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2.1 El contexto de la Palestina en el siglo I d.C 6

2.1.2 La violencia bajo el imperio: la pax romana Palestina

El proceso de romanización de Palestina, cruel y sangriento, emprendido desde el otoño del 63 a.C., se constituye en la férrea opresión política y explotación económica más grande que haya conocido la historia judía. “Para el tiempo de Jesús, los judíos habían vivido

sometidos a varios imperios sucesivos durante más o menos quinientos años. Unos fueron peor que otros, pero todos se comportaron como imperios, con la opresión, injusticia y violencia que ello conlleva… Y con la instauración del dominio imperial romano…, el pueblo judío parecía más oprimido que nunca” [Borg y Crossan, 2009:212-214]. Los

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En el libro Gálatas del N.T., se puede percibir la problemática y crítica cultural y religiosa desde una visión paulina de la helenización del Uno frente al dualismo de carne y espíritu proveniente de un platonismo omnipresente en la cultura contemporánea [Crossan, 2002:] de Jesús y de sus primeros discípulos y apóstoles.

66 Recorría Jesús toda Galilea, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino, Mt 5,23. Jesús

recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino, Mt 9,35. Pero él les dijo: «También a otras ciudades tengo que anunciar la Buena Nueva del Reino de Dios, porque a esto he sido enviado.» E iba predicando por las sinagogas de Judea, Lc 5,43- . …i a po iudades

pueblos, proclamando y anunciando la Buena Nueva del Reino de Dios; le acompañaban los Doce, y algunas

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romanos nunca supieron cómo tratar a aquel pueblo tan diferente de los demás, cuyo nacionalismo religioso exacerbaba aún más el apego a la libertad, cuando reclamaban la redistribución de sus tierras y el retorno a la vida comunitaria. Existía una antipatía natural entre los romanos y los judíos, porque éstos no soportaban el tributo ni el estacionamiento de los soldados cerca del Templo, ni las intervenciones judiciales de los procuradores, y mucho menos el favor romano a todo lo que no fuera judío [Petit, 1969:3-30]. Además, la historia nos muestra que el auge económico del imperio romano estaba fundamentado en la

pax romana y la prosperidad augustal, interesados en conquistar más territorios y en aumentar los ingresos tributarios de la población subyugada; hechos que concuerdan con la creciente y firme agitación campesina judía, y con la postura de un Jesús en protesta no violenta contra el mal sistémico, contra la normalidad de la discriminación, la explotación y la opresión romana [Crossan, 2002:148].

Analizando todo el panorama descrito, podemos afirmar que la romanización de Palestina, consistía en establecer la pax romana y luego construir una ciudadanía alrededor de la

civitas67, con el fin de imponer su organización política, social, cultural y económica. La

pax Augusta, como también se le conoce, se suele aceptar como fecha de inicio, el 29 a.C.; esta “pax” duró hasta el siglo III.68

La pax romana permitía a los romanos extraer los bienes de las gentes sometidas en forma de tributos, para mantener el aparato militar y pacificar a las masas con pan y circo; y como dice el profesor Muñoz, “superponiendo una centralización hasta entonces desconocida con prácticas de subordinación, coerción y explotación, también, se puede argumentar que la

pax romana enmascaraba situaciones de violencia.”69 Pero este modelo reñía con las

creencias de los judíos, porque ellos creían férreamente que la tierra sólo le pertenecía a Dios y posteriormente, entraría en la vida religiosa de los judíos, las enseñanzas del Reino de Dios, en contraposición al reino del imperio romano. La pax romana y la civitas residían entonces, en el sometimiento y la esclavitud de los palestinos. La pax romana y la civitas

descansaban en el empobrecimiento, humillación y marginalidad de los campesinos. La pax

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http://pavsargonauta.wordpress.com/2011/05/09/la-polis-y-la-civitas/ (consultado 23/III/2013).

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http://latincaste.jimdo.com/pax-romana/ (consultado 7/V/2013).

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romana y la civitas también se deben entender como la fundación de ciudades como hábitat, con una arquitectura imperialista y monumental, era la deslegitimación de una sociedad agraria, la vida rural de los campesinos palestinos, era el pago de impuestos impagables, porque de esa manera les podían arrebatar sus tierras en parte de pago. Esto explica la resistencia del pueblo judío, durante los siglos de intervención romana.

Para Augusto y para el reino imperial de Roma, lo importante era siempre la paz, pero siempre la paz mediante la victoria, la paz mediante la guerra, la paz mediante la violencia [Crossan, 2009:65-66]. La validez del significado de la pax romana y de la paz de Augusto, se trataba de una pax romana, […] surgida de una guerra romana. […]. Una pax romana

que suponía una guerra contra algunas provincias […]. No estamos hablando de una pax

entendida como la serenidad y fertilidad de toda la tierra, sino una pax entendida como la victoria de Occidente sobre Oriente, una pax instalada en la tranquilidad del centro de una periferia atormentada constantemente por la guerra [Crossan, 1996:66-77]

En contraste al proceso de romanización, la pax romana mediante la guerra y la violencia, el proyecto de construcción de grandes civitas (urbanización romana) y la explotación económica y comercial en Palestina, nos encontramos con la paz de Jesús, del Emmanuel, como fundamento en construcción de una nueva teología, a partir de una categoría ontológica y concreta, la paz jesuana. Paz que solo sería posible en el reino que proponía Jesús, el reino de Dios. Una paz jesuana purificada de toda la influencia de violencia que venía dándose hasta ahora en Palestina, al interior del pueblo judío, es la paz de Dios, del

Emmanuel. Como escribe Benvenuto, en su artículo “Paz y Teología…”, el reconocimiento de esta gracia, la paz jesuana,confiere a la paz del Emmanuel, un doble propósito, una paz que libera del miedo y del temor… Sin una vivencia de esta libertad, cómo podría llevarse a cabo una paz significativa… No la paz como se entendía en el Antiguo Testamento, que sólo podía ser representada como sumisión de los otros pueblos a Israel [1992:267-278]; no, era vivir una historia con la paz jesuana. Esta es la paz que resultaría -de haberse logrado-, en el reino de Dios que predicaba en Galilea y toda Palestina, Jesús de Nazaret. Esa paz, es la presencia histórica en la vida de los pueblos del Emmanuel, haciéndose realidad una vez más en Jesús.

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La pax romana mediante la victoria, la guerra y la violencia, y la paz del reino de Dios mediante la justicia que proponía la paz jesuana. Ambos reinos buscan la paz: uno por la violencia, el otro por la no violencia. Y estas placas tectónicas siguen entrechocando todavía [Crossan 2009:70-71], en la historia de violencia estructural colombiana y las víctimas que claman por una atención, ayuda y acompañamiento pastoral. Este es el devenir de la experiencia bíblica e histórica del Dios que se viene revelando en la historia como

Emmanuel, desde el Evangelio de Mateo.

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