El turismo al ser una actividad económica sujeto a los retos generados por la globalización, que pretende responder a las nuevas necesidades que emergen en el turista, relacionadas con el disfrute de una experiencia enriquecedora, complaciente y personalizada; donde se concibe el viaje como una inversión productiva dados los beneficios intelectuales, morales y sociales que de este puede obtener; hace pertinente exponer las definiciones de esta tipología de turismo al que se está haciendo mención, en este caso el turismo cultural que lo abordan diferentes autores con sus respectivos enfoques:
Por un lado (Crespi, 2003) dice que el turismo cultural se define como una tendencia turística nacida en el siglo XX, cuya motivación principal es visitar los lugares que se destacan por su riqueza patrimonial, principalmente monumental y artística, y por las costumbres, tradiciones y la idiosincrasia de gente.
Por otro lado en (Morère & Perelló, 2013), se citan las acepciones de turismo cultural planteada por otros autores:
Según la (UNESCO, 1976), el turismo cultural es aquella forma de turismo que tiene por objeto, el conocimiento de monumentos y sitios histórico-artísticos, causa un efecto positivo sobre éstos en cuanto contribuye a su mantenimiento y protección. Esta forma de turismo justifica, los esfuerzos que exige de la comunidad, debido a los beneficios socio-culturales y económicos que en ella repercuten.
Por su parte la (OMT, 1995), define el Turismo Cultural como todos los movimientos de las personas para satisfacer la necesidad humana de diversidad, orientados a elevar su nivel cultural como individuo, facilitando nuevos conocimientos, experiencias y encuentros, haciendo referencia del desplazamiento.
En la misma línea, (Richards, 1996) acota que el turismo cultural es el desplazamiento de personas desde sus entornos habituales de residencia hacia los lugares de interés cultural, motivados por recolectar información y adquirir nuevas experiencias que satisfagan sus necesidades culturales. Consecuentemente con esto, la Secretaría de Turismo de México determina que el conocimiento, comprensión y el disfrute de rasgos y elementos distintivos espirituales, intelectuales y afectivos se tornan en el principal motor de atracción en el turismo cultural. (Secretaría de Turismo de México, 2002).
Finalmente, se puede deducir que el turismo cultural es un concepto que está en construcción continua, en él se incluyen la oferta de recursos patrimoniales principalmente monumentales (material) y también de carácter artístico, espiritual (inmaterial); la diferencia radica en que el patrimonio cultural inmaterial en la actividad turística, puede motivar tanto al turista nacional como extranjero a que se interese por sí mismo, y que evidencie mediante una experiencia única el modo de vida de una comunidad determinada. Esto es enriquecedor para dicha comunidad en varios aspectos puesto que consolida su identidad y acervo cultural en el tiempo, a la vez que puede obtener beneficios económicos a través de sus recursos culturales. El patrimonio cultural inmaterial es esencial para establecer valor en un destino turístico que debemos transformar en un producto al servicio de un desarrollo local duradero.
En esta parte, es fundamental desarrollar una planificación del turismo cultural que contemple estrategias a corto, mediano y largo plazo, promoviendo la colaboración entre el sector público y privado, estableciendo una cooperación local que englobe aspectos como promoción y comercialización conjunta. (Ballart & Tresserras , 2001).
La planificación es base la de la gestión del patrimonio cultural inmaterial para su posterior uso turístico, cuando se habla de gestionar los bienes del patrimonio cultural inmaterial para que formen parte de una oferta turística en un destino, se está poniendo en conexión dos sectores cuyos principios, valores y objetivos son diversos entre sí. En este punto puede existir un interés en complementarse el uno con el otro, pero también desconfianza para una posible colaboración. (González, 2009).
La desconfianza que plantea González se complica por varios aspectos, en primer lugar los dos sectores sufren hoy en día de una rápida transformación causada por el comportamiento de los ciudadanos respecto a la cultura y el turismo, segundo ambos sectores tienen prioridades disímiles y por último en ambos sectores se toman decisiones que afectan al funcionamiento del otro, sin que exista una estrategia de trabajo coordinada.
Es así que para dar solución a los aspectos mencionados anteriormente y que están inmersos en la gestión del patrimonio inmaterial para su posterior uso turístico, Ballart & Tresserras, plantean que es necesario la coordinación entre autoridades turísticas, patrimoniales y culturales, además de la convergencia de sus políticas, que en este caso puntual se tornan esenciales para que establezcan un vínculo que refuerce sus complementariedades; al mismo tiempo que eviten discordancias que pueden suscitarse al pertenecer estos sectores a campos de valores opuestos con objetivos totalmente distintos.
Por otra parte, la UNESCO sostiene que uno de los retos que asume el turismo en la actualidad, es contribuir a través de su desarrollo la identificación, la protección y la salvaguardia del patrimonio inmaterial, por lo que coincide con los autores anteriores en una correcta gestión y planificación de dicho patrimonio. En
esta misma línea esta organización acota que la gestión debe ser manejada con mucha cautela, formando alianzas entre las comunidades, los agentes del turismo y del patrimonio. La gestión debe repercutir con beneficios para todos los agentes inmersos en el proceso, en especial para la comunidad local, ya que es a la que le atañe dichos recursos y la que está encargada directamente de la transmisión de este legado. (UNESCO, 2013).
Desde esta perspectiva, coincide con la UNESCO, los autores Ballart & Tresserras, quienes ilustran que la población local se convierte en el motor de desarrollo del turismo en base a su patrimonio cultural inmaterial, por lo tanto estipulan que la participación activa de estos actores en el proceso de investigación, planificación en sus territorios geográficos es sin lugar a duda fundamental. Además, la conservación del patrimonio se da gracias a la comunidad local, lo cual también permite el comienzo de la gestión turística. En el proceso de esto, se toman en cuenta principios como la forma de proteger el recurso en el instante que se le asigna un uso turístico, pero lo más importante como conservar el carácter cultural y simbólico del espacio que se pretende convertir en un producto turístico.
Con respecto a la elaboración de los principios de protección de los recursos inmateriales Ballart & Tresserras, formulan que se debe recurrir a normativas establecidas en documentos publicados por organismos o instituciones competentes con los bienes patrimoniales en el ámbito internacional. Una vez realizado esto, se aborda posteriormente la propuesta de uso que se va a dar a los recursos patrimoniales, la cual debe ser el resultado de un análisis profundo y sistemático, y tiene que perseguir como finalidad la promoción del potencial turístico cultural que tiene el patrimonio inmaterial como tal.
En conclusión, el patrimonio cultural inmaterial está íntimamente relacionado con el turismo cultural aunque converjan en algunos aspectos; haciendo una retrospectiva en el tiempo, la actividad turística a nivel mundial ha constituido un factor primordial que diversifica las economías de los países, ciudades o regiones donde esta se realiza, tanto así que forma un porcentaje considerable del PIB de dichos contextos geográficos.
En un comienzo lo que impulsaba y motivaba a los turistas a que realicen sus viajes y salgan de su entorno habitual de residencia, era el turismo de naturaleza, el turismo de sol y playa, pero en los últimos años esta tendencia ha ido cambiando, ahora es más relevante el turismo cultural, ya que este utiliza como insumo productos innovadores que tienen relación a los modos de vida, las manifestaciones culturales de sociedades consideradas como un patrimonio vivo, es así que se busca diversificar la oferta que se ha realizado en la actividad turística en las últimas décadas, a su vez que en cada ocasión es mayor el número de turistas que desean realizar turismo cultural, puesto que el turista de hoy en día tiene la necesidad de conocer la cosmovisión, las tradiciones, las costumbres, leyendas, gastronomía y saberes ancestrales de las comunidades receptoras, desde este punto de vista persigue un objetivo que es establecer un vínculo más cercano con la población local, experimentar formas de vida no habituales o poco familiares a su realidad habitual. Es válido recalcar que para manejar un turismo cultural sostenible en el tiempo cimentándose en el patrimonio inmaterial, se necesita de una gestión cultural planificada, y más allá de eso la convergencia de las políticas de los diferentes actores relacionados en el tema, que persigan conseguir los mismos objetivos, tanto los actores públicos como privados deben inclinarse para satisfacer y beneficiar con estos proyectos a la comunidad local, la cual debe tomar realce en todo el proceso.