• No se han encontrado resultados

Si bien los dos capítulos anteriores han ido orientados a corrientes teóricos donde diferentes autores expresan sus opiniones fundadas sobre Internet y su dimensión social, no podemos proseguir sin antes analizar uno de los mayores problemas que atañen a la red hoy por hoy.

Finalizábamos el apartado anterior citando a Carmen Elboj, quien nos decía que en esta sociedad la capacidad intelectual para manejar estas nuevas tecnologías puede suponer un parámetro de exclusión (Elboj, 2009). Esto es uno de los parámetros que integran el fenómeno que hoy conocemos como brecha digital.

El concepto, de autoría dudosa (investigadores apuntan a Simon Moores, mientras que otros se refiren a Lloyd Morrisett) (Hoffman, Novak y Schlosser, 2001), empezó a ser utilizado durante la presidencia de Bill Clinton (que ostentó el cargo entre 1993 y 2001) para referirse a:

[…] la fractura que podía producirse en los Estados Unidos entre "conectados" y "no conectados", si no se superaban las serias diferencias entre territorios, razas y etnias, clases y géneros, mediante inversiones públicas en infraestructuras y ayudas a la educación.

No obstante, el concepto lo asociamos a una serie de problemas surgidos en las diferencias existentes en diversos niveles de acceso a Internet. veamos unas definiciones del concepto, como la que nos proponen Serrano y Martínez (2003):

La brecha digital se define como la separación que existe entre las personas (comunidades, estados, países, etc.) que utilizan las Tecnologías de Información y Comunicación (TIC) como una parte rutinaria de su vida diaria y aquellas que no tienen acceso a las mismas y que aunque las tengan no saben cómo utilizarlas.

O bien, una más actual, atribuible a Lugo (2015):

Se entiende por brecha digital la distancia en el acceso, uso y apropiación de la tecnología tanto a nivel geográfico, a nivel socioeconómico y también en las dimensiones de género, en articulación con otras desigualdades culturales. Cabe destacar que la brecha digital está en relación con la calidad de la infraestructura tecnológica, los dispositivos y conexiones, pero sobre todo, con el capital cultural para transformar la información circulante en conocimiento relevante.

En resumen, identificamos tres niveles de acceso a Internet:

· Nivel geográfico/tecnológico: identificable con la capacidad material de acceder a las nuevas tecnologías, es decir, disponer de un equipo, periféricos y un sistema de cableado que posibiliten la navegación por Internet. Más que al apartado económico, este nivel se identifica mejor con una variante geográfica, ya que no es lo mismo querer acceder desde Noruega que desde Burundi.

· Nivel económico/adquisitivo: tener el poder adquisitivo suficiente para permitirse una conexión a Internet. Este nivel resulta fácilmente profundizable, pues encontramos que existen diferencias entre poderes adquisitivos: un individuo puede permitirse un Internet básico por una cantidad determinada de dinero, mientras que un individuo con un mayor poder adquisitivo podrá permitirse una conexión más veloz (o un equipo mejor), siendo su capacidad de interacción (al menos desde este punto de vista) mayor.

· Nivel intelectual/cultural: este nivel hace referencia a la formación de los diferentes individuos. Dentro de la brecha digital muchas personas que superan los niveles económico y tecnológico terminan por darse de bruces con la realidad de que no saben utilizar esas nuevas tecnologías. Esto viene reflejado en este nivel de la brecha, donde se expone que muchas personas carecen de los conocimientos necesarios para manejar los equipos y navegar por Internet. Esta falta de conocimientos va desde la aversión cultural por la tecnología, que normalmente, y no sin cierta sorna, adjudicamos a

la tercera edad, hasta el analfabetismo, que impide cualquier uso de Internet, pues requiere, como mínimo, conocimientos de lectura y escritura.

Existe una clasificación elaborada por Jan van Dijk (2005) que propone cuatro términos, o niveles, de este fenómeno:

1 – Acceso a la motivación: motivación para usar la tecnología digital.

2 – Acceso físico o material: posesión de ordenadores y de conexiones a Internet o permiso para usar los dispositivos y sus contenidos (de nada sirve tener acceso si tu país censura el contenido, como es el caso de Corea del Norte, que tan solo cuenta con 28 páginas web12 accesibles para sus ciudadanas y ciudadadanos).

3 – Acceso a las competencias: tener competencias digitales (operativas, informativas y estratégicas).

4 – Acceso para el uso: número y diversidad de aplicaciones.

Como vemos, tanto nuestra clasificación, extraída de las dos definiciones aportadas, como la de Van Dijk, nos llevan a la detección de problemáticas similares. Para completar esta última clasificación, acudiremos a su autor (Van Dijk, 2005):

La falta de acceso material está claramente relacionado con diferencias socioeconómicas en sociedades específicas. Las deficiencias en acceso a las competencias no pueden ser resueltas sin realizar mejoras en los recursos 12 - Toledano, B. (21 de septiembre 2016). El Internet de Corea del Norte solo tiene 28 páginas webs. El Mundo. Recuperdao de: http://www.elmundo.es/tecnologia/2016/09/21/57e2abf4e2704eb65d8b467c.html

educativos. El uso factible de los medios digitales en las comunidades locales es difícil de lograr si no está integrado dentro de un enfoque general de la construcción del tejido social en un ambiente específico.

La brecha digital también ha sido denominada “pobreza digital”. Este concepto ha sido desarrollado en América Latina por la red DIRSI13 (2006).

En el siguiente apartado expondremos diferentes datos para hacernos a una idea del nivel de uso de Internet a día de hoy (2016), permitiéndonos conocer mejor el estado de la cuestión acerca de la brecha digital y sus pormenores.