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Es una tontería Lola, no tiene importancia (dijo no queriendo hablar del tema ) Lola: Está bien no insistiré (contestó) ¿vas a ir hoy al restaurante? (preguntó)

In document Azúcar y sal (página 101-104)

E: No lo sé (contestó negando con la cabeza) no me siento con fuerzas...

Lola: Esther, cariño... no puedes seguir así (dijo sentándose a su lado) a mí me encanta que estés en casa... y puedes quedarte el tiempo que quieras, ya lo sabes... pero tienes que seguir con tu vida (intentó animar...)

E: Lola (dijo en un susurro)

Lola: No se merece que estés así por ella (siguió diciendo) no se lo merece... E: Duele Lola (comenzó a llorar una vez más) duele mucho...

Lola: Lo sé, cariño... lo sé (dijo abrazándola contra ella, intentando calmarla una vez más, sintiendo rabia por lo que le había pasado, queriendo decirle cuatro verdades a esa mujer que había dejado tan herida a su amiga...)

Maca había salido de su casa, necesitando un poco de aire, deseando que esta vez le abriera la puerta, había conseguido llegar a su piso gracias a que una vecina salía al tiempo que ella llegaba, vio los ramos de flores aún allí, se agachó, los miró con tristeza y volvió a ponerse en pie... tocó el timbre y esperó unos segundos, al no obtener

respuesta volvió a tocar... se encontró con el mismo silencio que siempre, insistió con el timbre al tiempo que tocaba la puerta con los puños... comenzó a sentirse angustiada, un par de lágrimas salían de sus ojos...

M: ¡Esther! (alzó la voz insistiendo en su llamada) Esther por favor, abre la puerta (pedía) necesito que hablemos, cariño... por favor (las lágrimas cada vez salían con mayor intensidad...) ¡por favor, Esther! ¡Abre la puerta, por favor! (rogaba de nuevo...) Pero la puerta no se movía, no se escuchaba ruido alguno dentro, Esther parecía no estar allí y si lo estaba dejaba bien claro que no quería saber nada de ella... dejó fluir las lágrimas por su rostro, se sentó casi derrumbada en el suelo, apoyó la espalda contra la madera, mientras con una de las manos continuaba tocando a la puerta, su cuerpo comenzó a convulsionarse por el llanto...

De pronto la imagen de Violeta volvió a ella y su rabia creció sin remedio, su rostro se tornó serio y adusto, las lágrimas continuaban corriendo por sus mejillas... “como dejaste que pasara Macarena” se decía a sí misma furiosa... tomó uno de los ramos y lo lanzó con fuerza, materializando su rabia contra él, recordando lo ocurrido y

maldiciendo el día que no supo decir las verdades...

M: ¡Idiota! (se autoinsultaba mientras tiraba algunos ramos casi con ira) ¡idiota! (repetía entrecortadamente... a medida que hablaba, más fuerza perdía, quedando de nuevo quieta con el rostro entre sus piernas y llorando como si fuera una niña...)

Estuvo en esa misma posición durante un largo rato, hasta que de pronto dejó de llorar, miró a su alrededor, se levantó, se secó el rastro de lágrimas y salió de allí, si Esther no estaba en casa, estaría en el restaurante y una vez más iría hasta él, tenía que verla, necesitaba verla...

La chef se había tranquilizado de nuevo, aunque su mirada vacía le decía que no estaba bien, seguía sentada con las piernas recogidas sin intención alguna de moverse, Lola había salido a comprar algo de pan y el periódico, mientras la esperaba encendió su teléfono, tenía varios mensajes en el buzón de voz y un buen número de llamadas perdidas, ni siquiera quiso saber de quien era, volvió a apagarlo sin mirar nada y lo dejó sobre la mesa...

Aparcó un poco lejos del restaurante, no quería advertir de su presencia, sabía que si alguno de los chicos la veían informarían a Esther y esta se iría o se escondería... fuera

como fuese, había aparcado una manzana antes y caminaba hacia “A la Carta” con los nervios a flor de piel...

Lola llegó de nuevo a casa con varias cosas entre las manos, un par de bolsas, el

periódico y alguna revista, Esther se levantó para ayudarla, Lola bromeó diciendo algo, en otro tiempo la chef se habría reído de sus cosas, ahora ni tan siquiera la escuchaba... E: ¿Has traído la revista que te pedí? (preguntó)

Lola: Sí, en esa bolsa (señaló una de ellas y Esther fue a cogerla...)

Mientras caminaba a su destino, Maca pasó por un quiosco de revistas, vio la suya en primera línea, se paró unos instantes, ni siquiera se había acordado de que el número de ese mes había salido ya... buscó algo de dinero en el bolsillo y compró una de ellas, la abrió para ojearla en un nuevo intento por tranquilizarse antes de ver a Esther... M: ¿Pero qué coño...? (murmuró alucinando por lo que leía...)

E: ¿Esto... esto qué es? (dijo Esther en el piso de Lola leyendo la crítica del mes...) “Decir que el lugar en el que cené ayer es un Restaurante, es decir mucho del sitio donde desgraciadamente tuve que intentar comer algo...

Nada más entrar ya sabía qué me esperaría, en todo el tiempo que llevo haciendo críticas culinarias he aprendido a diferenciar un buen restaurante de uno malo casi nada más entrar en él, en este, con tan solo pisar aquel lugar, supe que por más que buscara no podría escribir un solo calificativo positivo de él...

Camareros perdidos, platos en mesas que no eran, estruendosos ruidos que casi

dañaban el tímpano, la elegancia brillaba por su ausencia y por supuesto la calidad de, aunque fuera, algo, era inexistente...

Me resulta casi imposible imaginarme como este “restaurante” ha podido mantenerse abierto tanto tiempo, y no puedo entender porqué hay gente que sigue yendo a cenar o comer allí, deben querer muy poco sus paladares...

Si el servicio ya era un auténtico desastre, no encuentro adjetivos para describirles la cocina del “Chef”... es increíble como un simple solomillo en salsa roquefort puede convertirse casi en una suela de zapato con una capa pastosa a lo que allí llaman salsa de queso Roquefort...

He hecho muchas críticas durante mi trabajo y les aseguro que este “restaurante” el llamado “A la Carta” ha sido apuntado en mi lista de los peores en los que, por motivos de trabajo, he tenido que cenar, obviamente, jamás lo haría por gusto... Manuel Waldo Fuentes”

Apretó la revista entre sus manos con una rabia que no había sentido nunca, cerró los puños, apretó la mandíbula, sus ojos echaban fuegos de ira que quien la mirara

seguramente habría salido corriendo, dio media vuelta, olvidándose de donde iba y puso rumbo de nuevo a su moto, arrancó y aceleró con fuerza perdiéndose por las calles madrileñas...

En el piso, Esther había tenido que sentarse en una de las sillas debido a la impresión que acababa de sentir, mientras Lola le había arrebatado la revista y la leía con sorpresa y un enfado considerable...

In document Azúcar y sal (página 101-104)