el derrocado presidente del país, que todavía es reconocido por la ONU como el líder de Afganistán.
* De The Guardian de Gran Bretaña. Especial para Página/12 Traducción: Celita Doyhambéhère