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El arte trata del sentimiento humano, no del sentimiento específico de su crea-dor que, como el poeta gottfried Benn puede llegar a declarar: «¿Sentimientos? Yo no tengo sentimientos» (Friedrich, 1956: 24). Ciertamente, el término sentimiento tiene un sentido muy amplio y difuso. Sin embargo, nos parece que ello refleja precisamente el vasto y no acotado terreno que el arte aborda, desde la percepción de un olor, pongamos por caso, hasta una cosmovisión, desde una actitud coyun-tural hacia cualquier entidad, hasta un carácter complejo y contradictorio que es, en definitiva, una manera permanente de sentir el mundo.2 El antropólogo george

1 Cfr. Ch. S. Peirce: «index. A sign, or representation, which refers to its object not so much because of any similarity or analogy with it, nor because it is associated with general characters which that object happens to pos-sess, as because it is in dynamical (including spatial) connection both with the individual object, on the one hand, and with the senses or memory of the person for whom it serves as a sign, on the other hand. […] indices may be distinguished from other signs, or representations, by three characteristic marks: first, that they have no significant resemblance to their objects; second, that they refer to individuals, single units, single collections of units, or single continua; third, that they direct the attention to their objects by blind compulsion. But it would be difficult if not impossible, to instance an absolutely pure index, or to find any sign absolutely devoid of the indexical quality.» (CP 2.305, 1901).

2 Cfr. otra versión de la definición de S. Langer, (1957: 23): «Una obra de arte es una forma expresiva creada

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Bateson, que considera al arte como una forma desarrollada del lenguaje cinético y paralingüístico, los cuales versan sobre sentimientos, los define de una manera todavía más general, como «asuntos de relación –amor, odio, respeto, temor, depen-dencia, etcétera– entre una persona y las que tiene frente a sí, o entre una persona y el ambiente» (1972: 442). Es decir, frente al lenguaje convencional, que pretende representar las cosas y las ideas en forma objetiva, los sistemas relacionados con el arte y los gestos transmiten la manera en que la realidad nos afecta, el modo en que la vivimos y experimentamos, la relación que mantenemos con ella. Por eso, tam-bién nos parece válida la fórmula de Edward O. Wilson, reconocido sociobiólogo y acérrimo defensor de la unidad del conocimiento. Wilson defiende precisamente la necesidad de un estudio transdisciplinar de las artes, en la medida en que las raíces de su inspiración se retrotraen a la historia profunda hasta el origen genético del cerebro humano y son permanentes; no pueden ser encerradas por esta o aquella disciplina de la ciencia:

La razón es que el papel exclusivo de las artes es la transmisión de los intrincados detalles de la experiencia humana mediante artificio para intensificar la respuesta estética y emocional.

Las obras de arte comunican directamente el sentimiento de una mente a otra, sin ninguna in-tención de explicar por qué tiene lugar el impacto (1998: 321).

El sentimiento, la relación, la experiencia. Susan Sontag se refiere al mismo objeto con otro término, la conciencia:

Una obra de arte puede contener todo tipo de información y ofrecer enseñanzas sobre nuevas actitudes (a veces encomiables). Podemos aprender teología medieval e historia florentina en Dante; podemos hacer nuestra primera experiencia de melancolía apasionada con Chopin;

goya nos puede convencer de la barbarie de la guerra, y Una tragedia americana, de la inhuma-nidad de la pena capital. Pero, en la medida en que tratemos estas obras en cuanto obras de arte, la satisfacción que proporcionen será de otro orden. Será una experiencia de las cualidades o las formas de la conciencia humana (1966: 55).

para nuestra percep ción a través de los sentidos o la imaginación, y lo que expresa es sentimiento humano. Aquí debe tomarse la palabra “sentimiento” en su acepción más amplia, representando todo lo que puede sentirse, desde la sen-sación física, el dolor y el alivio, la excitación y el reposo, hasta las más complejas emociones, tensiones intelectuales o bien los tonos de sentimiento constantes de una vida humana consciente».

LA LiTERATURA COmO ARTE 

Una gran obra de arte no es nunca simplemente (ni siquiera fundamentalmente) un ve-hículo de ideas o de sentimientos morales. Es, antes que nada, un objeto que modifica nuestra conciencia y nuestra sensibilidad, y cambia la composición, si bien ligeramente, del humus que nutre todas las ideas y todos los sentimientos específicos (1966: 385).

Y Jacob Bronowski, en su profunda indagación sobre el arte como forma de co-nocimiento, también encuentra particularmente apropiada la palabra conciencia para referirse al contenido de ese conocimiento, porque conciencia quiere decir precisa-mente sentir, saber con, «es sabiduría con otra persona», «saber cómo es ser aquella persona», «lo que el libro nos dice realmente acerca de todas las personas que en él figuran es cuál es la sensación de ser como ellas, si lo conseguiríamos soportar, cuáles son los conflictos que se levantan» (1979: 165-166).

Puede parecer que el término conciencia es todavía más equívoco e impreciso que los anteriores. Sin embargo, aunque no nos parece necesaria una mayor de-terminación en lo que afecta a la definición del arte y la literatura, cuyos objetos abarcan las formas más heterogéneas de la subjetividad humana, sí creemos que un uso más riguroso del término puede ser útil para comprender los mecanismos de la significación narrativa que más adelante estudiaremos. La conciencia, por otra parte, ha sido un objeto privilegiado de estudio en las últimas décadas. La neurología, la psicología cognitiva y la filosofía de la mente le han dedicado abun-dantes páginas. nos parece interesante, por ahora, recordar la descripción que hace Antonio Damasio, porque pone en juego e integra todas las dimensiones que han aparecido en este epígrafe.

Para Damasio, la conciencia es, dicho brevemente, el conocimiento del senti-miento de una emoción. Esto supone que en nuestro organismo, y a propósito de su relación con el entorno, se producen tres fenómenos estrechamente relacionados:

la emoción, sentir esa emoción y saber que sentimos esa emoción. La emoción es el conjunto de respuestas somáticas y cerebrales que se producen en un organismo a partir de su relación con el entorno, con un objeto inductor de la emoción. El sentimiento o sensación es la imagen que el organismo se hace de tales respuestas.

Finalmente, la conciencia genera el conocimiento de que dentro del individuo que las forma existen esas imágenes, las sitúa en perspectiva del organismo y las atribuye a una representación integrada del organismo; al hacerlo así, permite la manipulación de tales imágenes para su beneficio.

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Cosa curiosa, la conciencia comienza como sensación de lo que ocurre cuando vemos, oímos o tocamos. Dicho con palabras más precisas, se trata de una sensación que acompaña a la fabricación de cualquier tipo de imagen (visual, auditiva, táctil, visceral) dentro de nuestro organismo vivo. Colocada en el contexto adecuado, la sensación registra esas imágenes como imágenes nuestras y nos permite decir, en el sentido estricto de los términos, que vemos, oímos o tocamos. Los organismos que no están preparados para generar una conciencia central están condenados a fabricar imágenes de visión, oído o tacto, aquí y ahora, pero no pueden llegar a saber que han hecho semejante cosa. Desde sus más humildes comienzos, la conciencia es cono-cimiento y el conocono-cimiento es conciencia, tan entrelazados entre sí como la verdad y la belleza lo estaban para Keats (2001: 37).3