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TIRO Y GIMNASIA Pedagogía de la educación física, Buenos Aires, 1944.

Nación, cuerpos-poblaciones y saberes

77 TIRO Y GIMNASIA Pedagogía de la educación física, Buenos Aires, 1944.

78 BIALET MASSÉ, Juan Informe sobre el estado de la clase obrera en el interior de la república Argentina, 2 vols., Hyspamérica, Buenos Aires, 1987 [1904].

79 BUNGE, Augusto Las conquistas de la higiene social. Informe presentado al Exmo. Gobierno Nacional. 2 vols., Talleres Gráficos de la Penitenciaría Nacional, Buenos Aires, 1910.

debates parlamentarios (1905)80 y La Fatiga y sus Proyecciones Sociales (1922) de Al-

fredo Palacios, también, acusan el impacto de la ciencia europea del trabajo.81

Esa producción formó conceptos sobre el trabajo, la energía, el cuerpo, la fatiga, las condiciones ambientales y el entrenamiento físico en la Argentina. A pesar de su generalidad, éstas fueron las categorías y las clasificaciones que orientaron y legitima- ron la acción reguladora de agentes e instituciones en el país.

a- Una educación física y moral

La tesis doctoral en medicina de Romero Brest señala un desplazamiento respecto a los temas canónicos del área. De una cantera muy inicialmente explorada por los médicos argentinos, el candidato tomó un objeto que aunaba fisiología, higiene y edu- cación. El énfasis se recostaba sobre el último de los términos, pero las respuestas a las modificaciones necesarias en el sistema educativo dependían de las disciplinas aludidas al inicio. Romero Brest criticó el modelo de instrucción pública nacional,82

igual que a Tissié le incomodaba la primacía, casi excluyente, de la formación intelec- tual, donde el cuerpo era un mero contenedor de la mente. Sin embargo, el sistema de educación física que imaginaba poseía un fuerte contenido espiritual y racionalista.83

Para preparar “…hombres aptos para la lucha por la vida” era imprescindi- ble la educación física.84 Mejorar la salud física de la juventud garantizaría la futu-

ra pujanza de una raza formada por “…elementos heterogéneos de un pronunciado cosmopolitismo.”85 La “raza argentina” resumía componentes diversos, era el resul-

tado esperable de la inmigración masiva, esa mezcla polimorfa podía modelar una estirpe fuerte o desencadenar su decadencia. Avance o regresión no respondían a fuerzas ciegas ni estaban biológicamente determinados, para Romero tanto el medio como las prácticas eran decisivos. La Argentina había producido exitosas mezclas en planteles bovinos, un circuito de estancias, criadores, cuidadores e hipódromos me- joró las razas caballares. Si la matriz de las ciencias naturales dominaba a las sociales, porqué no someter a la especie humana a procedimientos análogos.

El neolamarckismo gravitaba en el pensamiento de Romero. Era necesario diri- gir, con el apoyo del Estado, la evolución racial hacia una meta positiva, la educación física sería la piedra angular de ese proceso. El entrenamiento permitía controlar la energía, incrementar la resistencia y atenuar las influencias negativas del ambiente y la lucha por la vida. Esta lid debía ser protagonizada por un hombre nuevo, fabricado

80 PALACIOS, Alfredo Discursos Parlamentarios, F. Sempere y Compañía Editores, Valencia, 1910. 81 PALACIOS, Alfredo La fatiga y sus proyecciones sociales, Claridad, Buenos Aires, 1944 [1922]. 82 AISENSTEIN, Ángela y SHARAGRODSKY, Pablo Tras las huellas de la educación física escolar argen-

tina, Cuerpo, Género y pedagogía. 1850-1950, Prometeo, Buenos Aires, 2006.

83 ROMERO BREST, Enrique El sentido espiritual de la educación física, Librería El Colegio, Buenos Aires, 1938.

84 ROMERO BREST, Enrique El ejercicio físico…, cit., p. 15. 85 ROMERO BREST, Enrique El ejercicio físico…, cit., p. 55.

por las tecnologías del entrenamiento. Un ser capaz de sonreír ante las adversidades del mundo (amor fati) y de legar vigor físico al porvenir (herencia).

Potencia y belleza eran conectados por los vínculos del cuerpo con el espíritu. La educación física tenía la misión de tonificar a ambos, dando por resultado una juventud fuerte y bella, cuya simiente fructificaría en el futuro. Desde fines del siglo XIX y, al menos, hasta 1945, los educadores no reprimieron el sueño de encarnar en los estudiantes la utopía griega, completada por fantasías nacionalistas, de cuerpos asimilados a las virtudes apolíneas.86

Los beneficios del ejercicio eran numerosos: la conservación de las energías, el acrecentamiento de la resistencia y el alejamiento de los vicios. La fatiga procurada por la actividad física reducía las posibilidades de que los jóvenes se entregasen a las disipaciones estériles. “Es una observación vulgar que el ejercicio previene muchos vicios desarrollados en estos colectivos [populares y juveniles], desviando la corrien- te imaginativa ávida de placer y fatigando el organismo.”87 La catarsis energética del

“motor humano” era un método para conseguir el equilibrio y la normalización del mecanismo corporal y el entramado caracterológico. A través de actividades físicas sistemáticas, se garantizaba la homeostasis orgánica y mental para afrontar las exte- nuantes luchas de la existencia.

b- Fisiología del trabajo

Desde comienzos del siglo XX, el cuerpo como mecanismo y el trabajo como pér- dida de energías fueron tematizados por el médico y abogado Juan Bialet Massé. El informe acerca de las condiciones de la clase obrera supuso la existencia del “motor humano”, las alusiones a la máquina de vapor ejemplificaron el funcionamiento del cuerpo. A partir de esas homologías, Bialet quería someter la fisiología a la mecánica y a la química, con ese procedimiento trascendería el “reformismo humanista y ca- ritativo” por entonces dominante en el campo de la regulación del trabajo. Ansiaba justificar la reforma laboral por la ausencia de intereses políticos (subjetivos) y por la validez universal (objetiva) de premisas, basadas en datos y procedimientos cien- tíficos. Esa desvinculación de la ciencia y la política, muy propia de los componentes superficiales del pensamiento decimonónico, tan sólo fue ratificada discursivamente. Los argumentos de Bialet se recubrieron de la legitimidad científica y estadística, las conclusiones se sofisticaron y se alejaron de posiciones meramente humanistas. Sin embargo, Bialet ratificó que las valoraciones morales, en tanto que “intuiciones vagas”, eran casi siempre confirmadas por la observación y la experimentación científica.

Las apreciaciones de Bialet Massé utilizaban fuentes heterodoxas, de su hibrida- ción resultó un collage que posiblemente confundiría a unos ojos contemporáneos.

86 MOSSE, George L. The Image of Man. The Creation of Masculinity, Oxford University Press, New York, 1996.

Con las observaciones de la fisiología positiva y la psicología experimental, convivían

Rerum Novarum, La Biblia, y un conjunto de proverbios y refranes. Esa coexistencia

era posible gracias al reconocimiento ganado por esos enunciados, aunque unos lo obtuvieran de la religión y el sentido común y los otros de su exposición y control científicos. Bialet creía que la condena bíblica posterior a la caída, ganarás el pan con el sudor de tu frente, era una condición natural e inevitable para el hombre. Pero, sin contradicción aparente, esa naturaleza esencial, constante y teológica, también, se hallaba inscripta en la morfología estriada de la musculatura humana. En la prosa de Bialet, la anatomía positiva era ratificada por las sagradas escrituras, pero igualmente el sentido de este flujo de legitimaciones podía invertirse.

La inactividad arriesgaba la salud. Un organismo expuesto a la ociosidad total era la presa ideal de la atrofia y la infiltración de grasas en el tejido muscular. Poste- riormente se envenenaban la sangre, los tejidos y los órganos nobles, comprometien- do el cuerpo y la conducta del sujeto. La incubación de vicios morales era el efecto más conocido de la ociosidad. Como un dínamo condenado a evacuar sus potencias excedentes, el cuerpo sobrecargado podía ocasionar una perturbación profunda, una especie de explosión que quizá fuera irreparable.

“Se ha dicho que la pereza es la madre de todos los vicios y esta ver-

dad filosófica, sentada por la observación empírica, se demuestra por

la observación científica y se comprueba por los aparatos de registro […] La inactividad, no sólo embrutece, sino que llega hasta la im- becilidad; pero como aún en este estado hay una cierta carga, que es preciso gastar y renovar, y aún cuando el sujeto no quiera, lo acumu- lado se descarga instantáneamente; lo que no se gasta útilmente, se

emplea en el vicio; las corrientes se orientan en un sentido extravia-

do; esto el vulgo lo expresa con tanta precisión “Lo que no lleva Dios,

lo lleva el diablo”. Entre la virtud y el vicio no hay más diferencias que

la dirección de la actividad y la cantidad, el cuándo y modo del uso […] No hay degeneración que escape a la ociosidad, y como todo vi- cio y todo delito, son el efecto de un estado anómalo del organismo

se puede decir que el aforismo vulgar es un teorema científico.”88

A juicio de Bialet Massé y de Romero Brest era fundamental direccionar la energía (kraft) contenida en el cuerpo y proceder a una cierta reforma social. Se separaban en la preferencia de Bialet por la legislación laboral y la de Romero por la educación físi- ca, pero para ambos tanto el exceso como la ausencia de actividad constituían proble- mas higiénicos y sociales de primera importancia. El esquema interpretativo de Mos- so intersecaba y articulaba sus obras, expresándose en los efectos de la sobrecarga, la

producción de toxinas y el envenenamiento de un cuerpo privado de reposo y sueño. Bialet y Romero hibridaban sus apreciaciones científicas con proposiciones morales o religiosas de amplio predicamento social. En este caso, la ciencia no se ocupaba de revocar el sentido común, antes prefería confirmarlo y abrazar sus presunciones. Con esa estrategia de construcción del conocimiento, los autores buscaban ganarse el favor de la opinión, transformar en disposiciones prácticas de Estado, en leyes e institucio- nes sus puntos de vista.

Tanto la sobrecarga de trabajo como el ocio irrestricto terminan por someter al hombre al imperio de los vicios. Los adeptos al alcohol eran reclutados entre los diletantes y los trabajadores habituados a jornadas de trabajo extensivas, a malas con- diciones ambientales y viviendas minúsculas.89 En esta cuestión era menester alcanzar

un aristotélico punto medio, un equilibrio entre nutrición, sueño y trabajo se gana- ba con esfuerzos constantes, pero que no excedieran las ocho horas. Además, eran indispensables los acondicionamientos para reproducir adecuadamente la fuerza de trabajo en el descanso del hogar.90

Para Bialet Massé, la jornada laboral de ocho horas pertenecía al orden natural y orgánico. Al aprobarla como norma, las cámaras legislativas nacionales regularían la actividad humana del país de acuerdo con la naturaleza. Ciencia y política se ena- jenaban, incluso en la ley de las ocho horas, el hombre y el universo eran gobernados por leyes anteriores al deseo, la acción y la política. Bialet sentenció que el descanso estipulado por la jornada de ocho horas era insuficiente para purificar completamente la sangre, dejar descansar a los músculos y evitar la sobrecarga. Se imponía un día de descanso semanal, y cuando el trabajo comportara gran tensión muscular y nerviosa eran necesarias vacaciones de entre quince y treinta días. Las jornadas cortas bene- ficiarían a la sociedad y a la nación, el progreso retribuido por un trabajo abreviado traspasaría la esfera económica, alcanzando a todo el organismo nacional. “No hay ni puede haber pueblo fuerte, grande y libre, donde la jornada sea larga y excesiva.”91

Cuando presentó el proyecto de descanso hebdomadario en 1905, las definicio- nes de Alfredo Palacios en la Cámara de Diputados no fueron muy diferentes. En duplicaciones casi exactas, las mismas referencias bibliográficas organizaron los datos y las interpretaciones. Una prueba empírica, modulada por la fisiología del trabajo y la fatiga, fue completada por indicaciones morales católicas. Estas prescripciones, por supuesto, no provinieron del anticlerical Palacios, sino de los legisladores próximos a la iglesia. Ellos fijaron el domingo como día para el descanso semanal, (re)designaron

89 CLAVIJO, Francisco Alcoholismo, Tesis en Medicina, Universidad Nacional de Buenos Aires, Editorial “Las Ciencias”, Buenos Aires, 1915.

90 CARBONELL, Cayetano Orden y Trabajo, 2 vols., Librería Nacional, Buenos Aires, 1910. 91 BIALET MASSE, Juan Informe sobre…, cit., p. 546.

el proyecto92 y lo inscribieron en una continuidad con el Génesis y la organización de

oficios religiosos.93

En vísperas del centenario, Augusto Bunge preparó un informe para el Depar- tamento Nacional del Trabajo. El ambiente fabril y la habitación fueron accesos pri- vilegiados para el análisis de la debilidad biológica de los trabajadores argentinos. Bunge adoptó algunos de los procedimientos analíticos y de las hipótesis expuestas por Mosso.

A fines del siglo XIX y comienzos del XX, la degradación biológica de los traba- jadores era constatable a lo largo y a lo ancho del capitalismo. Su casuística respondía a la mala alimentación, la falta de ventilación del lugar de trabajo y de la habitación, la monotonía de la tarea, el hacinamiento e incomodidad y el exceso de ruido y polvo. Produciendo alteraciones individuales y raciales, el ambiente ingresaba al cuerpo;94 el

tratado de Morel sobre la degeneración, a medio siglo de su edición francesa, estaba vigente en la Argentina.

Las malas condiciones de trabajo eran procuradas por la patronal. Pero Bunge no se privó de acusar, también, al obrero por no reformarse, por mantenerse en la ignorancia, la ligereza y la imprevisión. Transformar esos hábitos era una cruzada de la que participaban tanto moralistas como higienistas. Los niños serían preparados por la educación común, el éxito de ese empeño consistía en alejar al obrero de la ta- berna y conducirlo a las bibliotecas populares. Esta orientación disciplinaria convivía con apelaciones a la justicia social para evitar la justicia revolucionaria.95 Un trabajo

monótono y embrutecedor privaba al obrero de vida espiritual, lo dejaba al límite de sus fuerzas y estrechaba su horizonte. Las evidencias de la fisiología del trabajo fueron convocadas para sustentar las reformas políticas del régimen laboral. Invariablemen- te, la obra de Mosso fundamentaba la necesidad del descanso periódico para eliminar las toxinas producidas por el trabajo.

Bunge extraía de Adam Smith las cadencias moralistas, La Riqueza de las Nacio-

nes residía en los hombres. Casi fortuitamente, el padre del liberalismo contribuía a

justificar la reducción de la jornada y el mejoramiento de las condiciones de trabajo.96

Smith era a Bunge lo que la Biblia y Rerum Novarum a Bialet Massé: autoridades incongruentes con el planteo central, pero retóricamente utilizables para convencer a un lector devoto de su influencia. Ante una posible reforma, ambos querían ganarse el favor de los legisladores católicos y liberales que a veces eran los mismos.

92 MASES, Enrique “Política y tiempo libre en el mundo de los trabajadores. Argentina 1900-1930. De la recreación y la cultura política al disciplinamiento social”, en X Jornadas Interescuelas-Departamentos de Historia, UNR-Editora, Rosario, 2005.

93 PALACIOS, Alfredo Discursos parlamentarios…, cit. 94 BUNGE, Augusto Las conquistas…, cit., p. 12. 95 BUNGE, Augusto Las conquistas…, cit., p. 14. 96 BUNGE, Augusto Las conquistas…, cit., p. 28.

La fatiga enflaquecía el capital humano, pero sus repercusiones debilitaban con mayor contundencia a la sociedad, que desperdiciaba importantes posibilidades de acumulación. Eternas jornadas de trabajo cercaban las horas de esparcimiento, en lapsos exiguos el obrero no conseguía reponerse de la tensión laboral. Bunge abogaba por una jornada breve, aunque demandaba al obrero acelerar el ritmo de la produc- ción. De esta forma, a pesar de reducirse el tiempo de trabajo, la productividad se mantendría junto con la explotación en un nivel aceptable.

Una suba salarial compensaría el incremento de la producción, pero negarle al obrero el descanso fomentaba las “epidemias” de alcoholismo. El trabajo repetitivo y las malas condiciones de vida disminuían la capacidad intelectual del trabajador, su voluntad se extraviaba en los brebajes de evasión. Sin horizontes ni expectativas, acudía a la taberna para hallar alivio al cansancio y un espacio menos incómodo que el cuartucho del conventillo. Pero ese confort era momentáneo. Trazando una especie de círculo vicioso, una nueva y más poderosa forma de cansancio sobrevenía. A juicio de Bunge, los alcohólicos darían a luz hijos degenerados, sólo una combinación vir- tuosa de hábitos racionales y condiciones higiénicas de habitación y trabajo anularían la decadencia obrera. Los dos caminos para reconstruir la fortaleza física y espiritual de la nación eran la educación y la reforma social.97

Como si se tratara de un juego de espejos, mismas cifras, idénticos nombres, exactas consideraciones se repiten en todas direcciones. La serie de estos libros com- pone un laberinto perfecto, edificado sobre un puente transoceánico. El lector gira infinitamente, sin hallar la salida. Varían las decoraciones, existen diferencias de es- pesor en los muros, pero la escritura estampada sobre ellos apenas reconoce señas de individualidad. Estas glosas poseen menos originalidad en el proceso de concepción que en los usos sociales, transportes e hibridaciones de los lenguajes científicos, polí- ticos y morales a las que son sometidas.

Bialet Massé lamentaba que las nociones fisiológicas del trabajo y el descan- so permanecieran restringidas a una “aristocracia científica”,98 pero, a través de sus

obras, ese grupo daba muestras de haber formado un amplio consenso interno. Todos usaban una bibliografía similar y sostenían la necesidad de producir una legislación sistemática, para alcanzar jornadas de trabajo de ocho horas y un descanso semanal de veinticuatro. Únicamente la obra de Palacios ofreció síntomas de particularidad, debido a que recogía la producción de resultados de las experiencias en el laboratorio. La creación de un derecho laboral científicamente fundado fue el objetivo del Labo- ratorio de Fisiología del Trabajo de la Universidad de La Plata. Palacios propuso la instalación de estaciones de psicología experimental y aulas de legislación laboral en los talleres del Estado.99

97 BUNGE, Augusto Las conquistas…, cit., p. 45. 98 BIALET MASSE, Juan Informe sobre…, cit., p. 1009. 99 PALACIO, Alfredo La fatiga…, cit. p. 56.

El aparato conceptual del libro era a tal punto dependiente de la bibliografía eu- ropea en la que se inspiraba, que los experimentos sólo aportaron nuevas evidencias a estudios anteriores. De modo que el valor político de la obra superaba con creces al científico, pero, como lo afirman Schapin y Schaffer, “…el problema de generar y proteger el conocimiento es un problema en la política, y, al revés, el problema del or- den político siempre involucra soluciones al problema del conocimiento.”100 El trabajo

de Palacios eliminó los matices regresivos de sus inspiradores, haciéndolos colaborar a veces forzadamente, con las finalidades (políticas) reformistas de sus argumentos (científicos).101 Sólo la crítica del modelo taylorista, por su irreflexión sobre la fisio-

logía del trabajo, la fatiga y el hombre son relativamente novedosas. No obstante, el tratamiento del taylorismo abrevaba en el Capítulo XIII del Tratado de Versalles, en los documentos de la OIT,102 y en la crítica de Ioteyko a ese sistema.103

En los debates, se justificaron las políticas de protección de la maternidad y la descendencia. Palacios sostuvo que el trabajo durante el embarazo produciría una ge- neración con marcadas tendencias mórbidas. Los niños con problemas de nacimiento eran propicios para la tuberculosis.104 Fatiga crónica y malas condiciones ambientales

preparaban al cuerpo para la decadencia: “…la madre que trabaja durante el embara- zo producirá un hijo débil, cuando no raquítico y degenerado…”105

Los señalamientos de Palacios a favor del reposo pre y postparto reducían el des- tino social de la mujer a la reproducción y la crianza de los hijos.106 Si bien esas expo-

siciones eran apuntaladas por un reformismo progresivo, asignaban un rol doméstico a la mujer, ubicándola como responsable exclusiva de la primera educación de los hijos. Madres y progenie debían ser asistidas, debido a que eran la cifra del futuro de la nación.107 Palacios mostraba el costado eugenésico del reformismo social, aunque

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