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EL PROBLEMA DEL CONOCIMIENTO: EPISTEMOLOGÍA

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Academic year: 2018

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PENSAMIENTO DE PLATÓN (427-347 a. C.)

VIDA: Nace en Atenas en el seno de una familia aristocrática. Su verdadero nombre es Aristocles, pero fue apodado "Platón". A los veinte años conoce a Sócrates y fue su discípulo hasta la condena y muerte de éste. Su interés por la actividad política hizo que dedicara su obra a concebir un modelo ideal de organización social para la polis. En el 387, Platón compró unos terrenos situados al lado del gimnasio dedicado a Akademo con intención de fundar una escuela, razón por la cual dicho centro de enseñanza e investigación se conoció como la Academia, que rápidamente se convertiría en un gran centro de investigación cuya existencia perduró durante varios siglos.

OBRAS MÁS IMPORTANTES: Apología de Sócrates, Banquete, Fedro, Fedón, República.

EL PROBLEMA DE LA REALIDAD: METAFÍSICA

La teoría de las Ideas representa el núcleo fundamental de la filosofía platónica, el eje a través del cual se articula todo su pensamiento. Platón hace una distinción entre dos mundos o realidades: el mundo sensible y el mundo de las ideas. El mundo sensible, o aparente, es el mundo material compuesto por las “cosas”, los seres particulares y concretos, diversos, múltiples, imperfectos y corruptibles, que son sólo una copia de las ideas. El mundo de las ideas, o real, es un mundo suprasensible y trascendente, el de las ideas, que existen de forma independiente a sus realizaciones concretas. Las ideas no deben confundirse con el concepto mental, pues las ideas platónicas no son contenidos mentales, sino objetos a los que se refieren los contenidos mentales designados por el concepto, y que expresamos a través del lenguaje. Esos objetos o esencias subsisten independientemente de que sean o no pensados, son algo distinto del pensamiento, aunque es a través del pensamiento como podemos acceder a ellas. Las ideas son únicas, perfectas, eternas e inmutables y no pueden ser objeto de conocimiento sensible, sino solamente cognoscibles por la razón. Las ideas son entidades reales y objetivas, son la esencia, la verdadera realidad de las cosas. Así, el mundo real y verdadero es el mundo de las ideas y el mundo material y sensible es solo una copia.

La relación entre el mundo inteligible y el mundo sensible se explica a través de la t eoría de la participación: los seres concretos materiales múltiples y diversos sólo existen en tanto que participan de la idea con la que se corresponden. Lo sensible, lo concreto, no es más que la realización múltiple y cambiante de las ideas en la materia imperfecta, una mera copia.

Las ideas, además, están jerarquizadas. El primer lugar le corresponde a la idea de Bien, que representa el máximo grado de realidad, siendo la causa de todo lo existente, el fundamento último (ontológico y epistemológico) de la realidad. A continuación vendrían las ideas de los objetos éticos y estéticos, seguida de las ideas de los objetos matemáticos y finalmente de las ideas de las cosas.

EL PROBLEMA DEL CONOCIMIENTO: EPISTEMOLOGÍA

Platón distinguirá, tal y como señala en el mito de la caverna, dos modos fundamentales de conocer: la doxa (opinión), el falso conocimiento que proviene de la percepción sensible de los seres concretos del mundo sensible, y la episteme (ciencia), el verdadero conocimiento de las ideas trascendentes e inteligibles, el conocimiento de la verdadera realidad de las cosas que pertenece al mundo de las ideas y que se obtiene a través de la razón.

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olvidado: la verdad se recuerda, no se enseña. El filósofo usa para ayudar a recordar a otros el método de la mayéutica: arte por el cual mediante preguntas se hace reflexionar racionalmente al interlocutor, obligándole a recordar las ideas que su alma ya conocía pero que ha olvidado. De esta forma surge el proceso dialéctico que sigue nuestra alma racional para conseguir el conocimiento de la idea de Bien, momento en que el conocimiento de las ideas es perfecto. La dialéctica supone en primer lugar el rechazo de la doxa para, una vez alcanzado el recuerdo de una idea, ir pasando de una a otra hasta llegar al conocimiento de la idea de Bien, y así lograr el conocimiento perfecto de las ideas, de su racionalidad y perfección.

ELPROBLEMA DEL SER HUMANO Y DE LA MORAL: ANTROPOLOGÍA Y ÉTICA

El alma racional es la esencia del hombre y el principio del conocimiento racional, pues nos permite llegar a conocer las ideas del mundo trascendente. Alma y cuerpo forman, según Platón, una dualidad en continua lucha pues el alma pertenece al mundo de las ideas y el cuerpo al mundo material: el cuerpo es por eso una cárcel para el alma. Así, según el dualismo platónico, frente a la materialidad y corruptibilidad del cuerpo, el alma inteligible es inmortal y espiritual. El alma transmigra de cuerpo en cuerpo hasta que consigue purificarse mediante la virtud, y puede entonces acceder de nuevo al mundo de las ideas y lograr la felicidad. Platón presenta varias demostraciones de la inmortalidad del alma, destacando la de la reminiscencia (solo podemos conocer el mundo de las ideas por la preexistencia del alma en él) y la de la simplicidad (el alma es simple, pues no es material, y por lo tanto no puede descomponerse y morir). Además, distinguió tres tipos de alma o tres partes del alma en el hombre: la racional, esencial, propia del hombre e inmortal, posibilita el recuerdo de las ideas y por ello el conocimiento racional y debe gobernar el desarrollo de las otras dos; la irascible, proporciona la capacidad del esfuerzo, la voluntad y el valor, y es mortal; la concupiscible, otorga la capacidad del deseo y las pasiones sensuales, y es igualmente mortal.

La virtud se fundamenta en el desarrollo del bien propio del hombre, su esencia racional. Distingue tres virtudes de acuerdo con la división del alma (una virtud propia para cada una de las partes del alma): la sabiduría o la prudencia, será la virtud del alma racional; la fortaleza o valor, será la virtud del alma irascible; y la templanza, será la virtud del alma concupiscible. Con el desarrollo armonioso de las tres virtudes en el hombre se consigue la justicia, el orden estable y perfecto de las tres partes del alma, al cumplir cada una su función específica.

EL PROBLEMA DE LA SOCIEDAD: TEORÍA SOCIAL

Platón hereda de Sócrates la idea de que sin justicia no puede haber felicidad. Solamente el hombre justo puede ser feliz, y solamente en un Estado justo puede alcanzarse la felicidad. En su obra la República Platón nos describirá su sociedad ideal. Allí establece una correlación o paralelismo entre el alma y el Estado. El Estado posee la misma estructura tripartita que el alma. Tres son las clases sociales que componen un Estado: artesanos-productores, guardianes y gobernantes. Estos tres grupos se corresponden con las tres partes del alma: en los productores predomina el alma concupiscible, en los guardianes el alma irascible y en los gobernantes el alma racional. La justicia en el Estado se realiza cuando cada uno de los grupos sociales realiza la función que le corresponde y posee la virtud que le es propia: prudencia o sabiduría en el caso de los gobernantes, fortaleza o valor en el caso de los guardianes y templanza o moderación en el de los productores. Los gobernantes tienen como función organizar la sociedad y dirigir a los ciudadanos hacia la consecución del bien común y como los filósofos son los que han contemplado la Idea de Bien son los únicos capaces de gobernar sabiamente. El verdadero gobernante-filósofo no ama el mando y el poder, sino que usa el mando y el poder como un servicio para llevar a cabo el bien.

Al final de su vida Platón deja entrever que su ideal de Estado justo gobernado por los filósofos es muy difícil de realizar. Por ello, en su última obra, Las Leyes, plantea que deben ser leyes adecuadas y soberanas las que deben regir los designios de la polis.

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ESQUEMA DEL PENSAMIENTO DE PLATÓN

EL PROBLEMA DE LA REALIDAD

- MUNDO DE LAS IDEAS (inteligible)/MUNDO MATERIAL (sensible) • Mundo de las Ideas:

• Inteligible, suprasensible y trascendente

• Las Ideas son: objetivas, únicas, perfectas, eternas e inmutables • Mundo Material:

• Sensible y material.

• Los objetos terrenales son imperfectos, perecederos y cambiantes - TEORÍA DE LA PARTICIPACIÓN

• Explica la relación entre el mundo material y el mundo de las ideas • Las cosas participan de las ideas, las imitan, las copian

- JERARQUÍA DE LAS IDEAS

• las ideas del mundo inteligible están jerarquizas

• idea de Bien → ideas éticas/estéticas → ideas matemáticas → ideas de cosas • idea de Bien: máxima realidad, fundamento ontológico y epistemológico

EL PROBLEMA DEL CONOCIMIENTO

- DOXA Y EPISTEME (MITO DE LA CAVERNA) - TEORÍA DE LA REMINISCENCIA

• Preexistencia del alma • Conocer es recordar • Mayéutica: diálogo

• Dialéctica: ascensión al Mundo de las Ideas

EL PROBLEMA DEL SER HUMANO Y LA MORAL

- ALMA: PRINCIPIO CONOCIMIENTO RACIONAL - DUALISMO ALMA/CUERPO:

• mundo de las ideas/mundo material • inmortal/mortal

- DEMOSTRACIÓN INMORTALDAD DEL ALMA: REMINISCENCIA Y SIMPLICIDAD. - PARTES DEL ALMA:

• Concupiscible • Irascible • Racional

- LA VIRTUD ES EL DESARROLLO DE LA ESENCIA DEL SER HUMANO: LA RAZÓN - ALMA/ 3 VIRTUDES:

• Racional → Sabiduría • Irascible → Fortaleza • Concupiscible → Templanza - JUSTICIA Y ARMONÍA

EL PROBLEMA DE LA SOCIEDAD

- SER SOCIAL: JUSTICIA Y BIEN COMÚN - PARALELISMO INDIVIDUO-ESTADO - ALMA-CLASE SOCIAL-VIRTUD

• Racional→Gobernantes →Sabiduría • Irascible→Guerreros→Valentía

• Concupiscible→Productores →Templanza - FORMAS DE GOBIERNO:

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ANEXOS PLATÓN

El mito de la caverna.

Platón,

República

, VII, 514a–521b

–Y a continuación –seguí–, compara con la siguiente escena el estado en que, con respecto a la educación o a la falta de ella, se halla nuestra naturaleza. Imagina una especie de vivienda subterránea provista de una larga entrada, abierta a la luz, que se extiende a lo ancho de toda la caverna, y unos hombres que están en ella desde niños, atados por las piernas y el cuello, de modo que tengan que estarse quietos y mirar únicamente hacia adelante, pues las ligaduras les impiden volver la cabeza; detrás de ellos, a la luz de un fuego que arde algo lejos y en plano superior, y entre el fuego y los encadenados, un camino situado en alto, a lo largo del cual suponte que ha sido construido un tabique parecido a las mamparas que se alzan entre los titiriteros y el público, por encima de las cuales exhiben aquéllos sus maravillas.

–Ya lo veo –dijo.

–Pues bien, imagínate ahora, a lo largo de esa pared, unos hombres que transportan toda clase de objetos, cuya altura sobrepasa la de la pared, y estatuas de hombres o animales hechas de piedra y de madera y de toda clase de materias; entre estos portadores habrá, como es natural, unos que vayan hablando y otros que estén callados.

–¡Qué extraña escena describes –dijo– y que extraños prisioneros!

–Iguales que nosotros –dije–, porque en primer lugar, ¿crees que los que están así han visto otra cosa de sí mismos o de sus compañeros sino las sombras proyectadas por el fuego sobre la parte de la caverna que está frente a ellos?

–¿Cómo –dijo–, si durante toda su vida han sido obligados a mantener inmóviles las cabezas? –¿Y de los objetos transportados? ¿No habrán visto lo mismo?

–¿Qué otra cosa van a ver?

–¿Y si pudieran hablar los unos con los otros, ¿no piensas que creerían estar refiriéndose a aquellas sombras que veían pasar ante ellos?

–Forzosamente.

–¿Y si la prisión tuviese un eco que viniera de la parte de enfrente? ¿Piensas que, cada vez que hablara alguno de los que pasaban, creerían ellos que lo que hablaba era otra cosa sino la sombra que veían pasar?

–No, ¡por Zeus! –dijo.

–Entonces no hay duda –dije yo– de que los tales no tendrán por real ninguna otra cosa más que las sombras de los objetos fabricados.

–Es enteramente forzoso –dijo.

–Examina, pues –dije–, qué pasaría si fueran liberados de sus cadenas y curados de su ignorancia, y si, conforme a la naturaleza, les ocurriera lo siguiente. Cuando uno de ellos fuera desatado y obligado a levantarse súbitamente y a volver el cuello y a andar y a mirar a la luz, y cuando, al hacer todo esto, sintiera dolor y, por quedarse deslumbrado, no fuera capaz de ver aquellos objetos cuyas sombras veía antes, ¿qué crees que contestaría si le dijera alguien que antes no veía más que sombras inanes y que es ahora cuando, hallándose más cerca de la realidad y vuelto de cara a objetos más reales, goza de una visión más verdadera, y si fuera mostrándole los objetos que pasan y obligándole a contestar a sus preguntas acerca de qué es cada uno de ellos? ¿No crees que estaría perplejo y que lo que antes había contemplado le parecería más verdadero que lo que entonces se le mostraba?

–Mucho más –dijo.

–Y si se le obligara a fijar su vista en la misma, ¿no crees que le dolerían los ojos y que escaparía, volviéndose hacia aquellos objetos que puede contemplar, y que consideraría que éstos son real-mente más claros que los que le muestra.

–Así es –dijo.

–Y si se lo llevaran de allí a la fuerza –dije–, obligándole a recorrer la áspera y escarpada subida, y no le dejaran antes de haberle arrastrado hasta la luz del sol, ¿no crees que sufriría y llevaría a mal el ser arrastrado, y que, una vez llegado a la luz, tendría los ojos tan llenos de ella que no sería capaz de ver ni una sola de las cosas a las que ahora llamamos verdaderas?

–No, no sería capaz –dijo–, al menos por el momento.

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y la luna, que el ver de día el sol y lo que le es propio. –¿Cómo no?

–Y por último, creo yo, sería el sol, pero no sus imágenes reflejadas en las aguas ni en otro lugar ajeno a él, sino el propio sol en su propio dominio y tal cual es en sí mismo, lo que él estaría en condiciones de mirar y contemplar.

–Necesariamente –dijo.

–Y después de esto, colegiría ya con respecto al sol que es él quien produce las estaciones y los años y gobierna todo lo de la región visible, y que es, en cierto modo, el autor de todas aquellas cosas que ellos veían.

–Es evidente –dijo– que después de aquello vendría a pensar en esto otro.

–Y que cuando se acordara de su anterior habitación y de la ciencia de allí y de sus antiguos compañeros de cárcel, ¿no crees que se consideraría feliz por haber cambiado y que les compadecería a ellos?

–Efectivamente.

–Y si hubiese habido entre ellos algunos honores o alabanzas o recompensas que concedieran los unos a aquellos otros que, por discernir con mayor penetración las sombras que pasaban y acordarse mejor de cuáles de entre ellas eran las que solían pasar delante o detrás o junto con otras, fuesen más capaces que nadie de profetizar, basados en ello, lo que iba a suceder, ¿crees que sentiría aquél nostalgia de estas cosas o que envidiaría a quienes gozaran de honores y poderes entre aquéllos, o bien que le ocurriría lo de Homero, es decir, que preferiría decididamente «trabajar la tierra al servicio de otro hombre sin patrimonio» o sufrir cualquier otro destino antes que vivir en aquel mundo de lo opinable?

–Eso es lo que creo yo –dijo–: que preferiría cualquier otro destino antes que aquella vida.

–Ahora fíjate en esto –dije–: si, vuelto el tal allá abajo, ocupase de nuevo el mismo asiento, ¿no crees que se le llenarían los ojos de tinieblas, como a quien deja súbitamente la luz del sol? –Ciertamente –dijo.

–Y si tuviese que competir de nuevo con los que habían permanecido constantemente encadenados, opinando acerca de las sombras aquellas que, por no habérsele asentado todavía los ojos, ve con dificultad –y no sería muy corto el tiempo que necesitara para acostumbrarse–, ¿no daría que reír y no se diría de él que, por haber subido arriba, ha vuelto con los ojos estropeados, y que no vale la pena ni aun de intentar una semejante ascensión? ¿Y no matarían, si encontraban manera de echarle mano y matarle, a quien intentara desatarles y hacerles subir? –Claro que sí –dijo.

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El (verdadero) amor platónico.

“Éstas son, pues, las cosas del amor en cuyo misterio también tú, Sócrates, tal vez podrías iniciarte. Pero en los ritos finales y suprema revelación, por cuya causa existen aquéllas, si se procede correctamente, no sé si serías capaz de iniciarte. Por consiguiente, yo misma te los diré – afirmó [Diotima]- y no escatimaré ningún esfuerzo; intenta seguirme, si puedes. Es preciso, en efecto -dijo- que quien quiera ir por el recto camino a ese fin comience desde joven a dirigirse hacia los cuerpos bellos Y, si su guía lo dirige rectamente, enamorarse en primer lugar de un solo cuerpo y engendrar en él bellos razonamientos; luego debe comprender que la belleza que hay en cualquier cuerpo es afín a la que hay en otro y que, si es preciso perseguir la belleza de la forma, es una gran necedad no considerar una y la misma la belleza que hay en todos los cuerpos. Una vez que haya comprendido esto, debe hacerse amante de todos los cuerpos bellos y calmar ese fuerte arrebato por uno solo, despreciándolo y considerándolo insignificante. A continuación debe considerar más valiosa la belleza de las almas que la del cuerpo, de suerte que si alguien es virtuoso de alma, aunque tenga un escaso esplendor, séale suficiente para amarle, cuidarle, engendrar y buscar razonamientos tales que hagan mejores a los jóvenes, para que sea obligado, una vez más, a contemplar la belleza que reside en las normas de conducta y en las leyes y a reconocer que todo lo bello está emparentado consigo mismo, y considere de esta forma la belleza del cuerpo como algo insignificante. Después de las normas de conducta debe conducirle a las ciencias, para que vea también la belleza de éstas y, fijando ya su mirada en esa inmensa belleza, no sea, por servil dependencia, mediocre y corto de espíritu, apegándose, como un esclavo, a la belleza de un solo ser, cual la de un muchacho, de un hombre o de una norma de conducta, sino que, vuelto hacia ese mar de lo bello y contemplándolo, engendre muchos bellos y magníficos discursos y pensamientos en ilimitado amor por la sabiduría, hasta que fortalecido entonces y crecido descubra una única ciencia cual es la ciencia de una belleza como la siguiente. Intenta ahora -dijo- prestarme la máxima atención posible.

En efecto, quien hasta aquí haya sido instruido en las cosas del amor, tras haber contemplado las cosas bellas en ordenada y correcta sucesión, descubrirá de repente, llegando ya al término de su iniciación amorosa, algo maravillosamente bello por naturaleza, a saber, aquello mismo, Sócrates, por lo que precisamente se hicieron todos los esfuerzos anteriores, que, en primer lugar, existe siempre y ni nace ni perece, ni crece ni decrece; en segundo lugar, no es bello en un aspecto y feo en otro, ni unas veces bello y otras no, ni bello respecto a una cosa y feo respecto a otra, ni aquí bello y allí feo, como si fuera para unos bello y para otros feo. Ni tampoco se le aparecerá esta belleza bajo la forma de un rostro ni de unas manos ni de cualquier otra cosa de las que participa un cuerpo, ni como un razonamiento, ni como una ciencia, ni como existente en otra cosa, por ejemplo, en un ser vivo, en la tierra, en el cielo o en algún otro, sino la belleza en sí, que es siempre consigo misma específicamente única, mientras que todas las otras cosas bellas participan de ella de una manera tal que el nacimiento y muerte de éstas no le causa ni aumento ni disminución, ni le ocurre absolutamente nada. Por consiguiente, cuando alguien asciende a partir de las cosas de este mundo mediante el recto amor de los jóvenes y empieza a divisar aquella belleza, puede decirse que toca casi el fin. Pues ésta es justamente la manera correcta de acercarse a las cosas del amor o de ser conducido por otro: empezando por las cosas bellas de aquí y sirviéndose de ellas como de peldaños ir ascendiendo continuamente, en base a aquella belleza, de uno solo a dos y de dos a todos los cuerpos bellos y de los cuerpos bellos a las bellas normas de conducta, y de las normas de conducta a los bellos conocimientos, y partiendo de éstos terminar en aquel conocimiento que es conocimiento no de otra cosa sino de aquella belleza absoluta, para que conozca al fin lo que es la belleza en sí.

En este momento de la vida, querido Sócrates -dijo la extranjera de Mantinea-, más que en ningún otro, le merece la pena al hombre vivir: cuando contempla la belleza en sí. Si alguna vez llegas a verla, te parecerá que no es comparable ni con el oro ni con los vestidos ni con los jóvenes y adolescentes bellos, ante cuya presencia ahora te quedas extasiado y estás dispuesto, tanto tú como otros muchos, con tal de poder ver al amado y estar siempre con él, a no comer ni beber, si fuera posible, sino únicamente a contemplarlo y estar en su compañía”.

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