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Villa Blanca , la revista de Caibarién.

Capítulo 2. Villa Blanca: contexto nacional y local entre 1949 1959

2.3 Breve historia de una ciudad

2.3.2 Villa Blanca , la revista de Caibarién.

“Villa Blanca es a mi juicio el eslabón que mantiene unidos a los cangrejeros dentro y fuera del terruño. Es el ARCA DE LOS RECUERDOS que al abrirla me hace vivir nuevamente momentos felices de épocas pasadas. Es el esfuerzo hermoso de los hermanos Crespo que merece nuestra cooperación para mantenerla y mejorarla.” Troadio Martín10

El 3 de julio de 1949 sale a la luz por primera vez, como ejemplo de abnegación periodística y amor al terruño, Villa Blanca, la revista de Caibarién. Fundada en La Habana por los hermanos Claudio y Ernesto Crespo Frutos (Ver Anexo 1), con el objetivo de ser el principal vínculo de enlace entre el pueblo de Caibarién y sus hijos ausentes, bajo la misión de mantener viva en la mente de todos, las más arraigadas tradiciones sociales. Según declara el propio Ernesto Crespo en el no. 73 de Villa Blanca, correspondiente a julio de 1955, la idea de la revista surge:

[…]mientras repasábamos como en cinta cinematográfica los episodios de nuestras vidas en la infancia, en la primera juventud y en la familia, y hablábamos de Caibarién, nuestro querido pueblo, de nuestros padres (ya desparecidos), de nuestros hermanos, cada uno por distintos rumbos por donde la vida los llevara, y recordábamos nuestro hogar de 8 hermanos con padres y abuelos cuando estábamos juntos todos, cuanta felicidad, y al recordar estos episodios tan prometedores y halagadores del pasado, una gran tristeza nos invadía y veíamos más, hablábamos de nuestros maestros, de la época próspera y risueña del Cayo, cuando los embarques de azúcar se sucedían diariamente y había vida económica y cultural de la ciudad moderna que se vislumbraba y Caibarién era una dinámica ciudad en ascenso, donde los deportes del tennis que se jugaba todas las tardes frente al parque, las regatas del Yatch Club compitiendo en single y canoa de 4 remos con otros equipos nacionales; el boxeo, el básquet, y el base ball formidable que teníamos, así como una banda de música de más de 50 miembros, y los cuadros de teatros, todo un panorama de progreso, nos hacía sentir felices y       

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seguros de nuestro pase de avance, haciendo más tarde estancar a nuestro pueblo y llevarlo a padecer administraciones municipales de más de 20 años que tampoco nada hicieron por revivir los ímpetus y nos enclaustraron en el mayor de los abandonos.

[…]Entonces pensamos crear este vehículo cultural que permitiera a las generaciones del presente y las del futuro conocer ese pasado hermoso y que a la vez sirviera de acicate a los residentes e hijos ausentes para pensar en el pueblo y en mirada retrospectiva, ahondando en sus cosas y las necesidades de hoy, promovieran el sentimiento de lucha en los radicados y el recuerdo y la añoranza de los ausentes sirvieran para dar una mano desde aquí o donde quiera que estuvieran a cualquier reclamación o demanda que tuviera el pueblo en cualquier momento determinado (…) Creamos una revista con la finalidad de servir a la cultura, a la historia, y que sirviera de enlace entre el pueblo y sus hijos ausentes (Crespo, 1955: 8).

Desde el inicio quedó establecida por parte de la publicación su política editorial, a través de la carta constituyente publicada en su primera salida (el 3 de julio de 1949). Dicho editorial punteó desde el principio los pasos que marcarían la vida de Villa Blanca, destacándose entre otros objetivos: exaltar los valores individuales, sociales y espirituales de Caibarién, en respuesta a la apetencia localista de los caibarienenses que residían en la capital. (Ver anexo 3)

Vamos a iniciar, como en el espacio marginado de un punto y aparte, la obra sana, y cristalina por excelencia que informa y pautará siempre la salida de este modesto órgano de publicidad. Se crea, fija, precisa e invariablemente para “hablar bien de la gente de Caibarién”, aquí y allá, hasta el sitio más distante del predio nativo al que un hijo de la tierra de Romañach y los Escobar haya llevado su obra capaz, constructiva y cordial […] (Crespo, 1949: 1).

Desde su fundación hasta 1957, la dirección de Villa Blanca la asumió Claudio Crespo Frutos, y la Administración su hermano Ernesto Crespo. Como Jefe de Circulación: Salvador Frutos González, Maquinista: Aldo Rodríguez, Grabador: Antonio Domínguez. También la familia de Villa Blanca estuvo conformada desde un inicio por Mirtha Jiménez como Contable, el Dr. Alfredo M. Petit, Pedro Revuelta y el Dr. Esteban Beltrán.

 

En 1950 se encontraba como Cronista Social Haydée Robles, y como Cronista Deportivo Manuel Mora. En 1951 se incorpora al equipo de colaboradores Frank del Valle (en Remedios), y desde La Habana el Dr. José A. M. Fortún y Foyo, y el Dr. Pedro Brú Valenzuela. En el 1952 deciden colaborar: Fifina del Castillo de Antón (en Camajuaní), Mercy Garza y Nena Olivera (Santa Clara). Haydée Roble pasa al cuerpo de colaboradores. Ya en 1954 asume como Cronista Deportivo Feliciano Reinoso (Dempsey), y la Dra. Dulce María Sánchez como Cronista Social.

En 1956 la estructura de la revista quedó mejor organizada. Se habilita un Jefe de Información: Arturo Doreste. Y en el caso del resto de los colaboradores se especifica de qué lugar son respectivamente. De La Habana: el Dr. Alfredo M. Petit, Pedro Revuelta y el Dr. Esteban Beltrán. Ramiro de Armas, Sergio E. Hernández, Dr. Pedro Brú Valenzuela, Dr. José A. Martínez Fortún y Foyo (historiador). Se incorporan en este año Elio Alba Buffil, Esther Sánches Grey, Vicente Andreu y el Dr. Luis A. Gorordo.

Desde Santa Clara colaboró: Pastorita García Barrero. Desde Caibarién: Quirino Hernández, Mirtha Jiménez, Manuel Menéndez Osorio y Antonio Lecuona (historiador). En este mismo año se incorpora al equipo de Villa Blanca, como colaborador extranjero el español Juan Valdés Febles.

En 1957 pasó a asumir la dirección de la revista Ernesto Crespo (Director - Administrador) y Claudio pasa a Subdirector del mensuario. Como Jefe de Información asume el experimentado Quirino Hernández y como Agente Corresponsal en Caibarién Antonio Lecuona. El dibujo estuvo a cargo de Clotildo Rodríguez, junto a la santaclareña Clara Cima (que se incorporó en este año).

La publicación estuvo financiada desde un inicio, por cada uno de los suscriptores que no solo pertenecían a Caibarién o a La Habana, respetando el objetivo principal expresado en el primer número publicado, contó con suscriptores en Santiago de Cuba, Bayamo, Manzanillo, Puerto Príncipe, Central Pilón, Camagüey, Florida, Morón, Ciego de Ávila, Santa Clara, Cienfuegos, Sagua la Grande, Sancti Spíritus, Cabaiguán, Placetas, Camajuaní, Remedios, Vueltas, Cruces; y en el extranjero: Washington, Filadelfia,

 

Chicago, Auburn, Charleston, New York, México, Venezuela, entre otros lugares en donde residiera un caibarienense.

Pero el único sustento que hizo que Villa Blanca se mantuviera una década al servicio del pueblo, enriqueciendo su cultura, rememorando sus tradiciones, abogando por el dragado del puerto y por hacerla una ciudad más turística, no fueron solo las suscripciones. El precio de suscripción a la revista era un peso el trimestre, 1.75 pesos: un semestre y tres pesos el año entero. La revista de Caibarién se valía también del aporte de los anunciantes con sus inserciones propagandísticas, entre ellos se hace oportuno mencionar a: Troadio Martín, Antonio Fleitas, el Dr. Raúl Momplet Barrero, el Dr. Tomás Julio Martínez Rosello, José Martínez Fortún; así como la firma “Antilla” de Saavedra y Miranda y los empresarios de los ómnibus de “La Flecha de Oro”11, Ómnibus Libres S.A., Conga S.A. entre otros. (Ver anexo 21)

Sostener una publicación como la nuestra al servicio de un pueblo, de tierra adentro, donde los medios son limitados y donde los llamados a ayudar a toda obra de engrandecimiento cultural, fraternal y moral regatean el aporte, aunque reciban a cambio la propaganda que siempre es beneficiosa a toda empresa, comercio o producto, puesto que anunciar es vender, según reza el dicho, resulta tarea difícil y dura, por lo costosa y por las ingratitudes de los que a veces reciben los beneficios de publicaciones como al nuestra que siempre tienden a buscar el engrandecimiento del pueblo en mejoras urbanas que dan trabajo apoyando en sus peticiones a los alcaldes o instituciones que se preocupan de estas cosas como propagando los atractivos turísticos de nuestra tierra, que lleven viajeros a nuestras playas y dejen la inyección económica necesaria a nuestro comercio y ciudadanía, y todo ello en interés del progreso y el adelanto local (Villa Blanca, 1957: 4).12

La redacción de la revista se ubicaba (según referían los números de la publicación), desde 1949 hasta 1955 en la dirección ubicada en Emilio Núñez, # 9, entre Avenida 20 de mayo y E. Villuendas, Reparto Ayestarán, Habana. A partir de 1956 pasa a Talleres: 5ta Avenida 204, entre Octava y E, Reparto Mañana, Guanabacoa. Siempre se mantuvo en La Habana debido a que sus fundadores de origen caibarienense, residían allá. “Es la única       

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Ruta de transporte Habana – Caibarién, Caibarién -Habana.

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publicación de Cuba que desde la capital defiende los intereses de un pueblo del interior” (Lecuona, 1955: 5).

La revista publicaba como tema fundamental todo lo que se refería a Caibarién (pasado y presente). Divulgaba la obra de artistas locales: pintores, músicos, escultores, grabadores y fotógrafos. Ofrecía información acerca de efemérides históricas y culturales. Promovía el trabajo y la biografía de creadores y personalidades vinculadas a la cultura. Informaba sobre eventos e instituciones culturales. Se refirió a todo acontecimiento, tema o hecho cultural de que resultó informada. Así como también la publicación de poemas de la autoría de colaboradores, entre los que se pueden mencionar: Esteban Beltrán, Antonio Lecuona, Sergio Enrique Hernández Rivera, Arturo Doreste, Alfredo M. Petit, Pedro Revuelta, Haydée Robles, Fifina del Castillo de Antón, Mercy García Ferrer, Nena Olivera Ruiz, Mirtha Jiménez, Clemente Orama Molina, Manuel Menéndez Osorio, etc.

Para un objetivo más abierto en su especificidad, la revista programó toda una red de secciones fijas, que fueron el sostén y el medio de realización de ese objetivo. Dichas secciones, por su concepción y combinación, la convirtieron en un medio de promoción cultural y de valores, ante todo nuevos, resaltando en todo momento la identidad cultural de la localidad.

Un grupo de estas secciones representan el sello de Villa Blanca, consagrada a Caibarién, su esfuerzo, su emoción y su arte, y son el fundamento de la revista. Cabe destacar: Del Caibarién de ayer, Pasando el rato, Motivos para mi Crónica, Mosaico deportivo, Estampitas, Sociales de La Habana, Sociales de Caibarién, De Caibarién notas para Villa Blanca, Algo de Remedios, Retahíla, Albedrío, Interviews Inusitadas, La Vista Atrás, Cómo empezar, Curiosidades dispersas, La Pelota, De Aquí y de Allá.

Del Caibarién de Ayer: fue el espacio que le permitió a Antonio Lecuona, investigar y contar temas y hechos curiosos sobre la historia de la ciudad en sus inicios, ya sea de músicos, balnearios, necrópolis, el paseo Martí, bombardeos, los viejos cafés, incendios, etc. Esta sección durante los primeros años de la revista solo tomaba una columna pequeña, en ocasiones 2, luego llegó a ocupar una plana entera.

 

Pasando el rato: era una sección de crónicas que comenzó a publicar Pedro Brú Valenzuela, desde 1951. Se basaban por lo general en relatos históricos sobre hechos y momentos determinados vividos en el Caibarién de antaño, algunas relacionadas con la vida del cronista. Desde el inicio ocupó una página completa con temas como la pesca, los bailes de sociedad, el inicio de las parrandas, la visita de Machado, así como historias de personajes pintorescos de la Villa. Por lo general, ocupaba la página tres. En 1953 el cabezal de la sección evolucionó en cuanto a la composición del diseño.

Motivos para mi Crónica: a través de esta sección que comenzó a publicarse a partir de 1954 (hasta el final), Ernesto Crespo se hizo eco de la llamada crónica social, que a medida que avanzó la publicación le fue incorporada la fotografía en la página. Trató temas como los problemas del béisbol en la Villa, habla de su visita a otras provincias, el boxeo, del embellecimiento de Caibarién, del papel de la revista en la sociedad, el Carnaval de Verano, el Día del Caibarienense Ausente, la inclusión de la villa en el Circuito Norte, y ya en 1958 -1959 se mostró muy a favor del proceso revolucionario en pro de la eliminación de las lacras de Batista.

Mosaico Deportivo: estuvo a cargo de Feliciano Reinoso (Dempsey). En ella logró condensar pequeñas biografías de algunos campeones de Caibarién, detalles de la actuación de los jugadores en cada uno de los deportes, anécdotas, encuentros con otros planteles, curiosidades, entrevistas a figuras relevantes. De importancia para esta sección fueron también los comentarios deportivos analizando juegos determinados, la carencia de un stadium, etcétera. Abarcó desde el inicio una página completa.

Estampitas: en ella el Dr. Esteban Beltrán, realizaba comentarios humorísticos e irónicos que reflejaban lo que se hacía notar en aquella época dentro de la sociedad caibarienense, los problemas que la acechaban en la década del 50. Así tituló trabajos como: La cucaracha, Las moscas, La mujer del sereno, Elogio del chivo, La Pepilliplaga, Importancia del baile, etc. Por lo general, estos comentarios que en ocasiones estuvieron escrito en forma de libreto teatral, se ubicaban entre las primeras páginas del mensuario.

 

Albedrío: a partir de 1955 Claudio Crespo Frutos comenzó a escribir esta sección, en la que publicaba como su nombre refiere, temas libres. En un principio eran pequeños comentarios sobre temas diversos y curiosos (de interés local y nacional), luego todo el espacio lo ocupaba un solo tema: el rayo como causante de alta mortalidad, la muerte de Rubén Delgado, el equinoccio, los mambises, el origen de frases y voces estentóreas. De Caibarién, Notas para Villa Blanca: sección fija que mantuvo Antonio Lecuona durante la existencia de la publicación. Trataba temas de interés social para la Villa, entre los que se encontraba lo referente a Cumpleaños, Necrológicas, Obituarios, visita de personalidades importantes, así como otras noticias de interés general (respondiendo al carácter de la publicación), como la presentación de poemarios, protestas de obreros, exposiciones de pinturas, graduaciones, etc. A partir de 1953 el cabezal de la sección se enriquece tipográficamente, y comienzan a aparecer fotografías, en ocasiones hasta tres en la página. Esta sección desaparece en 1954, y reaparece en 1957 (durante ese tiempo funcionó otra con el mismo estilo llamada Sociales de Caibarién).

Cuando se analiza detenidamente las secciones fijas de la revista de Caibarién, se puede comprobar que, no obstante su valor intrínseco y extrínseco, estas adolecen de algunas dificultades. No siempre aparecen en el mismo lugar, y ello no contribuye a acostumbrar al lector, por lo que puede debilitarse la fuerza de hábito que esas secciones quieren fomentar. Salvo Del Caibarién de Ayer y De Caibarién notas para Villa Blanca, ninguna otra acompañó a la revista en toda su trayectoria editorial.

Durante sus primeros seis mes de vida el número de páginas de la publicación osciló entre 7 y 12. A partir de 1950, y hasta su desaparición en 1959, Villa Blanca se mantuvo saliendo en su generalidad con 16 páginas. En cada una de ellas se emplearon escasos recursos gráficos, desde el inicio se prefirió llenarlas con contenido que respondiera a los objetivos que guiaban a la publicación.

Entre los recursos más utilizados, predominaban las fotografías, algún que otro recuadro, y pequeñas ilustraciones que identificaban las secciones. Un elemento que desde el punto de vista gráfico marcó a la publicación desde el inicio, fue el empleo de la fotografía de los

 

colaboradores adosada a cada uno de sus escritos. Las tablas se emplearon fundamentalmente, en secciones como Mosaico Deportivo de Feliciano Reinoso; los recuadros se usaban para destacar alguna información de importancia, como los poemas y los directorios publicitarios, a través de los cuales Villa Blanca recibía ingresos.

La portada mantuvo desde el principio un aspecto singular. Indistintamente utilizaron durante los diez años de vida cuatro tipos de logos, todos evidenciando el carácter localista de la publicación y adoptando una postura de defensa a lo identitario. Lo componían elementos como un barco en alta mar, las muelas de un cangrejo, una fotografía del parque

La Libertad de Caibarién, o un dibujo (colach) donde se ubicaban otros elementos distintivos de la Villa como la glorieta, los pescadores en sus botes, etc. Debido también a que la revista era dirigida desde La Habana, en ocasiones contuvo elementos como la fortaleza del Morro.

Luego insertado en el logo se ubicaba el nombre del mensuario en letras grandes sin seriff, y debajo un machón pequeño con el año de publicación, Habana- Caibarién, la fecha de publicación, y el número del ejemplar. (Ver anexo 4) El resto de la página siempre lo ocupaba el desarrollo de un tema determinado, por lo general vinculado a efemérides, tanto nacionales como locales. En el caso de los números correspondientes a aniversarios cerrados de la publicación, siempre aparecía un artículo de algún colaborador hablando de la labor de Villa Blanca hasta ese momento, y lo que significaba la revista tanto para los residentes en Caibarién como los que lo hacían en la Habana. (Ver anexo 16)

Cuando se tratan los elementos que pertenecen al aspecto técnico – formal, no se pueden dejar de mencionar los géneros periodísticos y literarios utilizados en las páginas de Villa Blanca, por su condición de mensuario se emplearon los llamados géneros de opinión y formas literarias como la poesía. Estos géneros por lo general se mantuvieron estables, aunque predominaba el uso de la crónica en sus diferentes tipos.

Es digno destacar también algunos de los tantos méritos que engrandecieron a la revista durante su década de vida, como vocero de las cuestiones y valores de tierra adentro. Entre ellos, no se pueden dejar de mencionar la constitución de la Colonia de los Caibarienenses

 

en La Habana, y la institución del Día del Caibarienense Ausente, que fue una de las sugerencias de los directivos de la publicación y que benefició de muchas maneras a la población de Caibarién; gracias a la continuada labor cultural e histórica de enlace y de amor al terruño, y al apoyo brindado por el Alcalde José Luis Borroto en conjunto con sus Concejales.

 

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