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LOS TRES INTENTOS DE HIPIAS

Como decíamos anteriormente Hipias intenta dar tres definiciones de la belleza.

En la primera, lo bello es algo bello, una bella doncella. Sócrates le refuta diciendo que si lo

bello se juzga por grados, la doncella no es bella si se compara con la belleza de los dioses. Al

decir de Hyland, al enunciar esta definición y optar por algo bello, más no definir la belleza en sí

misma, Hipias comete el mismo error que con frecuencia han cometido otros interlocutores de

Sócrates en otros diálogos58, como Cármides, cuando responde a Sócrates acerca de la

sophrosyne; de la misma manera Eutifrón, en su primera respuesta a la pregunta por la piedad y

el joven Teeteto, en su primera respuesta sobre el conocimiento.

Según Hyland, estos otros interlocutores socráticos, de la misma manera que Hipias, optan por

definiciones denotativas, cuando Sócrates les ha pedido una definición connotativa. Sócrates

refuta a Hipias diciendo que algo bellamente realizado no es lo que la belleza es en sí misma,

sino, un ejemplo entre otros, de cosas que son bellas. Sin embargo, la respuesta de Hipias, al

decir de Hyland, no es completamente errada, teniendo en cuenta que lo que podríamos llamar la

primera y más fundamental experiencia de la belleza que tenían los griegos es “la gente bella”, o por lo menos es lo que el común de la gente pensaba. Hyland continua afirmando que para los

griegos la experiencia de la belleza comienza con la belleza de los cuerpos humanos, y desde allí

irradia al arte y a todo lo demás.59

58 Ibid., Hyland, p. 14. 59 Ibid., p. 15.

En el diálogo Sócrates sigue refutando a Hipias al nombrarle varios ejemplos de belleza, además

de una bella doncella, como los caballos y las liras. Frente a este nuevo repunte socrático Hipias

establece una jerarquía de cosas bellas; no es lo mismo hablar de una bella doncella o un bello

caballo que de un utensilio bello. Al hablar de una jerarquía de lo bello, Hipias plantea otra

pregunta ¿cuál es la medida de lo bello que hace que determinemos que una cosa es más bella

que otra? En el caso de la doncella entonces, al ser comparada con los dioses, sería bella y no

bella al mismo tiempo, pues frente a la belleza de un dios, la belleza de la doncella es

incomparable.

Sócrates, en la voz de su desatildado amigo, continúa su indagación precisando la pregunta, “¿Crees tú aún que lo bello en sí, eso con lo que todas las demás cosas se adornan y aparecen bellas cuando se les une esta especie, es una doncella, una yegua o una lira? En este pasaje,

según anotan Pradeau y Fronterrota, aparece el verbo prosgígnomai (agregar), que tiene una importancia considerable durante el desarrollo del diálogo. Este verbo nombra la manera como la

cualidad se agrega a ese objeto que ella califica y le aporta una cierta cualidad, poder, o dúnamis que el objeto no poseía anteriormente. Aquello que se agrega es el eidos (forma) de lo bello60.

La segunda respuesta de Hipias, en respuesta a la pregunta socrática sobre aquello que al ser

agregado a cualquier cosa hace de ella bella, denota la simplificación que hace Hipias de la

pregunta, al declarar que el oro es lo que hace bello algo. Parece que Hipias no capta la

60 “Cette distinction, et le rapport qu’elle suppose entre la chose qualifiée et la qualité en elle-même, est thématisée

le plus souvent dans les dialogues comme une relation de participation (méthexis) a la faveur de laquelle une chose sensible possède les qualités qui sont les siennes (elle est juste, elle est belle) en participant à ces réalités, perceptibles par l’intellect, que sont les qualités elles-mêmes, le juste, le beau”. Ibid., Pradeau & Fronterrota, p. 35.

intención de Sócrates de definir la belleza en sí misma, y persevera de manera tonta, deviniendo

en un personaje terco, como lo hará en todo el diálogo. Según Hyland lo que hace Hipias al

mantener esta terca postura es simplemente, estar de acuerdo con lo que el común de la gente

opina, que no es en modo alguno lo que piensa Sócrates.

Enseguida y como parte de la refutación de este segundo intento de Hipias por definir lo bello, recurre al ejemplo de Fidias, que “no hizo en oro los ojos de Atenea ni el resto del rostro, ni tampoco los pies ni las manos, si tenían que parecer muy bellos al ser de oro, sino que los hizo de

marfil; es evidente que cometió este error por ignorancia, al desconocer, en efecto, que es el oro

lo que hace bellas todas las cosas a las que se añade” (Hipias mayor, 290b). Según Pradeau y Fronterrota, Sócrates introduce un giro interesante en el verbo ‘agregar’, una precisión etiológica que nos llevaría a afirmar que aunque lo bello existe independientemente del objeto que se

califica como tal, produce unos efectos en dicho objeto. Este es un tema que divide a los

analistas, si es lo bello lo que hace las cosas bellas, o si lo bello puede ser la causa de que las

cosas sean bellas, porque percibimos en las cosas bellas un carácter común que es lo bello.

Se trataría de una causalidad lógica como lo explica Paul Woodruff en su comentario sobre

Hipias mayor “la teoría que encontramos a la vez en los primeros diálogos así como en el

episodio autobiográfico de Fedón no dice más que: “las cosas F son F porque la F (una forma o una cualidad), está presente en ellas”. Según Pradeau y Fronterrota, convendría hacer una

diferencia entre causa lógica y causa productiva, que podemos decir engendra una cosa, como un

progenitor engendra sus hijos.

Al preguntar Sócrates por qué Fidias no hizo de marfil el espacio entre los ojos de Atenea, Hipias

termina admitiendo que lo adecuado a cada cosa es lo que la hace bella (Hipias mayor, 290d). El amigo desatildado interviene de nuevo, ya que si lo adecuado es el criterio para saber que algo es

bello, entonces cuando se trata de servir las legumbres que contiene una olla caliente, es más

adecuada una cuchara de madera que una de oro. Esta intervención disgusta al sofista que califica al amigo de Sócrates como “un hombre falto de instrucción”. La conclusión de este nuevo intento, según Hyland, “lo bello es el oro” (Ibid., 289d), es nuevamente una definición connotativa, muchas cosas hechas de oro son bellas, pero en contextos diferentes, muchas otras

cosas son bellas también, así el oro no esté presente.

En su tercer intento de definir lo bello y lo que es bello, Hipias todavía no capta la relevancia de

las objeciones socráticas, y de nuevo apela al consenso común, ya que «para todo hombre y en

todas partes, lo más bello es ser rico, tener buena salud, ser honrado por todos los griegos, llegar

a la vejez, dar buena sepultura a sus padres fallecidos y ser enterrado bella y magníficamente por

los propios hijos». Hipias continúa como en las dos ocasiones anteriores, dando ejemplos de lo

bello, pero no podemos culparlo por su insistencia, porque finalmente en el diálogo no se logra

Sócrates sabe que será severamente reprendido por su amigo desatildado por no haber

comprendido todavía que no se trata de dar ejemplos de algo bello sino de definir lo bello en sí

mismo, to kalon auto (292d); pero Hipias insiste en no atender el requerimiento por la esencia de lo bello y también en afirmar que puede ofrecer una definición con la que todos puedan estar de

acuerdo siempre, y se sostiene así hasta el final del diálogo, aún después de los intentos fallidos

de Sócrates.

La famosa ironía socrática es duramente desatada luego de este tercer intento de Hipias, “¡Ay, ay Hipias! Ciertamente has hablado de un modo maravilloso, grandioso y digno de ti. Pero no

damos en el blanco con nuestro hombre, sino que ahora se reirá más de nosotros, sábelo bien”

(Hipias mayor, 291e). Sócrates cree que si su amigo tuviera un bastón en la mano la emprendería

contra él e intentaría darle alcance, justamente repetiría la pregunta “¿Es que no eres capaz de acordarte de que yo te preguntaba qué es lo bello en sí mismo, aquello que añadido a cualquier

cosa hace que esta sea bella: piedra, madera, hombre, dios, una acción o un conocimiento

cualquiera?” (Ibid., 292d). “Yo amigo pregunto qué es la belleza en sí, y no puedo con mis gritos llegar a ti más que si tuviera a mi lado una piedra, una piedra de molino sin oídos ni

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